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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

Portada 2020 05

Pediatría Integral
Publicación periódica de la revista Pediatría Integral
Número actual
Adolescencia, Alergia, Bioética, Cardiología, Cirugía pediátrica, Dermatología, Dolor, Endocrinología, Errores innatos de metabolismo, Farmacología, Gastroenterología, Genética y dismorfología, Hematología, Hepatología, Infectología e inmunología, Investigación en ap, Neonatología, Neumología, Nefrología, Neurología, Nutrición, Odontología, Oftalmología, Oncología, Otorrino laringología, Patología infecciosa, Psiquiatría infantil, Reumatología, Simulación avanzada, Traumatología y ortopedia, Vacunas
TEMAS DE FORMACIÓN CONTINUADA ACREDITADOS
Título de actividad: Nutrición pediátrica y

problemas nutricionales en esta edad
Puede consultarse información sobre la acreditación de formación continuada sanitaria en: www.madrid.org
Enseñanza no reglada y sin carácter oficial. Los créditos de formación continuada, no son aplicables
a los profesionales que estén formándose como especialistas en Ciencias de la Salud.

Novedades en probióticos: evidencias, indicaciones y seguridad

A. Hernández Hernández*, C. Coronel Rodríguez**, J.M. Gil Vázquez***
Temas de FC


A. Hernández Hernández*, C. Coronel Rodríguez**, J.M. Gil Vázquez***

*Pediatra del CS Tacoronte. Tenerife. **Centro de Salud Amante Laffón. Sevilla. ***CAP Gracia-Merinals. Sabadell. Barcelona

Resumen

Este documento es continuación del publicado previamente en esta misma revista, en 2015, sobre la microbiota, prebióticos, probióticos y simbióticos(1).
En dicho artículo se revisaron diferentes aspectos de la flora gastrointestinal o microbiota, desde el momento de su adquisición, antes, durante y tras el nacimiento, composición y distribución de la misma en diferentes nichos o tramos intestinales. Se realizó un recordatorio anatomo-histo-fisio-inmunológico de la barrera intestinal y se analizó las importantes funciones que la microbiota y el microbioma (interacción de los genes bacterianos con el huésped), considerados “el órgano olvidado”, desempeñan. A saber: 1) Mejora de dicha barrera mediante diferentes mecanismos, optimizando el propio trofismo mucoso a través de adherencia competitiva sobre patógenos o con la producción de bactericinas y otras sustancias tóxicas para patógenos. 2) La función metabólica, mediante la cual, la flora comensal degrada los restos carbonados y proteicos no digeridos en el intestino delgado, dando lugar a ácidos grasos de cadena corta y a otros que modifican el pH intestinal, favoreciendo la absorción de oligoelementos. Además, contribuye a regular el metabolismo del colesterol y constituye un aporte de energía extra para el organismo, al tiempo que sintetiza vitaminas y metaboliza sustancias tóxicas. 3) Una de las funciones más importantes es la inmunomodulación, dado que la microflora actúa modulando la respuesta tolerogénica de homeostasis intestinal Th2, frente a la proinflamatoria Th1, mediante un complejo mecanismo de señales intercelulares en las que las bacterias, células epiteliales, células dendríticas y del sistema inmunológico, actúan coordinadamente con el objetivo de eliminar patógenos, permitir la supervivencia de comensales y la tolerancia a los alimentos.
En dicha publicación, también se valoró la composición, dosificación, mecanismos y efectos beneficiosos de los prebióticos, probióticos y simbióticos, así como las normativas generales por las que se rigen dichos productos bioterapéuticos, considerados comercialmente como nutracéuticos, y con normativas más laxas que los medicamentos propiamente dichos. Se incluyó, finalmente, una somera tabla de usos e indicaciones en Pediatría, según el consenso de World Gastroenterology Organisation (WGO) publicado en 2011(1).
Desde entonces, han surgido nuevos productos bioterapéuticos: postbióticos (sustancias producidas por los probióticos liberadas al medio, beneficiosas para la salud); psicobióticos (probióticos y otros que, consumidos en cantidades adecuadas, producen un beneficio en la salud de pacientes con trastornos psiquiátricos); y paraprobióticos o probióticos fantasma (células microbianas no viables, intactas o rotas, o extractos de células no fragmentados con composición química compleja que, cuando se administran por vía oral o tópica en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para el consumidor humano o animal), que se constituyen en el paradigma de los probióticos y de la premisa de su necesaria viabilidad para ser efectivos. Además, el mercado de los bioterapéuticos se ha incrementado de forma exponencial y se prevé que seguirá en esa tónica, y han pasado de ser un producto de uso preventivo en población sana para utilizarse como terapia en algunas patologías en pacientes, en muchos casos, con cierto compromiso orgánico, por lo que surgen dudas y controversias en cuanto a su seguridad y potenciales efectos secundarios, aspectos que ahora se revisan.
También se han publicado recientemente diferentes consensos de indicaciones, tanto preventivas como con finalidad terapéutica, en adultos y en Pediatría, que se analizan ampliamente en este artículo, comparándolos con los previamente publicados, con el objetivo de que se utilicen, en general y en ciertas patologías, con mayor evidencia y rigor (Tabla I).

 

Abstract

This document is a continuation of the one previously published in this same journal, in 2015, on the microbiota, prebiotics, probiotics and symbiotics(1).
In that article, different aspects of the gastrointestinal or microbiota flora were reviewed, from the moment of its acquisition, before, during and after birth, composition and distribution of it in different niches or intestinal sections. A histo-patho-physio-immunological reminder of the intestinal barrier was performed and the important functions that the microbiota and the microbiome (interaction of bacterial genes with the host), considered “the forgotten organ”, were reviewed. Namely: 1) Improvement of such barrier through different mechanisms, optimizing the mucous trophism itself through competitive adherence on pathogens or with the production of bactericins and other toxic substances for pathogens. 2) The metabolic function, through which the commensal flora degrades the undigested carbon and protein residues in the small intestine, giving rise to short-chain fatty acids and others that modify the intestinal pH, favoring the absorption of trace elements. In addition, it helps regulate cholesterol metabolism and constitutes an extra energy supply for the body, while synthesizing vitamins and metabolizing toxic substances. 3) One of the most important functions is immunomodulation, since microflora acts by modulating the Th2 intestinal homeostasis tolerogenic response, against proinflammatory Th1, through a complex mechanism of intercellular signals, in which bacteria, epithelial cells, dendritic cells and the immune system, act in coordination with the objective of eliminating pathogens, allowing the survival of commensals and food tolerance.
This publication also assessed the composition, dosage, mechanisms and beneficial effects of prebiotics, probiotics and symbiotics, as well as the general regulations governing these biotherapeutic products, considered commercially as nutraceuticals, with lax regulations. Finally, a brief table of uses and indications in pediatrics was included, according to the WGO consensus published in 2011(1).
Since then, new biotherapeutic products have emerged: postbiotics (health benefits of substances produced by probiotics released into the environment); psychobiotics (probiotics and others that, if consumed in adequate amounts, produce a health benefit in patients with psychiatric disorders); and phantom paraprobiotics or probiotics (non-viable, intact or broken microbial cells, or extracts of non-fragmented cells with complex chemical composition that, when administered orally or topically in adequate amounts, confer a benefit to the human or animal consumer), which constitute the paradigm of probiotics and
the premise of their necessary viability to be effective. In addition, the biotherapeutic market has increased exponentially and this trend is expected to continue, as they have evolved from being a product of preventive use in the healthy population to be extended as therapy in some pathologies, in patients in many cases organically-compromised, hence doubts and controversies regarding its safety and potential side effects arise; aspects that will now be reviewed.
Different consensus agreements have been published recently, both preventive and therapeutic, in adults and in children, which are widely analyzed in this article, comparing them with those previously published, with the aim of being used, in general and in certain pathologies, with greater evidence and rigor.

 

Palabras clave: Paraprobióticos; Psicobióticos; Postbióticos; Guías sobre uso de probióticos;
Seguridad en pacientes vulnerables

Key words: Paraprobiotics; Psychobiotics; Postbiotics; Probiotic use guidelines; Safety in vulnerable patients.

 

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 151 – 165

 


Novedades en probióticos: evidencias, indicaciones y seguridad

Psicobióticos

Probióticos específicos que podrían mejorar algunos trastornos psiquiátricos, tales como: depresión, ansiedad, síndrome de intestino irritable y otros.

Término introducido en 2013 por Ted Dinan, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Cork (Irlanda). Inicialmente, lo define como: aquellos organismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, producen un beneficio en la salud de pacientes con trastornos psiquiátricos(2). Recientemente, se amplía su definición a aquellos probióticos, prebióticos y otras estrategias que, al actuar sobre el eje microbiota-intestino-cerebro, pueden conferir beneficios para la salud mental. Se incluye así a los prebióticos, pero también el ejercicio físico y la dieta, que afectan a las comunidades bacterianas en el intestino e influyen en el estado de ánimo y en la cognición(3).

El principal problema de esta nueva versión es que se apoya, principalmente, en estudios realizados in vitro y en animales, por lo que los científicos muestran cautela a la hora de valorar cualquier resultado que pueda parecer prometedor. La comunidad científica reconoce el término de psicobiótico, pero lo limita a aquellos probióticos con posibles efectos positivos en personas con patologías psiquiátricas. La depresión, la ansiedad y el síndrome del espectro autista son las tres enfermedades que, a priori, se podrían beneficiar más de los avances en este nuevo campo de estudio. También se ha estudiado en el síndrome del intestino irritable, donde se han reportado beneficios positivos para varios organismos, incluido Bifidobacterium infantis, y en el síndrome de fatiga crónica.

Se ha demostrado que algunas bacterias intestinales de los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium segregan o modulan sustancias neurotransmisoras como GABA, acetilcolina o serotonina, implicadas en la regulación de muchos procesos fisiológicos y neurológicos, cuya disfunción se relaciona con la ansiedad o la depresión.

Posibles mecanismos de acción

Se barajan varias posibilidades:

• Que los microorganismos actúen directamente sobre el sistema nervioso entérico, encargado de controlar el aparato digestivo mediante la producción de neurotransmisores (serotonina, ácido gamma-amino-butírico), que a su vez se comunica con el SNC.

• Que regulen el sistema inmunitario intestinal, el cual produce citoquinas que modulan SNC.

Que produzcan metabolitos que alteren la actividad de la barrera hemato-encefálica en el cerebro.

Los microorganismos podrían utilizar una o varias de estas vías y, a la vez, para producir efectos beneficiosos en la salud mental. Hay diversos trabajos que apoyan este tipo de acciones.

En un estudio en ratas modificadas con depresión, se observó que podía revertirse la patología administrando Bifidobacterium infantis. Los resultados muestran que se incrementan los niveles de triptófano en plasma y de metabolitos como la dopamina en la cortical, y se reducen las concentraciones de serotonina en la corteza frontal, disminuyendo los síntomas de la depresión(4).

En otro estudio, se analizaron las heces de 55 individuos, tanto con depresión como sin ella, encontrando un incremento de bacterias fecales en los pacientes con depresión(5).

En un artículo de revisión de 2015, sobre el potencial de los psicobióticos en la salud mental, se analizaron los únicos 10 estudios que cumplían los siguientes requisitos: realizarse en humanos, con sistema de doble ciego, asignación aleatoria y donde se comparasen los efectos de psicobióticos y placebos. No se encontraron pruebas concluyentes de los efectos psicológicos de los probióticos.

En 2016, un nuevo estudio examinó el impacto de ciertos probióticos en personas con depresión. Se proporcionó placebo o bacterias a dos grupos de 20 pacientes durante 8 semanas. Quienes consumieron las bacterias mejoraron su grado de depresión, según el inventario de depresión de Beck (BDI). Los resultados demuestran efectos beneficiosos significativos relacionados con la mejoría metabólica en cuanto al mantenimiento inalterado de los niveles de glucosa, disminución de la resistencia a insulina, disminución de los marcadores oxidativos, con incremento del glutatión total en plasma. Sin embargo, los probióticos que usan no están bien caracterizados: indican la especie (Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus casei y Bifidobacterium bifidum), pero no la cepa(6).

Otra investigación realizada con la bacteria Bifidobacterium longum 1714, arrojó resultados prometedores. Durante 4 semanas, 22 varones tomaron placebo. A continuación, ingirieron el probiótico durante otras 4 semanas. Se analizó su respuesta al estrés, así como su actividad cerebral y cognitiva, con diferentes cuestionarios y electroencefalografías. El consumo de la bacteria se asoció a una disminución del estrés y a una mejora de la memoria(7).

En un estudio reciente, a 81 pacientes (36,5 ± 8,03 años) diagnosticados de depresión mayor y divididos en tres grupos similares, se les administra durante 8 semanas una mezcla de probióticos (Lactobacillus helveticus y Bifidobacterium longum), un prebiótico (galactooligosacárido) y un placebo, respectivamente. Se evaluaron los cambios en pacientes con trastorno depresivo mayor (TDM) mediante BDI, como resultado primario, así como las relaciones quinurenina/triptófano y triptófano/aminoácidos de cadena ramificada, como resultados secundarios. Se concluye que 8 semanas de suplementos probióticos a estos pacientes mejoró el BDI en comparación con el grupo placebo, así como los parámetros neuroquímicos mencionados, y no se observó ningún efecto significativo en el grupo al que se le administró prebióticos(8).

Paraprobióticos

Probióticos muertos o fantasmas con similares acciones y efectos que los probióticos vivos. Constituyen una nueva esperanza para ser utilizados en pacientes más vulnerables sin riesgos.

El término paraprobiótico (probióticos fantasma) se ha propuesto para definir células microbianas no viables (intactas o rotas) o extractos de células no fragmentados con composición química compleja que, cuando se administran (por vía oral o tópica) en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para el consumidor humano o animal.

La inactivación de probióticos se puede conseguir por varios métodos, incluido el uso de: calor, productos químicos (p. ej., formalina), rayos gamma o ultravioleta, y sonicación (sonoporación, inactivación de material biológico por ultrasonidos). Los diferentes métodos de inactivación pueden afectar los componentes estructurales de la célula de manera diferente e influir en su actividad inmunomoduladora. El tratamiento térmico parece ser el método de elección para la inactivación de cepas probióticas en la mayoría de los estudios(9,10).

En cuanto a los mecanismos de acción de los probióticos inactivados por calor o muertos, aun siendo poco conocidos, son similares a la de los probióticos vivos, pero con algunas particularidades. Como posibles inconvenientes señalar:

• Capacidad reducida para la adhesión a la mucosa, que incluye las propiedades adhesivas de BoPA, una lipoproteína de la superficie celular identificada en Bifidobacterium (B.) bifidum. Sin embargo, se ha demostrado que para la cepa Propionibacterium freundereichii se obtiene una mayor capacidad de adhesión después de la inactivación por calor(11). En estudios preclínicos con lactobacilos viables y muertos, la alteración de la adhesividad a la mucosa producida por el calor ha hecho que se distribuyan de diferente forma, observándose las bacterias vivas en las placas de Peyer y en la lámina propia, mientras que las destruidas por el calor estaban en la luz y eran eliminadas rápidamente, pero mantenían la capacidad de inhibición del patógeno a la mucosa por exclusión competitiva, mejorando la barrera intestinal(12).

• Menor capacidad para ejercer efecto antiinflamatorio, sin embargo en las cepas inactivadas por calor Lactobacillus (L.) casei, Shirota o L. fermentum se ha demostrado eficacia para modular la respuesta inflamatoria al regular: la IL-10 (una anti-citocina inflamatoria), la B-defensina humana y otras citocinas proinflamatorias; también para Bifidobacterium (B.) breve y B. bifidum aumenta la capacidad de secreción de IL-10.

• Los extractos de la pared celular, el ácido lipoteicoico, el ADN bacteriano y las proteínas de la capa de superficie (S) pueden tener efectos inmunomoduladores por varios mecanismos, incluidos aumento de la producción de IgA salival, modulación de las respuestas de células T del huésped y expresión génica. Los probióticos vivos e inactivados tuvieron efectos comparables sobre la inmunidad innata. En cuanto a la respuesta fagocítica de B. lactis HN019 vivo y muerto en células de sangre periférica, solo las bacterias viables aumentaron la actividad fagocítica de las células peritoneales(13). En cuanto a la inmunidad adaptativa, la mayoría de estudios observan más beneficios con el uso de probióticos viables(14), pero algunos muestran que ambas formas tienen efectos similares sobre el fenotipo y las funciones de las células dendríticas mieloides humanas(15).

Resumiendo, la evidencia de los estudios preclínicos y clínicos sugiere que en algunas situaciones, dependiendo del mecanismo de acción, los efectos probióticos no dependen de la viabilidad celular.

Como posibles, ventajas cabe señalar que los paraprobióticos mejoran la seguridad y su vida útil es más larga. Los probióticos muertos tuvieron varias respuestas biológicas, incluidas: los efectos antiinflamatorios, la atenuación de la colitis, la reducción de la producción de IL-8, la estimulación del sistema inmunitario intestinal y la estimulación de la producción de IL-6, en estudios preclínicos. Por lo tanto, los microbios muertos podrían modular los efectos antiinflamatorios tan efectivamente como los probióticos vivos(16).

En una revisión sistemática de ensayos de bacterias, en las que se compararon microbios modificados (paraprobióticos) con placebo, o con la misma cepa probiótica, o con terapia estándar, para la prevención o tratamiento de diversas enfermedades, no se aprecia diferencia significativa entre los probióticos y los microbios modificados en el 86% de los ensayos de prevención y en el 69% de los tratamientos. La incidencia de eventos adversos fue comparable para microbios modificados, probióticos y otros controles. En general, hubo alguna evidencia de que los microbios modificados pueden ser útiles para algunas condiciones, por ejemplo, el L. acidophilus modificado como adyuvante en el tratamiento de la diarrea aguda. Sin embargo, esta revisión incluye limitaciones, tales como: la heterogeneidad de la metodología y las cepas evaluadas, y sus pequeños tamaños de muestra(10).

Otra publicación reciente realiza una revisión sistemática de los efectos, tanto de los probióticos como de los paraprobióticos, como posibles candidatos en la prevención y tratamiento de diversas enfermedades virales, dado la interacción de los mismos con el sistema inmunitario de la mucosa, produciendo inmunomodulación, tanto innata como adquirida, así como el papel en la producción de IFN tipo 1 (interferones tipo 1) implicado en los procesos de eliminación viral y en la regulación de las citocinas inflamatorias, que está mediada por receptores de reconocimiento de patrones, como los receptores tipo Toll y el gen I-inducible por ácido retinoico. Los estudios han comenzado a dilucidar los efectos inmunoestimuladores de las bacterias del ácido láctico y han informado de su capacidad para contribuir a la prevención de infecciones virales, incluida la gripe, así como en el tratamiento de la infección por Helicobacter pylori (17).

En este mismo artículo, se demuestra como L. lactis JCM 5805, utilizando células dendríticas derivadas de la médula ósea murina obtenida de varios tipos de modelos experimentales de ratones, es el estimulador más potente de la producción de IFN tipo 1 (IFN-α), que juega un papel importante en la mediación de la respuesta inmune antiviral al inducir la actividad citotóxica de las células asesinas naturales, lo que contribuye a la defensa del huésped contra la infección viral. Llegan a la conclusión de que, aun siendo necesaria una investigación más detallada, se espera que los probióticos y/o paraprobióticos se encuentren entre las opciones coadyuvantes racionales para el tratamiento y la profilaxis de las infecciones virales(17).

Hay varios estudios que demuestran el efecto de los paraprobióticos en la reducción de grasa corporal total, el IMC, otros parámetros antropométricos como modificaciones y regulación del metabolismo lipídico, de la glucosa y del síndrome metabólico. En un estudio hecho en Japón con voluntarios sanos, que incluía sujetos con sobrepeso y obesidad con un índice de masa corporal (IMC) con un rango de 25 o más, pero menos de 30 kg/m2, a los que se dividió en dos grupos de 98 y 99 pacientes (grupo prueba y control, respectivamente), se les administró dosis de 200 mg en forma de leche de Lactobacillus amylovorus CP1563 fragmentado, obtenido de muestras fecales, cultivado, lavado e inactivado por calor y liofilizado al grupo prueba, y similar preparado placebo al grupo control. Se realizaron registros de todas las ingestas y actividad física durante 16 semanas, y medidas antropométricas y de demás parámetros analíticos a las 4-8-12 semanas, momento en el que se terminó con la dosis de paraprobióticos, y a las 16 semanas. Aunque se necesitan más ensayos clínicos e investigaciones sobre los mecanismos de acción, los resultados de este estudio sugieren que el consumo de alimentos que contienen CP1563 fragmentado durante 12 semanas por sujetos obesos de clase I mejora: las mediciones antropométricas, los marcadores relacionados con el metabolismo de los lípidos y de la glucosa, sin ningún efecto adverso, previene el síndrome metabólico y las complicaciones.

