Temas de FC |
Unidad de Gastroenterología Pediátrica. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona. Institut Pediàtric Marès Riera. Blanes. Gerona
Resumen
El manejo del dolor abdominal crónico supone un reto diagnóstico. Se estima que este afecta al 10 % de los niños y adolescentes, aunque podría oscilar entre el 4-25 %. Esta entidad genera una gran ansiedad familiar que pide un diagnóstico y un tratamiento. A veces, poder diferenciar el origen orgánico del funcional, el cual resulta más frecuente, resulta difícil y ocasiona incomodidad al profesional, que para quedarse tranquilo acaba solicitando una batería de pruebas complementarias sin sentido y muchas de ellas innecesarias. En el siguiente artículo se presenta una estrategia de manejo basada en la clasificación práctica del dolor abdominal crónico en tres grupos. Esta clasificación permite esquematizar las diferentes etiologías y acotar mejor las pruebas complementarias a estudiar en cada grupo. |
Abstract
The management of chronic abdominal pain represents a diagnostic challenge. It is estimated to affect 10 % of children and adolescents, although it could range between 4-25 %. This entity generates great anxiety to the members of the family, who requests a diagnosis and treatment. Sometimes being able to differentiate the organic etiology from the functional one, which is more frequent, is difficult and causes discomfort to the professional, who in order to be sure ends up requesting a set of pointless complementary tests, being many of them unnecessary. This article presents a management strategy based on the practical classification of chronic abdominal pain into three groups. This classification makes it possible to outline the different etiologies and to better delimit the complementary tests to be studied in each group. |
Palabras clave: Niño; Adolescente; Dolor abdominal; Dolor crónico; Diagnóstico diferencial.
Key words: Child; Adolescent; Abdominal pain; Chronic Pain; Differential diagnosis.
Pediatr Integral 2024; XXVIII (8): 486 – 492
OBJETIVOS
• Comprender la nueva definición de dolor abdominal crónico.
• Reconocer los signos y síntomas de alarma del dolor abdominal crónico.
• Describir cómo clasificar el dolor abdominal crónico en su grupo práctico.
• Definir las pruebas complementarias que corresponden a cada grupo y cuáles solicitar.
Evaluación del dolor abdominal crónico en Pediatría
Introducción
El dolor abdominal crónico es el dolor abdominal constante o intermitente, de causa orgánica o funcional y de duración mayor a 3 meses.
En 2005, la NASPGHAN (Sociedad Norteamericana de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica) recomendó sustituir el término de dolor abdominal recurrente, descrito por Apley en 1957, por dolor abdominal crónico, con el que se define el dolor abdominal constante o intermitente de causa orgánica o funcional. Siendo así una descripción más completa y que incluiría el dolor abdominal de duración mínima de 3 meses, aunque en la práctica se podría considerar aquel mayor de 1-2 meses(1).
Dada esta consideración, se desconoce exactamente la prevalencia del dolor abdominal crónico en Pediatría, pero se estima que afecta al 10 % de los niños y adolescentes, aunque podría oscilar entre el 4-25 % en distintas series(1).
A pesar de que la mayor parte del dolor abdominal crónico es funcional (dolor abdominal no atribuido a ninguna condición médica después de una evaluación médica apropiada)(2), debemos saber desgranar bien la historia clínica para descartar una posible patología orgánica oculta; ya que, como médicos, es lo que más nos preocupa. Además, los nuevos criterios de Roma IV para trastornos funcionales refieren que, para ser diagnosticados como tal, se precisa una evaluación médica adecuada(2).
Así pues, el objetivo de este artículo es poder esquematizar la evaluación del paciente con dolor abdominal crónico para poder darle origen a su molestia, ya que esto va a ser lo que va a dar más tranquilidad al paciente y a su familia, aunque no podamos hacer desaparecer su dolor, ya que el dolor abdominal inexplicado es una gran preocupación para las familias y una angustia para el paciente.
Evaluación clínica
Para una correcta evaluación del dolor abdominal crónico, debemos realizar una amplia anamnesis, exploración física y tomar medidas antropométricas actuales y pasadas.
