Representación del niño en la pintura española |
J. Fleta Zaragozano
Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza
Pediatr Integral 2022; XXVI (7): 448.e1 – 448e4
Alejo Fernández y su obra renacentista
Este pintor del Renacimiento español con formación flamenca, muestra un gran conocimiento de la pintura renacentista italiana, especialmente de las escuelas del norte, como Lombardía y Umbría. Estudia, además, estampas que circulaban por España, sobre todo alemanas. Su estilo marca toda una época de la pintura sevillana de transición al pleno Renacimiento, aunque por su tardía cronología, los últimos años de su carrera coinciden con influencias del manierismo y, en especial, del rafaelismo.
Vida, obra y estilo
Alejo Fernández aparece en Córdoba en los últimos años del siglo XV. Era hijo de Leonisio (Dionisio) Garrido y de Juana Garrido, y no debió de nacer mucho después de 1475. Falleció en 1545. Aunque ni su apellido ni el de sus padres permiten suponerle de origen extranjero, en los libros de cuentas de la catedral de Sevilla se le cita en una ocasión como Maestro Alexos pintor alemán. Quizás el nombre paterno sea la castellanización de alguno extranjero.
La primera fecha relativamente segura de su vida es la de su matrimonio con María Fernández, hija de Pedro Fernández, uno de los principales pintores de Córdoba, antes de 1497. María es la compañera de su vida durante más de veinte años, y la madre de sus cinco hijos, tres de ellos varones, de los cuales Sebastián Alejo es pintor también y, sin duda, uno de sus principales colaboradores. Sus méritos y, probablemente, su enlace con la hija del pintor Pedro Fernández, debieron de facilitarle su carrera en Córdoba: el retablo mayor del gran monasterio de San Jerónimo, obra suya, nos dice del prestigio que Alejo Fernández llegó a conquistar en aquella ciudad.
En 1508, fue llamado por el Cabildo de la catedral sevillana para ocuparse del retablo mayor, y allí se establece con su familia. Los trabajos realizados en la catedral fueron los mejores pregoneros de sus merecimientos. Los encargos no se hicieron esperar. Ya en 1509, le encomendaron dos retablos los cartujos de Santa María de las Cuevas, uno el vecino de Antequera Martín Alonso, y no tardaron en seguir otros, como: el de San Juan, de Marchena; el del licenciado Ribera, para Sanlúcar; el del jurado Nicolás Martínez, para la catedral; y el del colegio de Santa María de Jesús, fundado por Maese Rodrigo. Los costeados por el canónigo don Sancho de Matienzo extendieron su fama hasta las lejanas montañas de Burgos, y en 1522, seguramente para asuntos profesionales, tuvo que hacer un viaje a Cuenca. Jefe, sin duda, de un taller perfectamente organizado, elabora también esculturas, pero son exportadas a Portugal. Sus sueños de gloria fueron pronto realidad.
Su hacienda creció al mismo ritmo que su fama. Ordenado y laborioso, llevaba cuidadosamente su libro de ingresos y gastos, créditos y deudas, en el que a veces sentaban algunas partidas su hijo Sebastián y uno de sus criados. Gracias a su trabajo incesante y a su buena administración, pudo dotar a sus hijos con largueza; poseyó casa propia, esclavos indios y negros, criados, y adquirió sepultura en el claustro del convento de Dominicos de San Pablo. Entre 1520 y 1523, pierde a su mujer y no tarda en seguirle al sepulcro su hijo menor, niño todavía.
En 1526, Carlos V deseaba celebrar su boda en la capital andaluza con doña Isabel de Portugal. Alejo Fernández trabaja primero en los arcos levantados por la ciudad para recibir al César, y tiene, sin duda, parte importante en las activas labores que se realizan en la capilla mayor de la catedral para ultimar su retablo, cuya traza diera años antes.
Alejo Fernández es un genuino representante de esa generación puente de principios del siglo XVI, que apoya uno de sus estribos en Flandes y el otro en Italia. Aunque tal vez imprecisa, la influencia flamenca más acusada que se advierte en su estilo parece ser la de Quintin Massys (1466-1530). Massys nace pocos años antes que Alejo, pero a la sugestión de sus modelos se deben probablemente los rostros de los personajes de su primera obra sevillana. La obra conocida del pintor flamenco que ofrece mayores analogías con las suyas es el retablo de Santa Ana del Museo de Bruselas, pintado de 1507 a 1509, es decir, cuando se le encargaron las tablas de la catedral de Sevilla.
A su formación centroeuropea hay que añadirle la influencia italiana. Se ignora si adquirió sus conocimientos renacentistas en la misma Italia o fuera de ella, pero su aprendizaje hubo de realizarlo todavía en el siglo XV. Sus obras reflejan el estilo de la última generación de los cuatrocentistas italianos; recuérdese que la primera obra de Rafael es de 1499. No se advierte en su estilo la influencia concreta de ninguno de los grandes maestros italianos de este período, tan solo la semejanza del Niño de la Virgen de la Rosa con modelos del Pinturicchio y, sobre todo, los escenarios de sus obras cordobesas parecen descubrir cierta preferencia por la escuela umbría.
