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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº2 – MARZO 2023

Bernardino Montañés y su pintura religiosa

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2023; XXVII (2): 118.e1 – 118.e4


Bernardino Montañés y su pintura religiosa

Montañés fue pintor, profesor y coleccionista. Estudió Bellas Artes en Zaragoza y Madrid. En 1848, el gobierno de Isabel II le beca para completar su formación artística en Roma. Su obra ha sido considerada como ecléctica, al combinar las corrientes del neoclasicismo con el rococó. Gran parte de su producción artística fueron retratos y pinturas religiosas, siendo muy solicitado por la sociedad española de su tiempo.

Vida, obra y estilo

Bernardino Montañés Pérez nació en Zaragoza en 1825 y falleció en la misma ciudad en 1893. Nieto de defensores de Los Sitios, vio la luz en la misma calle y en la casa contigua a la que ocupó en otro tiempo la familia Goya, durante la infancia del pequeño Francisco. Muy pronto el joven Montañés se convirtió en el alumno más destacado de la Academia de Bellas Artes de San Luis y obtuvo sus primeros triunfos en los certámenes de pintura convocados por el Liceo Artístico y Literario local y por la propia Academia, desde 1840 a 1845.

En 1846, se trasladó a Madrid e ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí disfrutó de la protección de sus influyentes paisanos, el pintor y erudito oscense Valentín Carderera y Marcial Antonio López, secretario de la Academia. Sus progresos académicos le ganaron el respeto y el afecto de su maestro Federico de Madrazo, quien le ofreció su tutela personal, que se consolidó con el tiempo en una fecunda amistad.

En 1848, viajó a Italia y allí permaneció por espacio de cuatro años. Durante su etapa romana, Montañés recibió el fuerte influjo del romanticismo de corte espiritual de los nazarenos alemanes, que se aglutinaban en torno al liderazgo del carismático Overbeck (1789-1869). Como ellos, Montañés echó la mirada hacia atrás para reencontrarse con el fervor medieval de los pintores italianos del Trecento y Quattrocento y con la obra de Rafael. La influencia de este grupo y su estética tuvo un gran peso, a partir de entonces, en su producción pictórica religiosa.

A su regreso a Madrid, se incorporó como profesor en la Escuela de la Academia de San Fernando, trabajando junto a su maestro, Federico de Madrazo, y orientando la formación de una importante generación de artistas, de la que formaron parte, entre otros, Rosales y Unceta. Durante este período, realizó hasta cinco retratos históricos para la Serie Cronológica de los Reyes de España. En esta época, su gran pintura de historia sagrada Saúl en la cueva de la pitonisa, formó parte de la selección de la pintura contemporánea española en las exposiciones universales de París (1855), Londres (1862) y Dublín (1866), lo que puede dar idea de la excelente acogida que tuvo entre la crítica de su tiempo.

En 1856, tras obtener una Mención Honorífica, esta vez en la primera Exposición Nacional de Bellas Artes, regresó a Zaragoza para establecerse definitivamente y hacerse cargo de sus ancianos padres. Se incorporó a la plantilla docente de la Academia de Bellas Artes, en la que, con el tiempo, llegó además a desempeñar los puestos de secretario y director. Su sensibilidad hacia la conservación del patrimonio histórico-artístico le llevó a formar parte de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Zaragoza y a desempeñar el cargo de conservador del Museo de Zaragoza entre los años 1869 y 1888.

Esa misma inclinación hacia el patrimonio artístico y, en particular, su admiración por la obra de Francisco de Goya, propició que adquiriese a través de Federico de Madrazo un lote de cuarenta dibujos del maestro de Fuendetodos, correspondientes a sus últimos años en Burdeos. En la actualidad, se conserva en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.

Dibujante de una limpieza y precisión fuera de lo común, firmó alrededor de ciento cincuenta retratos, que hoy constituyen el mejor retrato colectivo de aquella sociedad zaragozana del ochocientos: personajes nobiliarios, eclesiásticos, burgueses, políticos, escritores y artistas. Por último, como a Goya, a Montañés también le cupo el honor de dirigir un proyecto de decoración pictórica para la recién construida cúpula mayor de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza. Entre 1867 y 1872, pintó alrededor de seis obras, entre las que destaca la Coronación de la Virgen. Para ello coordinó a un equipo de pintores aragoneses, integrado por Mariano Pescador, Marcelino Unceta, León Abadías y Francisco Lana.

Los niños en su pintura

Montañés representó niños y adolescentes en sus pinturas religiosas, en forma de ángeles, niño Jesús y virgen María, preferentemente. Así mismo realizó abundantes retratos de niños de familias nobles y de la realeza.

El cuadro Ángel de la Guarda es una escena representada por muchos pintores, como Murillo o Goya, incluso es motivo para algunos de los pintores actuales. En esta ocasión aparece el Ángel de pie y descalzo, blandiendo una espada con su mano derecha, y preparado para repeler cualquier accidente o enfermedad que pueda afectar al pequeño que le acompaña. En este caso, le protege contra un dragón que aparece al pie del cuadro. Es posible, por la tipología que muestra, que se trate de un arcángel: grandes alas, parcialmente despegadas, un vestido largo de color rojo, cinturón y una cruz en el pecho. El vestido está parcialmente cubierto por un manto de color blanco. Las facciones de la cara son correctas, mantiene la mirada hacia el suelo y lleva melena rubia.

