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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº7 – OCT-NOV 2021

Ignacio Zuloaga: entre toreros y manolas

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2021; XXV (7): 389.e1 – 389.e4


Ignacio Zuloaga: entre toreros y manolas

Zuloaga fue uno de los más importantes pintores españoles de finales del siglo XIX y principios de XX, muy influido por El Greco y Goya; su pintura fue de las más discutidas por la crudeza de su dramatismo. Expresó un realismo empecinado en presentar la crónica de la época, particularmente de una Castilla, un tanto deformada, por la literatura del 98. Zuloaga estuvo muy vinculado con Segovia y la villa de Pedraza, donde compró el castillo de los Velasco en 1925.

Vida, obra y estilo

Ignacio Zuloaga Zabaleta nació en Éibar en 1870, en el seno de una familia vinculada con el mundo del arte, y falleció en Madrid en 1945. Era el tercero de cinco hermanos. En 1887 visitó el Museo Nacional de Pintura y Escultura y allí descubrió a los grandes maestros de la pintura española como el Greco, Velázquez, Ribera, Zurbarán y Goya, cuya obra le impactó de manera significativa. De hecho, fue uno de los primeros en la revalorización de la obra el pintor de Fuendetodos. En 1889, viajó a Roma en donde pudo admirar a los artistas del Renacimiento; durante esta estancia pintó Forjador herido, que en 1890 presentaría en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.

De Italia marchó a París, instalándose en el barrio de Montmartre. En la capital gala, asistió a la Academia La Palette, donde fue alumno de Eugène Carrière. A esta formación reglada se suman sus constantes visitas al Museo del Louvre para admirar y copiar la obra de los grandes pintores. Su círculo social parisino lo formaban Toulouse-Lautrec, Degas, Gauguin, Van Gogh y Máxime Dethomas, con cuya hermana se casó. También estaba en contacto con artistas españoles como Santiago Rusiñol y Ramón Casas, entre otros.

Posteriormente, se instala en la localidad andaluza de Alcalá de Guadaira y luego lo hará en la capital hispalense, donde alquiló una pequeña estancia en un corral de vecinos, situado en un popular barrio habitado principalmente por población calé. En esa atmósfera, Zuloaga fue feliz. Se empapó de todas sus tradiciones, aprendió caló y durante un periodo de tiempo intentó ser torero, asistiendo como alumno a una escuela de tauromaquia; años más tarde, su nombre aparece en el cartel de una corrida en la plaza de toros de Manuel Carmona. Su obra, durante este tiempo, se centró en bailarinas, gitanos, toreros y todo tipo de escenas llenas de vida y alegría.

Su pésima situación financiera hará que su padre lo recomiende a su principal mecenas, el magnate inglés Alfred Morrison; así, Zuloaga se traslada a Londres y comienza a trabajar haciendo retratos de la sociedad británica. Todavía con cierta escasez económica, acompaña a su amigo Rusiñol en un viaje por varias ciudades italianas. A pesar de estos cambios de residencia, Zuloaga continúa presentando sus obras en los más importantes certámenes del momento. En el celebrado en la ciudad condal, en 1896, obtuvo la 2ª medalla por Las dos amigas; y en el mismo, pero de 1898, logró la primera medalla con Víspera de la corrida. Viaja a Castilla y en concreto a Segovia, en donde vivía su tío Daniel Zuloaga, propietario de un taller de cerámica.

Su llegada a Segovia coincide con un momento trágico para España: la derrota ante los Estados Unidos. Era 1898 y Zuloaga se instala en una tierra de historia, de tradición serena y arraigada, con paisajes fríos y llenos de nobleza. Ignacio Zuloaga fue propietario de un automóvil, y con él recorrió España, siendo pionero en este tipo de viajes. De hecho, fue el primero en llegar en coche a Fuendetodos en 1903. Su llegada a la localidad aragonesa tenía como finalidad localizar la casa natal de su admirado Francisco de Goya. En 1915, la adquirió para restaurarla posteriormente.