El mecanismo de acción de estos fragmentos de Lactobacillus amylovorus CP1563 (CP1563) es el mismo que realizan los agonistas en el receptor activado por proliferador de peroxisoma (PPAR) α y γ. Algunos fármacos agonistas del PPARα (fibratos) reducen la concentración de triglicéridos y aumentan la concentración sérica de colesterol HDL. El PPARγ se expresa altamente en adipocitos y regula la diferenciación de los mismos, el almacenamiento de lípidos y el metabolismo de la glucosa. Los agonistas farmacológicos del PPARγ (glitazonas) mejoran la resistencia a la insulina y se usan ampliamente en el tratamiento de la dislipemia. Los agonistas farmacológicos (glitazars) de doble PPAR (PPARα/γ) ejercen efectos positivos sobre el metabolismo de los lípidos y la glucosa, y se han desarrollado recientemente como agentes prometedores para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2 con dislipemia. La activación PPARα del CP1563 fragmentado también fue significativamente mayor que la de las células intactas y se correlacionó inversamente con el tamaño de la trituración, es decir, la longitud de los fragmentos(18).

Otro estudio utilizó la cepa de B. animalis subsp lactis inactivada por calor, en ratas Wistar de 6 semanas de vida durante 12 semanas, que siguieron dos tipos de dietas, la estándar y la dieta de cafetería (hipercalórica, rica en grasa que induce la aparición de síndrome metabólico). No se observaron cambios en el peso, pero las ratas que toman la B. animalis inactiva: disminuye la adiposidad y aumenta la sensibilidad a la insulina y mejora la dislipemia(19).

Postbióticos

Sustancias simples o complejas, producto de los probióticos con efectos similares a los mismos y sin los riesgos de estos en el caso de uso en pacientes comprometidos.

Se definen como sustancias solubles generadas del metabolismo de los probióticos y liberadas al medio extracelular, con actividad beneficiosa sobre la salud(20).

Este concepto hace referencia no solo a moléculas más simples producidas por los probióticos al interaccionar con las células intestinales, como factores solubles o secretados (denominados genéricamente metabolitos bacterianos bioactivos), sino también a moléculas más complejas y sobrenadante libre de células. Entre los metabolitos bacterianos bioactivos se encuentran: ácidos orgánicos (acetato, acetil acético, butirato y propionato); aminoácidos como: triptófano, taurina, histamina; otras proteínas y polisacáridos extracelulares como: espermina y bacteriocinas; y en las más complejas, componentes como: fracciones microbianas, proteínas funcionales, polisacáridos secretados, lisados celulares, ácido teicoico, muropéptidos derivados del peptidoglucano, estructuras de tipo pili y fragmentos celulares. Por ello, en algunas publicaciones, se incluyen los paraprobióticos, comentados previamente, como un tipo más de postbióticos(21,22).

En cuanto a los mecanismos de acción, los postbióticos tienen el mismo que los probióticos e igual capacidad, debido a la presencia de metabolitos secundarios sin una célula viva. Pueden reducir el pH intestinal e inhibir la proliferación de patógenos oportunistas en la alimentación y en el intestino de los animales. Los postbióticos obtenidos de Lactobacillus plantarum exhiben acción inhibitoria sobre diversas bacterias patógenas, incluidas: Listeria monocytogenes, Salmonella Typhimurium, Escherichia coli y Enterococos resistentes a la vancomicina(23).

En pollos de engorde en condiciones normales, la suplementación postbiótica mejora el rendimiento del crecimiento y la salud, al promover el estado inmune y el buen estado intestinal a través de la mejora de las vellosidades intestinales y el aumento de la población de bacterias de ácido láctico, y la reducción de la población de Enterobacteriaceae y el pH fecal(24).

Tsilingiri, et al. propusieron la utilización de postbióticos en el tratamiento y prevención de enfermedades intestinales, como la enfermedad inflamatoria intestinal(20). Los sobrenadantes de cultivo de Lactobacillus casei y Lactobacillus paracasei, cepas aisladas de la leche materna humana que tienen bioactividad de citotoxicidad y apoptosis contra las células del cáncer cervical, tienen el potencial de ser fármacos antitumorales naturales(25).

El uso de moléculas postbióticas se ha convertido en una estrategia prometedora para tratar muchas enfermedades inflamatorias, ya que estas moléculas imitan los efectos terapéuticos útiles de los probióticos y evitan el riesgo de administrar microorganismos vivos a un huésped con un sistema inmunitario deteriorado. Ha resultado ser así en varios estudios que utilizan modelos de ratón de enfermedades inflamatorias, como: colitis, artritis, asma, gota y neumonía. Los resultados enfatizan las complejas interacciones entre el huésped y los metabolitos modulados por microbiota, lo que constituye un área interesante de investigación futura(26).

Los mecanismos moleculares subyacentes a los efectos de los postbióticos parecen estar mediados por una interacción entre el huésped y los productos microbianos. Estos, al interaccionar con el sistema inmunitario del huésped, pueden desencadenar una respuesta antiinflamatoria. Aunque dichos mecanismos no son bien conocidos, una posible acción de inmunomodulación por postbióticos en humanos, podría derivarse de un experimento in vitro que muestra la respuesta innata de los macrófagos a Lactobacillus casei no viable. Se observó un aumento en la expresión de citocinas proinflamatorias y una mejora de la transcripción de receptores tipo Toll (TLR-2, TLR-3, TLR-4 y TLR-9) y se presume que los compuestos postbióticos de Lactobacillus spp pueden ejercer actividad de inmunomodulación aumentando los niveles de citocinas asociadas a Th1 (respuesta tolerogénica), reduciendo las citocinas asociadas a Th2 (respuesta proinflamatoria).

Los experimentos con ratones con fórmula infantil fermentada que contiene postbióticos derivados de Bifidobacterium breve C50 y Streptococcus thermophilus 065 han demostrado una supervivencia y maduración prolongadas de las células dendríticas, e indujeron una alta producción de IL-10 a través de TLR-2, lo que sugiere funciones de regulación inmunitaria. Además, se ha demostrado que los postbióticos de estas cepas mejoran la función de barrera epitelial y estimulan la respuesta Th1 en modelos de ratón, destacando la participación de componentes postbióticos en la función inmune del huésped.

Los postbióticos, a diferencia de los probióticos, no necesitan, para mantener su eficiencia, de la necesaria colonización, para la cual es preciso mantener los microorganismos viables y estables en el producto a una dosis alta. Esto facilita la entrega de los ingredientes activos en la ubicación deseada en el intestino, mejora la vida útil y puede simplificar el embalaje y el transporte. Los postbióticos también se pueden usar en situaciones en las que es más difícil controlar y mantener las condiciones de producción y almacenamiento, como en los países en desarrollo. Además, se ha sugerido que el uso de postbióticos podría ser una alternativa atractiva para otros “bióticos” en pacientes críticos, niños pequeños y recién nacidos prematuros(21).

Los avances recientes en la comprensión de los efectos biológicos de los postbióticos y los mecanismos relacionados, algunos de ellos comentados aquí, indican que pueden ser una estrategia preventiva eficaz prometedora contra la enterocolitis necrotizante, al tiempo que evitan el riesgo de administrar microorganismos vivos a los recién nacidos prematuros, que podrían translocarse y causar infección. Sin embargo, se necesitan más datos de ensayos que investiguen la eficacia, y se deben abordar los problemas relacionados con su régimen óptimo, y el inicio y duración del tratamiento(27).

Principales indicaciones de probióticos en Pediatría

En el tratamiento de la gastroenteritis aguda en niños, coadyuvante de la erradicación del Helicobacter pylori. En la prevención de: la diarrea aguda e infecciones comunes de guarderías, la diarrea asociada a antibióticos, la diarrea nosocomial, la enterocolitis necrotizante y las enfermedades alérgicas. Y en el tratamiento y prevención de: el cólico del lactante, los trastornos funcionales gastrointestinales ligados al dolor abdominal y la enfermedad inflamatoria intestinal. También se valoran las precauciones y posibles efectos secundarios del uso de probióticos, sobre todo, en pacientes comprometidos.

A pesar del uso cada vez más extendido de los probióticos, los estudios publicados hasta la fecha tienen gran diversidad en su diseño y muestran, en muchas ocasiones, resultados no concluyentes, originando una importante dificultad para el desarrollo de guías definitivas de tratamiento que faciliten un uso racional de los mismos.

En esta revisión, se repasan las últimas recomendaciones y pautas del uso de probióticos en la prevención y tratamiento de diferentes patologías, principalmente intestinales, y solo de niños, basadas en los diferentes documentos de consenso de los paneles de expertos de distintas sociedades científicas expuestos en los dos últimos años. Se hace referencia también a los cambios efectuados con respecto a las guías previas y se analizan las precauciones y posibles efectos secundarios de dichos probióticos, sobre todo, al ser utilizados en pacientes con cierto compromiso orgánico.

Todos los probióticos han de cumplir una serie de características fundamentales:

• Ausencia de virulencia bajo cualquier circunstancia, lo que les ha permitido ser catalogados como organismos: Generally Regarded As Safe (GRAS) por la Food and Drug Administration de EE.UU. y Qualified Presumption of Safety (QPS) por la European Food Safety Authority.

• Ser capaces de atravesar los tramos altos del tubo digestivo manteniendo su supervivencia, tener capacidad de adherencia y de colonización del epitelio intestinal para seguir los efectos sobre la salud deseados: de tipo inmunomodulador, efectos sobre la barrera intestinal y capacidad de influir en algún proceso metabólico.

• Verificación mediante ensayos clínicos de las expectativas derivadas de que sus propiedades demostradas in vitro se cumplen tras su administración en humanos.

Se debe tener en cuenta que los efectos clínicos de los probióticos se consideran cepa-específicos y dosis dependientes, a valorar a la hora de interpretar la evidencia científica y realizar sus indicaciones en la práctica clínica. Las recomendaciones de las sociedades científicas se basan en meta-análisis y revisiones sistemáticas publicadas sobre los beneficios encontrados en el empleo de cepas específicas a dosis determinadas, en patologías concretas(1,28).

En las diferentes guías, se hace referencia a niveles de evidencia según el Centro Oxford para Medicina Basada en la Evidencia:

1. Revisión sistemática de ensayos aleatorizados o ensayos de n=1.

2. Ensayo aleatorizado o estudio observacional con efecto dramático (significativo).

3. Estudio de cohorte controlado no aleatorizado/de seguimiento*.

4. Serie de casos, estudios de control de casos, o estudios controlados históricamente*.

5. Razonamiento basado en un mecanismo.

*Una revisión sistemática suele ser mejor que un estudio individual(29).

En el tratamiento de la gastroenteritis aguda en niños

Ya se recoge en la Guía Práctica de la Organización Mundial de Gastroenterología: probióticos y prebióticos (WGO Practice Guideline: Probiotics and Prebiotics) del 2011. El Lactobacillus rhamnosus GG, a dosis de 1010–1011 UFC, dos veces por día durante 5-7 días muestra evidencia 1 a, refrendado por 1 metaanálisis de ECAs, recomendación ESPGHAN/ESPID; y el Saccharomyces boulardii, cepa de S. cerevisiae CNCM I-745, a dosis de 250-750 mg/día, durante 5-7 días, con igual evidencia, en 2 meta-análisis de ECAs, recomendación ESPGHAN/ESPID(30,32).

En la guía de 2017, dichos probióticos siguen manteniendo la misma evidencia e indicación. Se añade con evidencia 2, el L. reuteri DSM 17938 a dosis de 108 a 4 × 108 UFC/día, habitualmente 5-7 días; y con el mismo grado de evidencia, formulaciones multicepa que incluyen diferentes combinaciones de: Lactobacillus acidophilus-rhamnosus 573L/1, 573L/2, 573L/3 a dosis de 1,2 × 1010 UFC dos veces al día, durante 5 días, con efecto solo en diarrea rotavirus, o bien Lactobacillus helveticus R0052 y L. rhamnosus R0011; o con un mayor número de probióticos asociados, Lactobacillus delbrueckii var. bulgaricus, L. acidophilus, Streptococcus thermophilus, Bifidobacterium bifidum (cepas LMG-P17550, LMG-P 17549, LMG-P 17503 y LMG-P 17500) a dosis de 109 UFC, 109 UFC, 109 UFC y 5 × 108 UFC, respectivamente(29). Recomendación ESPGHAN, ESPID, AAP: puede emplearse como tratamiento adyuvante a las soluciones de rehidratación(32).

Conviene observar que, si bien la eficacia de los probióticos no está estrictamente relacionada con la etiología, es probable que la mayor eficacia se ejerza en la gastroenteritis viral en lugar de la bacteriana, siendo la originada por el rotavirus la más estudiada. El norovirus es un agente etiológico emergente, y los datos sobre la eficacia de L. rhamnosus GG, S. boulardii y otros probióticos contra este virus son limitados.

No hay datos claros sobre la eficacia de los probióticos en pacientes con cólera, aunque existen pruebas débiles de que los probióticos pueden tener algún efecto preventivo. Además, hay poca evidencia con respecto a la eficacia y seguridad de los probióticos en niños desnutridos(31).

En la prevención de la diarrea aguda e infecciones comunes de guarderías

En la guía WGO del 2011 para la prevención de las infecciones gastrointestinales comunes adquiridas en la comunidad, se recomienda, con igual grado de evidencia 1b, el L. casei DN-114 001 en leche fermentada 1010 UFC, una vez por día; el B. lactis Bb-12 o L. reuteri ATCC 55730 107 UFC/g polvo de fórmula o L. casei Shirota en leche fermentada 1010 UFC, una vez al día(30).

En la guía WGO de 2017, se habla, en general, de prevención de infecciones de niños que asisten a guarderías, del uso del LGG sin especificar ni cepa ni dosis con evidencia 1, relegando a evidencia 2 a los probióticos: L. reuteri DSM 17938 a dosis de 108 UFC/día durante 3 meses y al L. casei DN-114001 y el L. casei Shirota a igual dosis que las previamente referidas(29).

En sus comentarios, se limitan a mencionar que “en la prevención de la diarrea de adultos y niños, hay pruebas de que ciertos probióticos pueden ser eficaces en algunos contextos en particular”(29).

La ESPGHAN considera que la mayoría de los estudios que investigaron el uso de probióticos para prevenir las infecciones del tracto respiratorio superior, también investigaron el efecto de los mismos sobre el riesgo de contraer infecciones gastrointestinales, pero la evidencia sobre estas últimas fue aún más débil.

Las cepas probióticas más estudiadas fueron Lactobacillus rhamnosus GG (LGG) y Bifidobacterium (B). animalis subsp. Lactis (BB-12). LGG se examinó en tres estudios con un total de 1.375 niños que recibieron dosis de 108 a 109 UFC/día. Todos los estudios informaron de efectos positivos en la reducción de la incidencia de infecciones respiratorias, no así la otra cepa investigada B. animalis subsp. lactis BB-12, que mostró escaso efecto.

Se concluye que, si se consideran los probióticos para la prevención de infección respiratoria del tracto superior en niños que asisten a guarderías, durante los meses de invierno, solo se debe considerar LGG. Sin embargo, la evidencia es limitada, y no hay evidencia convincente para recomendar el uso de probióticos para prevenir infecciones gastrointestinales en guarderías(32).

En la prevención de la diarrea asociada a antibióticos (DAA)

En WGO de 2011, se recomienda S. boulardii, cepa de S. cerevisiae, a dosis de 250 mg, dos veces por día con evidencia 1 a, basada en, al menos, dos meta-análisis de ECAs bien diseñados. También los siguientes probióticos con menor grado de evidencia 1 b: L. rhamnosus GG 1010 UFC, una o dos veces al día; el Bifidobacterium lactis Bb12 + Streptococcus thermophiles 107 + 106 UFC/g de fórmula; y el L. rhamnosus (cepas E/N, Oxy y Pen), 2 × 1010, dos veces al día. Sin embargo, hay un estudio en adultos hospitalizados que muestra que L. casei DN-114 00 es eficaz para evitar la DAA y diarrea provocada por C. difficile(30).

En la WGO de 2017, se continúa recomendando con evidencia 1: el Saccharomyces boulardii CNCM I-745, a dosis de 5×109 UFC/cápsula o 250-500 mg dos veces al día y el Lactobacillus rhamnosus GG a dosis de 1010 UFC/cápsula dos veces al día. Con igual evidencia, en adultos, además se indica la combinación: Lactobacillus acidophilus CL1285 y L. casei (Bio-K+ CL1285) ≥ 1010 UFC/día o yogur con Lactobacillus casei DN114, L. bulgaricus, y Streptococcus thermophilus ≥ 1010 UFC/día(29).

El Grupo de trabajo ESPGHAN sobre prebióticos y probióticos aconseja el uso de LGG o Saccharomyces (S). boulardii para la prevención de DAA. Del mismo modo, una recomendación de 2017 para los niños de la región de Asia y Pacífico, apoyó el uso de LGG o S. boulardii para la prevención de la DAA(31,32).

En cinco estudios que cubren 445 niños se mostró que, en comparación con placebos o ningún tratamiento, la administración de LGG redujo el riesgo de DAA de 23% a 9,6% (RR 0,48, IC 95%: 0,26-0,89) y el número necesario para tratar fue de 8 (IC 95%: 6-40). En un estudio que abarcaba 1.653 niños, la administración de S. boulardii redujo el riesgo del 20,9% al 8,8% en 6 ECAs (RR 0,43, IC del 95%: 0,30 a 0,60) y el número necesario para tratar fue de 9 (IC del 95%: 7 a 12). Por otra parte, S. boulardii redujo el riesgo de diarrea asociada con Clostridium difficile en 2 ECAs (RR 0,25; IC del 95%: 0,08 a 0,73), en otro estudio que abarcaba 579 niños.

Desde un punto de vista práctico:

• Con el fin de evitar DAA, LGG o S. boulardii debe ser considerado.

S. boulardii debe también tenerse en cuenta para evitar diarrea asociada a C. difficile.

• Actualmente, no se recomiendan otras cepas de probióticos, cepas individuales o combinadas.

• No se dispone de datos de seguridad sobre el uso de probióticos para prevenir la DAA en niños gravemente enfermos y, por tanto, su uso debe someterse a un escrutinio especial(32).

Prevención de la diarrea nosocomial

En las guías de 2011, se recomendaban con evidencia 1 b el L. rhamnosus GG a dosis de 1010-1011 UFC, dos veces por día, y la combinación B. lactis Bb12 + S. thermophiles, 108 + 107 UFC/g de fórmula en polvo30. En las guías de 2017, se da evidencia 1 al LGG pero se rebaja la evidencia a 2 de la combinación anteriormente mencionada(29).

La ESPGHAN sobre prebióticos y probióticos recomienda que para prevenir la diarrea nosocomial se considera el LGG, y debe usarse a una dosis de, al menos, 109 UFC/día, mientras dure la estancia hospitalaria. No hay recomendaciones para prevenir las infecciones respiratorias de vías altas en niños hospitalizados(32). Del mismo modo, se ha recomendado en 2017, para los niños de la región de Asia y Pacífico(31).

Tratamiento y prevención del cólico del lactante

Ya en la guía WGO del 2011, aparecía el L. reuteri DSM 17938, 108 UFC/día administrado durante 21-30 días con evidencia 1 b para el tratamiento del cólico del lactante(30). Un meta-análisis de 2014 incluyó 3 ECAs y descubrió que, en comparación con los placebos, la administración de L. reuteri DSM 17938 redujo los tiempos de llanto en el día 21 en 43 minutos (diferencia media 43 min/día, IC 95%: 68 a 19), pero principalmente en lactantes amamantados exclusiva o predominantemente (diferencia media 57 min/día, IC 95%: 67 a 46). Otros estudios con cepas LGG y mezclas de probióticos no tenían efecto(32).

En la última guía WGO de 2017, en base a este meta-análisis, se mantiene dicha recomendación apoyada ahora con evidencia 1: L. reuteri DSM 17938 es la única cepa que se muestra eficaz en el tratamiento del cólico infantil en lactantes amamantados. La dosis de L. reuteri DSM 17938 para el tratamiento debe ser de, al menos, 108 UFC/día, durante 21-30 días; y para la prevención, se establece igual evidencia y la misma dosis, pero prolongada durante 3 meses(29). Sin embargo, para la ESPGHAN la evidencia es limitada y excluye recomendaciones específicas(32).

