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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº6 – SEPTIEMBRE 2019

Francisco Bayeu, fresquista y dibujante

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2018; XXIII (6): 314.e1 – 314.e6


Francisco Bayeu, fresquista y dibujante

Bayeu fue un artista extraordinariamente fecundo y uno de los más reputados fresquistas de la pintura española, tal y como lo prueban sus innumerables trabajos al servicio de la Iglesia y de la corte de Madrid. También fue un excelente dibujante y retratista, formado en la tradición de Mengs, dejando para la posteridad magníficas pruebas de su valía en esta especialidad de la pintura.

Vida, obra y estilo

Francisco Bayeu y Subías nació en Zaragoza en 1734 y falleció en Madrid en 1795. Era hijo de un maestro lancetero, Ramón Bayeu Fanlo y de María Subías Domínguez y hermano de Josefa, Ramón y Manuel, estos últimos también fueron pintores. Cursó sus primeros estudios, de latinidad y gramática, en Zaragoza. Simultaneando con sus estudios, se inicia en Zaragoza en el aprendizaje del dibujo, bajo la dirección del pintor Juan Andrés Merklein. Posteriormente, continuará su formación pictórica con el pintor zaragozano más acreditado de la época, José Luzán Martínez, quien también iniciará a Goya. La presencia en 1753 de Antonio González Velázquez en Zaragoza, recién llegado de Italia, para pintar la gran cúpula sobre la Santa Capilla del Pilar, fue decisiva: a la formación de Francisco dentro de un barroco académico aprendido con Luzán, unirá el influjo más brioso de Corrado Giaquinto, transmitido por González Velázquez.

Esta renovación estética le impulsa a presentarse en 1756 al Premio Extraordinario de la Academia de San Fernando, con un óleo sobre cobre representando La tiranía de Gerión, que obtiene el premio de modo indiscutible. Por ello, recibe una pensión de la Academia para continuar en Madrid sus estudios con González; pero desavenencias surgidas con el maestro y la muerte de sus padres, le hacen regresar a Zaragoza para hacerse cargo de su familia, contrayendo matrimonio en 1759 con Sebastiana Merklein, hija de su primer maestro.

Entre 1758 y 1762, trabaja activamente para iglesias y conventos zaragozanos, como el monasterio de Santa Engracia, iglesias de San Ildefonso y San Felipe y cartuja de Aula Dei. El año 1762 será trascendental para Francisco, pues Antón Rafael Mengs, primer pintor de cámara de Carlos III, visita Zaragoza y le propone convertirse en ayudante suyo en la Corte. Esto supondrá la introducción de Bayeu en los círculos artísticos cortesanos. Pronto le llegan los primeros encargos para el palacio real, por mediación de Mengs, encomendándosele en 1763 la decoración al fresco de la bóveda del comedor en el cuarto de la reina, con La Rendición de Granada (en la que se manifiesta todavía su formación barroca) y la bóveda de la antecámara de los príncipes de Asturias con La caída de los Gigantes, gran composición de atrevidos escorzos; con estas obras comienza su gran producción de fresquista. En 1765, para aumentar sus ingresos con los que mantener a su numerosa familia, da clases particulares de dibujo y pintura, a las que asisten, entre otros, su hermano Ramón y Goya.

En 1767, se le concede el nombramiento de pintor de cámara del Rey, cargo que indudablemente le afianzará en el ámbito artístico cortesano. En 1775, se traslada a Zaragoza para pintar dos cúpulas, ya concertadas desde 1772 en el Pilar. Se representa en ella a María Reina de los Ángeles y Reina de Todos los Santos, frescos de composición inspirada en La Apoteosis de Trajano de Mengs. El éxito fue rotundo y supuso la confirmación en su tierra de su valía artística. En el verano de 1776, comienza Bayeu sus trabajos en el claustro de la catedral de Toledo, donde, de forma intermitente, irá plasmando al fresco once escenas referentes a la vida y milagros de santos toledanos. Tras la marcha de Mengs a Roma en 1777, Francisco Bayeu pasará a ser la gran figura artística de la corte, y, tras el fallecimiento de aquel, en 1779, solicitará del rey la plaza de primer pintor de cámara que, en varias ocasiones, y no por suficientes méritos, que los tenía, le será denegada. En julio de 1778 está con su hermano Ramón pintando en la capilla del palacio de Aranjuez.