Los niños en su obra
Los niños solo aparecen si son Jesús de recién nacido, de lactante o mayorcito; así mismo es frecuente la representación de la Virgen María niña. Los retratos de otros niños y adolescentes son muy raros en los pintores flamencos y renacentistas. Se exponen, a continuación, algunos niños en la obra de este pintor.
La tabla que representa el Nacimiento de la Virgen María, formaba conjunto con el Abrazo de San Joaquín y Santa Ana y la Adoración de los Reyes Magos. La obra tiene dos espacios bien diferenciados. El primero lo ocupa un plano en el que aparecen San Joaquín y una doncella que ha recogido a la Virgen recién nacida. En este plano, aparece una rica ornamentación con muebles de bellos adornos. La Virgen recién nacida está parcialmente cubierta por un vestido y una corona ya cubre su cabeza.
En el plano posterior, aparece la cama con la parturienta Santa Ana. Hay símbolos de no difícil interpretación, como es la serpiente que pretende escapar por la ventana, en clara alusión al papel a desempeñar por su hija, la madre de Dios, de cara a la redención que llevará a cabo su nieto Jesús. Anatomías correctas. La luz se recibe del exterior desde la parte izquierda de la obra. Colores cálidos, rojos y dorados que cubren la cubierta de la cama y la rica vestimenta del santo. Es un óleo sobre tabla, data de 1508 y se encuentra en la catedral de Sevilla (Fig. 1).
La obra La Adoración de los Reyes Magos, se basa en un motivo muy común para los pintores de casi todas las épocas y uno de los más importantes de tema religioso. Aparecen varios planos en esta obra de formas depuradas y composición diagonal. En el primero de ellos aparece el rey Melchor, anciano, de cabellos blancos, arrodillado y mirando fijamente al niño Jesús. El rey ha dejado su corona en el suelo en señal de sumisión. Otro plano está ocupado por la Virgen, que sostiene a su hijo, desnudo y coronado y, junto a ella, sobresalen los reyes Gaspar y Baltasar. Los tres dignatarios hacen sus ofrendas al niño Dios. La Virgen, con gesto de serena humildad, presenta al Niño a la comitiva.
El sentido de la composición es perfecto: el misterio de la Epifanía está reflejado en el ambiente de sorpresa que presenta el cuadro; la serenidad de la Virgen, que muestra al Niño, contrasta con la admiración reverente de los magos.
En un plano del fondo, aparece la arquitectura típica de este tipo de representaciones, así como los fondos ocupados por paisajes. Tras la Virgen aparece la figura discreta y resignada de San José. El pintor ha querido introducir también una escena en la parte superior izquierda del paisaje y nos ofrece a varias personas conduciendo unos camellos. Las características anatómicas de las figuras están bien conseguidas. Los colores utilizados son cálidos y fríos, con predominio de los rojos y amarillos. En cuanto a coloración, llama la atención del manto de la Virgen que es negro, sin ningún tipo de adorno o dibujo.
Aunque transformada con habilidad, se advierte cómo Alejo Fernández ha tenido a la vista la conocida estampa de Martin Schongauer (1450-1491), del Museo de Unterlinden (Francia), el grabador alemán que tantos admiradores tuvo en la península. De ella procede la distribución general de los personajes, las actitudes de todos ellos y la presencia de los montes, en segundo plano. Data de 1508, mide 297 por 175 cm y es un óleo sobre tabla que se encuentra en la Sacristía de los Cálices de la Catedral de Sevilla (Fig. 2).
La Virgen de la Antigua pertenece al Retablo de Maese Rodrigo que es, sin duda, uno de los conjuntos pictóricos más deliciosos y acabados del renacimiento sevillano. En este retablo, la unión del hombre de iglesia y el artista es perfecta. No solo está compuesto con sensibilidad exquisita, sino que proclama cómo el pintor ha sabido penetrar en los deseos del donante y cómo este supo pensar lo que deseaba. Los temas que ocupan las diversas tablas no están elegidos al azar ni responden totalmente a las devociones de maese. El retablo era para el Colegio de Santa María de Jesús, y en él pensó Maese Rodrigo y sus sucesores al encargarlo.
En la tabla central, el Niño aparece en el regazo de su madre, que está de pie. Lleva rico ropaje, al igual que su madre. Está erguido y mira, como la Virgen, hacia el espectador. Los rasgos anatómicos están muy bien conseguidos y los colores empleados son los dorados, amarillos y rojos. La Virgen viste con una túnica con tonalidades doradas de evidente influencia goticista. El fondo está ocupado con el color negro.