Tratamiento coadyuvante de la erradicación del Helicobacter pylori

En las guías WGO de 2011, se recomendaba el L. casei DN-114 001 en leche fermentada 1010-1012 UFC diariamente, durante 14 días, administrado conjuntamente con la triple terapia omeprazol, amoxicilina y claritromicina en ciclo de 7 días con evidencia 1 b(30).

En la guía de 2017, se añade al anterior el Saccharomyces boulardii CNCM I-745 a dosis de 500 mg/día en dos tomas, durante 2-4 semanas, pero se rebaja el grado de evidencia a 2 con ambos probióticos, dado que no hay evidencias que apoyen la eficacia de un probiótico por sí solo, sin antibióticos concomitantes, en la erradicación del Helicobacter pylori(29).

Una revisión sistemática y un meta-análisis de 11 ECAs, que incluyeron un total de 2.200 participantes (de los cuales 330 eran niños), encontró un aumento en la tasa de erradicación de H. pylori con la adición de S. boulardii al tratamiento con antibióticos. El 80% de los pacientes en el grupo de S. boulardii logró la erradicación de H. pylori en comparación con el 71% de los pacientes en el grupo control. Además, S. boulardii redujo el riesgo general de diarrea relacionada con la terapia antibiótica. Sin embargo, dado que el número de niños incluidos en los estudios fue limitado, se precisan ensayos adicionales(33).

Un documento de consenso internacional, desarrollado después de la V Conferencia de Consenso de Maastricht/Florencia, en 2016, concluyó que ciertos probióticos (como Lactobacilli y S. boulardii) muestran resultados favorables como tratamiento adyuvante en la infección por H. pylori para reducir los efectos secundarios, con una mejora en la adherencia al tratamiento antibiótico(34).

No obstante, los autores resaltan la gran heterogeneidad de las publicaciones incluidas, tanto en: la población a estudio (niños y adultos), los métodos diagnósticos, las terapias de erradicación y las cepas empleadas, por lo que la calidad de la evidencia no se puede considerar adecuada como para establecer una recomendación, aunque sí pueda ser útil para los pacientes en los que no se haya logrado la erradicación(31).

Tratamiento y prevención de trastornos funcionales gastrointestinales ligados al dolor abdominal

La guía WGO de 2011 proponía el L. rhamnosus GG 1010-1011 UFC, dos veces al día, con evidencia 1 a y al L. reuteri DSM 17938 108 UFC, dos veces al día, con evidencia 1 b efectivo para el alivio de algunos síntomas de los trastornos intestinales funcionales(30).

En WGO de 2017, se mantienen dichas recomendaciones, administrando dichos probióticos de 4-8 semanas con evidencia 1; y da cierta utilidad al VSL#3* administrando 1 sobre/día en niños de 4-11 años de edad, 1 sobre/12 h para los de 12-18 años, durante 6 semanas, con evidencia 3.

(*VSL#3: Lactobacillus plantarum, Lactobacillus casei, Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus, Bifidobacterium infantis, Bifidobacterium longum, Bifidobacterium breve y Streptococcus salivarius subsp. Thermophilius)(29).

En conclusión, hay alguna evidencia de que los probióticos podrían disminuir la intensidad del dolor en niños con problemas funcionales de trastornos de dolor abdominal y solo dos probióticos (LGG y L. reuteri DSM 17 938) demuestran ser efectivos en más de 2 ECAs. Sin embargo, es difícil interpretar los resultados, ya que incluyen diferentes protocolos de estudio, duraciones de intervenciones, resultados primarios y tipo de dolor. Debido a las limitaciones de la evidencia disponible y la falta de pautas estandarizadas, no se puede proporcionar ninguna recomendación sobre el uso de probióticos para el tratamiento o prevención de trastornos funcionales gastrointestinales asociados a dolor abdominal en niños(32).

Prevención de la enterocolitis necrotizante (ECN)

En la WGO de 2011, se recomendaba Infloran®: B. bifidum NCDO 1453,+ L. acidophilus NCDO 1748, 109 UFC para cada cepa, dos veces al día, con evidencia 1 b, y con igual evidencia también otras combinaciones: L. acidophilus +B. infantis 108 UFC para cada uno, dos veces al día, u otras como B. infantis, B. bifidum, S. thermophilus 109 UFC para cada uno, una vez al día(30).

En la guía WGO de 2017, establece que “las sociedades científicas no han dado indicaciones claras sobre qué cepa o cepas de probióticos se debería recomendar”, aunque se reconoce que producen reducción del riesgo de ECN y mortalidad en lactantes con peso al nacer <1.500 g. De hecho, se pronuncian al respecto con similares argumentos a los de 2011: “hay ensayos clínicos que muestran que la suplementación probiótica reduce el riesgo de enterocolitis necrotizante de los recién nacidos prematuros. Las revisiones sistemáticas de los ensayos controlados aleatorizados también han demostrado una reducción del riesgo de muerte en grupos tratados con probióticos. Para impedir la muerte de un prematuro por cualquier causa, el número necesario a tratar (NNT) con probióticos es de 20”(29).

Las siguientes cepas han resultado NO ser efectivas: Saccharomyces boulardii CNCM I-745, Bifidobacterium breve BBG-001, Bb12(29).

La ESPGHAN no llega a pronunciarse sobre el tema(32). Existe un debate dentro de la comunidad científica sobre el uso de probióticos para la prevención de la ECN. Varios estudios informan que los probióticos reducen tanto la incidencia de ECN, como de mortalidad asociada a ECN, en recién nacidos prematuros y varios meta-análisis han confirmado estos resultados(31).

En 2014, se realizó un extenso meta-análisis que incluyó 24 ensayos. Encontraron que la suplementación con probióticos enterales redujo significativamente la incidencia de ECN grave (estadio II o más) (20 estudios, 5.529 neonatos) y mortalidad (17 estudios, 5.112 neonatos). No hubo evidencia de una reducción significativa de la sepsis nosocomial (19 estudios, 5.338 recién nacidos). Los ensayos incluidos no informaron de infección sistémica con el organismo probiótico suplementario. Dicha revisión concluye que el uso de probióticos reduce la aparición de ECN y la muerte en bebés prematuros que nacen con un peso inferior a 1.500 gramos. No hay datos suficientes con respecto a los beneficios y los posibles efectos adversos en los lactantes con mayor riesgo que pesan menos de 1.000 gramos al nacer(35).

En 2016, se incorporaron 13 ensayos (n = 5.033), encontrando reducción en la incidencia de ECN grave y mortalidad por todas las causas. No se mostró mayor incidencia de sepsis achacable al probiótico en los cultivos. Y, aunque concluyen que los bebés prematuros se benefician de los probióticos para prevenir la ECN grave y la muerte, la heterogeneidad de los organismos y los regímenes de dosificación estudiados, evitan que se haga una recomendación de tratamiento específico de especie(36).

Ante estos resultados, la Cochrane Neonatal Review Group apoya un cambio en la práctica clínica mediante el uso sistemático de probióticos en prematuros, excepto en aquellos de muy bajo peso para la edad gestacional (<1.000 g), debido a la falta de datos específicos en este grupo de alto riesgo, mientras que el Grupo de Nutrición y Metabolismo Neonatal de la SENeo considera que el uso de probióticos debería tenerse en cuenta en el prematuro ≤32 semanas de gestación o <1.500 g, incluidos los menores de 1.000 g, si bien su uso, en especial en los recién nacidos con menos de 1.000 g, debe someterse a una estrecha monitorización. La suplementación debe indicarse precozmente, en cuanto el neonato inicia la nutrición enteral y mantenerse hasta alcanzar una edad gestacional corregida de 36-37 semanas o hasta el alta(37).

Tratamiento y prevención de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII)

Hay escasas evidencias sobre las recomendaciones del uso de probióticos en la edad pediátrica.

En las guías de 2011 solo aparecía, con evidencia 1 b, la siguiente recomendación al respecto en edad pediátrica: el uso de mezcla VSL#3, 4 a 9 x 1011 UFC, 2 veces al día, para el tratamiento de la colitis ulcerosa levemente activa, junto al tratamiento con salicilatos, mejorando las tasas de inducción, remisión y mantenimiento al año de seguimiento frente a placebo.

Para los adultos, sí que recogía más experiencia y se recomendaba con igual evidencia 1 b, Escherichia coli Nissle 1917, 5 × 1010 bact. viables, dos veces al día, para el mantenimiento y la remisión en la colitis ulcerosa. El VSL#3, 2 a 9 × 1011 UFC, dos veces al día, tanto para el tratamiento como para la prevención y mantenimiento de la remisión de la colitis o pouchitis ulcerosa de actividad leve(30).

En las guías WGO de 2017 para la edad pediátrica, la evidencia es más modesta, tipo 2, y se recomiendan tanto E. coli Nissle 1917 como el VSL#3 a igual dosis y pauta que las referidas para la inducción a la remisión de la colitis ulcerosa.

En adultos con pouchitis o reservoritis (una complicación que puede aparecer con el tiempo en pacientes colectomizados), la mezcla VSL#3 se mostró con mayor evidencia 1 en mantenimiento de la remisión que en el tratamiento de la pouchitis activa, en la que mostró menor evidencia 2.

En la colitis ulcerosa, E. coli Nissle 1917 y VSL#3 mostraron evidencias más modestas, tanto en el mantenimiento de la remisión 2, como en la inducción de dicha remisión 3, respectivamente(29).

En resumen: con respecto a la pouchitis, hay buena evidencia de la eficacia de VSL#3 para prevenir el episodio inicial y las recaídas adicionales después de la inducción de la remisión con antibióticos. En general, las pautas concluyen que los probióticos se recomiendan para pacientes con pouchitis de actividad leve o como terapia de mantenimiento para aquellos en remisión. Para la colitis ulcerosa, las pautas sugieren que E. coli Nissle puede ser tan eficaz como la mesalazina para mantener la remisión de la colitis ulcerosa, y que VSL#3 tiene eficacia en la inducción y el mantenimiento de la remisión de la colitis ulcerosa leve a moderada. Para la enfermedad de Crohn, las directrices señalan que los probióticos son menos efectivos, como se informó en una revisión sistemática de la Cochrane, que concluyó que no hay evidencia que indique un efecto beneficioso de los probióticos en el mantenimiento de la remisión en la enfermedad de Crohn(31).

Prevención de las enfermedades alérgicas

En la guía WGO de 2011, no aparece ninguna recomendación específica de uso de probióticos para la prevención de las alergias, pero sí especifica que solo unos pocos estudios han evidenciado alguna utilidad en el tratamiento de un subgrupo de pacientes con eczema atópico. También que se conoce poco sobre la eficacia en la prevención de la alergia alimentaria(30).

En la guía de 2017 para la dermatitis atópica, especifica que “todavía no hay ninguna indicación clara en cuanto a qué probióticos utilizar”. Sin embargo, el beneficio neto de los probióticos durante el período perinatal previniendo enfermedades alérgicas, ha llevado a una recomendación de la Organización Mundial de Alergia sobre el uso de probióticos durante: el embarazo, la lactancia materna y el destete en familias con alto riesgo de enfermedad alérgica(29,38).

Aunque la Organización Mundial de Alergia recomienda el uso de probióticos en la madre, tanto durante el embarazo como durante la lactancia, y en bebés con alto riesgo de atopia, la ESPGHAN considera que no existe aún suficiente evidencia de calidad para recomendar rutinariamente su empleo en este apartado, principalmente debido a la heterogeneidad de los diferentes estudios analizados, en las cepas empleadas, el modo de administrarlas y la dosis y duración de la suplementación.

El meta-análisis más reciente comprendió 17 ECAs, que cubrieron a 4.755 niños, y mostró que el uso de probióticos, en general, disminuye el riesgo de dermatitis atópica, especialmente si se usa una combinación de probióticos. Sin embargo, no se encuentran diferencias significativas en términos de prevención del asma, sibilancias o rinoconjuntivitis. El análisis agrupado mostró que los probióticos podrían reducir el riesgo de atopia de manera más eficiente si se administran prenatalmente a la madre embarazada y postnatalmente al niño(39). Los estudios de seguimiento revelaron que, aunque el riesgo de dermatitis atópica se mantuvo reducido con el tiempo, el riesgo de otras enfermedades alérgicas, como sibilancias y rinoconjuntivitis alérgica, aumentó en el grupo de probióticos. Concluyen que la evidencia para recomendar cepas o combinaciones de probióticos específicos para la prevención de la atopia es insuficiente(32,40).

En cuanto a la posibilidad de utilizar probióticos para acelerar la tolerancia oral en niños con alergia a proteínas de leche de vaca (APLV), dos estudios, uno llevado a cabo en 2012 y otro en 2017, por los mismos autores, y ampliando la primera muestra de 55 a 220 lactantes (110 reciben fórmula hidrolizada y 110 la misma, suplementada con Lactobacillus GG), encuentran que en términos de adquisición de tolerancia, a los 12, 24 y 36 meses, fue mayor en los niños suplementados, tanto en casos de APLV IgE como no IgE mediada(41).

Los probióticos y prebióticos han demostrado estar relacionados con patologías que están fuera del espectro normal de la enfermedad gastrointestinal. Las nuevas evidencias sugieren que la microbiota intestinal puede tener efecto sobre afecciones no gastrointestinales, estableciendo así un vínculo entre esas afecciones y el tracto gastrointestinal. Muchos estudios han demostrado que los probióticos pueden reducir la vaginosis bacteriana, la cistitis, reducir los patógenos orales y las caries dentales, y reducir la incidencia y duración de las infecciones comunes del tracto respiratorio superior, incluidas las otitis. También, se están probando probióticos y prebióticos para la prevención de algunas manifestaciones del síndrome metabólico, incluyendo: exceso de peso, diabetes tipo 2 y dislipemias, alteraciones del estado de ánimo, como la ansiedad, etc.; pero están fuera del objetivo de esta revisión, que se ha centrado en el uso en aquellas patologías pediátricas en las que más evidencia se ha encontrado.

Precauciones y posibles efectos secundarios del uso de los probióticos

El uso de probióticos, debido al conocimiento de sus potenciales beneficios para la salud, mantiene un crecimiento exponencial, dando lugar a una gran variedad de productos comerciales denominados genéricamente nutracéuticos; es decir, de origen natural, beneficiosos para la salud, con propiedades biológicas activas y capacidad preventiva y/o terapéutica definida. Dichos productos también se utilizan como complemento en los llamados alimentos funcionales(1). Los productos probióticos están llegando al mercado en una amplia gama de formas diferentes. Por ejemplo, se agregan a los alimentos o se proporcionan como suplementos envasados en: cápsulas, píldoras, suspensiones, bolsitas de polvo, aerosoles y granulados. Estos productos se rigen por normativas, tanto europeas como americanas, diferentes, que en general deben ofrecer al consumidor información fiable sobre sus posibles efectos beneficiosos para la salud y la ausencia de virulencia “bajo cualquier circunstancia”, lo que les permite ser catalogados como organismos Generally Regarded As Safe (GRAS) por la Food and Drug Administration de EE.UU. y Qualified Presumption of Safety (QPS) por la European Food Safety Authority. Estos criterios son significativamente menos estrictos que los de origen medicamentoso o medicamentos. La administración de estos probióticos en población sana se ha demostrado, a lo largo de los años, como segura, reflejo de ello ha sido el escaso número de complicaciones publicadas. Sin embargo, el uso creciente en un amplio abanico de patologías, ha hecho reconsiderar el posible riesgo de complicaciones en algunas de ellas(29).

Los problemas de seguridad no se han establecido para la mayoría de probióticos, y los datos solo se han generado como resultados secundarios. Es importante señalar que faltan estudios que evalúen la seguridad como resultado primario del estudio. La mayoría de los efectos adversos informados se basaron en informes de casos o series de casos, y se deben realizar ECAs diseñados adecuadamente para evaluar este problema. Todo ello ha generado dudas sobre la calidad y la seguridad de dichos productos al ser aplicados en pacientes más vulnerables de presentar efectos secundarios indeseables(32).

En 2011, la Agencia de Investigación y Calidad de la Salud de EE.UU. publicó un informe sobre la seguridad de los probióticos, basado en una revisión sistemática de 622 ECAs, concluyendo que:

1. La mayoría de las cepas probióticas que se estudiaron deberían considerarse generalmente como seguras, pero la evidencia que abordaba adecuadamente la seguridad era limitada.

2. Los efectos adversos eran más frecuentes en pacientes con problemas de salud.

3. No hay evidencia concluyente de que el uso de una mezcla de diferentes cepas probióticas tuviera más eventos adversos que el uso de una única.

4. Los efectos a largo plazo del uso de cepas probióticas es desconocido(42).

En general, los efectos secundarios del uso de probióticos pueden ser potencialmente importantes como: infecciones sistémicas, actividades metabólicas nocivas, estimulación inmunológica en poblaciones susceptibles, síntomas gastrointestinales y la transferencia de genes que codifican características bacterianas potencialmente peligrosas, como la resistencia a los antimicrobianos. Además, pueden aparecer otros que incluyen efectos metabólicos, como la producción de d-lactato con acidosis láctica, la desconjugación de las sales biliares y los efectos inmunomoduladores a corto y largo plazo. Estos últimos son particularmente relevantes para el uso neonatal y la transferencia de material genético como los plásmidos que codifican la resistencia antimicrobiana de las bacterias probióticas a las bacterias más patógenas. Finalmente, también hay efectos adversos limitados a síntomas gastrointestinales leves, como: calambres abdominales, náuseas, diarrea, flatulencia y alteración del gusto, aunque los estudios no describieron ninguna diferencia en comparación con el placebo.

Las especies o cepas de Bifidobacterium, Lactobacillus y Saccharomyces son con las que mayoritariamente se informan de efectos adversos, dado que estas son las más utilizadas, en particular para el LGG y para el S. boulardii. También hay mayores preocupaciones de seguridad sobre el uso de probióticos si otras especies que pertenecen a los mismos géneros son patógenas (Streptococcus, Bacillus y Enterococcus)(32).

Los mayores riesgos específicos del uso de probióticos son:

Septicemia

Los pacientes que potencialmente corren un riesgo de diseminación séptica son: los inmunocomprometidos, prematuros y enfermos oncológicos debilitados. Los factores de riesgo menores son: la presencia de un catéter venoso central, barrera intestinal deteriorada, síndrome de intestino corto, administración de probióticos por yeyunostomía, administración concomitante de antibióticos de amplio espectro (resistencia a los probióticos), la patogenicidad conocida de las cepas probióticas y enfermedad valvular cardíaca(32).

Se estima que el riesgo de desarrollar bacteriemia por lactobacilos ingeridos es inferior a uno por un millón de los que lo ingieren, y los factores de riesgo asociados son: la existencia de inmunosupresión, de comorbilidades subyacentes graves o de hospitalizaciones, tratamiento antibiótico o intervenciones quirúrgicas previas (especialmente en pacientes con síndrome de intestino corto), cirugía cardiaca y parálisis cerebral.

El riesgo de desarrollar fungemia por Saccharomyces boulardii se estima en uno por 5,6 millones de consumidores. El riesgo de fungemia asociado con S. boulardii aumenta en pacientes críticos, los que están en unidades de cuidados intensivos, usan ventilación mecánica o catéteres venosos centrales, aquellos tratados con antibióticos de amplio espectro, o los que están inmunosuprimidos o son recién nacidos prematuros. Las guías de práctica clínica no recomiendan el uso de S. boulardii en pacientes con infecciones por C. difficile en estado crítico.

Pancreatitis severa en adultos

Sobre todo, cuando además hay isquemia intestinal, la administración de un preparado multiespecie (Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus casei, Lactobacillus salivarius, Lactococcus lactis, Bifidobacterium bifidum y Bifidobacterium lactis) se relacionó con mayor mortalidad. Por lo tanto, se contraindica su uso en estas circunstancias(32).

Efecto sobre el sistema inmune

Hay varios estudios que han valorado la posibilidad de prevenir enfermedades alérgicas, administrando diferentes probióticos desde antes del nacimiento a embarazadas, y desde o poco después del nacimiento al niño. Se ha visto que, si bien, tienen un efecto protector sobre la dermatitis atópica durante un tiempo, el riesgo de otras enfermedades alérgicas, como sibilantes y rinoconjuntivitis alérgica aumentó en el grupo de prueba, como ya se ha comentado(40). Aunque no hay estudios a largo plazo que hayan probado los efectos de los probióticos sobre el sistema inmune, sí que parecen tener algún efecto sin que se conozcan los mecanismos exactos.

