Representación del niño
en la pintura española |
J. Fleta Zaragozano
Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza
Pediatr Integral 2023; XXVII (3): 175.e1 – 175.e4
Ángeles Santos, del retrato al surrealismo
Ángeles Santos fue una pintora y artista gráfica española, contemporánea de la Generación del 27. Iniciada entre el surrealismo y el expresionismo, evolucionó hacia el postimpresionismo con temas de retratos, paisaje e interiores. Su obra se caracteriza por una fuerte carga emocional en torno al rol de la mujer en el contexto que le tocó vivir, y las sombras de misterio que aún nos claman, impetuosas, tras su muerte.
Vida, obra y estilo
Ángeles Santos Torroella nació en Portbou (Gerona) en 1911 y murió en Madrid en 2013, a los 102 años de edad. Hija de Julián Santos, funcionario de aduanas y de Aurelia Torroella, fue la mayor de ocho hermanos. El cambio de residencia familiar fue constante, llevándoles a vivir en diversos lugares de nuestro país.
Se inició en el dibujo y la pintura a los catorce años, durante su etapa colegial en el internado de las Esclavas Concepcionistas de Sevilla. Dos años más tarde se trasladó con sus padres a Valladolid, ciudad donde recibió clases del pintor italiano Perotti y pintó, a los 18 años, Un mundo, óleo de gran formato que representa un extraño planeta surrealista, hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid.
En 1928 y 1929 participó, con éxito, en dos exposiciones en Valladolid, con varias obras: Un mundo, Autorretrato, Tres cabezas de mujer y Niñas. Además de la influencia del propio entorno vallisoletano de vanguardia, las primeras obras de Ángeles Santos, parecen acusar un cierto influjo de las imágenes publicadas en el libro de Franz Roh, titulado Realismo Mágico. Post Expresionismo. Problemas de la Pintura Europea más reciente, editado en 1925. En estas obras, los personajes son tratados de manera antinatural al encontrarse sus figuras deformes, ensimismadas en un ambiente sombrío. El éxito implicó la entrada definitiva de Santos en el estilo surrealista. Los modelos de las figuras, de estética estilizada y deforme, se aproximan a la obra de El Greco.
En 1929 expone en el IX Salón de Otoño de Madrid, celebrado en el Círculo de Bellas Artes. Tras este evento, incrementó su popularidad gracias a la publicación de artículos que calificaron su pintura de expresionista y surrealista, por parte de intelectuales y críticos, como Jorge Guillén, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, entre otros. Tras consolidar su éxito en Madrid, la tendencia artística de Santos empezó a cambiar. El nuevo periodo se caracterizó por vincular su pintura al movimiento místico y realista del arte expresionista, teniendo como modelos figurativos las Pinturas Negras de Francisco de Goya y los personajes de la obra de José Gutiérrez Solana.
En 1931 realizó una exposición individual en París y, posteriormente, participó en las exposiciones organizadas por la Sociedad de Artistas Ibéricos en San Sebastián y Copenhague. Posteriormente, fue invitada a exponer en la muestra colectiva del Carnegie Institute de Pittsburgh (EE.UU.).
En 1933 se trasladó a Barcelona. Santos conoce al pintor e ilustrador Emilio Grau, artista que se convirtió en su marido en 1936. El matrimonio implicó un cambio en el estilo, como demuestran las obras de dicho periodo, Santos dejó de pintar, porque su estética frente al Noucentismo catalán, entró en crisis tras ser calificada de dura, tenebrosa y poco amable, debido a su tilde expresionista y oscuro cromatismo. Cuando Santos volvió a dedicarse a la pintura, esta se dulcificó y abordó temas como el retrato, los interiores urbanos y los paisajes marítimos de la ciudad condal; motivos que los críticos contemporáneos le reprocharon por su impronta postimpresionista. En 1936 figuró en el pabellón español de la Bienal de Venecia y la de los Ibéricos en París.