En 1783, Francisco Bayeu y Salvador Maella son nombrados directores de pinturas para la Real Fábrica de Tapices, y ambos, encargados de la restauración y conservación de las pinturas de los Reales Sitios. En 1788, es nombrado director de pintura de la Academia de San Fernando. También sigue realizando pintura religiosa al óleo, como por ejemplo, dos magníficas versiones de la Asunción, para las iglesias de Pedrola (Zaragoza) y Valdemoro (Madrid). Poco antes de morir, en junio de 1795, recibe su última distinción, el nombramiento de director general de la Academia de San Fernando.

Francisco Bayeu, aparte de un gran decorador, fue también un destacado retratista, como ponen de manifiesto: sus retratos de doña Paula Melzi, en el Museo de Huesca, de claro gusto neoclásico; sus dos autorretratos; o los retratos de su hija Feliciana de los Museos del Prado y de Zaragoza, y de su esposa Sebastiana, del Museo de Zaragoza. Asimismo, realizó cartones para tapices y, ante todo, fue un extraordinario dibujante, como lo demuestran sus numerosos dibujos de la Biblioteca Nacional y del Prado. Todas estas facetas pictóricas, perfectamente complementadas, hacen de Francisco Bayeu, excepción hecha de Goya, el pintor español más destacado del siglo XVIII.

Hoy su obra se reparte entre los más grandes museos: Museo de Louvre, MOMA de Nueva York, National Gallery de Londres, Museo del Prado de Madrid, Museum of the Hispanic Society of America de New York, entre otros.

Sus cuadros más destacados con niños

Sagrada familia es una composición de contenido tradicional que fue representada por Bayeu en más de una ocasión. Las figuras de la Virgen y San José ocupan el segundo plano de la obra. La Virgen, que está sentada, emite una leve sonrisa y mira tiernamente a su hijo, que sostiene en su regazo. Tras la Virgen, y a la derecha, está San José, en esta ocasión representado como una persona de edad, con calvicie, arrugas en la frente y abundante bigote y barba; en su mano derecha sostiene un bastón.

El Niño Jesús puede tener varios meses de edad, ya que mantiene su cabeza con facilidad. Mira a su madre mientras sonríe ligeramente. Está cubierto parcialmente con una camisa, lo cual no impide que al Niño se le vean los genitales. Llama la atención en este óleo el aspecto del Niño. Tiene una cabeza de gran tamaño con respecto al resto del cuerpo, se trata de una macrocefalia con frente muy prominente, dando la sensación de hidrocefalia. Sin embargo, las características de los detalles anatómicos de la cara parecen normales. También llama la atención, la cortedad de sus extremidades superiores: tanto los brazos como los antebrazos son bastante cortos. Las extremidades inferiores parecen normales.

Otra anomalía detectada es un labio superior que parece hendido, como si se tratase de un labio leporino. Algunas de estas características podrían corresponder a un niño con enanismo disarmónico, hipoacondroplasia o acondroplasia. No creemos que Bayeu haya querido representar al Niño Dios con todas estas anomalías, antes bien, quizá quiso imprimir un aura de espiritualidad y demostrar la diferencia entre este recién nacido y otros muchos que él representó a lo largo de su obra. Curiosamente, Bayeu, en otra de sus obras en la que aparece la Virgen con su hijo, también ha representado al Niño con estas mismas anomalías. Mide 108 por 80 cm (Fig, 1).

Figura 1. Sagrada familia.

La adoración de los pastores es un modelo, más que un boceto, para uno de los frescos que ejecutó Bayeu para el Oratorio del Rey del Palacio de Aranjuez. Aparecen numerosas figuras de personas adultas de ambos sexos. Uno de los pastores, casi desnudo, acude a adorar al Niño y lleva en sus brazos un cordero para ofrecerlo al recién nacido y otros dos están al otro lado de la estancia, que no es sino un establo. En la escena no podía faltar la presencia del buey, que ocupa un lugar preferente. En un plano posterior están la Virgen y San José.