El riesgo de reacciones alérgicas por la ingesta de probióticos en pacientes alérgicos a las proteínas de la leche o el huevo, es relativamente frecuente y depende no del probiótico en sí, sino de los excipientes o componentes de la matriz de encapsulación. Martín-Muñoz, et al. en 2012(43), revisan los contenidos de trazas de proteínas de leche de vaca y huevo en diferentes productos comercializados con probióticos (7 suplementos dietéticos y 4 preparados farmacéuticos), encontrando contaminación y trazas de huevo en 3, y de proteínas de leche de vaca en 10, con valores de hasta 2,5 mg/kg en 3 de ellos, y algunos sin clara advertencia de su existencia en el etiquetado. Dado que las alergias a las proteínas de leche de vaca y al huevo son dos de las alergias alimentarias más comunes, el uso de probióticos en estos pacientes debe limitarse a los productos que no contengan alérgenos alimentarios y reflejar claramente dicha circunstancia en el etiquetado(29).

La transferencia de resistencia a los antimicrobianos

La posibilidad de transferencia de resistencia antimicrobiana desde los probióticos a bacterias patógenas se ha comprobado en algunas cepas: Lactobacillus, es naturalmente resistente a la vancomicina; LGG no tiene plásmidos que contengan resistencia a antibióticos; Lactobacillus reuteri ATCC 55730 tenía un rasgo de resistencia transferible para tetraciclina y lincomicina y, por lo tanto, fue reemplazado por una nueva cepa, L. reuteri DSM 17938(44); y no se recomienda el uso del Enterococcus faecium SF68 en la gastroenteritis aguda en niños, debido a la posible transferencia de genes resistentes a la vancomicina(32).

 

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio del autor.

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Bibliografía recomendada

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En este artículo, se revisan diferentes aspectos sobre la flora gastrointestinal o microbiota, desde el momento de su adquisición, antes, durante y tras el nacimiento, composición y distribución de la misma en diferentes nichos o tramos intestinales. Se realiza un recordatorio anatomo-histo-fisio-inmunológico de la barrera intestinal y se analizan las funciones de la microbiota y el microbioma: 1) Mejora de dicha barrera mediante diferentes mecanismos. 2) La función metabólica, mediante la cual la flora comensal degrada los restos carbonados y proteicos no digeridos en el intestino delgado. 3) Una de las funciones más importantes es la inmunomodulación, dado que la microflora actúa modulando la respuesta tolerogénica de homeostasis intestinal Th2, frente a la proinflamatoria Th1.

También, se valoró la composición, dosificación, mecanismos y efectos beneficiosos de los prebióticos, probióticos y simbióticos, así como las normativas generales por las que se rigen dichos productos bioterapéuticos, considerados comercialmente como nutracéuticos y con normativas más laxas que los medicamentos propiamente dichos. Se incluye una somera tabla de usos e indicaciones en Pediatría (Tabla I), según el consenso de WGO publicado en 2011.

– Zorzela L, Ardestani SK, McFarland L V, Vohra S. ¿Is there a role for modified probiotics as beneficial microbes: a systematic review of the literature? Benef Microbios. 2017; 8: 739-54.

Interesante revisión donde se realiza un estudio sistemático y un meta-análisis del uso de probióticos modificados (muertos por calor o sonicados), los llamados paraprobióticos, valorando la eficacia y seguridad para prevenir y tratar diversas enfermedades, dado el potencial riesgo del uso de probióticos vivos para el tratamiento o prevención de determinadas patologías en pacientes comprometidos. Se efectúa una amplia búsqueda en diferentes bases de datos. Se incluye un total de 40 ensayos (n = 3.913): 14 ensayos para la prevención de enfermedades (15 brazos con probióticos modificados y 20 brazos control), y 26 ensayos para el tratamiento de diversas enfermedades (29 brazos con probióticos modificados y 32 brazos control). El objetivo primario fue el análisis de la eficacia para prevenir o tratar la enfermedad, y el resultado secundario fue la incidencia de eventos adversos.

Se obtuvo los siguientes resultados: los probióticos modificados (paraprobióticos) se compararon con placebo (44%) o con la misma cepa probiótica viva (39%) o solo con terapias estándar (17%). Los microbios modificados no fueron significativamente más o menos efectivos que los probióticos vivos en el 86% de los ensayos preventivos y el 69% de los ensayos de tratamiento. Las cepas probióticas modificadas fueron significativamente más efectivas en el 15% de los ensayos de tratamiento. Las tasas de incidencia de eventos adversos fueron similares para los probióticos modificados y vivos, y otros grupos de control, pero muchos ensayos no recopilaron datos de seguridad y homogeneidad comparables adecuados, por lo que no se pudo llegar a conclusiones firmes de indicación para el tratamiento de enfermedades específicas, precisando una ampliación de estudios y ensayos.

Todo ello, rompe con la premisa de viabilidad para asegurar un efecto de dichos probióticos y abre un nuevo camino de investigación en la utilización de sustancias, bien secretadas por los propios probióticos (postbióticos) o bien los propios probióticos desvitalizados o incluso fragmentados con el menor riesgo, en cuanto a translocación o fungemia, que potencialmente podrían tener los probióticos cuando se usan en pacientes comprometidos.

– Guarner F, Sanders ME, Eliakim R, Fedorak R, Gangl A, Garisch J, et al. World Gastroenterology Organisation Global Guidelines. Probiotics and prebiotics. 2017. Acceso el 1 de diciembre de 2019. Disponible en: http://www.worldgastroenterology.org/guidelines/global-guidelines/probiotics-and-prebiotics.

Esta nueva guía de la Organización Mundial de Gastroenterología (WGO) es renovación de la ya previamente publicada en 2011. Realiza un repaso de las diferentes patologías, tanto en adultos como en edad pediátrica, de las indicaciones de los probióticos, con grado de evidencia y dosis; además, aporta unas tablas resumen muy prácticas. Es de necesaria lectura y manejo como herramienta a la hora de hacer una adecuada prescripción de dichos probióticos.

– Hojsak I, Fabiano V, Pop TL, Goulet O, Zuccotti GV, Cullu F, et al. Guidance on the use of probiotics in clinical practice in children with selected clinical conditions and in specific vulnerable groups. Acta Paediatr. 2018; 107: 927-37.

Esta revisión de las sociedades europeas resume las recomendaciones y las directrices científicamente acreditadas sobre el uso de probióticos en niños con condiciones clínicas seleccionadas, y proporciona puntos de práctica.

La Asociación Europea de Pediatría, la Unión de las Sociedades y Asociaciones Nacionales Europeas de Pediatría (EPA/UNEPSA) convocó a un panel de expertos europeos independientes para examinar la suplementación con probióticos.

Se realizaron búsquedas en las bases de datos de PubMed y Cochrane Library hasta septiembre de 2017 respecto a directrices, recomendaciones y documentos de posición relevantes que cubriesen las indicaciones clínicas pediátricas que se seleccionaron, recuperando las pruebas de alta calidad más recientes. Determinaron qué cepas probióticas específicas eran efectivas para prevenir: la diarrea asociada a antibióticos y nosocomial, tratar la gastroenteritis aguda y el cólico infantil en los lactantes. El panel decidió no incluir alimentos que contuviesen probióticos, prebióticos y simbióticos, porque estaba fuera del alcance de ese documento. También excluyeron el uso de bacterias vivas para prevenir la enterocolitis necrotizante en bebés prematuros.

Se recomienda especial precaución para ciertos grupos, incluidos los bebés prematuros, los pacientes inmunocomprometidos y los pacientes críticos.

Caso clínico

 

Niño de 4 años y 2 meses, conocido de consulta, que acude por cuadro de disconfort, dolor abdominal recidivante de tipo cólico, que puede prolongarse varias horas. En ocasiones, se acompaña de vómitos y abundante flatulencia que suele causar alivio. Su madre lo ha relacionado en principio con la toma de leche, aunque ha probado a dar hidrolizados, tanto de leche de vaca como a base de soja, e incluso ha probado, por indicación hospitalaria, una leche altamente hidrolizada a base de aminoácidos esenciales. Todo le sienta igual de mal, también otros alimentos proteicos (pescado, carne de res y pollo) y verduras (habichuelas verdes y bubango). En ocasiones, le ha producido dicho malestar, en otras los come sin problemas. Ha retirado sistemáticamente uno por uno estos alimentos durante 3-4 semanas sin que hubiera respuesta positiva, incluso ha hecho dieta exenta de FODMAPs sin resultados. No ha tenido problemas con el huevo y, actualmente, toma yogures normales, que parece tolerar mejor que la leche. En cuanto al hábito intestinal, tiene periodos de estreñimiento (Bristol 1-2), otros de heces más flojas sin llegar a ser líquidas (Bristol 5-6), y mucha flatulencia maloliente. Nunca ha tenido deposiciones sanguinolentas ni reacciones alérgicas en piel, a pesar de que presenta una leve atopia.

Su desarrollo póndero-estatural ha sido correcto, aunque en percentiles bajos de talla y peso (Pc 10 de peso y Pc 3 de talla), pero la talla diana está dentro de la talla genética y el desarrollo psicomotor ha sido adecuado en todo momento.

A la exploración: peso: 15 kg (Pc 15; -1,04 DE); talla: 97 cm (Pc 3; -1,96 DE), IMC (Pc 14,96; -0,05 DE). Buen estado general con normocoloración de piel y mucosas, doble pliegue palpebral y lengua geográfica, piel algo seca, sin descamación ni eritemas. Adecuado trofismo de cabello y dientes caducos sin caries ni alteraciones del esmalte. Resto de exploración por órganos y aparatos, sin hallazgos llamativos.

Exámenes complementarios realizados: RAST y prick test a PLV negativos, prueba de provocación APLV superada (aunque su madre sigue evitando darle mucha leche, porque nota que le sienta mal).

Estudios de hemograma, proteína C reactiva, VSG, bioquímica sanguínea: glucemia con perfil hepático, renal, iones (Ca, P, Zn, Cl, Na), ferritina, inmunoglobulinas, vitamina B12, ácido fólico, hormonas tiroideas TSH y T4L, todo dentro de límites normales. Serología de enfermedad celiaca: Ac antitransglutaminasa y antipéptido deaminado de gliadina, resultó negativa. Orina A/S, Ca/cr, citratos: normales. Heces: coprocultivo y parásitos, negativos. Determinación de grasa en heces (Van de Kamer), pH fecal, sustancias reductoras en heces, Ag de Helicobacter pylori y Calprotectina en heces: todo negativo. Electrolitos en sudor dentro de la normalidad. Ecografía abdominal, sin hallazgos anormales.

 

 

Las grasas en la alimentación

A. Farrán-Codina
Regreso a las bases


A. Farrán-Codina

Departamento de Nutrición, Ciencias de los Alimentos y Gastronomía, Facultad de Farmacia. Universidad de Barcelona

Resumen

Las grasas constituyen un nutriente esencial en la alimentación humana, debido a su papel como fuente de energía, elemento estructural y regulador. Su digestión es un proceso complejo, en el cual participan diferentes lipasas y sustancias emulsionantes contenidas en la bilis. La absorción se produce a través de difusión pasiva micelar que puede ser facilitada por proteínas de la membrana apical del enterocito. El transporte de sustancias grasas se realiza a través de diferentes lipoproteínas plasmáticas (principalmente: quilomicrones, VLDL, LDL, HDL). Las principales fuentes de grasas en alimentación humana son: los aceites y grasas vegetales, y las grasas animales. Existen, sin embargo, algunos alimentos cuyo contenido alto en grasa no es evidente para el consumidor. Las recomendaciones de ingesta en población infantil se centran en controlar la ingesta de grasas, limitar la ingesta de saturados y ácidos grasos trans, asegurando un mínimo de ingesta de ácidos grasos poliinsaturados.

 

Abstract

Fats are an essential nutrient in human diet due to their role as an energy source, as well as a structural and regulatory element.
Its digestion is a complex process, in which different lipases and emulsifying substances contained in the bile participate. Absorption occurs through passive micellar diffusion that can be facilitated by proteins of the apical membrane of the enterocyte. The transportation of fatty substances is carried out through different plasma lipoproteins (mainly: chylomicrons, VLDL, LDL, HDL). The main sources of fats in human food are: vegetable fats and oils, and animal fats. However, there are certain foods whose high fat content is not evident to the consumer. The recommendations in children are focused on controlling fat intake, and limiting saturated and trans fatty acids, ensuring a minimum intake of polyunsaturated fatty acids.

 

Palabras clave: Grasas; Lípidos; Digestión; Absorción; Metabolismo; Fuentes alimentarias; Recomendaciones de ingesta.

Key words: Lipids; Digestion; Absorption; Metabolism; Food sources; Intake recommendations

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 174.e1 – 174.e6


Las grasas en la alimentación

Introducción

Se entienden por grasas o lípidos, al conjunto de compuestos orgánicos de naturaleza hidrofóbica y que normalmente se disuelven en disolventes orgánicos de baja polaridad (p. ej.: la acetona, el cloroformo, o bien el éter). Los compuestos que forman parte de esta fracción son diversos y varían considerablemente en su tamaño y polaridad (Tabla I)(1).

La importancia de las grasas de la dieta para la fisiología humana radica principalmente en el elevado valor energético de los triacilglicéridos (9 kcal/g = 37,6 kJ/g) y la presencia de ácidos grasos esenciales y vitaminas. Además, las grasas tienen importantes propiedades organolépticas gracias a su punto de fusión, sabor agradable y capacidad disolvente de sustancias sápidas y olorosas. De todas las grasas mencionadas en la tabla I y dejando aparte las vitaminas, los triacilglicéridos (TAG) y los ácidos grasos (AG), los fosfolípidos (glicerofosfolípidos y esfingolípidos, FL) y los esteroles, son las más importantes en nutrición humana.

Triacilglicéridos y ácidos grasos

Los TAG constituyen de largo la fracción más importante de la grasa consumida por los humanos en su alimentación.

La molécula de TAG está compuesta de 3 ácidos grasos esterificados con una molécula de glicerol. Los aceites y grasas comestibles son mayoritariamente TAG y los AG constituyen la casi totalidad de su masa de TAG (un 90% aproximadamente). Los AG de los TAG pueden variar de manera importante en su longitud de cadena y grado de insaturación. Se suele distinguir entre familias de AG, en función de la distancia del primer doble enlace con respecto al grupo metil terminal del ácido graso. Así se habla, por ejemplo, de los AG n-3 y n-6 (también llamados omega-3 y omega-6). La esencialidad de los AG depende de la distancia del primer doble enlace desde el terminal metilo. Las enzimas biosintéticas humanas pueden sintetizar AG de novo insertando dobles enlaces en la posición n-9 o superior, pero no pueden insertar enlaces dobles en ninguna posición más cercana al extremo metilo. Por esta razón, los AG n-3 (especialmente, el ácido linolénico, ALA) y n-6 (especialmente, el ácido linoleico, LA) se consideran esenciales y deben obtenerse de la dieta. A partir de estos AG pueden sintetizarse otros de la serie n-3, como por ejemplo: el docosahexaenoico (DHA) y el eicosapentaenoico (EPA); o bien de la serie n-6, como el ácido araquidónico (AA)(2).

Fosfolípidos

Los FL se distinguen de los TAG en que presentan grupos polares que le confieren a la molécula disponer de una zona básicamente hidrofílica y otra hidrófoba (molécula anfipática), otorgándole la propiedad de poder estar parcialmente diluida en agua o en medio orgánico apolar.

Esto los convierte, por ejemplo, en componente fundamental de las membranas de bicapa lipídica de las células o en moléculas adecuadas para solubilizar los ácidos biliares y favorecer la digestión de las grasas.

Esteroles

El colesterol es una molécula anfipática que puede encontrarse libre o esterificada con AG.

El colesterol es un componente importante de las membranas celulares animales y es un precursor de numerosas moléculas de nuestro organismo. Se encuentra casi exclusivamente en alimentos de origen animal. En alimentos de origen vegetal encontramos fitoesteroles, algunos de los cuales tienen cierta capacidad de interferir en la absorción del colesterol, especialmente los conocidos como fitoesteroles saturados o fitoestanoles.

Digestión y absorción

La digestión de los lípidos empieza ya en la cavidad bucal, gracias a la acción de la lipasa lingual (pH óptimo = 4,5, pero activa en un rango de pH = 2-7,5). La hidrólisis de los TAG continúa en el estómago, gracias a la lipasa gástrica (pH óptimo = 3-6), producida en las glándulas fúndicas del estómago. La acción de ambas lipasas permite hidrolizar hasta un 10-15% de los TAG presentes en el bolo alimenticio antes de que este llegue al intestino, con preferencia sobre los AG de cadena corta que forman parte de TAG. La grasa que entra al duodeno contiene un 70% de TAG, siendo el resto una mezcla de productos parcialmente hidrolizados(2).

La digestión de las grasas en el intestino delgado requiere de bilis y lipasa pancreática. Los tres principales componentes lipídicos de la bilis son: las sales biliares, los FL (principalmente, la fosfatidilcolina) y el colesterol sin esterificar.

La bilis tiene una acción emulsionante que permite reducir el tamaño de las gotas de grasa. En el intestino delgado, la lipasa pancreática continua la hidrólisis de los enlaces éster de los TAG que se encuentran en las gotas lipídicas, con la ayuda de una proteína conocida como colipasa. La colipasa, además, facilita la transferencia de los productos de la hidrólisis de las grasas (2-monoacilglicéridos y AG libres) hacia las micelas formadas por las sales biliares. Las lipasas actúan sobre los enlaces éster de las posiciones terminales (1 y 3) de los TAG, pero no sobre el ácido graso central (posición 2). Los 2-monoacilglicéridos, los FL y los ésteres de colesterol son resistentes a la acción hidrolítica de las lipasas. La acción hidrolítica de la lipasa pancreática puede ser inhibida por una sustancia bacteriana llamada tetrahidrolipstatina, denominada genéricamente orlistat(3).

La hormona secretina y la presencia de TAG en el intestino delgado, estimulan la síntesis de la lipasa y la colipasa en el páncreas. La liberación de sales biliares y lipasa pancreática también se regula humoralmente. La presencia de aminoácidos y productos de digestión de grasas provoca la liberación de colecistoquinina (CCK) y secretina en la circulación. La CCK estimula la producción de enzimas pancreáticas exocrinas, mientras que la secretina aumenta la producción de electrolitos pancreáticos. La CCK también induce la síntesis de la bilis hepática y su liberación a través de la contracción de la vesícula biliar(2).

En los lactantes, los TAG son digeridos por la acción concertada de: la lipasa gástrica, la lipasa pancreática dependiente de colipasa y una lipasa estimulada por las sales biliares (LESB) presente en la leche materna. La lipasa gástrica inicia la digestión del glóbulo graso de la leche y la LESB la finaliza, convirtiendo de forma no selectiva los monoacilglicéridos resultantes en glicerol y AG libres. Este proceso aumenta la eficiencia de su absorción(2,4).

Los productos de la hidrólisis digestiva de las grasas (2-moacilgliceroles y AG libres) forman micelas gracias a la acción emulsionante de las sales biliares y los FL (principalmente, la fosfatidilcolina) presentes en la bilis en una proporción 1:3, respectivamente. La incorporación de 2-monoacilglicéridos a la micela mejora su capacidad de solubilizar AG libres y colesterol. En cambio, tanto los diacilglicéridos como los TAG se incorporan en cantidades muy bajas. Una vez formadas las micelas mixtas que contienen AG libres, 2-monoacilglicéridos, colesterol, FL y sales biliares, estas migran hacia la capa líquida no agitada de la mucosa intestinal(3).

La digestión de los FL (ya sean de la dieta o biliares) se produce gracias a la acción hidrolítica del enzima pancreático fosfolipasa A2, rindiendo lisofosfoglicéridos y AG libres. El colesterol también puede ser de origen dietético (hasta un 65% está esterificado) o bien biliar (todo sin esterificar). La hidrólisis del enlace éster se realiza gracias a la acción de una colesterol éster hidrolasa pancreática dependiente de sales biliares. Los productos de ambos procesos son absorbidos a través de las micelas mixtas, siguiendo el proceso antes mencionado. Los fitoesteroles tienen una absorción mucho menor que el colesterol (10% versus 50%), siendo prácticamente nula en los fitoestanoles. Se ha comprobado que algunos fitoesteroles (p. ej., el sitoesterol) reducen la absorción de colesterol al competir con este durante la formación de micelas mixtas, siendo esta reducción más importante si se trata de fitoesteroles saturados (p. ej., sitoestanol), consiguiendo incluso disminuir los niveles circulantes de colesterol(2,3).

Los AG libres y el colesterol entran dentro del enterocito a través de un proceso de difusión facilitada mediada por proteínas de transporte. El 2-monoacilglicerol usaría esta misma vía, pero es de suponer que la difusión pasiva a través de la membrana también es posible. Dentro del enterocito, los 2-monoacilgliceroles y los AG libres (excepto aquellos con menos de 14 carbonos en su cadena) son reesterificados a través de la vía del monoacilglicerol y el colesterol, gracias a la acil-CoA colesterol aciltransferasa(3).