Dado que el dolor abdominal crónico puede tener tanto el origen en una causa orgánica como funcional o incluso coexistir(3,4), deberemos analizar todas las partes y dirigirnos adecuadamente para evitar exploraciones complementarias interminables y, a veces, innecesarias.
En el dolor abdominal crónico, la herramienta que nos dará más información es una buena historia clínica, por lo que iniciaremos nuestra evaluación con una anamnesis exhaustiva, preguntando: las características del dolor (situación, frecuencia, relación con las comidas, con el ejercicio, con el momento del día que aparece, interferencia con el sueño…), los síntomas digestivos asociados (náuseas, vómitos, pirosis, reflujo, diarreas, estreñimiento, inapetencia, flatulencias, eructos, distensión…) y los síntomas extradigestivos (fiebre, cefalea, dolores articulares, cambios de comportamiento…), medicaciones o posibles tratamientos efectuados.
También, debemos explorar los aspectos emocionales y la relación en el medio familiar y escolar del niño y ver la repercusión que tiene este dolor abdominal. Así mismo, es de igual importancia recabar los antecedentes familiares y personales previos y preguntar no solo por enfermedades orgánicas, sino también funcionales.
Posteriormente, debemos hacer una exploración física completa, y según los síntomas incluir la exploración anal y en casos concretos y muy seleccionados el tacto rectal, ya que es una prueba invasiva que solo nos dará información en casos muy puntuales, por lo que no se recomienda hacer de forma rutinaria.
Además, hay que registrar las medidas antropométricas actuales y verificar su evolución hasta el momento, con el objetivo de detectar estancamiento o pérdida de peso y/o afectación del crecimiento.
Con esta primera valoración podemos ya orientar dónde situamos el dolor y así poder guiarnos mejor para el diagnóstico (Tabla I).
Con esta diferenciación podremos acotar mejor las diferentes patologías y seleccionar las pruebas complementarias en el caso de ser necesarias.
Así mismo, habremos detectado los signos de alarma. Estos los podemos ver en la tabla II, aunque no son únicos. La presencia de estos signos y síntomas de alarma aumenta la probabilidad de enfermedad orgánica y justifica el uso de pruebas complementarias(1).
Es importante que, en este punto, expliquemos a la familia nuestra sospecha diagnóstica y los pasos a seguir en este momento, ya que esto va a brindar tranquilidad a los padres.
Antes de seguir con la evaluación de la etiología del dolor, debemos saber que, en la anamnesis, las características del dolor y su impacto en la vida del paciente, aunque ayudan a orientar, no son suficientes para diferenciar el origen funcional u orgánico del dolor(1), pero veremos que sí nos pueden sugerir la posibilidad de diferentes entidades.
En referencia a las pruebas complementarias básicas en sangre, no hay ninguna con valor predictivo para diferenciar el origen funcional u orgánico(1). No obstante, deberemos realizar una analítica básica (hemograma, bioquímica, screening de celiaquía y estudio de orina) para poder descartar distintas patologías y, muy concretamente, la celiaquía, dada su elevada frecuencia oligosintomática. De hecho, hasta el 20 % de los pacientes celiacos cumplen los criterios de Roma para el síndrome de intestino irritable(5).
De las pruebas de heces, deberemos solicitar siempre un estudio parasitario, dada su presentación, a veces, sin diarrea y dada la alta frecuencia de infección y reinfección en el entorno pediátrico. Las infecciones parasitarias son predominantes en menores de cinco años y suelen asociarse a cambios deposicionales tipo diarrea y dolor abdominal, pero en casos más crónicos pueden presentarse con dolor abdominal y deposiciones alternantes(6).
La calprotectina fecal sí que permite diferenciar el dolor abdominal funcional del orgánico(7), aunque debemos saber que puede estar influenciada por diferentes parámetros (ver más adelante).