El niño puede tener unos diez años de edad, está de pie, apoyado sobre una nube y mirando al ángel. Va descalzo, con un vestido corto de color rojo, que le llega hasta el muslo y con sus brazos y manos está rogando al ángel que lo proteja del monstruo. Lleva una cinta blanca que rodea su cuerpo y una cabellera de pelo moreno. Los detalles de sus extremidades y de su cabeza son normales. Fondos de color negro. Se trata de un óleo sobre cartón de 23 por 17 cm, fechado en 1849 (Fig. 1).

Figura 1. Ángel de la Guarda.

La escena con Caín y Abel ha sido representada por multitud de pintores de todas las épocas, como Rubens y Goya. No obstante, representar a Abel en solitario no es tan frecuente. En este caso, Abel ofreciendo un sacrificio, solo aparece el hermano de Caín. Se trata de una escena rural en la que aparece la figura de Abel, un altar de piedras y sobre él un cordero vivo. Tras Abel y en el suelo, hay un fajo de leña. La escena se sitúa en el campo, ciertamente árido, con algún arbusto y un árbol en la lejanía. En los planos posteriores se aprecian unas rocas y celajes azulados.

La figura de Abel representa a un niño de no más de 15 años. Está de pie en una postura dinámica, clamando al cielo y ofreciendo a Dios un cordero en sacrificio. Está desnudo y solo lleva una piel como único vestido para cubrirle la pelvis y la espalda. Sus rasgos anatómicos y proporciones están muy equilibrados y su cara con detalles normales y armónicos. Cabello rubio y corto. Mientras que con una mano ofrece a Dios el sacrificio, con la otra sostiene un bastón. Sentido de la perspectiva correcto. Colores marrones preferentemente, con azules, verdes y blancos. La obra está en reparación en este momento. Se trata de un óleo sobre lienzo, mide 20 por 16,5 cm y está fechado en Roma en 1850 (Fig. 2).

Figura 2. Abel ofreciendo un sacrificio.

Virgen con ángeles es un cuadro en el que aparecen la Virgen y varios personajes adultos, posiblemente todos mujeres y ángeles. La Virgen está entronizada y ocupa gran parte de la obra. La imagen mira al frente y lleva las manos en actitud de rezo, con pelo largo y rubio y coronada. Va cubierta con un manto azul, que casi oculta su vestido de color rojo. Los detalles anatómicos parecen normales. A su lado, tanto a la izquierda como a la derecha, aparecen varias mujeres que quizá representen otras santas y ángeles adultos alados. Portan unas cintas cuya leyenda no podemos leer. En la parte superior del cuadro y en un plano posterior, aparecen las cabezas de diez ángeles alados que sobrevuelan a la virgen; por sus características no deben sobrepasar los dos o tres años de edad. Todos obedecen al mismo patrón estilístico, pelo corto, rubio y cabeza y cara rubicundas. Completa la composición el Espíritu Santo en forma de paloma que ilumina el cuadro. Es un óleo sobre tabla de 1861 (Fig. 3).

Figura 3. Virgen con ángeles.

El Milagro de Calanda es una obra que refleja un hecho ocurrido en el pasado en la ciudad de Zaragoza. Este milagro ha sido llevado a la pintura por varios artistas desde el siglo XVII. En este cuadro, pintado por Montañés, se describe, en distintos planos y niveles, lo acontecido. En un primer plano aparece un hombre joven dormido en una cama apoyada en el suelo, con la pierna derecha seccionada; su cabeza la apoya sobre su mano izquierda. Un ángel coge su pierna con las manos y trata de colocar la extremidad uniendo los extremos de la misma. Otro ángel, a la derecha, parece que vigila el estado del paciente. Ambos ángeles portan vestidos largos y uno de ellos complementa su indumentaria con unas cintas blancas. Las proporciones son armónicas y los detalles de las caras son correctos.

En un plano superior y sobre una nube, aparece la Virgen del Pilar, de la que emana un halo de luz, con su correspondiente columna y, a ambos lados del pilar, hay dos ángeles, en este caso, dos niños de cuerpo entero y desnudos, de una edad aproximada de cinco o seis años. Solo se cubren con un tul para ocultar los genitales. Ambos ángeles, de rodillas, dirigen sus manos hacia la imagen de la Virgen. Por fin, en otro nivel superior, hay cuatro ángeles alados, dos a cada lado, a los cuales solo se les ve la cabeza. Fondos negros, marrones, azules y blancos. Se trata de un óleo sobre lienzo.