Cuando estalla la Guerra Civil, la artista se separa de su marido, quien se exilia en París y ella se traslada a Huesca. En la ciudad aragonesa se asienta con sus padres y, tras dar a luz a su hijo Julián, es contratada en un colegio dirigido por religiosas para dar clases de dibujo. En 1941 expone de manera individual en Zaragoza y, en 1942, presenta su obra como artista invitada en la Exposición Nacional de Bellas Artes realizada en la Ciudad Condal. En 1955 expone en la III Bienal Hispanoamericana celebrada en Barcelona.
A partir de 1969, la artista se inicia en el género de paisajes, pintando las ciudades de París, Barcelona, Cadaqués y Sitges, influida por la reconciliación con su marido. En 2003, Valladolid le rindió un homenaje con una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo Español Patio Herreriano, donde se exhibió una selección de sus mejores obras. En 2005 recibió, de la Generalidad de Cataluña, el premio Cruz de San Jorge.
Los niños representados
Los niños juegan un destacado papel como protagonistas en muchos de sus lienzos. Exponemos a continuación algunos de ellos.
En Mi hermano Rafael se representa a su hermano y fue una de las primeras obras de la artista. El niño posa para su hermana con cierta seriedad, mirando ligeramente hacia su derecha. Es un retrato de medio cuerpo, de estructura triangular. Las características anatómicas son normales, aunque la oreja izquierda, la única que se visualiza, aparece algo despegada. Tiene los brazos extendidos, por lo que no se le ven las manos. Lleva una camisa blanca abotonada, con bolsillo y con un cuello abierto y extendido. Sobre la camisa porta una chaqueta de amplia solapa de color verde. También se aprecia un cinturón con hebilla. La imagen está circunscrita a un fondo ovalado de color negro. Llama la atención el atrevido contraste entre el color blanco de la camisa con el resto de colores de la obra.
El cuadro fue pintado cuando el niño tenía 14 años y la pintora 17. Rafael estudió Derecho en las universidades de Valladolid y Salamanca y fue un gran intelectual: historiador, crítico de arte, traductor, poeta y dibujante. Autor de varios libros sobre Joan Miró, Pablo Picasso y Salvador Dalí, entre otros; contribuyó a renovar el panorama artístico catalán después de la guerra. La obra es un óleo sobre lienzo y data de 1928 (Fig. 1).
La figura representada en Anita con delantal de cuadros, azules y blancos es una niña de unos cinco años de edad, posiblemente hija o familiar próximo a la pintora. La pequeña, ligeramente inclinada, está sentada en una silla y posando para la artista, a la cual mira con aire de tristeza y resignación. Su cabeza está apoyada sobre el respaldo de la silla y sobre su brazo derecho. El brazo izquierdo está flexionado sobre su cintura, las piernas están cruzadas y no se le ven los tobillos ni los pies. De pelo moreno, corto y con flequillo.
Lleva un vestido corto a cuadros azules y negros, con cuello en color blanco. La anatomía de la niña es correcta, con grandes ojos, cejas muy recortadas, surco nasolabial muy marcado y microstomía. Las manos están perfectamente dibujadas. Los colores son fríos preferentemente, a base de marrones, grises, sonrosados, azules y blancos. El fondo está poco definido. Toque acabado. No hay un dominio de la perspectiva, lo cual se aprecia al observar el suelo de la estancia. Luz frontal. Se trata de un óleo sobre lienzo de 57 por 50 cm. Data de 1928 (Fig. 2).
De factura muy diferente es la obra Tres niños, Antonio, Anita y Conchita. Aparecen tres figuras infantiles rayando el surrealismo, por sus características compositivas. Los tres niños están sentados y presentan signos parecidos en sus caras, pelo, vestidos y calzado. Incluso los detalles en los ojos, nariz, boca, mejillas, mentón, manos y pies son los mismos. Los ojos están entreabiertos, con la mirada fija, la boca cerrada y las manos apoyadas sobre sus piernas. Las figuras parecen muñecos que destacan en un ambiente sórdido y oscuro, envueltas en ropajes de amplios pliegues.