En referencia a la ecografía abdominal realizada en un paciente sin signos de alarma, solo se encuentran anormalidades en el 2 % de los pacientes(8). En aquellos que presentan signos o síntomas atípicos (dolor abdominal de alta intensidad o de localización no periumbilical, síntomas urinarios, pérdida de peso, fiebre, vómitos, hemorragia digestiva o alteraciones en la exploración) se detectan anormalidades hasta en el 11 %. Aunque es una de las pruebas de primer nivel, no invasiva y sin irradiación, es mejor reservarla para cuando hayamos clasificado el dolor abdominal en alguno de los subgrupos. En muchos casos, incluso, podremos orientar el diagnóstico sin la necesidad de ecografía; por ejemplo, cuando detectemos un estreñimiento oculto (ver más adelante).
Las otras pruebas complementarias más específicas son las que seleccionaremos en función del tipo de dolor y después de haber hecho la primera evaluación.
Dolor abdominal con síntomas de dispepsia/molestias digestivas superiores
Las características del dolor y su relación con la ingesta son la información más relevante que nos dará el paciente en este grupo.
En este grupo, los síntomas referidos suelen ser: dolor epigástrico, reflujo, pirosis, náuseas, vómitos, sensación de plenitud, saciedad precoz o dificultad para tragar. En la tabla III se pueden ver las entidades orgánicas de este grupo.
En este subgrupo es muy importante preguntar por las características del dolor, confirmar que la situación de este dolor sea en la zona epigástrica y comprobarlo con la exploración física. Ver: si es de forma mantenida o de forma episódica; si el dolor aparece por la noche (suele verse en las úlceras)(9); y si tiene relación con la comida (en las úlceras se alivia con la comida y empeora tras ella)(9) y con el tipo de alimentos ingeridos (mala tolerancia a grasas en las úlceras, en el reflujo y con los problemas biliopancreáticos).
Preguntar por posibles atragantamientos o impactaciones alimentarias, necesidad elevada de agua o necesidad de cortar la comida en trozos muy pequeños para explorar posible disfagia e indagar acerca de la esofagitis eosinofílica u otros problemas motores esofágicos. Preguntar por otros síntomas, como dolor de cabeza, inapetencia, flatulencias y aerofagia o alteraciones deposicionales, ya que estas se han visto más relacionadas con patología funcional, aunque no hay suficiente evidencia para decir que la asociación de estos otros síntomas sirva para diferenciarla de la etiología orgánica(2).
La prueba complementaria y gold standard de este grupo es la endoscopia digestiva alta, y a pesar de que los nuevos criterios de Roma IV(2) no exigen una endoscopia digestiva alta normal para confirmar el diagnóstico de dispepsia funcional, deja abierta su indicación a la valoración médica.
La endoscopia digestiva es una prueba invasiva que puede presentar riesgos, sobre todo, si se usa de forma indiscriminada, pero no hay unos criterios definidos de cuándo usarla en Pediatría para diferenciarla del dolor funcional. Así que, para decidirlo, deberemos basarnos en la anamnesis, la exploración y a la detección de signos o síntomas de alarma específicos para este grupo(2,10,11) (Tabla IV), junto con los signos de alarma generales (Tabla II).
A destacar que, en pacientes con familiares con síndrome de intestino irritable, intolerancia a la lactosa o en pacientes con otros síntomas, como taquicardias, lipotimias, sudores o dolores que empeoran con las comidas, no se justifica el uso de la endoscopia, si no presentan signos de alarma(11).
Las otras pruebas a valorar en este grupo consisten en ampliar la analítica de sangre con estudio básico de función renal y hepatopancreática, hemograma y VSG para descartar otras posibles entidades.
El uso de la ecografía abdominal, como hemos visto previamente, sin signos de alarma, probablemente va a resultar normal, pero nos va a poder descartar otras afecciones. Otras pruebas más específicas y a valorar de forma individualizada son: pHmetría, manometría y transito esofágico, entre otras.
En lo que hace referencia a marcadores en heces, el estudio de sangre oculta nos permite detectar sangrado digestivo, que forma parte de uno de los signos de alarma, aunque se debe tener en cuenta que la positividad puede ser por causas perianales inespecíficas.