En 1909 expuso por primera vez en Estados Unidos. Fue en la Hispanic Society de Nueva York, por invitación directa de su fundador y director Archer Hunttington, donde exhibió treinta y ocho lienzos. Entre 1916 y 1917, realizó un intenso tour de exposiciones, mostrando treinta y cuatro obras en Nueva York, Boston, Búfalo, Pittsburg, Cleveland, San Luis y Minneapolis. Casi una década después, la prestigiosa Reinhardt Gallery de Nueva York, organiza una muestra de cincuenta y dos lienzos, cosechando un éxito más en su carrera.

El aspecto más polémico de la trayectoria de Zuloaga fue su actuación en favor del bando franquista en la Guerra Civil. A partir de 1938, participó en las exposiciones de Venecia y Londres a favor de los sublevados y pintando al general Franco y otros altos cargos, como Ramón Serrano Suñer y el general Millán-Astray, o el asedio del Alcázar de Toledo, al que dedicó en 1938 el lienzo El Alcázar en llamas (paisaje heroico de Toledo).

Fue un gran aficionado a los toros, tema que representó en sus cuadros, llegando a salir al ruedo en alguna ocasión. Es de destacar el cuadro Corrida de toros en Éibar de 1899, obra adquirida por Carmen Thyssen-Bornemisza que ahora se expone en el museo de su nombre en Málaga. En él se observan elementos que caracterizan la obra del autor: paisajes urbanos de los pueblos de España, los tipos populares, la forma realista de abordar las escenas o la influencia de Goya, tanto en la temática taurina, la forma cruenta de representarla, como en el uso de una paleta cromática oscura, donde destaca la presencia del negro, que enlaza con las pinturas negras del artista zaragozano. Ha recibido multitud de homenajes, premios y condecoraciones y se han erigido muchos monumentos a su figura en diversos lugares del País Vasco; así mismo, llevan su nombre algunos museos, centros de enseñanza, calles de nuestro país y otras instituciones.

Los niños en su obra

La fuente de Éibar es una obra de juventud de Zuloaga. Esta composición une el ambiente rústico y el urbano. Aparecen nueve personajes: seis mujeres, un varón y dos niños o adolescentes, todos ellos en la calle, unos sentados y otros de pie. Dos mujeres llevan un recipiente en la cabeza y un hombre porta la ropa que pende de un palo al hombro. El grupo está acompañado por un perro que parece ajeno a la reunión.

En el primer plano aparece un niño de unos 10 o 12 años de edad, sentado, mirando hacia la derecha con cara de tristeza o resignación. Lleva el pelo corto, sin sombrero, camisa blanca de manga larga y pantalón largo de color marrón. Con sus manos coge las rodillas que tiene flexionadas. No se le aprecian bien los detalles, pero su silueta y actitud muestran el dominio del artista de la anatomía humana. Junto al niño, y en el suelo, hay una jarra de arcilla de la que se ha derramado un líquido, posiblemente vino. En un segundo plano aparece otro niño mayor, adolescente o adulto joven, que está de pie y apoyado en la pared de la fuente. Parece participar en la conversación y también lleva una jarra en su mano derecha. Lleva pelo corto, camisa blanca de manga larga y chaleco de color marrón.

La escena se sitúa en la fuente de Éibar, espacio, como en gran parte de los pueblos, en donde se suele reunir la gente para hablar. Al fondo, las casas del pueblo y a la derecha algunos campos de cultivo. Colores cálidos y vivos por excelencia y celajes azules, combinados con algunas nubes blancas. La luz se recibe desde la derecha. Óleo sobre lienzo, data de 1888 y pertenece al Museo Zuloaga de Pedraza (Segovia) (Fig. 1).

Figura 1. La fuente de Éibar.