La pincelada está difusa, los colores son cálidos, sobre todo naranjas y amarillos, y también azules y negros. El fondo aparece en tonos grises, negros y marrones, en lo que puede ser un interior, sin más adornos. La figura del centro, Anita, es, posiblemente, la figura que aparece en el cuadro anterior. La luz se recibe desde la izquierda. Se trata de un óleo sobre lienzo. Mide 92 por 69 cm. Data de 1929 (Fig. 3).
Anita y las muñecas es otra de las obras en las que aparece una niña, Anita, múltiples veces representada. En este caso comparte el espacio con dos muñecos. La niña aparece mirando al frente y con características anatómicas faciales normales; lleva grandes ojos y pueden verse sus dientes, ya que lleva la boca entreabierta. Pelo corto y flequillo. Lleva una camisa amplia a cuadros amarillos y blancos. Tras la niña hay una muñeca erguida, delgada con vestido azul, pompones, puntillas blancas al cuello y gorro. En un plano posterior y a la izquierda hay otra muñeca en decúbito lateral, rota parcialmente o desarreglada, que aporta una mirada de tristeza. Junto a las figuras y en el ángulo inferior izquierdo, hay una ramita con varias hojas. Fondos marrones y luces que provienen de la izquierda.
La aparición de lo misterioso en la obra de Santos es muy temprana. El óleo también aparece iluminado de una forma extraña, la expresión de la niña es algo inquietante, las sombras de unas muñecas que eran bomboneras, de moda en la época, nada tranquilizadora. La anécdota del cuadro tiene que ver con un crimen cuya víctima fue un fabricante de estas muñecas, llamado Pablo Casado y cuyo asesinato trascendió a la prensa, publicándose fotos de estas muñecas en El Norte de Castilla y que seguramente vería, produciéndose en ella una conexión entre un objeto aparentemente inocuo con una muerte dramática, estimulando su imaginación para hacer esta extraña pintura. La obra data de 1929 (Fig. 4).
Este mismo año pinta Retrato de Conchita. No es la primera obra en la que aparece esta niña; en este caso, la figura representada puede tener unos diez años. Parece que está sentada sobre la cama, mirando al frente y en actitud expectante. La sábana le cubre casi todo el cuerpo. Lleva pelo moreno, con melena y flequillo. Las características de la cara son normales, así como las de las manos, que ocultan parcialmente la boca. Su ropa puede corresponder a un camisón o pijama de color blanco. Solo aparecen cuatro colores, aunque en varias tonalidades: blanco, negro, gris y rosa. Fondo gris y no aparecen adornos de ningún tipo. Estructura triangular característica y luz que se recibe desde el frente. Se trata de un óleo sobre lienzo de 64 por 47 cm. fechado en 1929 (Fig. 5).
En Niños en el jardín aparecen tres niños de corta edad: en el centro su hermana Conchita, a la izquierda su prima Anita Payos y a la derecha su primo Ricardo Payos. El cuadro fue pintado en el jardín de la casa de los abuelos de Ángeles Santos en Portbou. Los niños están sentados en una escalera de ladrillo, al aire libre. La escalera está vista en perspectiva cónica, algo distorsionada. En primer término, a la derecha, sentado en el primer escalón, está el niño con las manos juntas y los brazos caídos. Aparenta unos siete años. Lleva pantalón corto negro con tirantes y una camiseta blanca debajo. Mira al espectador.
En el centro, sentada en el segundo escalón, una de las niñas, de unos cinco años, sostiene una labor. Lleva un vestido de batista blanco con un lazo en un hombro. Sobre el pelo, una cinta. Forman un bonito conjunto las tres únicas notas de rojo del cuadro: la cinta, el lazo y la labor. El bordado del vestido está muy detallado. Calza alpargatas blancas de cintas liadas al tobillo. Con la cabeza inclinada mira con marcada complacencia al niño. A su derecha, está sentada la otra niña que lleva un vestido gris con corbata de cinta negra y sostiene en su regazo un muñeco; llama la atención el detallismo y minuciosidad de sus sandalias. La niña, con los párpados entornados, mira cariñosamente hacia el muñeco que tiene rodeado con sus brazos.