Sobre la paja se encuentra el Niño Jesús desnudo al cual miran sus padres. La Virgen trata de arroparlo. A los pies de la improvisada cama aparece un niño de unos cuatro o cinco años de edad, dadas las características anatómicas del pequeño. Este niño también parece querer adorar al Niño Jesús. La luz brota de la cama de paja e impregna de claridad toda la composición. En lo alto, y en medio de una columna de humo luminoso, aparecen cinco ángeles alados, algunos de ellos representados solo con su cabeza. Es un tema recurrente para todos los pintores de época y Bayeu no podía ser la excepción, incluso representó la escena en más de una ocasión. Buen sentido de la perspectiva y dominio de los colores que son, preferentemente, cálidos en distintas gamas. La anatomía de los personajes es correcta. Se trata de un óleo sobre lienzo que mide 44 por 54,1 cm (Fig. 2).

Figura 2. La adoración de los pastores.

La Huida a Egipto. Este dibujo fue realizado por Francisco Bayeu en colaboración con José Camarón que era grabador. Representa a la Sagrada familia en su viaje a Egipto, que tantas veces ha sido pintado en el Barroco y Renacimiento. Se trata de la escena clásica en la que aparecen San José, la Virgen y varios ángeles. Uno de ellos, que puede ser un arcángel, dadas sus características, parece que es el que guía la comitiva.

El niño Jesús aparece en brazos de su madre y envuelto en ropajes. Solo se le ve la cabeza. El fondo de la escena lo ocupan varios ángeles alados y, en planos más posteriores, se adivinan varias casas e incluso una torre. El nombre de Bayeu aparece en el texto en la parte inferior del dibujo. Grabado en aguafuerte sobre papel. Mide 49 por 26,5 cm (Fig. 3).

Figura 3. La huida a Egipto.

La obra Visitando a un enfermo contiene nueve figuras, entre ellas un niño y una niña. La escena muestra a un enfermo en cama, semincorporado en ella, con ayuda de dos personas que están en la cabecera. Junto a ellas, hay otro personaje que intenta colocar la ropa correctamente. A los pies de la cama y arrodillado, aparece otro personaje que bien podría ser el padre del enfermo, está apoyado y posiblemente llorando ante un fatídico diagnóstico médico.

De pie aparece la figura del posible médico que trata de explicar a la esposa la situación de su marido enfermo. La niña mayor puede tener unos diez años y sujeta a su hermano más pequeño, de unos cinco años que señala compungido a su padre en la cama. La vestimenta denota que estamos ante una familia de clase media; además, la estancia es muy digna, lo que se aprecia por la cama, la mesa, la silla y los cortinajes. En medio de la estancia aparecen unos utensilios. Al fondo, se aprecian árboles y un paisaje rural, a través de la puerta y de la ventana. Colores marrones, amarillos, blancos y rosas, preferentemente. Puede leerse la firma del autor en el ángulo inferior derecho. Se trata de un óleo sobre lienzo que mide 50 por 61 cm (Fig. 4).

Figura 4. Visitando al enfermo.

La obra El paseo de las Delicias representa a una escena cotidiana de una calle del Madrid de la época. Aparecen numerosos personajes adultos, tanto damas como caballeros que están paseando por una calle de la ciudad, aunque más parece un camino o arboleda. Por la vestimenta, se trata de gente adinerada dado el atuendo que muestran. Algunos personajes están sentados en el suelo, charlando amigablemente.

La escena principal y el primer plano lo ocupan dos caballeros que saludan a una dama que lleva a su vez, a un niño de la mano. El niño, de unos ocho o nueve años de edad, va vestido de caballero, incluso lleva una espada en la mano y sombrero. Es la única figura que mira directamente al espectador. Llama la atención las dos hileras de árboles que limitan los bordes del camino. Colores fríos, abundantes verdes y, en menor cantidad, marrones, grises, azules y rojos. Perspectiva bien lograda. Es un óleo sobre lienzo que mide 37 por 56 cm (Fig. 5).

Figura 5. El paseo de las Delicias (detalle).

El ciego y el lazarillo es un tema de larga tradición en nuestro país y recoge la hibridez de la novela cortesana, entre el realismo de la picaresca y la idealización aristocrática. En esta obra, Un ciego tocando la gaita y un niño los hierros, aparece un niño de unos 12 o 13 años de edad, que acompaña al ciego. Parece que ambos están actuando en un espectáculo callejero. El ciego, de mediana edad, lleva el instrumento musical sujeto con su mano izquierda y, a su vez, sujeta también a un perro que está posado en el suelo.

