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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº8 – DICIEMBRE 2017

“Malasmadres”

T. de la Calle Cabrera
Editorial


T. de la Calle Cabrera

Pediatra de Área Salamanca. Subdirectora de Pediatría Integral

 

«La infancia es una época de la vida muy vulnerable; la OMS y organizaciones humanitarias advierten continuamente sobre el gran número de niños expuestos a situaciones de hambre, desnutrición, pobreza, maltrato e incluso explotación infantil. Y mientras, paradójicamente, en nuestro entorno se plantea a menudo la situación totalmente contraria: familias donde el niño se convierte en el núcleo central, razón de ser de la existencia para sus padres. Los niños se educan sobreprotegidos y los padres crían a sus hijos con unos niveles de ansiedad y expectativas que no son en absoluto beneficiosos para ellos ni para esos niños"

 


Malasmadres

Para el pediatra de Atención Primaria es fundamental conocer cómo es el proceso de crianza y el modelo de educación en cada uno de nuestros pacientes, ya que pueden repercutir de manera muy importante sobre el desarrollo madurativo y emocional del niño. Además, ese conocimiento es fundamental para establecer una adecuada relación médico-paciente, que, en el caso de nuestra especialidad, implica relación médico-familia. Dicha relación es básica en todos los ámbitos de la medicina; sin ella, el acto médico se desvirtúa y no será productivo para el paciente ni para el médico. Si el pediatra no conoce cuáles son las expectativas y el modelo de crianza de la familia, no podrá adecuar sus explicaciones y objetivos a ella, y sus mensajes pueden chocar con las creencias y fines de los padres. Como consecuencia, la atención a ese niño no será adecuada, mención aparte de posibles conflictos en las consultas a los que, por desgracia, cada vez estamos más acostumbrados.

El convertir a los hijos en razón de ser de la familia, en el centro alrededor del cual se mueven sus padres, tiene un precio. Y ese precio es un importante sentimiento de responsabilidad que no siempre es bien entendido y manejado por todos los padres. En muchas ocasiones, se convierte en sobreprotección, ansiedad, expectativas desmesuradas e incapacidad para enfrentarse al mínimo contratiempo que afecte al menor. Nos encontramos con padres desbordados ante cualquier suceso que se salga mínimamente de lo habitual, incapaces de manejar una simple fiebre ni un catarro, agobiados si el niño se pelea con un amigo o si la profesora le amonesta en clase.

Este fenómeno de sobreprotección y ansiedad por el niño también tiene cabida en las redes sociales. La familia, sobre todo las madres, buscan apoyo e información a través de la red. Proliferan las páginas web y blogs, donde las mamás defienden sus modelos de crianza, comentan tendencias en educación infantil o buscan consuelo frente a los problemas de sus hijos o con sus hijos. Este hecho no es bueno ni malo, es propio de nuestra sociedad, pero para el pediatra sería una información muy valiosa el conocerlo.

La sociedad no se lo pone fácil a la familia, particularmente a las mamás. Se les exige ser unas madres perfectas, con unos estándares que en ninguna época anterior fueron tan exigentes. Además de criar un niño educado, que saque buenas notas y que sea buena persona (que eran los objetivos de nuestras abuelas, recogidos en esos manuales del franquismo sobre cómo criar a un hijo), ahora además el niño debe ir a inglés, francés y, a veces, chino, y –“¿cómo no va a ir a clases de tenis o pádel?”–, –“¿el fútbol?, por supuesto, el niño parece un bicho raro si no va”–. Además, se les bombardea por todas partes con mensajes sobre la gravedad de no pasar tiempo con los niños (–“pero que ese tiempo sea de calidad ¿eh?” –, dice el psicólogo). Nuestras abuelas mayoritariamente solo se dedicaban a la casa y a los hijos, ahora la mayoría de las madres trabajan fuera del hogar además de dentro, el tiempo nunca cuadra. Todo esto produce un gran sentimiento de culpa, de no llegar, de no estar nunca donde se las requiere (¿en casa, en el trabajo, en el parque?). Esa culpa, hoy día, está presente en la mayoría de las maternidades y seguramente sea uno de los engranajes de la rueda en la que se pretende dar al niño más y más, y mejor y mejor.

Los “blogs de madres” están ahí como reflejo de todos esos sentimientos, y cada vez proliferan más. Cada uno, enfocado desde una perspectiva, unos más educativos, otros más sociales, unos más centrados en el niño, otros en la familia, algunos otros promulgando determinadas modas o tendencias educativas… Otros, como “Malasmadres”, que da título a esta editorial, intentando tomarse con humor esa sensación de las mamás de que es imposible llegar a todo lo que la sociedad parece que exige a una buena madre. Parece más sencillo ser un “buenpadre”, un “buenhijo” o una “buenabuela”.

Una amiga oncóloga, hace unos días, me comentó que después de haber leído un artículo sobre educación, solo podía pensar que tenía que sustituir todos sus cursos de formación de oncohematología por cursillos de “cómo ser madre”. Siempre detrás, la sensación de las madres de que no hacen lo suficiente por los hijos si están en el trabajo o por el trabajo si están con los hijos.

Estos niveles de ansiedad en la maternidad, claramente, no pueden ser beneficiosos para el niño, como no lo son para sus padres. Lo que no está tan claro es cómo pararlo. No hay recetas mágicas. Las mujeres no deben volver atrás en el trabajo fuera del hogar, todo lo contrario, quedan muchos pasos por delante. Es muy difícil controlar la ansiedad respecto a que “no criamos como debemos” cuando, por una parte, se ha convertido al niño en el centro de la existencia y, por otra, se exige a ambos padres trabajar jornadas maratonianas que además se continúan en casa, amén de las horas dedicadas al cuidado del hogar, que desgraciadamente de nuevo suele recaer mayoritariamente sobre la mujer en muchas familias.

¿Cómo nos afecta esta situación a los pediatras, particularmente en Atención Primaria? Ante todo, debemos ser conscientes de ella, ser capaces de percibir lo que hay detrás de esa madre y ese hijo cuando acuden a la consulta por motivos nimios y nos viene a la cabeza sentenciar que “esa madre está histérica…”. ¿Qué podemos hacer? Adecuarnos a la máxima en Medicina sobre el papel del médico: “Curar a veces, Aliviar a menudo, Consolar, siempre”. Debemos prestar nuestro apoyo a las familias desbordadas, ser un hombro más en el que se apoyen y no un escollo, poner fáciles nuestras recomendaciones e intentar adecuarlas a cada familia en la medida de lo posible. Pensar siempre en el bien del niño, pero teniendo en cuenta que para el niño puede ser más perjudicial la ansiedad de su madre que no seguir al pie de la letra las recomendaciones de los programas de salud. En definitiva, comprender e intentar no aumentar aún más la ansiedad. No es poco trabajo.

 

 

 

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