El vestido blanco de la niña está muy bien solucionado con sueltos toques de color blanco que indican los bordados y la puntilla. En los rostros, el contraste entre el blanco de la esclerótica y el negro de la pupila, proporciona gran viveza y expresividad a las miradas del niño y de la niña que le contempla. Luz frontal. Es un óleo sobre lienzo de 94 por 127 cm, fechado en 1929 (Fig. 6).
En Niños pobres, o Dos hermanos, como aparece catalogada esta obra en algunos casos, aparecen dos figuras de dos niños de unos cinco y siete años de edad aproximadamente. Están de pie, en un pasillo, que puede corresponder a un colegio, aunque vemos una angulación extraña, cinematográfica, que los puede situar también en la galería que tenían las casas de la época, hacia el patio interior de la manzana, donde se tendía la ropa, donde se jugaba, con dimensiones muy grandes.
El mayor, que puede ser una niña, se apoya con su mano derecha en la pared, mientras parece hablarle al hermano pequeño. El pequeño mantiene la mirada perdida hacia el frente. Da la sensación de que le está riñendo, ya que mantiene una mirada triste. La anatomía de la cara, manos y pies correcta en ambas figuras. El pequeño va descalzo y ambos van ataviados con ropas austeras y oscuras, como corresponde a personas menesterosas; ambos llevan el pelo corto. La acción se circunscribe entre la estética surrealista y el realismo social. Los colores son mezcla de cálidos y fríos. Perspectiva bien lograda, con luz que se recibe desde la derecha.
Esta obra, Niños pobres, nos sirve para ilustrar que los niños no siempre ejercen la candidez consigo mismos, sino que pueden llegar a ser crueles, a veces de forma explícita y otras de forma sutil. Se puede observar la actitud altiva, acorraladora y desafiante de la niña, y el rostro asustado, triste y desvalido del más pequeño. Se trata de un óleo sobre lienzo de 70 por 90 cm. Data de 1930 y pertenece al Museo Reina Sofía de Madrid (Fig. 7).
La composición Cena familiar o también denominada Familia cenando o Familia, se puede incluir en el denominado “expresionismo místico”, donde hay un interés por personajes deformes, caricaturescos, muy vinculados con la tradición expresionista centroeuropea, como La familia comiendo patatas de Van Gogh, donde se representa a unos individuos de baja extracción social, con unos rostros embotados, representando una condición social primitiva o bárbara. La pintora muestra ansias de conocer y experimentar las nuevas corrientes de vanguardia y las vivencias cotidianas del ambiente cerrado de una ciudad de provincias. Tal situación se hace extensiva incluso a las relaciones familiares de Santos.
La influencia de las pinturas negras de Goya es patente en esta obra. Los miembros de una familia burguesa, en este caso la suya, con servicio y cocinera, se convierten en unos brutos hambrientos que comen compulsivamente, amontonados alrededor de una mesa humilde y escasa. La madre de Ángeles, una señora fina y elegante que tocaba el piano, se transforma en un monstruo con gesto de cretina que come patatas enteras con las manos, igual que una de las tres niñas que aparecen en la composición, que la imita como un pequeño chimpancé. El lienzo es de gran formato, de estructura circular, impecablemente resuelto y nítido, a pesar de su fuerte intención expresiva, casi exagerada. En efecto, el influjo de las pinturas de la Quinta del Sordo se traduce aquí en exacerbada crítica, que Santos compatibiliza con un marcado sentido de la caricatura. Se trata de un óleo sobre lienzo de 96 por 127 cm. Data de 1930 y pertenece al Museo Reina Sofía de Madrid (Fig. 8).
Bibliografía
- Ángeles Santos Torroella. Wikipedia. Consultado en febrero de 2022. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngeles_Santos_Torroella.
- Barreda Pérez MD. Ángeles Santos Torroella. Consultado en febrero de 2022. Disponible en: http://www.apintoresyescultores.es/angeles-santos-torroella/.
- Bonet JM. Santos, Ángeles o Angelita. Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936). Alianza Editorial. Madrid. 1995.
- Casamartina J. Ángeles Santos. Fundación Mapfre. Madrid. 2010.