A la calprotectina fecal sí que se le otorga valor para diferenciar dolor orgánico de funcional(7); aunque se debe tener en cuenta que se ve influenciada por la edad, el índice de masa corporal, el uso de fármacos como los AINES y los inhibidores de la bomba de protones, así como por la forma de recogida(12).
Un tema muy discutido es el uso del test de Helicobacter pylori en heces, ya que este solo está recomendado en las guías para comprobar la erradicación de la infección una vez se ha tratado(13). El motivo de no ser usado como herramienta diagnóstica de la infección es que, en Pediatría, la mayoría de las infecciones son asintomáticas(13) y un resultado positivo, además, con las altas tasas de infección en Pediatría, solo crea ansiedad familiar y al propio paciente, sin que este tenga que ser la causa del dolor. Cuando la infección es sintomática, es por presencia de lesión digestiva que precisa endoscopia digestiva para el diagnóstico y que es probable que con la anamnesis, se haya orientado por el tipo de dolor que se presenta con estas lesiones. Aunque cabe decir que, a veces, un test de Helicobacter pylori en heces, en pacientes con dudoso dolor epigástrico, claras dudas con dolor funcional y sin signos de alarma, cuando el resultado es negativo permite demorar la necesidad de endoscopia digestiva alta hasta tener más claro los síntomas que presenta y ver la evolución de ellos con el tiempo.
Dolor abdominal asociado a alteraciones del ritmo deposicional
Lo más importante de este grupo es descartar organicidad.
En este grupo, los síntomas suelen ser dolor infraumbilical o en ambas fosas ilíacas, aunque también pueden referir dolor generalizado, periumbilical o en epigastrio, asociado con cambios de ritmo o en el tipo de deposiciones.
En la tabla V se pueden ver las entidades orgánicas de este grupo.
De las alteraciones del ritmo intestinal o cambio del tipo de deposiciones, las que más nos preocupan son la presencia de diarreas, ya que estas en comparación con el estreñimiento suelen asociar más patología orgánica.
En este subgrupo, pues, la prioridad será descartar una enfermedad inflamatoria intestinal por su transcendencia. Esta se presentará con signos de alarma: heces con elementos patológicos, fiebre o febrícula recurrente, pérdida de peso, anorexia y fallo de medro. Ante estos signos, será importante que la analítica tenga marcadores inflamatorios y un estudio en heces con calprotectina fecal y sangre oculta. De la exploración, será muy importante evaluar la zona anal y perianal, aunque el paciente no refiera molestias, y una exploración física completa. Las técnicas de imagen tienen un papel fundamental en el proceso diagnóstico y seguimiento de esta enfermedad y en particular la ecografía intestinal, que en manos expertas, tiene un alto valor predictivo negativo y que debería ser la primera prueba de imagen ante la sospecha de esta entidad, aunque la endoscopia digestiva es la que confirmará el diagnóstico junto con la anatomía patológica.
La celiaquía, sobre todo en niños pequeños, se presenta con síntomas más digestivos; mientras que, en niños mayores, suele presentarse con síntomas atípicos o mínimos, aunque, en los últimos años, la presentación de la enfermedad ha cambiado, predominando más los síntomas extradigestivos(14).
Las intolerancias a los carbohidratos se inician en la infancia y, aunque su etiología no corresponde puramente a una enfermedad orgánica, tampoco forma parte de los criterios de los trastornos funcionales de Roma IV. La prevalencia de estas está aumentando en las últimas décadas por el aumento del consumo de los mismos, sobre todo, en forma de azúcares añadidos(15). La falta de absorción de los carbohidratos arrastra los fluidos a nivel intraluminal, provocando diarreas y su fermentación en el intestino y las molestias digestivas con acúmulo de gas, dolor abdominal o sensación nauseosa. Hasta un 20 % de los pacientes describen síntomas extraintestinales, como vértigo o dolor de cabeza, entre otros(15).