Una excelente composición es El reparto del vino, por su complejidad, manejo de diferentes planos, de distintos personajes de ambos sexos y diferentes edades. Se trata de una escena costumbrista rural, posiblemente de un pueblo castellano, a la que se une el bodegón. La escena muestra a cuatro varones adultos, dos mujeres y un niño, todos ellos tocados con un sombrero, gorro o pañuelo. Los hombres están de frente y de lado, entrados en edad, uno con un vaso de vino y otro con un bastón; parece que están conversando. Una de las mujeres está en primer plano agachada y sirviendo vino con una jarra; la otra está de pie, al fondo, a la derecha, con un cesto a la cabeza.

De espaldas aparece un niño de unos 10 o 12 años de edad, con una anatomía perfecta, aunque los detalles de la cara no se advierten; los brazos y las piernas están bien proporcionados. El niño puede ser un hijo o criado al servicio de alguno de estos adultos, lleva en su mano derecha una jarra y en el brazo derecho sostiene otra. Su vestimenta no es sino una camisa rota por el codo y unos pantalones apedazados con telas de distinto color. Calza zapatillas.

Estructura circular, luz frontal, excelente tratamiento del sombreado, líneas muy bien dibujadas y colores cálidos, preferentemente. Fondos en los que se ven a otros personajes, árboles, montañas y celajes. Podemos apreciar un estilo naturalista de recio dibujo y colorido oscuro, influido por Velázquez, Ribera y Goya, en oposición al estilo luminoso y optimista de Sorolla. Es un óleo sobre lienzo, fechado en 1900. Pertenece al Museo de Cau Ferrat de Sitges (Fig. 2).

Figura 2. El reparto del vino.

En el Retrato ecuestre de doña Mª del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVIII duquesa de Alba, la niña aparece montada en un caballo; la pose es lateral de ambas figuras, pero la niña mira hacia arriba y a la izquierda. Viste un abrigo de color azul y en su mano izquierda tiene la rienda del caballo. Las proporciones de los segmentos corporales son normales, lleva pelo rubio en melena, calcetines blancos y zapatos negros. Se diría que no va vestida adecuadamente para hacer equitación. Los detalles de su cara son normales y agraciados.

El caballo está correctamente representado y nos recuerda a los caballos velazqueños y goyescos. En un primer plano hay dos perros de diferentes razas y al fondo se aprecia una vasta extensión con árboles y montañas. Llama la atención la aparición en el ángulo inferior izquierdo de dos muñecos, que pueden pertenecer a la niña; ambos han sido motivo de polémica para el pintor, la familia y críticos de arte.

En otoño de 1930, cuando Andy Warhol aún usaba pañales, Zuloaga representó al ratón más famoso de la historia, en esta obra, con un detalle ampliado, originalmente en la esquina inferior izquierda del cuadro. El duque de Alba, al que le unía una gran amistad y para quien ya había realizado varios cuadros de gran formato, le había encargado retratar a la pequeña Cayetana, de apenas cuatro años; y al pintor no se le ocurrió mejor forma de calmar a la inquieta niña que pintarla junto a sus juguetes. La idea se le volvió en su contra.

Aparecen en la obra, la duquesa de Alba (1926-2014), su querido poni Tommy y un Mickey Mouse sacado de la pesadilla más truculenta. Pocas experiencias chocan tanto como acudir al palacio de Liria y contemplar este retrato ecuestre de María del Rosario Cayetana, obra de este genuino pintor español. “Nunca más volveré a retratar a una niña”, se prometió el artista eibarrés, que sin proponérselo acababa de concebir el primer cuadro pop del mundo, según la Casa de Alba. Los colores predominantes son los grises, blancos, azules y verdes en una composición triangular, con luz que emana de la propia figura. Es un óleo sobre lienzo. Data de 1930 y pertenece al Palacio de Liria de Madrid (Fig. 3).

Figura 3. Retrato ecuestre de doña Mª del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVIII duquesa de Alba.

En el Boceto para el retrato de la Duquesa de Alba aparece la duquesa, que tiene 10 años de edad y va montada en un caballo. Lleva sombrero y bajo el mismo, porta un pañuelo de color rojo, que se extiende hacia el hombro izquierdo. Camisa blanca y chaqueta negra; la falda no está bien dibujada: se trata de un dibujo inacabado. Se adivina un ambiente rural dado el atuendo que lleva la niña.