El niño mira directamente a las dos espectadoras que hay en la composición, está risueño y, al parecer, no es consciente de la vida que lleva ni la vida que le espera: está descalzo. Va correctamente vestido, con su morral, y toca el triángulo metálico acompañando a su dueño en el concierto. La vestimenta es correcta en todas las figuras, con los peinados típicos, capas, abanicos, pañuelos y gorro. Celajes azules, con nubes y una rama de un árbol que ocupa la parte central y superior de la obra (Fig. 6).

Figura 6. Un ciego tocando la gaita y un niño los hierros.

En el boceto Cabeza de niño, Bayeu, une el rigor formal de Mengs con la técnica y los recursos pictóricos de Giaquinto. Mientras que sus trabajos acabados resultan fríos y académicos, sus bocetos revelan su tendencia tardobarroca, donde trabaja con toques rápidos y fluidos.

En este caso, representa la difícil posición de la cabeza de un niño, ya que está de lado mirando a la izquierda y hacia arriba. El trazo a lápiz es muy preciso, marcando con líneas paralelas los pelos del cabello. Dada la posición, es difícil remarcar las características anatómicas, pero se advierte una ligera retrognatia en el pequeño, no se aprecia bien la oreja izquierda y, sin embargo, delimita perfectamente el recorrido del músculo esternocleidomastoideo, que va desde la oreja hasta la clavícula. Por las características del pelo y rasgos anatómicos, parece que se trata de un varón de unos dos años de edad aproximadamente (Fig. 7).

Figura 7. Cabeza de niño.

El juego de la vaquilla es una de las numerosas postales que dibujó Bayeu. Al igual que Goya, procuró representar múltiples escenas populares y callejeras, de costumbres, con frecuencia protagonizadas por niños. La escena tiene gran semejanza con Niños jugando a los toros de su cuñado Goya, sin embargo muestran algunas diferencias. En el caso de Bayeu, aparecen en la composición siete niños y también personas mayores y la escena se lleva a cabo al aire libre; en el caso de Goya, solo aparecen niños, 13 precisamente, y están junto a las arcadas de un puente. Naturalmente, solo aparece el color marrón en varias tonalidades, como corresponde a un dibujo; sin embargo, en la composición de Goya, aparecen múltiples colores con las matizaciones que aportan las pinturas al óleo. Anatomías bien conseguidas en un cuadro lleno de dinamismo. En planos posteriores, aparecen varias figuras de personajes adultos de ambos sexos (Fig. 8).

Figura 8. Juego de la vaquilla.

Dentro de una estética todavía rococó, Bayeu pintó el retrato de María Teresa del Castillo por encargo, seguramente, de sus padres, los marqueses de Valera de Abajo y Fuente Hermosa, cuando la niña tenía unos siete años de edad. La niña María Teresa del Castillo sosteniendo con sus manos un perrito y una rosquillaes un retrato muy hermoso, de excelente factura y cuidada ejecución, que destaca en la producción de retratos de Francisco Bayeu y en el panorama del retrato español de la segunda mitad del siglo XVIII, en opinión del profesor Arturo Ansón.

A la niña se le representa de cuerpo entero en primer plano, en el interior de lo que parece una sala de una casa nobiliaria o palacio. El cortinaje, con realce de cordoncillo entorchado en hilo de oro, y el borlón que cuelga, confieren al espacio y al retrato un ambiente y un aparato aristocrático, acorde con la distinción que se quiere dar a la niña representada. No falta la vistosa alfombra de lana roja, con motivos vegetales y florales en varios tonos.

María Teresa está en pie y adopta una posición de tres cuartos, con la mirada al frente. Lleva un elegante traje largo, a la francesa, de seda azul y entonación intermedia, con motivos de óvalos rayados en blanco, enmarcados en rombo por delgadas bandas abiertas. Claramente, se optó por vestirla, más que como una niña, como una mujercita. El peto le ciñe el busto y el talle, y se abre la falda o brial con amplitud, desde el talle hasta los pies, de forma acampanada.