De todas las intolerancias, la intolerancia a la lactosa es la más frecuente. El 70 % de la población mundial experimenta un descenso de la lactasa (enzima encargada de la digestión de la lactosa) a valores críticos entre los dos y los cinco años de vida(15).
La intolerancia a la fructosa también es más frecuente cuanto menor es la edad y se atribuye al grado de maduración intestinal(15).
La intolerancia al sorbitol es dosis dependiente y, además, su presencia empeora la absorción de fructosa(15).
Por último, la intolerancia a los FODMAPS (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables), un grupo de hidratos de carbono de cadena corta con poca absorción intestinal, que se fermentan en la luz intestinal provocando síntomas digestivos.
Para el diagnóstico de las intolerancias a los hidratos de carbono, tenemos que ver una relación temporal con la dieta. A veces, es muy útil realizar un calendario dietético y la relación con los síntomas. En varios estudios se observa que pacientes con dolor abdominal crónico presentan mejoría con una dieta baja en lactosa y fructosa; no obstante, en el seguimiento de estos, solo un bajo porcentaje se acaba diagnosticando de intolerancia, por lo que parece que la malabsorción observada en ellos es un hallazgo más que una causa del dolor abdominal(16). Por lo tanto, los estudios de intolerancia se deben de hacer de forma racionalizada y no ante todo a paciente con molestias abdominales.
Ante la sospecha de estas entidades, se pueden realizar los test de aire espirado y confirmarlo con las dietas de restricción. En el caso de los FODMAPS, solo las dietas de restricción permiten el diagnóstico y estas deben ser supervisadas por un especialista en el tema(15).
El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés: Small Intestine Bacterial Overgrowth) tiene una presentación variable, desde signos y síntomas leves, como anorexia, náuseas, diarreas, distensión abdominal, dolor y flatulencia, a complicaciones graves, como desnutrición y fallo de medro(16). No obstante, discriminar si los síntomas se deben a SIBO o a otras condiciones es todo un reto, ya que este se ha relacionado en diferentes contextos clínicos, sobre todo, con los trastornos funcionales.
La relación del SIBO con el síndrome de intestino irritable se ha estudiado mucho en la última década y se ha visto una relación entre ambos, aunque no está claro si el SIBO lo precede o a la inversa. Hasta que no haya mejores datos disponibles, los pacientes con síndrome de intestino irritable podrían merecer un estudio diagnóstico de SIBO(17). También, se ha visto relación con el estreñimiento funcional y el IMO, e incluso se podría plantear analizarlo para ver si este tipo de pacientes se podrían beneficiar del tratamiento antibiótico para mejorar la clínica de estreñimiento, pero se precisan más estudios para decidirlo(17).
De hecho, no hay guías de diagnóstico ni de tratamiento de SIBO en Pediatría, por lo que es muy difícil decidir en qué pacientes se debe buscar; por tanto, la recomendación es buscar los signos y síntomas de alarma de las diferentes enfermedades. En el estudio del SIBO en Pediatría, aunque con sus limitaciones, también se usan los test de aire espirado con diferentes substratos.
Dolor abdominal periumbilical
La máxima complejidad de este grupo es diferenciar el origen funcional. Un dolor que nunca se mueve de la zona periumbilical suele corresponder a origen funcional.
En este grupo, los síntomas suelen ser dolor periumbilical inespecífico, a veces asociado a otros síntomas, como cefalea, mareos, inapetencia o sensación nauseosa.
En la tabla VI se pueden ver las entidades orgánicas de este grupo.
Aunque es un subgrupo muy abstracto, debemos hacer mención especial al cólico por estreñimiento. El estreñimiento supone una de las causas principales de dolor abdominal en la edad pediátrica(18) y, aunque en las guías de ROMA IV lo clasifican como un trastorno funcional independiente del dolor abdominal, el estreñimiento es causa frecuente de dolor en Pediatría por sus episodios de cólicos secundarios al mismo, por lo que lo vamos a incluir en este grupo para tenerlo muy presente.