Su cara es muy agraciada y está algo risueña; mira directamente al espectador, girando su cabeza hacia su izquierda. Tiene flequillo, el pelo se prolonga hacia ambos lados de la cara y las manos están apenas pergeñadas. Detalles corporales muy bien proporcionados. Colores negros, rojos, encarnados, y blanco para la figura; colores grises para los fondos. Zuloaga ha impregnado de cierto impresionismo esta obra que resulta tan familiar. Pinceladas sueltas y luz frontal. Se trata de un óleo sobre lienzo, realizado en 1936. Pertenece a una colección privada (Fig. 4).

Figura 4. Boceto para el retrato de la Duquesa de Alba.

Zuloaga volvió a realizar Un retrato ecuestre de la duquesa de Montoro, en el que aparece vestida con traje andaluz sobre un caballo blanco. La obra tiene características muy parecidas al retrato de la duquesa hecho con anterioridad. Aparece en medio del campo y con dos perros galgos a sus pies. Lleva el mismo atuendo que en el boceto realizado en 1936, pero más acabado: sombrero negro, pañuelo rojo, camisa blanca, chaleco y chaqueta negros, pantalón marrón de cuero ancho y acordonado y botas marrones. La niña mantiene a su caballo con las riendas. Sus detalles anatómicos de la cara son agraciados, al igual que en la obra anterior. Excelente trabajo en la representación de los animales: caballo y perros. Fondos castellanos con árboles y rocas y, al fondo, un pueblo. A la izquierda, y a lo lejos, aparecen las figuras de dos hombres montados a caballo con lanza en ristre. Cielos azules de atardecer, grises y blancos.

La joven, de 13 años, escribió al pintor desde Londres el 13 de julio de 1939: “Mil gracias por el dibujo que me mandó, tenemos aquí todos cada día más deseos de ver el cuadro. Monto mucho a caballo en el campo y juego al tenis. Todas las mañanas voy al colegio. Todos aquí le mandan recuerdos. Con mucho cariño. Cayetana”. Según relata el duque, el retrato de su hija tuvo una magnífica acogida. Fechado en 1939 (Fig. 5).

Figura 5. Retrato ecuestre de la duquesa de Montoro.

El Retrato de María Rosa Suárez Zuloaga nos muestra a una niña de unos 10 años de edad, de medio cuerpo y de frente, aunque girado ligeramente hacia la derecha. Se trata de una niña risueña de ojos grandes y detalles faciales armónicos y proporcionados. Pelo castaño con flequillo y corta melena. Lleva vestido de volantes de color gris. En el ángulo inferior izquierdo aparece la firma del autor y en el ángulo inferior derecho aparece la dedicatoria. Luz frontal, pincelada suelta, colores fríos: pastel y gris, rosa y marrón. Se trata de un óleo sobre tela adhesiva. María Rosa Suárez Zuloaga, sobrina del pintor, falleció en Madrid a los 83 años de edad tras sufrir un infarto. Era la presidenta y miembro fundador de la Fundación Museo Ignacio Zuloaga, que gestiona la pinacoteca del Castillo de Pedraza (Segovia) (Fig. 6).

Figura 6. Retrato de María Rosa Suárez Zuloaga.

Bibliografía

– Lafuente Ferrari E. La vida y el arte de Ignacio Zuloaga. Planeta. Barcelona, 1990.

– Larrañaga R. Los Zuloaga. Dinastía de artistas vascos. Museo Zuloaga. San Sebastián, 1988.

– Ignacio Zuloaga. Acceso en abril de 2021. Disponible en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Ignacio_Zuloaga.

– Zuloaga. Foro Xerbar. Acceso en abril de 2021. Disponible en: http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?f=52&t=5543.

– Ignacio Zuloaga y Zabaleta. Real Academia de la Historia. Acceso en abril de 2021. Disponible en:
http://dbe.rah.es/biografias/6745/ignacio-zuloaga-y-zabaleta
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