Transporte en el organismo

El transporte de unas moléculas básicamente hidrofóbicas como las grasas en un medio acuoso, se consigue gracias a la formación de agregados de grasas y proteínas llamados lipoproteínas (Tabla II).

Los componentes proteicos de las lipoproteínas (llamados apolipoproteínas) incrementan la solubilidad de las partículas y el reconocimiento por parte de enzimas y receptores.

Los TAG son empaquetados junto con FL y proteínas, particularmente la apolipoproteína B, formando los quilomicrones. Los quilomicrones están compuestos de grandes gotas de lípidos rodeados por una fina capa de FL, colesterol y proteínas solubles en agua. Una vez formados, los quilomicrones dejan los enterocitos, pasan a los vasos linfáticos y, lentamente, hacia el conducto torácico y luego a la vena cava. A través de la circulación sanguínea, llegan hasta los capilares que irrigan los tejidos donde la lipoproteinlipasa hidrolizará los TAG que contienen. Los AG generados pasan a las células de los tejidos. Los remanentes de quilomicrones incorporarán ésteres de colesterol de las HDL y se dirigirán hacia el hígado. Los AG libres de menos de 14 carbonos pasan directamente de los enterocitos a la sangre y son transportados asociados a albúmina vía circulación portal hacia el hígado(2,3).

Importancia del consumo de grasa

Las grasas, principalmente los TAG, contienen una importante cantidad de energía metabolizable (más del doble que los carbohidratos) lo que las hace ideales para constituir la reserva de energía de nuestro organismo.

Cerca del 50% de toda la energía que gastamos diariamente en reposo o realizando actividades ligeras, procede de la oxidación de los AG. Los AG se oxidan a través de la vía catabólica de la β-oxidación, la cual es más lenta que la glucólisis oxidativa(2). Cuando la actividad física se hace más intensa y se requiere un flujo mayor de energía, el consumo de AG disminuye con relación al de los de carbohidratos, el cual se incrementa. Por otro lado, hay que tener en cuenta que después de una ingesta, cuando los niveles de glucosa en sangre se incrementan, muchos tejidos se adaptan al consumo de glucosa y disminuyen la tasa de oxidación de AG(3). En el caso de que la dieta aporte una cantidad en exceso de AG que finalmente no sea consumida, estos se almacenarán en forma de TAG en el tejido adiposo.

La grasa tiene también funciones aislantes y protectoras. Por ejemplo, el tejido adiposo de la hipodermis o el que envuelve a los riñones. Por otra parte, la presencia de grasa en la dieta es fundamental para hacer posible la absorción de las vitaminas liposolubles, ya que estas se absorben a través de las micelas mixtas(2). Cualquier proceso que dificulte la formación de tales micelas (falta de grasa en la dieta, falta de lipasa pancreática, insuficientes sales biliares) provocará una disminución en la absorción de las citadas vitaminas. Las grasas también son importantes en su proceso de digestión y absorción, justamente porque algunas de las sustancias necesarias son de naturaleza lipídica o bien tienen precursores de este grupo (v. apartado Digestión y absorción).

Los FL y los ésteres de colesterol son constituyentes fundamentales de las membranas plasmáticas celulares y de los diferentes orgánulos de la célula. La fluidez y otras propiedades de estas membranas dependen en gran medida de la cantidad de AG esenciales presentes formando parte de los FL de membrana. Los elementos principales que determinan la distribución final de ácidos grasos poliinsaturados (AGP) de cadena larga en los FL de las células, incluyen las proporciones relativas en la dieta de las familias de AG n-3, n-6 y n-9, y de AGP de cadena larga preformados, en relación con sus precursores de cadena más cortas(2,4). Los AG esenciales también son imprescindibles en la síntesis de unos metabolitos oxigenados denominados eicosanoides (prostaglandinas, tromboxanos, leucotrienos, AG hidroxilados y lipoxinas). Los eicosanoides modulan las funciones: cardiovasculares, pulmonares, inmunes, reproductivas y secretoras en muchas células. Los seres humanos dependen de la presencia en la dieta de las familias n-3 y n-6 de AGP de cadena larga para la biosíntesis adecuada de eicosanoides. Los estudios hasta la fecha, han mostrado la eficacia antiinflamatoria de la ingesta de n-3 AGP de cadena larga. Existen evidencias convincentes de que la ingesta de n-3 AGP, cuando sustituye la ingesta de AGS, disminuye el riesgo de accidentes cardiovasculares(2).

Los FL también son necesarios para la formación de las lipoproteínas plasmáticas. El colesterol, como ya se ha dicho, es un precursor de numerosas moléculas: vitamina D, hormonas sexuales, corticoesteroides, sales biliares y otras.

El consumo elevado de ácidos grasos saturados (AGS), especialmente los que presentan una cadena de 12 a 16 átomos de carbono, y de AG trans incrementa los niveles de colesterol asociado a la LDL (c-LDL) y el colesterol total, posiblemente debido a cambios en el metabolismo de los hepatocitos. En cambio, parece ser que la sustitución en la dieta de AGS por AGP n-6 disminuye los niveles de c-LDC y de colesterol total. Por último, parece ser que los AGP n-3 tienen un efecto neutro sobre los niveles de colesterol plasmático, pero en altas cantidades disminuyen la concentración de triacilglicéridos plasmáticos. Los ácidos grasos monoinsaturados (AGM) disminuyen el c-LDL, incrementando al mismo tiempo el c-HDL(2,4).

Fuentes de grasas en la alimentación

Existen una serie de alimentos cuyo contenido de grasa es bastante obvio o fácilmente detectable: aceites, manteca de cerdo, mantequilla y nata, margarinas, mayonesa (y salsas similares), la grasa presente en la carne o determinados productos cárnicos (jamón, salchichón, etc.) o en pescados.

Sin embargo, existen numerosos alimentos en los cuales el contenido de grasas no es tan evidente y, sin embargo, pueden contener cantidades muy importantes: bollería, galletas, pasteles, helados, determinados productos cárnicos (chopped, frankfurts), chocolates, galletas saladas y similares, patatas fritas y aperitivos salados, quesos y frutos secos(5). Cuando se trata de reducir el consumo de grasa, todos ellos deben ser tenidos en cuenta. Aún más, la calidad de las grasas de los diferentes alimentos es variable y tiene sentido, cuando se trata de reducir el consumo de grasa, reducir principalmente aquellos alimentos que aportan ácidos grasos que resultan menos interesantes, debido a su efecto sobre el organismo (Tabla III).

Además, puede que resulten menos interesantes nutricionalmente por otros factores, como contener una cantidad alta de sodio (por ejemplo, los aperitivos salados) o bien contener un alto aporte energético, pero bajo contenido mineral y vitamínico (p. ej., bollería). El queso fresco aporta cantidades moderadas de grasas, pero el queso curado (aunque sea “tierno”) puede llegar a contener cantidades importantes de grasa láctea (25-40 g/100 g) que, además, es altamente saturada. Sin embargo, el queso aporta cantidades importantes de otros nutrientes (proteínas, minerales y vitaminas). Los frutos secos también contienen cantidades importantes de grasas (40-60 g/100 g), pero ésta es rica en AGM o poliinsaturados (Tabla III), y al mismo tiempo aportan cantidades muy apreciables de proteínas, fibra alimentaria, minerales y vitaminas(5).

En el mercado existen numerosos productos con cantidades reducidas de grasas o bien 0% de grasas como, por ejemplo, los lácticos desnatados. Son productos interesantes cuando se trata de reducir y controlar el aporte de grasa a la dieta. Sin embargo, la extracción de grasa “arrastra” consigo también las vitaminas liposolubles. Así, los productos lácteos con 0% de grasa han perdido todas las vitaminas liposolubles excepto que estas hayan sido restituidas(5). Además, los llamados productos “light” dan una sensación de falsa protección al consumidor, lo que conduce a comportamientos tan paradójicos, como los de desayunar un croissant con un café con leche desnatada y sacarina, o consumir cantidades extras porque el producto “no engorda”.

Por último, los métodos de preparación pueden modificar la cantidad de grasa en los alimentos. En este sentido, cabe destacar la fritura como un método muy usado en nuestra cultura culinaria y que incrementa considerablemente el contenido de grasa de los alimentos: 100 g de patatas pueden incorporar entre 10 y 35 gramos de grasa durante la fritura, dependiendo básicamente de cómo se corte la patata y el tipo de fritura usada(2,5).

Recomendaciones de ingesta

No existen recomendaciones específicas para la población infantil española en cuanto a ingesta de grasas y ácidos grasos, por lo que es necesario usar las recomendaciones de la FAO(4) o bien extrapolar las recomendaciones establecidas para los adultos(6).

La Asociación Española de Pediatría (APE)(7) indica que las recomendaciones de consumo de grasa deben realizarse no solo en cuanto a la cantidad de grasas, sino también teniendo en cuenta su calidad en relación con el aporte de AG. También señala que la ingesta de grasa en la población infantil española hasta los 3 años es adecuada y ligeramente superior a lo recomendado en escolares y adolescentes (40% del valor calórico total, VCT), exceso que puede conducir a un aumento del riesgo de sobrepeso y obesidad en estas edades(8). Aunque la ingesta de grasa sea adecuada hasta los 3 años, a partir del año, se observa un aumento del consumo de AGS en detrimento de los AGP, lo cual es negativo y recomienda:

1. Disminuir y controlar el consumo de grasa, eliminando la llamada grasa visible, así como la piel del pollo.

2. Disminuir el consumo de embutidos, dando preferencia a los magros.

3. Consumir leche semidesnatada a partir de los 2 años.

4. Aumentar la calidad de la grasa de la dieta a través de:

a. Aumentar el consumo de pescado a 3-4 veces a la semana, si se trata de pescado blanco o 2 veces si es azul, para asegurar un consumo adecuado de AG n-3.

b. Dar preferencia al consumo de aceites vegetales, especialmente al de oliva. Si se consumen grasas untables, dar preferencia a las margarinas ricas en poliinsaturados.

c. Controlar el consumo de frituras, prefiriendo siempre el aceite de oliva como aceite para freír. Preferir formas culinarias sencillas: hervido, plancha y horno.

La FAO, en su consulta de expertos sobre grasas y ácidos grasos en nutrición humana(4), establece las ingestas dietéticas recomendadas de grasa y ácidos grasos para población lactante (0-24 meses) y niños (2-18 años), categorizando según el grado de evidencia existente. Se trata de un documento muy técnico y detallado, que puede consultarse por Internet. Las principales recomendaciones del documento se resumen en la tabla IV.

Bibliografía

1. Fahy E, Subramanium S, Brown AH, Glass CK, Merrill AH Jr, Murphy RC, et al. A comprehensive classification system for lipids. J. Lipid Res. 2005; 46: 839-61.

2. Shils ME, Shike M. Modern nutrition in health and disease. 10th ed. Philadelphia: Lippincott Williams & Wilkins; 2006.

3. Frayn KN. Metabolic regulation: a human perspective. 3ª ed. New York: Wiley-Blackwell; 2010.

4. FAO. Grasas y ácidos grasos en nutrición humana. Consulta de expertos. Estudio FAO alimentación y nutrición. 2012. 1-204 p. Disponible en:
http://www.fao.org/3/i1953s/i1953s.pdf
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5. Farran A, Zamora R, Cervera P. Tabla de composición de los alimentos del CESNID. McGraw-Hill/Interamericana-Ediciones UB. Madrid; 2003.

6. Ros E, Miranda JL, Picó C, Rubio MA, Babio N, FESNAD, et al. Consenso sobre las grasas y aceites en la alimentación de la población española adulta: postura de la Federación Española de Sociedades de Alimentación, Nutrición y Dietética (FESNAD). Nutr. Hosp. [online]. 2015; 32: 435-77. Disponible en:
http://www.nutricionhospitalaria.com/pdf/9202.pdf.

7. Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría. Decálogo sobre las grasas en la alimentación de niños y adolescentes. Disponible en: https://www.aeped.es/comite-nutricion-y-lactancia-materna/nutricion-infantil/documentos/decalogo-sobre-las-grasas-en-alimentacion. 2014. Consultad en enero de 2020.

8. Güemes-Hidalgo M, Muñoz-Calvo MT. Obesidad en la infancia y la adolescencia. Pediatr. Integral. 2015; XIX(6): 412-27. Disponible en: https://www.pediatriaintegral.es//publicacion-2015-07/obesidad-en-la-infancia-y-adolescencia/.

Revello de Toro, catedrático de Bellas Artes

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 177.e1 – 177.e4


Revello de Toro, catedrático de Bellas Artes

Revello de Toro es un exquisito pintor y retratista excepcional. Amplió sus estudios en la madrileña Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, donde recibió clases de pintura de grandes maestros como Ignacio Zuloaga. Al término de sus estudios, recibió diversos premios y, posteriormente, aprobó las oposiciones a Cátedra de Bellas Artes. Después de varios años de labor docente en Barcelona, decidió dedicarse exclusivamente a la pintura.

 

Vida, obra

Félix Revello de Toro nació en Málaga en 1926. Desde muy pequeño mostró gran sensibilidad por el arte y crece ya con antecedentes creativos, pues él mismo afirma que su padre era uno de los mejores dibujantes de la ciudad, no en vano ocupaba una plaza docente en la Escuela de Bellas Artes.

En cuanto a su primera formación, la adquirió en el Colegio de los Hermanos Maristas, para cursar posteriormente el bachillerato en el colegio del Palo, donde recibió clases de dibujo del padre Oliver, su primer maestro. De estos primeros años infantiles se recuerda que, con solo 8 años, copió a carboncillo y gran acierto la lámina del Cristo de la Buena Muerte, que su padre tenía en el despacho y al que tenía una especial devoción. A finales de 1938, con 12 años, expone dibujos a plumilla, acuarelas y retratos de personajes malagueños de la época, en el comercio de Félix Sáenz en la antigua plaza del Pan de Málaga.

Cuando inicia los estudios de Bellas Artes, eran docentes César Álvarez, Antonio Burgos, Rafael Murillo y Federico Bermúdez, lo que le haría familiarizarse con las obras de Sorolla, Benlliure, Muñoz Degrain, Martínez Cubells y Fernández Ocón, entre otros. Las enseñanzas recibidas de estos maestros fueron decisivas y muy aprovechadas por el artista en el futuro.

Con 16 años, en 1942, Revello recibe su primer encargo profesional para pintar quince estandartes para la Hermandad de la Sentencia, que consistía en quince Misterios del Rosario y un lienzo que mostraba a la Virgen del Rosario con Santo Domingo y Santa Casilda, inspirado en una obra de Murillo. Por todo ello cobró la no despreciable, para aquellos años, cantidad de mil pesetas, reconociéndose desde sus inicios su valía artística, su quehacer constante y genial intuición. Un año más tarde, en 1943, Manuel Pérez, alcalde de Málaga en aquella época, y prestigioso médico, realiza una convocatoria pública de dos becas de pintura para estudiar en Madrid durante 5 años, ganando una Revello y otra Mingorance Acien.

En Madrid, el joven pintor, ingresa en la Real Academia de San Fernando, donde tendrá como maestros a Benedito, Valverde, Núñez Losada, y conoce a Zuloaga, Sotomayor, Solana y Labrada, de los que tomará sabias orientaciones artísticas. Transcurridos los cinco años, en 1948, termina la carrera de Bellas Artes con Premio Extraordinario, y de esta época se constatan sus primeros retratos de Somerset Maughan, Walter Starkie y Vázquez Díaz. En 1950 obtiene la beca Carmen del Río, que le permite viajar a Roma, donde permanecerá durante un año, siendo entonces director de la Academia de España, en la capital italiana, su paisano el pintor Fernando Labrada, a quien ya había tratado en Madrid y que tanto le apoyó en su carrera.

En 1952, llevará a cabo sus primeras exposiciones individuales en la Galería Macarrón de Madrid, a base de retratos, bodegones y flores y, posteriormente, en 1953, en la Sala Casino de Madrid, donde se consolida en los círculos artísticos como pintor retratista. A partir de ese momento, se empieza a admirar y a reconocer su obra pictórica, siendo aplaudido tanto por la crítica como por los medios académicos. En los años 50, el joven pintor asume el hilo conductor de la pintura clásica española de corte romántico-realista. Los rostros de sus figuras reposan con una dulce serenidad en sus lienzos.

En 1953, vuelve a Málaga para contraer matrimonio y toma la decisión de presentarse a las oposiciones para catedrático de Bellas Artes, consiguiendo el número uno para la Cátedra de Barcelona, en la Escuela de Llotja en la que era director Frederic Marés y donde también ejerció la docencia, en su día, el malagueño José Ruiz Blasco, padre de Picasso. Ha plasmado a importantes personajes de la historia contemporánea, desde los Reyes de España a numerosas personalidades del mundo de la cultura, la política y las finanzas. Pero son las mujeres las verdaderas protagonistas de sus obras; cuerpos femeninos que hacen gala de una sensual elegancia, de un erotismo contenido, envueltos en un halo de misterio tras sus ropajes blancos. Mujeres que nos miran desde el cuadro con inalcanzable ternura y gozosa nostalgia, tal vez esperando a que llegue el amor a despertarle de sus sueños. Félix Revello nos presenta a una mujer divinizada, a una mujer desnuda, no en el sentido banal, sino en el sentido de esencias infinitas, de eternidad.

Está en posesión de múltiples medallas, premios y reconocimientos en su ciudad natal y en toda España. Ha celebrado multitud de exposiciones en Madrid, Bilbao, Zaragoza, Málaga, Granada, Barcelona, Valencia y otras ciudades. En 2010, se abrió un museo dedicado a su persona llamado Museo Revello de Toro en el centro de Málaga, con más de cien obras cedidas por el pintor.

Los niños en su obra

Revello pinta y retrata muy bien, especialmente el cuerpo femenino, motivo preferente en su dilatada obra. No obstante, su obra incluye gran cantidad de retratos infantiles de todas las edades. Veamos algunos de los más sobresalientes.

El cuadro Ternura y desconfianza muestra a una niña y un gato. La niña está sentada sobre una silla y sostiene entre sus manos al animal. La pequeña puede tener aproximadamente cinco o seis años de edad y mantiene su mirada fija hacia su mascota. Da la sensación de la existencia de una macrocefalia, disimulada por la larga cabellera que lleva, recogida, en parte, con un pasador dorado. Su cabello, moreno, contrasta con su camiseta de manga corta de color rojo intenso. Sus rasgos faciales son agraciados y parece que lleva los ojos pintados. Su pantalón corto es gris. El pintor no ha representado parte de las piernas de la pequeña, lo cual es un hecho frecuente en muchos retratos del maestro.

El gato se muestra pacífico y tiene unas características anatómicas normales. Seguramente es una mascota sumisa, ya que parece conocer bien a su dueña. La silla sobre la que se sienta la niña es de un color azul llamativo, que no desentona con el fondo del cuadro. La luz se recibe desde la derecha. Pincelada suelta. Data de 1966 (Fig. 1).

Figura 1. Ternura y desconfianza.

El cuadro Dos buenas amigas bien pudiera ser un esbozo o proyecto, dadas las características compositivas de la obra. Aparecen dos niñas de unos cinco o seis años de edad, cada una de ellas sentada en una silla, dentro de una estancia, probablemente una habitación de un domicilio. Las niñas están de frente al espectador, pero cabizbajas. Una de ellas, la de la izquierda, parece que quiere decirle algo a su compañera y amiga y para ello, se acerca y la coge por el hombro con su brazo izquierdo. Su actitud es seria y da la impresión de que le quiere transmitir algún secreto. Lleva una bata o vestido corto de color azul, calcetines negros y zapatos. Su pelo es rubio y las facciones de su cara son correctas, aunque no están bien perfiladas. He aquí la maestría de Revello para transmitir la belleza y la perfección sin entrar en detalles.

La otra niña, a la derecha, adopta una actitud receptiva y se dispone a oír lo que le dice su amiga. Su cara está aparentemente inacabada y apenas son perceptibles los ojos, la nariz y la boca. Lleva pelo rubio y largo, una bata o uniforme corto en color rosa, calcetines negros y zapatos. Da la impresión que son alumnas que llevan el mismo tipo de uniforme, aunque de distinto color. Parte del suelo de la habitación está alfombrado, y en él, aparece un libro; en el primer plano hay una mesa, sobre la cual hay una fotografía enmarcada y, tras la mesa, hay una cortina blanca, a través de la cual se introduce la luz que ilumina la estancia. La pared del fondo está pintada en verde y está ocupada con un mueble librería, lleno de libros y un cuadro colgado. Pincelada suelta y colores fríos, en general. Es un óleo sobre lienzo y data de 1967 (Fig. 2).