Una de las causas de este cólico es que los niños están “demasiado ocupados” para hacer evacuaciones completas, tienen una dieta pobre en fibras y con una escasa ingesta de agua, lo que produce una dilatación del colon inferior con acúmulo de heces de gran tamaño y de gases. Los síntomas de esto incluyen: dolor abdominal, cólico de diferente intensidad, reducción de apetito, saciedad precoz, distensión abdominal, fisuras, dolor con la deposición, retrasos en la defecación, heces duras y, finalmente, encopresis. Además, los padres ya no suelen supervisar las deposiciones a cierta edad y el problema pasa desapercibido y se va cronificando. Otro problema por el cual pasa desapercibido para muchos profesionales es que no se interroga de forma correcta. Para identificar este tipo de “estreñimiento oculto”, que aparentemente debuta solo con dolor, se debe preguntar no solo la forma de las deposiciones, sino el tamaño de las mismas, porque un Bristol 4 que aparentemente puede parecer normal, no lo es si el tamaño de este es exagerado y los padres habitualmente han normalizado el tamaño aunque reconocen que les sorprende porque son más grandes de lo esperable por su cuerpo. Aparte de esto, preguntaremos por la frecuencia de las deposiciones y por los síntomas descritos anteriormente. Cuando exploremos el abdomen, deberemos buscar si aparece cuerda cólica izquierda o en ambas fosas, ya que la presencia de la misma nos indica, sobre todo si dicen que en el mismo día han hecho deposición, que hacen un vaciado incompleto y que, por lo tanto, hay un estreñimiento oculto. Y, aunque no parezca que pueda ocasionar tantas molestias este tipo de deposiciones, una vez se inicia el tratamiento laxante, todo el dolor desaparece y permite confirmar el diagnóstico.
Como hemos dicho, es un grupo abstracto, donde más dudas vamos a tener con el dolor de origen funcional y donde es probable que tengamos que hacer pruebas complementarias para descartar nuestras dudas. Algunas pistas que nos pueden orientar hacia un dolor de origen funcional es que, habitualmente, el paciente con dolor abdominal funcional lo presenta localizado siempre a nivel periumbilical y está presente durante las 24 horas del día, no se levanta por la noche, pero empeora en momentos de estrés (p. ej., durante la mañana antes de ir al colegio) y suele acompañarse de múltiples quejas somáticas, como cefalea, mareo o malestar generalizado. En la exploración, la distracción suele resolver el dolor abdominal(19).
Dentro de los dolores abdominales funcionales, haremos una mención especial a la migraña abdominal, en la que debemos pensar ante episodios intensos de dolor abdominal periumbilical o difuso, incluso sin la presencia de síntomas asociados típicos de la migraña (anorexia, náuseas, vómitos, dolor de cabeza, fotofobia); ya que, a veces, no se presentan juntos y nos alejan del diagnóstico(19).
Así pues, con toda esta información se propone el algoritmo que puede verse al final del artículo.
Conclusiones
Una evaluación sistemática y esquematizada simplifica el proceso diagnóstico del dolor abdominal crónico en Pediatría.
Aunque la mayoría de los pacientes con dolor abdominal crónico van a tener un origen funcional, la clasificación presentada permite realizar una orientación práctica del dolor para poder acotar las pruebas diagnósticas, ya que el mayor reto está en poder diferenciar el origen funcional del orgánico, teniendo en cuenta, además, la dificultad añadida de que ambos pueden coexistir.
Las guías de Roma IV permiten realizar un diagnóstico positivo de los trastornos funcionales, sin que este sea el resultado de haber excluido necesariamente todas las enfermedades orgánicas. La decisión de realizar pruebas complementarias debe individualizarse en cada caso, realizando una evaluación sistemática y conociendo que la presencia de signos y síntomas de alarma aumenta la probabilidad de que se trate de una enfermedad orgánica, justificando la necesidad de ampliar el estudio.
De todas las pruebas complementarias, los marcadores serológicos de celiaquía y la calprotectina fecal son las que han demostrado tener mayor eficiencia para el estudio del dolor abdominal crónico, aunque el empleo racional de las distintas pruebas comentadas en esta revisión nos permitirá orientar mejor el diagnóstico.