Por la parte posterior, se aprecia que el traje cae con vuelo. Las medias mangas ajustadas hasta el codo se adornan con “engagés” derivados de las llamadas mangas en pagoda. Las características del traje que lleva se corresponden con las batas que fueron frecuentes en el vestuario de las damas de la nobleza y de alta burguesía española a lo largo de la década de 1760, y que imitaban a las que estaban de plena moda en Francia. Su cabeza la lleva cubierta con una capotita ajustada, del tipo de cofia “dormilona”, hecha con encajes y cintas de raso, también a juego con el lazo del cuello y el vestido.

Los detalles anatómicos de la cara, brazo y dedos son proporcionados. La niña sostiene con su mano derecha y bajo el bracito un cachorrillo de perro dogo, y con la izquierda una rosquilla grande, cubierta de azúcar “glacé”, lo que le confiere un aire de inmediatez y gracia. Este retrato, de delicadeza rococó, es una auténtica delicia. El rostro y la mirada de la niña resultan muy naturales.

Este tipo de retrato infantil era infrecuente en el panorama del retrato español hasta entonces, salvo en el caso de los retratos que Mengs había hecho poco antes de los infantes españoles de la Casa de Borbón en España, aunque en Francia era más habitual. Francisco Bayeu demostró sobradamente su capacitación para el retrato infantil, y se adelantó en más de una década al retrato que Goya hará en 1783 a la niña María Teresa de Borbón y Ballabriga (National Gallery de Washington), hija del infante don Luis de Borbón y de María Teresa de Ballabriga. Se trata de un óleo sobre lienzo de 116 por 88 cm, pintado hacia 1768-1770. Pertenece a una colección particular (Fig. 9).

Figura 9. La niña María Teresa del Castillo sosteniendo con sus manos un perrito y una rosquilla.

El pintor muestra a su hija Feliciana Bayeu, de 13 años de edad, como anota el propio autor en la parte inferior izquierda de otra obra. Lleva sobre la cabeza un complejo tocado compuesto por lazos que destacan por su coloración azulada y rosada, tras los cuales se adivina un paño o mantilla que cae sobre la espalda. El cabello oscuro enmarca un rostro juvenil del cual atraen inmediatamente los grandes ojos, velados por un leve halo de melancolía. La bien dibujada nariz y la boca, de labios ligeramente carnosos, contribuyen a realzar la sugestiva personalidad de un rostro todavía algo infantil, no obstante, la vitalidad que expresa. El pañuelo al cuello y el breve fragmento de atuendo visibles completan la imagen, probablemente nacida para la contemplación familiar, más que para su exhibición pública, no en vano, la indumentaria es sencilla y doméstica, en absoluto cortesana.

Por su carácter inmediato e íntimo, así como por su evidente parecido con la técnica goyesca, fue considerado un cuadro de Goya, y con tal adscripción fue donado al Museo. Sin embargo, algunos expertos, han precisado definitivamente que es de Francisco Bayeu, de cuya producción es obra significativa, pudiéndola comparar con un cuadro que representa a la misma muchacha, pintada dos o tres años más tarde, también por su padre, que hoy guarda el Museo de Zaragoza.

Obra plena de encanto y muy familiar. Parece un lienzo sin elaboración previa, a modo de estudio preparatorio, tal vez para crear posteriormente un cuadro mayor, al igual que Goya haría en las tareas que precedieron a La familia de Carlos IV. No obstante, también puede tratarse de una obra, en sí misma, que recordase al autor a su hija en una edad determinada. Feliciana, la única hija del matrimonio formado por Francisco y Sebastiana, nació en 1774, se casó en 1795 y falleció en 1808. Este retrato ha llegado a cotizarse en Christie’s de Madrid en 2007, por la cantidad de 650.000 €. Se trata de un óleo sobre lienzo de 38 por 30 cm, de 1787, y pertenece al Museo del Prado (Fig. 10).

Figura 10. Feliciana Bayeu.

Bibliografía

– Bayeu y Subías, los. GEA. Consultado el 20 de mayo de 2019. Disponible en: http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=2039.

– Wikipedia. Francisco Bayeu. Consultado el 20 de mayo de 2019. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Bayeu.

– Ciruelos A. Conjunto de bocetos para frescos de palacios reales [Francisco Bayeu]. Consultado el 20 de mayo de 2019. Disponible en: https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/conjunto-de-bocetos-para-frescos-de-palacios/c6acd41f-89ba-43d8-980e-4edee598a80e.

– Luna JJ. El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya. Museo Nacional del Prado. 2006.

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