Figura 2. Dos buenas amigas.

Retrato de niña es una composición en la que aparece una niña de unos cinco o seis años de edad. Está sentada sobre una silla, de la que solo se ve una parte del asiento y parte de una pata. La niña está posando para el artista y emite una mirada de ligera sonrisa. Su cuerpo está erguido, sus piernas separadas y sus manos entrelazadas y apoyadas sobre su vestido de manga corta. Este es de cuadros azules de varios tonos y lleva bordados en la zona del pecho y una cinta blanca en el cuello.

La pequeña es rubia, lleva el pelo recogido, pero le cae algún mechón por ambos lados de la cara. Los ojos son grandes, la nariz pequeña y la boca y oreja normales. Estos detalles le confieren un aspecto muy agradable y tierno. Los brazos, sus manos y piernas son proporcionados. Los colores predominantes son el azul, sonrosado y amarillo, y blanco para la figura; para el fondo, el pintor ha utilizado el blanco en diferentes tonalidades, azules y grises. Luz frontal. Se trata de un óleo sobre lienzo pintado en 1972 (Fig. 3).

Figura 3. Retrato de niña.

En la obra Niña junto a un perrito de peluche, el pintor vuelve a representar a una niña con su mascota, en este caso, un perro, pero de peluche. La niña parece estar de pie, aunque es un retrato de medio cuerpo y girado hacia su izquierda. La pequeña mira hacia el espectador con una mirada risueña y adopta una actitud solemne, transmitiendo confianza. Se observan facciones correctas en su cara: ojos, nariz, boca y oreja normales. Precisamente en su oreja derecha lleva un pendiente. Luce un peinado que le cubre parte de la frente y lleva una corta melena de un pelo moreno. Su cuello y tórax son normales. La niña lleva un vestido de tirantes de color rosa y lazo sobre sus hombros. Con sus manos coge a su peluche que el pintor lo muestra de color blanco, con hocico, ojos y grandes orejas negras. Colores marrones, rosas y blancos. Fondos grises. Se trata de un óleo sobre lienzo de 1975 (Fig. 4).

Figura 4. Niña junto a un perrito de peluche.

El retrato de Felipe VI fue realizado cuando el príncipe tenía unos diez años de edad. Es un retrato solo de la cabeza y parte superior del tórax. Posiblemente, es el primer cuadro dedicado al príncipe de España realizado por Revello de Toro. El príncipe mira hacia el espectador un tanto risueño. Lo ha representado con ojos y boca grande, y nariz ligeramente achatada. Su pelo, rubio, es abundante, tanto que le cubre las orejas. Viste camisa blanca, corbata a rayas y chaqueta azul. Emplea colores amarillos, blancos, marrones y azules, preferentemente. La luz se recibe desde la derecha. El retrato es muy fiel, pese a la pincelada suelta que emplea el autor. Data de 1978 (Fig. 5).

Figura 5. Retrato de Felipe VI de España cuando era Príncipe de Asturias.

La niña de las medias rojas, puede ser una de las niñas de la propia familia del pintor. En este caso se representa a una niña de unos diez años, de cuerpo entero y de pie. La niña mira hacia el espectador con una pose muy estudiada y el cuerpo ligeramente girado hacia su derecha. Está seria, con los brazos pendientes y extendidos, y piernas juntas. Los detalles de su cara son normales. El pelo es moreno con flequillo y melena. Viste camisa blanca de manga larga y falda corta de color negro. Sus medias, de color rojo, contrastan con el resto del vestuario: este color define el título del cuadro. Calza zapatillas de color negro. La niña posa en un fondo indefinido de color gris en varios tonos, en donde se aprecian las pinceladas discontinuas. Es una obra del año 1979 (Fig. 6).

Figura 6. La niña de las medias rojas.

El cuadro Infancia reveladora nos muestra una escena íntima entre madre e hija. En esta escena doméstica aparecen en un primer plano las dos figuras. La madre da instrucciones convincentes a la hija para que se ponga determinada prenda, que la niña parece que acepta sin ningún inconveniente. La progenitora va vestida con un camisón blanco muy largo y lleva en las manos la prenda de color blanco que le ofrece a la pequeña. Tiene una larga melena rubia. La anatomía de la cara, brazos y manos es normal.

La niña, prepúber, de unos diez años está erguida, mira fijamente a su madre y con sus manos se recoge el pelo hacia atrás. Vestida también con otro camisón corto de color blanco y tirantes, y va descalza. La anatomía es correcta y los detalles de la cara y los dedos son normales. En un segundo plano aparece una mesa escritorio en donde hay varios retratos y otros objetos. Colores fríos y fondos grises. Es un óleo sobre lienzo de 1989 (Fig. 7).

Figura 7. Infancia reveladora.

El Retrato de Yasmine permite observar a una niña junto a dos avestruces. Es una escena campestre en donde aparece una niña de unos diez años de edad, con un vestido blanco y largo, como única prenda, además va descalza. La niña está de pie y ofrece con sus manos algo de comida a dos avestruces que se le acercan mansamente. Las proporciones de la pequeña son correctas, así como los detalles de su cara, sus manos y sus pies. Lleva una larga cabellera rubia. La escena parece que se sitúa en un parque natural o en un zoológico y la luz emana desde el propio vestido de la pequeña. Fondos verdes, blancos y azules, preferentemente. Es un óleo sobre lienzo. Data del año 2000 (Fig. 8).

Figura 8. Retrato de Yasmine.

Bibliografía

– Pérez Ortiz MJ. laopinióndemalaga.es. 11 de julio de 2011. Consultado el 5 de septiembre de 2019. Disponible en:
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2011/07/11/revello-toro-biografia-inacabada/435853.html.

– Blog de Lujo. 23 de marzo de 2009. Consultado el 5 de septiembre de 2019. Disponible en: http://www.blogdelujo.com/2009/03/un-apunte-sobre-felix-revello-de-toro.html.

– Pérez MJ. Revello de Toro: Una biografía inacabada. Consultado el 5 de septiembre de 2019. Disponible en:
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– Museo Revello de Toro. Consultado el 5 de septiembre de 2019. Disponible en:
http://www.museorevellodetoro.net/biografia/
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Alergia gastrointestinal no mediada por IgE en Pediatría

G. Domínguez Ortega, S. Rodríguez Manchón
Temas de FC


G. Domínguez Ortega, S. Rodríguez Manchón

Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Madrid

Resumen

Las alergias gastrointestinales no mediadas por IgE son reacciones adversas a alimentos desencadenadas por un mecanismo inmunológico no mediado por IgE, que cursan con clínica digestiva generalmente de aparición tardía. Es una patología en aumento, dentro de la cual se incluyen diversas entidades con características clínicas, gravedad y pronóstico variables. Ante la falta de biomarcadores para su diagnóstico, este se basará en la sospecha clínica seguida de una prueba de eliminación y, en el caso de mejoría, confirmado con una prueba de provocación. Será fundamental realizar un diagnóstico preciso, ya que la base del tratamiento es la evitación de los antígenos alimentarios causantes, siendo los alimentos más frecuentemente relacionados: leche de vaca, soja, huevo y trigo. Las dietas de exclusión en la infancia suponen un desafío para mantener una adecuada nutrición y tienen un impacto significativo en la calidad de vida de los niños y sus familias, con un coste financiero importante. Aunque el pronóstico general en la mayoría de los casos es bueno, la edad a la que se alcanza la tolerancia es variable en las distintas entidades y en cada paciente, por lo que regularmente habrá que comprobar la adquisición de tolerancia oral.

 

Abstract

Non-IgE-mediated gastrointestinal food allergies (GIFA) are adverse food reactions triggered by a non IgE mediated immune mechanism, mostly characterized by delayed onset gastrointestinal symptoms. Its prevalence seems to be increasing. Various entities with different clinical characteristics, severity and prognosis are included. Considering the lack of diagnostic biomarkers, the diagnosis is based on the clinical suspicion followed by a trial of food elimination and in case of improvement, confirmed by an oral food challenge. A precise diagnosis is of utmost importance since the mainstay of treatment is the elimination of the causal food antigens from the diet, being the foods most commonly excluded cow’s milk, soya, egg and wheat. Elimination diets in infancy not only pose a challenge to maintain an adequate nutritional status but also have a significant impact in quality of life of children and their families and an important financial cost. Even though prognosis is generally good, the age in which food tolerance is acquired is variable in each patient and entity, so tolerance should be periodically assessed.

 

Palabras clave: Alergia gastrointestinal; Alergia alimentaria no IgE mediada; Dietas de eliminación.

Key words: Gastrointestinal allergy; Non IgE mediated food allergy; Elimination diets.

 

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 139 –150


Alergia gastrointestinal no mediada por IgE en Pediatría

 

Introducción

Las alergias alimentarias gastrointestinales incluyen un espectro de trastornos que resultan de las respuestas inmunológicas adversas a los antígenos de la dieta(1) y que son fundamentalmente no mediadas por IgE.

Las reacciones adversas a los alimentos son respuestas desfavorables del organismo producidas tras la ingestión de un alimento. Hablamos de intolerancias alimentarias, cuando la respuesta no es inmunomediada y, de alergias alimentarias, cuando existe un mecanismo inmunológico subyacente. Estas a su vez, se clasifican en: alergias mediadas por IgE, no mediadas por IgE o mixtas (Fig. 1).

Figura 1. Tipos de reacciones adversas a los alimentos, basado en las definiciones del Panel de Expertos de 2010 del National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID)(1) y adaptado de Connors, et al(8).

Las alergias alimentarias mediadas por IgE se producen por anticuerpos IgE específicos frente a un antígeno alimentario y cursan con sintomatología inmediata: cutánea, digestiva, respiratoria y/o cardiovascular. En cambio, las alergias no mediadas por IgE se caracterizan por síntomas predominantemente cutáneos y/o digestivos, de aparición generalmente tardía y en los cuales no suele ser posible confirmar la implicación de un mecanismo inmunológico mediante pruebas complementarias(2). En este artículo de revisión, nos centraremos en las alergias gastrointestinales no IgE mediadas (AGI). Las alergias alimentarias IgE mediadas y las intolerancias alimentarias han sido abordadas en otros números de esta revista: nº2 de 2018 y nº7 de 2019.

Epidemiología

Aunque se desconocen datos fiables sobre su prevalencia real, la AGI es una patología en aumento en los últimos años.

Al igual que otras enfermedades atópicas, la AGI es una patología en aumento en países con un estilo de vida occidental. La prevalencia estimada de alergia alimentaria en niños oscilan entre el 3-8%(3,4). Aunque la mayoría de los estudios reflejan prevalencias de alergia IgE mediada, existe un reconocimiento creciente de las no mediadas por IgE. Las cifras publicadas de la alergia a la proteína de leche de vaca (APLV) no IgE mediada, según un estudio europeo (0,13-0,72%)(4) parecen subestimar su incidencia real. En este estudio, solo se consideró el diagnóstico de alergia no IgE mediada en aquellos pacientes sin sensibilización IgE que manifestaron síntomas cutáneos, digestivos o respiratorios en las primeras 2 h o cuyo eccema empeoró en las primeras 48 h tras la provocación oral, obviando los que tuvieron otras manifestaciones más tardías.

Fisiopatología

El malfuncionamiento del sistema inmune de mucosas resulta en una pérdida de la tolerancia oral que puede traducirse en respuestas alérgicas indeseadas frente a los alimentos.

La mucosa intestinal es el mayor órgano inmune del cuerpo humano, constituido por la barrera epitelial, la lámina propia y el tejido linfoide asociado al tracto digestivo, y tiene el papel de distinguir entre componentes beneficiosos y perjudiciales a nivel intestinal(5). La tolerancia oral es el estado de inhibición activa de las respuestas inmunitarias a un antígeno (alimentario y de microorganismos comensales), mediante la exposición previa a través de la vía oral y constituye la respuesta fisiológica a la ingesta de alimentos. El malfuncionamiento del sistema inmune de la mucosa del tracto digestivo resulta en una pérdida de la tolerancia oral que se traduce en respuestas alérgicas indeseadas. La predisposición genética y el ambiente (tipo de parto, higiene, nutrición, exposición a antibióticos…) determinan su aparición. La microbiota participa en este sistema contribuyendo al mecanismo de barrera intestinal, interviniendo en la presentación de antígenos y modificando la respuesta inmune(2,5).

Alergia gastrointestinal no mediada por IgE (AGI)

Las AGI engloban cuadros clínicos diferenciados, aunque con solapamiento en las manifestaciones clínicas (Tabla I).

Dentro de las AGI, se incluyen: la proctocolitis alérgica, la enteropatía alérgica y el síndrome de Enterocolitis Inducida por Proteínas Alimentarias (FPIES por sus siglas en inglés)(2). Aunque existe controversia al respecto, se incluye también la dismotilidad alérgica (enfermedad por reflujo gastroesofágico [ERGE], estreñimiento, cólicos y síndrome de intestino irritable [SII]); ya que, aunque no se ha demostrado un mecanismo inmunológico subyacente, la mejoría sintomática tras la retirada del alimento causante y su recurrencia con su reintroducción, junto con la falta de respuesta a tratamientos médicos convencionales, apoya su inclusión dentro de este grupo de patologías(6). La esofagitis eosinofílica (EEo) y los trastornos gastrointestinales eosinofílicos primarios (TGIEP), la enfermedad celíaca y la anemia ferropénica inducida por APLV, se consideran también alergias no mediadas por IgE, pero no serán abordadas en este artículo.

Proctocolitis alérgica inducida por proteínas alimentarias

La proctocolitis alérgica (PA) se considera la AGI más frecuente. Se estima causante de entre el 18-64% de los casos de sangrado rectal aislado en lactantes, aunque son estudios de baja calidad metodológica(2,7). Es la entidad más benigna y se caracteriza por inflamación a nivel distal del tracto digestivo. El cuadro clínico típico es el de un lactante de aspecto sano que presenta, en los primeros meses de vida, hebras de sangre en las heces. Puede asociar: irritabilidad, diarrea, deposiciones con mucosidad, dolor con la defecación, vómitos intermitentes y, en casos graves, anemia y/o hipoalbuminemia, sin repercusión ponderoestatural. Infrecuentemente, se han descrito casos de comienzo entre los 2-18 años(8). Su inicio suele ser insidioso tras la introducción del alimento, con un periodo latente prolongado. Aproximadamente, un 60% de los casos, ocurrirán en lactantes con lactancia materna exclusiva (LME), en los cuales el alimento ingerido por la madre pasa a la leche materna en forma inmunológicamente reconocible, siendo los alimentos frecuentemente implicados: leche de vaca, soja y huevo. En niños alimentados con fórmula de inicio, se asocia a fórmula adaptada de proteínas vacunas y menos frecuentemente de soja(9). Aunque se desconoce su patogenia, se ha descrito inflamación de predominio eosinofílico en biopsias rectales(2). En lactantes con LME generalmente será suficiente con la eliminación en la dieta materna del alimento causante. En casos de escasa respuesta a la eliminación materna de PLV, será necesario descartar transgresiones inadvertidas o valorar excluir también soja y posteriormente huevo. Aun así, en una minoría puede ser necesario iniciar una fórmula hipoalergénica [fórmula extensamente hidrolizada (FEH), hidrolizado de arroz o elemental]. Hasta en un 4-10% puede persistir a pesar de alimentación con FEH. No obstante, en algunos de estos lactantes con LME puede resolverse espontáneamente sin cambios en la dieta materna(2). En la mayoría de los casos, el pronóstico es bueno con adquisición de tolerancia antes del año, pero puede tardar más en niños con alergias múltiples(2).

Enteropatía alérgica (EA) inducida por proteínas alimentarias

Aunque su prevalencia es desconocida, parece haber disminuido en las últimas décadas(2). Se caracteriza por afectación del intestino delgado y cursa con diarrea crónica que puede asociar estancamiento ponderal en más del 50% de los casos, y en menor frecuencia: distensión abdominal, saciedad precoz, vómitos intermitentes, anorexia y clínica malabsortiva. Se inicia de forma gradual entre los 2-9 meses de edad y los alimentos más frecuentemente implicados serán la leche de vaca, seguida de la soja, el huevo y el trigo(2,9,10). Puede manifestarse pocas horas tras la ingesta o, de forma más larvada, tras 3-4 semanas. En algunas ocasiones, puede desencadenarse tras una gastroenteritis infecciosa, lo que dificulta su diferenciación de un síndrome post-enteritis. En su patogenia, se ha involucrado la presencia en la mucosa intestinal de eosinófilos, linfocitos Th 2 y la producción local de IgE(2). En cuanto al pronóstico, la tolerancia se conseguirá entre los 24-36 meses de edad, aunque en algunos casos, puede persistir hasta edad escolar(10,11).

Síndrome de enterocolitis inducida por proteínas alimentarias (FPIES)

Aunque existen pocos datos sobre su incidencia real, es una de las patologías de AGI más estudiadas en los últimos años, con un aumento en el número de casos detectados. Se describen prevalencias acumuladas de FPIES por leche de vaca entre 0,34-0,36% e incidencias de hasta 15,4/100.000 en niños menores de 24 meses(11,12). En España, un estudio multicéntrico registró 120 nuevos diagnósticos de FPIES durante el año 2017(12). El FPIES es la entidad potencialmente más grave de AGI. En su forma aguda, se manifiesta como vómitos repetidos de inicio entre 1-4 horas tras la ingesta, a los cuales se asocia letargia y palidez. En las siguientes 24 horas, puede aparecer diarrea acuosa, ocasionalmente, con sangre y mucosidad. Los casos más graves pueden provocar: deshidratación, acidosis metabólica e hipotensión, y confundirse con un cuadro séptico. El fenotipo clínico y la severidad dependerán de la edad de inicio, la frecuencia y cantidad de la ingesta, y la presencia de sensibilizaciones alérgicas(11,12). El patrón agudo ocurrirá con ingestas intermitentes o tras un periodo de evitación del alimento, y los síntomas se resolverán tras 24 horas de la eliminación.

El FPIES crónico es una entidad más larvada y peor caracterizada. Las reacciones ocurren con la ingesta mantenida del alimento causante (generalmente, fórmula adaptada de leche de vaca o soja) e incluyen: vómitos intermitentes, diarrea crónica, retraso ponderal y/o estatural. Tras el inicio de una dieta de eliminación, suelen recuperar su estado previo en 3-10 días, aunque en casos graves, puede requerirse reposo intestinal y sueroterapia intravenosa. La clínica puede confundirse con una EA, pero tras la ingesta del alimento después de un periodo de evitación, se producirá una reacción tipo FPIES agudo que confirmará el diagnóstico(11).

La leche de vaca es el alimento causal más frecuentemente descrito (en España, el 40%) y, aunque existen casos en niños alimentados con LME, suponen menos de un 5%(12). En cuanto al resto de alimentos causantes, existen variaciones geográficas, siendo en España frecuentes desencadenantes: el pescado (32%), el huevo (11%) y el arroz (10%)(12). Otros alimentos involucrados son: soja, avena, pollo, frutas y verduras(11). Aunque la mayoría de pacientes presentará FPIES a un alimento (84%), hasta un tercio puede presentar reacciones a varios alimentos(11). La edad de inicio típica es entre los 2-7 meses, coincidiendo con la introducción, tanto de las fórmulas adaptadas como de los alimentos sólidos. Por ello, el debut de FPIES suele ser más precoz (antes de 6 meses) si el desencadenante es leche de vaca, con respecto a los alimentos sólidos (5-9 meses). Existen también casos en niños mayores y adultos relacionados con la ingesta de huevo, pescado y marisco(11). Aunque es una entidad distinta de las alergias IgE mediadas, existe una asociación entre FPIES y atopia, y entre el 4-30% de los niños pueden tener IgE positiva a alimentos, bien al inicio o durante el seguimiento, constituyendo el denominado FPIES atípico(11). Aunque la patogenia del FPIES es desconocida, se ha descrito activación del sistema inmune innato y una posible implicación de las vías neuroendocrinas(2,11). El momento de adquisición de tolerancia dependerá del alimento causante y de la presencia de sensibilización alimentaria. Se ha descrito tolerancia entre los 18-36 meses de edad en las reacciones a leche de vaca y cereales, y más tardía (en torno a los 5 años) con otros alimentos como el huevo o el pescado(11).