Es el pediatra de Atención Primaria el que juega el rol principal en el manejo del paciente con dolor abdominal crónico. Necesitará dedicar tiempo y empeño a estos pacientes para realizar una anamnesis completa, una exploración física detallada y seguir la estrategia propuesta para poder orientar el diagnóstico, evitando así el uso innecesario de pruebas complementarias.
El primer paso para un manejo exitoso de un problema tan común, como es el dolor abdominal crónico, es establecer una correcta orientación diagnóstica que permita tranquilizar al paciente, a su familia y también al propio profesional sanitario, y ello es posible con un enfoque global y una evaluación sistemática como la que se propone.
Función del pediatra de Atención Primaria
• Realizar una anamnesis completa, con exploración física y recogida de datos antropométricos para poder orientar la sospecha diagnóstica y solicitar las pruebas complementarias de primer nivel.
• Recordar que la causa más frecuente de dolor abdominal crónico es el dolor abdominal funcional y que se puede diagnosticar tras una evaluación clínica completa, sin precisar la derivación al especialista o pruebas de segundo nivel.
• Derivar a gastroenterología pediátrica ante la presencia de signos y síntomas de alarma que precisen pruebas complementarias de segundo nivel.
Conflicto de intereses
No hay conflicto de interés en la elaboración del manuscrito.
Bibliografía
Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio de la autora.
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Bibliografía recomendada
– American Academy of Pediatrics Subcommittee on Chronic Abdominal Pain. Chronic abdominal pain in children. Pediatrics. 2005; 115: e370-81.
En este consenso americano, se define el dolor abdominal crónico, se muestra la evidencia de las pruebas complementarias y de la anamnesis y de la efectividad del tratamiento.
– Hyams JS, Di Lorenzo C, Saps M, Shulman RJ, Staiano AM, van Tilburg M. Childhood functional gastrointestinal disorders: Child/adolescent. Gastroenterology. 2016; 150: 1456-68.
Clasificación y explicación de los trastornos gastrointestinales funcionales en Pediatría, con su explicación fisiopatológica y su actualización de los criterios de Roma IV, donde ya se permite hacer un diagnóstico positivo sin la necesidad de excluir toda la patología orgánica previa.
– Thapar N, Benninga MA, Crowell MD, Di Lorenzo C, Mack I, Nurko S, et al. Paediatric functional abdominal pain disorders. Nat Rev Dis Primers. 2020; 6: 89. Disponible en: https://doi.org/10.1038/s41572-020-00222-5.
Artículo donde se explican todos los posibles factores que influyen para el desarrollo de los trastornos funcionales digestivos y cómo se deben abordar, ofreciendo un algoritmo diagnóstico. Aparte se presentan todas las formas de manejo y se discute la evidencia de cada una.
Caso clínico |
Niño de 9 años de edad, sin antecedentes personales de interés, que consulta por un dolor abdominal de un año de evolución que refiere que es prácticamente a diario en la zona periumbilical. Cuando preguntamos por el tipo de dolor, refiere que es de intensidad cambiante, que cuando tiene dolor no tiene apetito y niega náuseas, vómitos u otros síntomas. No refieren pérdida de peso, pero sí ingestas reducidas desde siempre. Refieren que el dolor no se relaciona con ningún alimento y que hace deposiciones a diario, sin diarreas. Sin alteraciones del comportamiento, buen rendimiento escolar. Sin antecedentes familiares de interés. Refieren una exploración normal abdominal y se ha realizado una analítica general con hemograma y bioquímica, con marcadores serológicos de celiaquía que han resultado normales, estudio de parásitos normal y una ecografía abdominal también normal (aunque refieren mucho gas intraluminal). Se ha retirado la lactosa sin mucha respuesta y, dada la persistencia del dolor inespecífico, se deriva al especialista. Este es el paciente típico que recibimos en las consultas de gastroenterología y las pruebas que se han realizado habitualmente.
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