El retablo está dedicado a la Virgen, en su venerada imagen de la Antigua de la catedral, la que se apareciera a San Fernando durante el sitio de Sevilla, y ante la que se postraban, en aquellos años, cuantos emprendían la carrera de Indias o rendían viaje de retorno. Es la Virgen de Magallanes, Hernán Cortes y Pizarro. Acompañan a la gran tabla central de la Virgen los cuatro Padres de la Iglesia Occidental, las cuatro grandes lumbreras del saber cristiano: San Ambrosio, San Gregorio, San Agustín y San Jerónimo, artífices de la sabiduría espiritual que había de impartirse como enseñanza en el Colegio. Data de 1520, es un óleo sobre tabla y se encuentra en el Colegio de Santa María de Jesús de Sevilla (Fig. 3).
La Virgen de la Rosa contiene una imagen central que está ocupada por la Virgen María que sostiene al Niño con su brazo izquierdo, y que está sentado sobre la pierna del mismo lado. La Virgen, ricamente vestida, ensimismada, está sentada, adopta una actitud serena y ofrece al Niño una rosa. Esta acción se ha representado otras veces en la pintura, como por ejemplo, en la obra de Pinturicchio (1454-1513) La Virgen y el Niño, del Museo de Louvre. El Niño representa una edad de un año aproximadamente y está vestido, lo cual no es frecuente en este tipo de representaciones: lleva una túnica que le cubre hasta los pies, pelo corto y una corona dorada, como la que lleva la Virgen sobre su cabeza. Con las manos sostiene un libro sobre el cual fija la vista.
Las proporciones y segmentos corporales son las adecuadas en ambas figuras, así como los detalles de las caras. Los colores son cálidos, con predominio de los amarillos y rojos, centrados, sobre todo en el gran manto de la Virgen, que contiene amplios dibujos dorados y grandes pliegues. No faltan los colores oscuros, negros y grises.
En segundo plano, aparecen dos figuras que pueden corresponder a dos ángeles que están apoyados en altares, uno a cada lado de la figura central. Llevan dorados cabellos, pelo largo, rizado al modo nórdico, y están cubiertos con vestidos blancos. El ángel de la izquierda que cae en éxtasis y se entristece al conocer el futuro del Niño, mientras el de la derecha se mantiene en el presente y conecta con el espectador. Ambos ángeles remiten claramente a modelos lombardos y umbros cercanos a Melozzo de Forni y el primer Leonardo. Al fondo, a cada lado del dosel, aparecen ventanas que permiten observar pequeños paisajes y los montes cercanos, flanqueadas por otros dos ángeles, de factura muy diferente a los anteriores.
La gran pirámide de la Virgen o el juego de perspectivas y escorzos de los ángeles apoyados en muretes son plenamente renacentistas, quedando arrinconado el mundo flamenco al pan de oro y el rostro de la Virgen. Se trata de un óleo sobre tabla, fechado en 1525 y se encuentra en el trascoro de la trianera iglesia de Santa Ana de Sevilla (Fig. 4).
El retablo La circuncisión presenta numerosos personajes, destacando tres sobre todos ellos. La pintura describe el acto solemne de la circuncisión de niño Jesús, por parte del sumo sacerdote. Es un tema recurrente dentro de la pintura renacentista europea. El Niño aparece sostenido por un sacerdote, mientras el otro se dispone a cortar el frenillo del pequeño. Alrededor aparecen varios hombres y mujeres, que asisten a la ceremonia, tan importante para los judíos, el pueblo elegido. La solemnidad de los personajes evidencia la importancia que se la daba a este acto religioso.
El Niño aparece con una figura insignificante, de pequeño tamaño y, además, en un plano muy posterior dentro del cuadro, que no permite apreciar los detalles anatómicos del pequeño. Su tamaño no es mucho mayor de 15 cm, si lo comparamos con el tamaño de las manos de los sacerdotes. Esta medida está lejos de las medidas normales de un niño recién nacido, que es de unos 48-52 cm de largo, si es a término. Por otra parte, un niño prematuro tiene la cabeza proporcionalmente de mayor tamaño y, además, no es capaz de sostener la cabeza como se desprende de esta obra. La Historia no nos habla de que Jesús hubiese sido prematuro. Data de 1535, es un óleo sobre tabla realizado en madera policromada y se encuentra en el Retablo Mayor de la Iglesia de San Juan Bautista de Marchena (Fig. 5).
Bibliografía
– Fernández A. Consultado en noviembre de 2020. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Alejo_Fern%C3%A1ndez.
– Martín Cubero ML. Alejo Fernández. Madrid. Fundación Universitaria Española. 1988.
– Alma Mater Hispalense. Siglo XVI. Alejo Fernández, pintor de la Sevilla renacentista. Consultado en noviembre de 2020. Disponible en: https://personal.us.es/alporu/histsevilla/alejo_fernandez.htm.
– Valdivieso González E. Catálogo Exposición V Centenario Universidad de Sevilla. Ed. Universidad de Sevilla y Fundación el Monte. Sevilla. 2004.