Dismotilidad alérgica (DA)

Enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE)

Se ha descrito alergia alimentaria no IgE mediada confirmada con provocación en un 23-59% de los niños con ERGE(6,10) y las últimas guías ESPGHAN/NASPGHAN de 2018 recomiendan considerar prueba con dieta de eliminación en lactantes con ERGE persistente tras optimizar medidas no farmacológicas, especialmente en aquellos con comorbilidades atópicas(13) (Algoritmo 1). La DA ocasionaría un retraso en el vaciamiento gástrico y una distensión gástrica prolongada y con ello un aumento en los episodios de reflujo(10). Los síntomas suelen comenzar en los primeros 6 meses de vida, aunque pueden iniciarse más tarde, coincidiendo con la introducción de la leche de vaca y se caracterizarán por: regurgitaciones o vómitos dolorosos, irritabilidad, arqueamiento con las tomas, afectación ponderoestatural y/o dificultades de alimentación. La leche de vaca es el principal alimento involucrado, seguido de la soja, y la tolerancia se conseguirá a una edad similar al resto de AGI, tolerando la mayoría antes de los 4 años de edad(6).

Estreñimiento

Puede ser una forma de presentación de AGI, especialmente en niños con comorbilidades atópicas. Se describen en estudios prospectivos, tasas de respuesta variables a la dieta de eliminación (28-78%) y se postula que la infiltración de la mucosa rectal por eosinófilos y mastocitos podría condicionar un incremento en la presión en reposo del esfínter anal que justificaría la retención fecal(14). Los alimentos más involucrados serán: la leche de vaca, la soja y el trigo, y a diferencia del resto de entidades de AGI, la presentación será más tardía, en torno a 1-2 años de edad con el 80% de los pacientes alcanzando la tolerancia al año del diagnóstico(14).

Cólicos

El papel de la alergia en los cólicos del lactante es discutido, aunque diferentes revisiones sistemáticas sugieren el beneficio del uso de fórmulas extensamente hidrolizadas y del inicio, en LME, de dieta materna exenta de: leche de vaca, soja, huevo, trigo, pescado y frutos secos(6). Sin embargo, los estudios incluidos muestran limitaciones metodológicas, lo cual unido al carácter transitorio del cólico dificulta su interpretación. No obstante, aunque no hay evidencia suficiente para recomendar de forma rutinaria dietas de eliminación en las madres de todos los lactantes con cólicos, se podría considerar en aquellos con síntomas importantes, con comorbilidades atópicas y que asocien otros síntomas gastrointestinales(6).

Síndrome de intestino irritable (SII)

En los últimos años, se ha descrito el papel de las AGI en el SII(15). Hasta un 71% refieren mejoría en los síntomas con dietas de eliminación y exacerbaciones tras ingesta de determinados alimentos, y recientemente se ha evidenciado en pacientes adultos con SII y respuesta clínica a determinados alimentos, especialmente al trigo, aumento de la permeabilidad intestinal, incremento de los linfocitos intraepiteliales e infiltración eosinofílica duodenal tras contacto con los alimentos sospechosos(15). También se ha descrito mayor frecuencia de trastornos gastrointestinales funcionales en niños con antecedentes de APLV en los primeros años de vida, aunque son necesarios más estudios para confirmar esta asociación(10).

Diagnóstico

El diagnóstico se basará en la sospecha clínica de AGI, seguido de una prueba de eliminación y, en el caso de mejoría, confirmación con una prueba de provocación.

Será fundamental una historia clínica exhaustiva registrando: los síntomas, su momento de inicio, los alimentos sospechosos, la relación temporal con la ingesta y la reproducibilidad con ingestas repetidas del mismo alimento. Se preguntará por los antecedentes familiares y personales de atopia y si ha recibido tratamientos farmacológicos previos, y la respuesta a ellos. Además, habrá que realizar una historia nutricional y dietética completa, indicando: la cronología de la introducción alimentaria, los síntomas asociados a cada alimento y la actitud frente a la alimentación del niño y los familiares(2). Se preguntará también por la presencia de manifestaciones extraintestinales como: fatiga, ojeras, aftas orales, artralgias, hiperlaxitud articular, mala calidad del sueño, sudoración nocturna profusa, cefalea y enuresis nocturna, que se han descrito asociadas a AGI(16). En el FPIES, las últimas recomendaciones internacionales recogen los criterios diagnósticos (Tabla II)(11) y en la PA y la EA se han propuesto criterios diagnósticos basados en la práctica clínica (Tabla III)(2). Será fundamental además realizar un adecuado diagnóstico diferencial (Tabla IV)(2).

 

 

La exploración física debe incluir: una valoración antropométrica y una exploración cutánea, respiratoria y digestiva detallada, en busca de datos de atopia, alergia o sugerentes de otros diagnósticos. En la PA, será fundamental buscar signos de otras causas de sangrado rectal (infecciones, enterocolitis necrotizante, invaginación intestinal o fisuras anales). En el FPIES agudo, deberá prestarse atención a los signos de: deshidratación, coloración de piel y estado neurológico. En la EA, puede haber signos de: desnutrición, deshidratación, distensión abdominal y/o edemas(8).

Prueba de eliminación-provocación

Siempre que se sospeche AGI, será necesario realizar una prueba de eliminación del alimento sospechoso de la dieta durante 2-4 semanas(2). Esta retirada producirá la mejoría y resolución de los síntomas en un periodo variable: entre horas-días en el FPIES agudo, en 1-2 semanas en la PA, y en 2-4 semanas en la DA y en la EA, aunque en este último caso, la reparación mucosa puede tardar varios meses(6,8,9). En casos de LME, tras el inicio de la dieta de exclusión en la madre, los alérgenos alimentarios pueden continuar eliminándose en la leche hasta 7-10 días, por lo que la respuesta puede ser más tardía(17). Si no se evidenciara una mejoría clínica, deberían considerarse diagnósticos alternativos (Tabla IV) o valorar la existencia de alergia a otro alimento. Además, en el caso de la APLV, algunos niños pueden precisar fórmula elemental por persistencia de los síntomas a pesar de FEH, por lo que en ellos la prueba de eliminación se prolongará hasta 4-6 semanas.

En cualquier caso, siempre que exista respuesta clínica a la dieta de eliminación, será necesario confirmar el diagnóstico con una prueba de provocación, siendo el patrón de referencia la prueba de provocación doble ciego, aunque por su difícil aplicación se suele hacer abierta.

Solo se podrá eludir esta, en casos en los que por la severidad de la reacción inicial el riesgo de reproducirla sea elevado, como en el FPIES con criterios diagnósticos claros o en casos graves de otras formas de AGI(8,9,11). No obstante, con la excepción de las últimas recomendaciones españolas para el manejo de la APLV en menores de 2 años(17), no existen guías unificadas sobre cómo ni dónde realizarla (qué cantidades emplear, tipo de procesamiento alimentario, intervalos, incrementos, tiempos de respuesta ni duración de la misma). En los casos de PA, EA leve y DA, la sintomatología que puede aparecer suele ser leve y de fácil manejo ambulatorio, por lo que la reintroducción podrá realizarse en el domicilio por indicación del pediatra y con un registro parental completo de los síntomas(2,17). En el caso del FPIES y la EA grave, la provocación puede desencadenar reacciones importantes que requieran atención urgente, por lo que la reintroducción debe efectuarse en medio hospitalario(8,9,17). También se realizará en medio hospitalario, cuando existan dudas sobre un posible mecanismo inmunológico IgE mediado(8). La reaparición de la clínica puede ser tardía y requerir dosis crecientes del alimento desencadenante, por lo que se considerará una respuesta positiva a la provocación si reaparecen los síntomas en las 4 semanas tras la reintroducción(2,17).

Pruebas complementarias

No existen biomarcadores diagnósticos específicos, por lo que solo serán necesarias cuando existan dudas en el diagnóstico y para excluir otros alternativos o concomitantes. Debe descartarse enfermedad celíaca en todos los pacientes con AGI que consumen gluten, especialmente si se sospecha una enteropatía. En FPIES agudo puede existir: leucocitosis con neutrofilia y eosinofilia, trombocitosis, acidosis metabólica, elevación de la PCR y/o metahemoglobinemia; en PA anemia e hipoalbuminemia leve; y en EA: malabsorción, anemia e hipoproteinemia(8-10). La determinación de anticuerpos IgE específicos y las pruebas cutáneas serán negativas en la mayoría y solo estarán indicadas cuando existan comorbilidades atópicas, como dermatitis atópica severa o existan dudas sobre un posible mecanismo IgE mediado, así como en FPIES antes de la provocación alimentaria(11,17). No se recomienda la realización de pruebas epicutáneas con alimentos, la determinación de IgG ni IgG4 específicas a alimentos, ni la realización de calprotectina fecal, salvo ante la sospecha de Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII)(6,8). La presencia de sangre oculta en heces positiva es un marcador inespecífico y poco fiable en el diagnóstico y seguimiento(8).

La endoscopia digestiva alta con biopsias se requería clásicamente para el diagnóstico de EA en ausencia de enfermedad celíaca(2,9). En el resto de entidades se han descrito diversos hallazgos endoscópicos(2). En la actualidad, considerando la inespecifidad de estos hallazgos y que generalmente no modificarán el manejo, la decisión de realizar endoscopia quedará a criterio del gastroenterólogo pediátrico y habitualmente se realizará en casos graves sin respuesta a la dieta de exclusión, para descartar otra patología (EII, enteropatía autoinmune, enteropatía en penacho, enfermedad de inclusiones vellositarias) y cuando se sospeche una EEo o TGIEP(2,6-10).

Tratamiento

La base del tratamiento consiste en la eliminación en la dieta de los alimentos causantes, asegurando un adecuado aporte nutricional y minimizando su repercusión en la conducta alimentaria y en la calidad de vida del niño y sus cuidadores.

Al igual que en las alergias IgE mediadas, la piedra angular del tratamiento será evitar los antígenos alimentarios causantes, siendo los más frecuentemente implicados: la leche de vaca, el trigo, el huevo, las legumbres, incluida la soja, el pescado, el marisco y los frutos secos. Sin embargo, la eliminación de estos alimentos puede contribuir significativamente al estado nutricional del niño (Tabla V), afectar a su calidad de vida y a la de sus familias y conllevar un coste financiero y emocional significativo(18,19).

Las dietas de eliminación pueden acarrear déficits de micronutrientes (especialmente calcio, vitamina D, zinc, hierro, vitaminas del grupo B y ácidos grasos) y favorecer o desencadenar dificultades en la alimentación(18). Será necesario hacer una adecuada valoración nutricional al diagnóstico, una correcta intervención nutricional (Tabla VI) y un seguimiento estrecho, comprobando periódicamente la adquisición de la tolerancia oral a fin de evitar dietas prolongadas innecesarias.

La intervención nutricional debe individualizarse, proporcionando una correcta educación y asesoramiento a los pacientes y sus cuidadores en la identificación de alérgenos, lectura de etiquetados y sustitución de los mismos(19). No se recomienda retrasar la introducción de la alimentación complementaria y será necesario expandir el número de alimentos introducidos para asegurar un adecuado aporte nutricional y permitir la adquisición progresiva de habilidades en la alimentación y la exposición a diversas texturas y sabores(18). En pacientes con FPIES, se recomienda comenzar con un solo alimento (generalmente vegetales y frutas) y esperar, al menos, 4 días antes de continuar con otro alimento para evidenciar posibles reacciones(11).

Alergia a proteína de leche de vaca no IgE mediada(17)

El manejo de la APLV merece mención especial por ser la más frecuente en los lactantes. En niños con LME, esta debe mantenerse indicando la retirada de las PLV de la dieta materna y asegurando una suplementación de las madres con 1 g de calcio y 600 UI vitamina D al día. Cuando exista alta sospecha de AGI y persistan los síntomas a pesar de una dieta materna adecuada, se podría valorar la exclusión de otros alimentos (especialmente soja y/o huevo) y si persistieran, podría ser necesario iniciar una FEH o FE. En niños con lactancia mixta, si los síntomas coinciden con la introducción de la fórmula, se mantendrá la lactancia materna sin ser necesaria la dieta de exclusión materna, pero sustituyendo los suplementos por FEH. En niños alimentados con fórmula para lactantes, serán de elección las FEH de caseína y/o seroproteínas. Las fórmulas de arroz hidrolizado pueden ser una alternativa a cualquier edad en algunos casos que rechacen o no respondan al tratamiento con FEH de caseína y/o seroproteínas. Dado el riesgo de correacción a soja en lactantes con APLV no Ig E mediada, no se recomienda el uso de fórmulas a base de soja, especialmente en menores de 6 meses. Las fórmulas elementales serán de elección cuando fracase la FEH, en la enteropatía que curse con fallo de medro, hipoproteinemia y anemia graves, FPIES graves, en alergias alimentarias múltiples, en clínica refractaria con lactancia materna exclusiva a pesar de dieta de exclusión en la madre y eccema grave o sangrado rectal importante que condicione inestabilidad hemodinámica(17). No deben emplearse las fórmulas parcialmente hidrolizadas por mantener en su composición péptidos potencialmente antigénicos, ni leches ni fórmulas procedentes de otros mamíferos (cabra, oveja, yegua, camella, burra…) por el riesgo de reacciones cruzadas. En niños mayores de 2 años que mantengan la exclusión de PLV, deberán asegurarse unos aportes adecuados de calcio y vitamina D, suplementado acorde a sus ingestas dietéticas de referencia (RDI).

Prueba de adquisición de tolerancia

Periódicamente, deberá realizarse de forma controlada la reintroducción progresiva del alimento en la dieta para comprobar la adquisición de tolerancia oral al mismo.

La reintroducción del alimento causante se realizará bajo supervisión médica y se registrará la reaparición de los síntomas. El momento en el que realizarla dependerá de: la edad al diagnóstico, la entidad clínica y la gravedad de los síntomas iniciales(2). En los FPIES, la edad de tolerancia será distinta dependiendo del alimento desencadenante y del país de origen, pero de forma general, se recomienda esperar entre 12-18 meses desde la última reacción(11,17). En el resto de entidades podrá valorarse realizar prueba de adquisición de tolerancia tras 3-6 meses de dieta en casos leves y tras 6-12 meses en los más graves(3,17). Tras un periodo de exclusión prolongado, los niños con: sintomatología inmediata, antecedentes personales de atopia (dermatitis atópica, broncoespasmo de repetición, rinitis alérgica y/o sensibilización IgE mediada a otros alimentos) y/o FPIES, pueden desarrollar un mecanismo mediado por IgE frente al alimento excluido, por lo que será recomendable la valoración conjunta por el alergólogo y realizar prick test o determinación de IgE específica al alimento excluido antes de efectuar la prueba de adquisición de tolerancia(17). En las PA, EA y formas leves de DA, si no existe sensibilización al alimento ni antecedente de reacción grave previa, la reintroducción podrá hacerse de forma gradual en domicilio bajo supervisión médica. En los casos graves, en los FPIES o cuando exista sensibilización IgE mediada, la prueba de adquisición de tolerancia se hará en medio hospitalario(2,17). Si reaparecen los síntomas tras la prueba de tolerancia, habrá que reevaluarla de forma periódica cada 6-12 meses. Si tras 4-8 semanas de su reintroducción no reaparecen los síntomas, se mantendrá el alimento en la dieta.

Prevención

No hay suficiente evidencia para recomendar ninguna medida de prevención eficaz de la alergia alimentaria(20-22). Ni las intervenciones dietéticas en la madre durante la gestación o la lactancia, ni el uso de FEH, probióticos ni prebióticos en lactantes de riesgo, ni el retraso en la introducción de la alimentación complementaria han demostrado que puedan prevenir el desarrollo de AGI(17-19,23). Las recomendaciones actuales se dirigen al mantenimiento de una alimentación equilibrada en la madre y en el lactante, rica en alimentos naturales no procesados y con aportes de todos los nutrientes necesarios.

Papel del pediatra de atención primaria

El papel del pediatra de Atención Primaria es fundamental en el reconocimiento de los síntomas de AGI, sospechando la relación causal entre cada una de las entidades y la introducción de los diversos alimentos. Es frecuente un retraso diagnóstico en estas patologías, por lo que es importante el conocimiento de las mismas por todos los pediatras para poder realizar un diagnóstico precoz y evitar así la repercusión nutricional y el desarrollo de trastornos de conducta alimentaria secundarios. En casos dudosos, con riesgo nutricional elevado o cuando sea necesario valorar la realización de pruebas complementarias, la derivación al gastroenterólogo pediátrico puede agilizar el proceso diagnóstico y terapéutico.

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio del autor.

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Guía Internacional para el diagnóstico y manejo del síndrome de enterocolitis inducida por proteínas alimentarias, de obligada lectura para tener una visión global de todos los aspectos de esta entidad, con recomendaciones basadas en la evidencia actual.

– Espín Jaime B, Díaz Martín JJ, Blesa Baviera LC, Claver Monzón A, Hernández Hernández A, García Burriel JI, et al. Alergia a las proteínas de leche de vaca no mediada por IgE: documento de consenso de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP), la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP), la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) y la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). An Pediatr (Barc) 2019; 90: 193.e1-e11.

Artículo de obligada lectura que resume las recomendaciones del documento de consenso elaborado por varias sociedades pediátricas españolas para el diagnóstico y manejo de la APLV en niños menores de 2 años, basado en la última evidencia disponible.

Groetch MS, Henry M, Feuling MS, Kim J. Guidance for the Nutrition Management of Gastrointestinal Allergy in Pediatrics. J Allergy Clin Immunol Pract. 2013; 1: 323-31.

Artículo muy útil sobre el manejo nutricional y dietético en este tipo de pacientes, con recomendaciones sobre su valoración inicial, la intervención nutricional, con pautas y recomendaciones sugeridas, así como del seguimiento. Incluye, además, de forma muy didáctica, casos clínicos con sugerencias adaptadas a cada uno de los mismos.

 

Caso clínico

 

Anamnesis

Historia actual: niña de 2 años y 3 meses que es derivada a consultas de Digestivo desde Atención Primaria por sospecha de reacción adversa a la leche de vaca. Refieren inicio del cuadro clínico 3 meses antes, coincidiendo con un síndrome gripal. Tras el mismo, presenta: deposiciones de consistencia líquida, malolientes, sin productos patológicos, en número de 2-3 al día, junto con vómitos alimentarios intermitentes, 1-2 h tras la toma del biberón de leche de vaca (5-6 vómitos a la semana). Tras valoración por su pediatra, se indicó retirada de proteína de leche de vaca (PLV) de la dieta e inicio de bebida de soja. Con ello, refieren desaparición de la sintomatología con normalización de las deposiciones, pero persistencia de escasa ganancia ponderal. En el momento de la consulta, se encuentra asintomática desde el punto de vista digestivo. Realiza una alimentación variada con ingesta regular del resto de grupos alimentarios.

Antecedentes personales: antecedentes pre y perinatales sin incidencias. Desarrollo psicomotor normal, aunque póndero-estatural lento desde los primeros meses de vida. Lactancia artificial desde el nacimiento bien tolerada y diversificación reglada sin incidencias. Inmunizaciones según calendario. Dermatitis atópica, sin otras comorbilidades atópicas.

Antecedentes familiares: madre sana sin comorbilidades atópicas. Padre con urticaria crónica, asma leve y psoriasis. Hermano con antecedente de alergia al huevo superada.

Exploración física

Antropometría: talla: -1.7 DE según OMS; peso: -2.2 DE según OMS; IMC: -2 DE según OMS; estado nutricional (OMS): desnutrición aguda moderada. Buen estado general. Masas musculares algo blandas, escaso panículo adiposo, sin pliegues de adelgazamiento. Bien hidratada y perfundida. Normocoloración cutáneo-mucosa. Piel seca. Exploración abdominal y perianal normal. Resto de exploración sin alteraciones.

Pruebas complementarias

Analítica sanguínea: leucocitos: 14.6 x 1.000/μL (5-15); Eosinófilos: 2,82 x 1.000/μL (0-0,5), resto de fórmula sin alteraciones. Hemoglobina, coagulación, plaquetas, perfil férrico, vitaminas A, D, E y bioquímica con perfil hepato-renal e iones normales. Inmunoglobulina E total 687 kU/l (0-45), con IgE específicas negativas a leche de vaca, soja, trigo y gluten. Anticuerpos de celiaquía negativos.

Endoscopia digestiva alta: macroscópicamente normal. Histológicamente, a nivel de mucosa duodenal, hiperplasia de las criptas, atrofia parcial de las vellosidades y linfocitosis intraepitelial (40-44 linfocitos/100 enterocitos) encuadrable en grado 3a de la clasificación de Marsh-Oberhuber.

Evolución

En la valoración inicial, ante el estancamiento ponderal a pesar del inicio de la dieta de eliminación y con los datos antropométricos de desnutrición moderada, se decide realizar endoscopia digestiva alta, en la que se evidencian hallazgos compatibles con enteropatía. En la consulta de revisión, los padres refieren reaparición de la diarrea y de vómitos intermitentes, unos 2 meses tras el inicio de la bebida de soja. Por este motivo, en Urgencias se les indicó retirada de soja de la dieta tras lo que se resolvieron los síntomas. Refieren además en una ocasión aislada transgresión accidental con leche de vaca sin presentar síntomas inmediatos. En la consulta se le indica mantener dieta estricta exenta de PLV y soja, y se revisa a la paciente de forma seriada.