Dentro del templo del Pilar de Zaragoza hay tres cuadros que hacen referencia a este hecho. El primero, realizado para conmemorar las bodas de oro de la Asociación de Caballeros de Ntra. Sra. del Pilar, es un gran mural con la representación del Milagro de Calanda, junto a la sacristía Mayor, obra de Ramón Stolz Viciano, de 1952. El segundo, representando el mismo motivo, está ubicado en la capilla de Santa Ana, y es obra de Isabel Guerra, de 1996. Existe otro cuadro al óleo sobre tabla bajo el cuadro mural, de menor tamaño y de autor desconocido, fechado en el mismo siglo XVII (Fig. 4).

Figura 4. El Milagro de Calanda.

Al concluir la obra en El Pilar de Zaragoza, se solicitó a Montañés que pintara algunos cuadros para la cúpula mayor. Presentó unas seis composiciones, entre estas destaca una Coronación de la Virgen. En la parte superior de la obra aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, desde donde se irradia una potente luz hacia la Virgen. A su alrededor aparecen las cabezas de doce ángeles.

El centro del cuadro lo ocupa la Virgen María que está de pie, con los brazos extendidos y mirando hacia el cielo. Va coronada de estrellas y, sobre ella y a ambos lados, aparecen Dios Padre y su hijo Jesús, que sostienen una corona que van a colocar en la cabeza de la Virgen. Impresiona la majestuosidad de ambas figuras que van coronadas y permanecen sentadas sobre nubes. Tras la virgen, aparecen cinco ángeles parcialmente cubiertos por otras nubes y, en un plano posterior, se puede ver la imagen de un templo.

En la parte inferior de la imagen, aparecen seis ángeles adolescentes arrodillados con largas vestiduras, coronas y alas. Por su aspecto pueden corresponder a varias clases de coros, como simples ángeles, arcángeles o potestades. Adoptan una actitud de sometimiento y, a la vez, de adoración hacia las figuras santas celestiales. La anatomía de las imágenes es correcta, así como las proporciones corporales de cada una de las figuras. Estructura triangular y luz frontal. Otros pintores, de la categoría de Rafael Sanzio, El Greco, Rubens y Velázquez, han pintado escenas sobre la coronación de la Virgen María (Fig. 5).

Figura 5. Coronación de la Virgen.

La Natividad de la Virgen es un cuadro muy similar a otros muchos representados con el mismo motivo en la iconografía religiosa. Algunos pintores como Pantoja de la Cruz, Zurbarán, Jusepe Leonardo, Murillo y Luca Giordiano, representaron esta escena con mucho acierto. En este caso se trata de una obra en la que aparecen varios personajes adultos, la Virgen niña y varios ángeles. La escena central la ocupa una mujer con la recién nacida en brazos. La mujer está sentada y sostiene en su regazo a la niña, que solo está cubierta en su zona pélvica y muslos, con una tela blanca. La Virgen está coronada y extiende sus brazos, mientras dirige la mirada hacia las personas que la cuidan.

San Joaquín, de pie, mira con emoción a la niña y extiende sus manos como si quisiera protegerla. Lleva bastón, luenga barba, pañuelo en la cabeza y corona. En primer plano y mirando a la pequeña, hay dos mujeres arrodilladas que la atienden: una lleva una manta para tapar a la niña y otra está preparando la cuna. Al fondo aparece Santa Ana en cama, recuperándose del parto, lleva la cabeza cubierta y también está coronada. A su lado otra mujer le ofrece un vaso de agua.

La parte superior del cuadro la ocupan dos ángeles de cuerpo entero y alados que flotan sobre las nubes, y cuatro ángeles, más pequeños, de cuerpo entero y desnudos. Dos de ellos le arrojan flores y otro porta una corona. En el cénit de la composición, el pintor ha representado el Espíritu Santo, en forma de paloma que emite una potente luz hacia la escena principal.

Todo se desarrolla en una estancia muy bien acondicionada, con columnas y cortinas, lámparas y mesa. En el suelo, embaldosado, una olla y un costurero. Todos los personajes adultos obedecen al mismo patrón anatómico y sus manos están perfectamente representadas, al igual que las proporciones corporales de los ángeles. Los colores son muy variados: cálidos y fríos, destacando los rojos, rosas, azules, amarillos y grises. La obra fue encargada para la iglesia de la Natividad de la Virgen en Monreal del Campo (Teruel). Es un óleo sobre tabla (Fig. 6).

Figura 6. Natividad de la Virgen.

 

Bibliografía

- Hernández JA. Bernardino Montañés Pérez. Real Academia de la Historia. Consultado en abril de 2022. Disponible en: http://dbe.rah.es/biografias/67339/bernardino-montanes-perez.

- Guatas M. Goya en los pintores aragoneses. En: Artistas aragoneses. Desde Goya a nuestros días. Ayuntamiento. Zaragoza. 1991.

- Lorente JP. La Academia de Bellas Artes de San Luis y los pintores de Zaragoza en el siglo XIX. Artigrama. 1991-1992; 8-9: 405-34.

- García Loranca A, García Rama JR. Montañés Pérez, Bernardino. En: Pintores del siglo XIX en Aragón, La Rioja y Guadalajara. Ibercaja. Zaragoza. 1992.

 

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