 

 

 

Brote epidémico de tos ferina: factores predictores y adhesión a los protocolos de vigilancia

De interés especial


I. Miras Aguilar*, O. Redondo González**, C.E. Gilarte Herrera*, F.P. Olteanu Olteanu*, C. Llorente Ruiz*, F. Olalla Nadal*, L. Montes Martín*

*Servicio de Pediatría y áreas específicas.
** Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública. Hospital Universitario de Guadalajara. España

Resumen

La tos ferina (TF) ha aumentado en la última década. El objetivo es describir el brote acontecido en 2018 en Guadalajara, y evaluar la capacidad predictiva de los protocolos vigentes y otros factores en su diagnóstico. Materiales y métodos: serie retrospectiva de casos de los menores de 14 años de Guadalajara, España, a los que se realizó estudio diagnóstico (PCR) para TF. Definiciones de caso: según “Protocolo de Vigilancia para Casos y Brotes de TF” (Red Nacional de Vigilancia) y sus readaptaciones (Consejería de Sanidad, Castilla-La Mancha). Fuentes: Historia clínica electrónica y censo demográfico (INE, 1-julio-2018). Se estimaron tasas de incidencia y medidas de asociación (Odds ratio y diferencia de medias; IC 95%). Resultados: se estudiaron 760 pacientes; edad promedio 5,8 años (DS = 4,1 años), 53,6% varones. Cumplieron definición de caso sospechoso el 34,2% y de caso probable el 23,8%. La mayor onda epidémica ocurrió de abril a julio. El ámbito más frecuente de contacto fue escolar (74%). Según protocolo vigente, cumplieron criterio de solicitud de PCR el 32%; de estos, se confirmó TF en el 32,4%. Tasa de sospecha = 19,1/103; y de ataque (confirmados) = 5,9/103. El 96,1% de la muestra está correctamente vacunada. Resultaron factores predictores: edad, sexo, sintomatología, contacto previo, derivación hospitalaria por pediatra, vacunación incompleta (≤3 dosis) y tiempo desde la última vacuna (≥4 años). Conclusiones: la adhesión a los protocolos para solicitar PCR fue escasa y no predijeron adecuadamente el diagnóstico. Para acometer futuros brotes, se requeriría una revisión multidisciplinar y coordinada de los mismos según las variables analizadas.

 

Abstract

Whooping cough (WC) has increased in the last decade. The aim of this study is to describe a WC outbreak occurring in Guadalajara, Spain, in 2018, and to evaluate the predictive capacity of current protocols and other factors in its diagnosis. Materials and Methods: We performed a retrospective study of a case series involving children under 14 years of age from Guadalajara, who underwent Pertussis diagnostic testing (polymerase chain reaction, PCR). Case definitions were considered according to the “Surveillance Protocol for WC Cases and Outbreaks” (National Surveillance Network) which was readjusted twice during the study period (Ministry of Health, Castilla-La Mancha). Sources: Electronic medical records and demographic census (National Statistics Institute; July 1st 2018). Incidence rates and association measures were estimated (Odds ratio and mean difference; 95%CI). Results: 760 patients were studied. The average age was 5.8 years (SD = 4.1 years), with 53.6% of them being males. 34.2% were considered suspect cases and 23.8% were probable cases. The biggest epidemic wave occurred from April to July. The most frequent contacts were at school (74%). According to the current protocol, 32% met criteria for performing PCR, of which WC was confirmed in 32.4%. Suspicion rate = 19.1/103; confirmed rate = 5.9/103. 96.6% were correctly vaccinated. Age, sex, symptoms, previous contact, hospital referral by primary care pediatrician, incomplete vaccination (≤3 doses) and time from last vaccine (≥4 years) were predicting factors. Conclusions: Adherence to the protocols to request PCR did not predict the diagnosis adequately. To manage future outbreaks, multidisciplinary and coordinated review of them would be required according to the variables analyzed.

 

Palabras clave: Tos ferina; Epidemia; Brote; Paroxística; Vacunación; Protocolo; Vigilancia.

Key words: Whooping cough; Epidemics; Outbreak; Paroxysmal; Vaccination; Protocol; Surveillance.

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 176.e1 – 176.e8


Brote epidémico de tos ferina: factores predictores y adhesión a los protocolos de vigilancia

Introducción

La Tos Ferina (TF) es una infección bacteriana cuya mayor morbimortalidad se produce en los menores de cuatro meses(1). Afecta fundamentalmente a los menores de un año y adultos jóvenes(2). La incidencia real sería cinco veces superior a la notificada, debido al infradiagnóstico(3). La transmisión aérea tiene lugar desde los primeros síntomas, las tres semanas subsiguientes y hasta completar tratamiento(4). Es muy contagiosa (tasa de ataque ~90%)(5). El periodo de incubación oscila entre 7 y 10 días, evolucionando en tres fases: prodrómica, paroxística y convalecencia(6). La fase catarral incluye síntomas inespecíficos: fiebre, rinorrea y tos. En la paroxística se producen accesos de tos, ocasionalmente emetizante y/o estridor inspiratorio. En la última fase, la tos disminuye en frecuencia y gravedad, aunque pueden transcurrir meses hasta la recuperación. En niños vacunados, los periodos indicados pueden no reconocerse y cursar como tos crónica(7).

El aislamiento de Bordetella en cultivo se considera el gold standard por su elevada especificidad, pero su sensibilidad es baja (50-70%)(8). Por ello, la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) es la herramienta diagnóstica fundamental (sensibilidad 70-99%), incluyéndose en la definición de caso(2,9). La instauración precoz del tratamiento disminuye la gravedad de los síntomas, con escaso efecto a partir de 14 días desde el inicio de la tos(10). El tratamiento con azitromicina o claritromicina disminuye la contagiosidad y evita la diseminación(10,11).

En 1965 se incluyó en España la vacuna de TF en el calendario de vacunación sistemática. Desde 1998, la cobertura es superior al 95%(12). A pesar de ello, representa un problema de salud pública mundial, pues la inmunidad natural o adquirida disminuye en el tiempo(13). Diferentes estudios epidemiológicos revelan un incremento de su incidencia en la última década en países con amplias coberturas vacunales y cursando en brotes importantes. En 2015, se superaron en España las 8.000 declaraciones de TF al Centro Nacional de Epidemiología (CNE), el nivel más alto de los últimos 25 años(14).

Durante el periodo 1998-2016, la incidencia más alta en España se registró en los menores de un año. Desde el 2010, la incidencia ha ido aumentando en este grupo, hasta un máximo de 457,2 por 100.000 (2015). Esto ha justificado la adopción de estrategias para proteger al lactante y disminuir la incidencia, como la implementación de la vacuna en el embarazo(16,17).

El objetivo es describir el brote de TF acontecido en 2018 en la población pediátrica de Guadalajara, y evaluar la capacidad predictiva de los protocolos vigentes y otros factores en el diagnóstico de TF.

Población y métodos

Diseño y población de estudio

Estudio de serie de casos retrospectivo. Se seleccionaron todos los pacientes pediátricos (0-13 años) a los que se solicitó escobillado nasofaríngeo para TF. Periodo de estudio: 1/01-31/12 de 2018, en Guadalajara, España. La población expuesta fue de 39.735 niños (15,5% de la población total). El 78,4% habita el “Corredor del Henares”, que incluye la capital. Como fuente de datos, se utilizaron el programa del laboratorio de Microbiología del Hospital Universitario de Guadalajara (HUG) (Siglo®), la Historia Clínica informatizada hospitalaria (Mambrino®) y ambulatoria (Turriano®) y el censo poblacional del Instituto Nacional de Estadística (INE, 1 de julio de 2018).

Definiciones de caso y brote

Paciente sintomático: aquel que manifestaba tos en forma de accesos. Se emplearon las definiciones de caso del “Protocolo de Vigilancia para Casos y Brotes de Tos ferina” de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE), readaptado dos veces durante el brote por la Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha (CSCM). Diferenciamos cuatro subperiodos, dependiendo del protocolo vigente, en los que la definición de caso sospechoso fue diferente (Fig. 1).

Figura 1. Periodos del estudio según el protocolo aplicado: definiciones de caso de tos ferina e indicaciones de solicitud de prueba. Brote de Tos Ferina 2018; Guadalajara, España.

Se consideró caso probable, aquel sospechoso que había tenido contacto con un caso confirmado entre 6-10 días antes, y caso confirmado a aquel que cumplía criterios clínicos y de laboratorio (PCR positiva).

Prueba de laboratorio

Se empleó la PCR como test diagnóstico. Utilizamos dos sets: SmartCycler® II (Bp/Bpp) (01/01/18-11/07/18) y RealCycler® BORD (12/07/18-31/12/18); ambos con sensibilidad superior al 95% para 1-5 copias/mcL de B. pertussis y 1 copia/mcL de B. parapertussis. La especificidad de SmartCycler® II (Bp/Bpp) es inferior a RealCycler® BORD(18). No se realizó cultivo por la escasa sensibilidad y viabilidad de la prueba. La recogida de muestras fue realizada por personal entrenado de enfermería de Urgencias del HUG.

Variables de estudio

Las variables sociodemográficas y clínicas se describen en la tabla I.

 

Análisis estadístico

Las variables cuantitativas se describieron con media y desviación estándar (DS) (distribución paramétrica) o mediana y rango intercuartílico (no paramétrica); las variables cualitativas, mediante tendencias absolutas y relativas. Se calculó la tasa de sospecha y ataque real de forma global utilizando la población censal. Como medidas de asociación, se emplean la Odds Ratio y diferencia de medias (media de casos no confirmados – media de casos confirmados). Para contraste de hipótesis, se utilizó el test de Fisher o Chi2 para variables cualitativas. Para cuantitativas, se usó la t-Student para datos independientes o la U de Mann-Whitney (comparación de dos grupos); y el test ANOVA o el Kruskal-Wallis (≥ dos grupos). Los análisis se realizaron mediante el programa estadístico SPSS 21, considerando un p-valor <0,05.

Aspectos éticos

El estudio fue evaluado y aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica del HUG (Proyecto 2019.53.PR). Respeta la normativa vigente: ley de Protección de Datos 3/2018 (5, diciembre), realizándose conforme a los principios de la declaración de Helsinki(19).

Resultados

Se estudiaron 760 pacientes con sospecha de TF, cuya media de edad era de 5,8 (DS=4,1) años; el 53,6% varones. Según el protocolo vigente, cumplían la definición de caso sospechoso 227 pacientes (34,2%). De estos, resultaron casos probables el 23,8% (N=54). En relación con la presencia de contacto previo, obtuvimos información de 517 pacientes, de los cuales, 174 tenían antecedente de contacto con un caso confirmado. El ámbito escolar fue el medio más frecuente de contacto (74%, N=129), seguido del entorno familiar (19%, N=33). El 42,2% (N=77) de los niños con contacto previo resultaron contagiados (Tabla I).

El 71,6% (N=543) de las pruebas se solicitaron desde Atención Primaria y el 23,4% (N=177) desde Urgencias del HUG (Tabla I). Según la distribución temporal de PCR solicitadas, el mayor porcentaje (79,5%) se registró de abril a julio de 2018: 14,3% en las semanas 14 a 18 (N=109); 25,3% de la 18 a la 22 (N=192); 24,3% de la 23 a 26 (N=185); y un 15,5% entre la 27 y la 31 (N=118).

El 92,4% (N=652) de los niños estudiados presentaban síntomas (tos en accesos). En el 47% (N=306) la tos era paroxística, apareciendo de forma aislada en el 53,3% (N=163), asociada a otro síntoma (fiebre, vómito o estridor inspiratorio) en el 36,3% (N=111), y a dos o más síntomas en el 10,4% (N=32) (Fig. 2).

*Clínica conocida: disponemos de datos en la historia clínica sobre la sintomatología o ausencia de la misma. & Sintomático: paciente que manifiesta tos en accesos.

Figura 2. Manifestaciones clínicas de los pacientes con sospecha de tos ferina. Brote de tos ferina 2018; Guadalajara, España.

El promedio de duración de la tos fue de 10,6 (DS=8,7) días (4,5% >2 semanas) (Tabla I).

La distribución geográfica, conocida en 752 niños, fue la siguiente: 43,4%, Guadalajara capital; 32,9%, resto del Corredor del Henares, y 23,7% otros municipios. Se conocía el Centro de Salud (CS) de referencia de 752 pacientes, adscritos a un total de 42 CS; siendo los más afectados: Alamín (25,8%), Azuqueca de Henares (20%), Alovera (8,5%), Guadalajara-Sur (6,5%) y Manantiales (6,5%), todos ellos pertenecientes al Corredor del Henares.

Se conocía el estado vacunal de 668 pacientes. Recibieron una vacunación correcta 642 pacientes (96,1%) y completaron la profilaxis primaria 342 niños (51,2%). Entre la administración de la última dosis de vacuna y la sospecha de TF, transcurrieron un promedio de 37,9 meses (DS=31) (Tabla I). Respecto al tratamiento, obtuvimos información de 718 pacientes: el 52,2% (N=375) recibieron azitromicina; un 90,4% (N=339) como tratamiento, y el 9,6% (N=36) restante como profilaxis. Desde el debut de la clínica hasta el inicio del tratamiento transcurrieron de media 11,6 días (DS=7,9) (Tabla I).

Resultaron casos confirmados de tos ferina 234 pacientes. Según el protocolo vigente, cumplieron criterio de solicitud de PCR un 32% (N=213); de estos, se confirmó TF en el 32,4% (N=69). De los casos probables, resultaron confirmados el 37% (N=20). La confirmación diagnóstica se produjo en el 34,2% de niños (N=141) y el 26,3% de niñas (N=93); en el 31,3% (N=201) de los pacientes adecuadamente vacunados y en el 32,1% (N=110) de los que habían completado vacunación (Tabla I). Bordetella Pertussis fue el patógeno aislado más frecuente (81,2%). Considerando solo los casos confirmados, la mayor onda epidémica se ratificó de abril a julio (87,1%) (Fig. 3), siendo la distribución zonal de casos variable a lo largo del brote (p=0,003).

Figura 3. Distribución de casos confirmados. Brote de tos ferina 2018; Guadalajara, España.

La tasa de sospecha fue de 19,1 por 103, la mayor en los menores de 1 año (42,7/103) y la menor a los 13 años (9,1/103). La tasa de sospecha en el mayor periodo epidémico (de abril a julio) fue 15,1 por 103, siguiendo la misma distribución por edades; mayor en los menores de 1 año (28,6/103) con la menor tasa en el grupo de 13 años (7,7/103). La tasa de ataque global (casos confirmados) fue de 5,9 por 103, mayor en el grupo de 2 y 4 años (9,7 y 8,2/103; respectivamente); y menor, en el de 6 y 7 años (2,7 y 3,2/103; respectivamente) (Tabla II).

 

Los factores predictores de TF se describen en la tabla III.

 

Encontramos una correlación significativa y positiva entre la edad y el resultado positivo de PCR (Coef. de correlación de Pearson=3,112; p=0,002). El promedio de edad de los casos no confirmados fue un año inferior que en los confirmados (dif. medias -1,0; IC 95% -1,6; -0,3). Presentar clínica supuso una probabilidad 4,6 veces superior de ser caso confirmado (IC 95% = 1,8-11,8). La confirmación diagnóstica es un 30% superior en los varones (ORniñas/niños=0,7; IC 95%=0,5-0,9); y 2,7 y 1,6 veces mayor en los niños que presentaron contacto previo con caso confirmado y en los derivados por su médico de AP (IC 95%=1,8-3,9 e IC 95%=1,1-2,4; respectivamente). También la PCR resultó 2,2 veces más probable en los que han recibido ≤ 3 dosis de vacuna (IC 95%=1,3-3,6). Finalmente, el promedio de tiempo transcurrido entre la fecha de la última vacuna y la sospecha de TF fue 8 meses inferior en los casos no confirmados (IC 95% -13 a -2,7).

Discusión

Durante el brote de Guadalajara, declarado en enero de 2018, se confirmó TF en 59 de cada 10.000 niños (~90% entre abril y julio), de los que el 97% estaban correctamente vacunados. La mayoría se contagiaron en el ámbito escolar. Más de la mitad recibieron tratamiento. El tiempo promedio desde la última vacuna hasta la sospecha diagnóstica fue de 3 años. Cinco de los 35 CS implicados atendieron el mayor número de casos, con una tasa de ataque del 66‰ en el Corredor (53‰ en Guadalajara capital). Aunque más del 90% de los pacientes presentaban síntomas, con un promedio de duración de 10 días, poco más de un tercio cumplieron la definición de caso sospechoso según protocolo. Resultaron indicadores de confirmación diagnóstica: la edad (el promedio en los casos confirmados es un año superior), el sexo masculino, la presencia de sintomatología y/o contacto previo, la derivación por parte de su pediatra, el paso del tiempo desde la última dosis de vacuna y el haber recibido ≤3 dosis de vacunas frente a TF.

La TF se sucede en ciclos cada 3-5 años. Para el control del brote de Guadalajara se divulgó el Protocolo de la RENAVE, modificado dos veces para adecuarse a la situación, medida aplicada en situaciones epidémicas similares(5,20,21). El mayor número de casos sospechosos y confirmados se produjeron entre las semanas 14 a 31, distribución temporal semejante a la acontecida en Castellón (2000) y Sevilla (2016)(5,21). La transmisión se inició durante meses lectivos y se disipó durante el periodo vacacional. En nuestra serie, el mayor índice de sospecha se produjo en el sexo masculino (~54%) (p=0,024). Sin embargo, en la mayoría de los brotes declarados en España, se observa un predominio de afectación en mujeres(5,22), a excepción del brote del 2015 en Valencia(23).

La mayor incidencia de TF en España entre 1998 y 2016 se describe en los menores de un año, grupo etario más vulnerable, con la mayor tasa de hospitalización, que alcanzó un máximo en 2011 (206,3 por 100.000)(14). En nuestro estudio, sin embargo, la probabilidad de ser enfermo aumenta con la edad y la mayor tasa de ataque se produce en el grupo de 2 y 4 años (Tabla III). Así, en España se viene observando un desplazamiento de la incidencia de TF hacia la adolescencia. Estudios publicados en Reino Unido y Australia, describen repuntes entre los 10 y los 14 años(24,25). La implantación de la vacunación de TF a la gestante (2015), y las acciones preventivas podrían ser responsables del descenso de incidencia de TF en los primeros meses de vida(14,26).

La definición clásica de TF requiere la presencia de tos en accesos y, al menos, uno de estos síntomas: tos paroxística, estridor inspiratorio o vómito inducido por la tos. El 92,4% de los pacientes de nuestra cohorte presentan tos en accesos (p<0,0001); aunque, el número de síntomas no aumenta la probabilidad de ser caso confirmado (p=0,150) (Tabla III). La definición contempla asimismo una duración de la sintomatología >2 semanas. En nuestra muestra, no observamos diferencias en la duración de la tos entre casos confirmados y sanos. Destacamos, además, el escaso porcentaje de casos sospechosos que cumplían la definición según protocolo, de los que solo una cuarta parte presentaron vínculo epidemiológico con caso confirmado, siendo en estos la probabilidad de padecer TF casi 3 veces superior. Aunque el 68% de las PCR solicitadas no estaban indicadas según protocolo, la proporción de resultados positivos resultó similar en los casos indicados y en los no indicados. De ello deducimos que en contexto de brote, los criterios de solicitud de exudado nasofaríngeo deben ser menos restrictivos.

El ámbito escolar es el medio de transmisión más frecuente en brotes de TF(1,5,6), mientras que la transmisión intrafamiliar lo es en los menores de un año(27). El agente etiológico más habitual es Bordetella pertussis. Se estima que B. Parapertussis representa del 2 al 20% del total de casos, en concordancia con lo observado en nuestra cohorte (18,8%)(28), causando cuadros más leves, incluso subclínicos y, por tanto, infradiagnosticados(29). La vacunación es una de las principales estrategias preventivas. En nuestra serie destaca el elevado porcentaje de vacunación y adecuado seguimiento vacunal (96,1%), aunque únicamente la mitad de los pacientes habían completado 5 dosis. No tuvimos en cuenta la composición de la vacuna administrada, ya que de entre los 5 antígenos que puede contener, ninguno de forma aislada es determinante de eficacia(30). Diferentes estudios han ratificado que la vacunación frente a la TF confiere una protección limitada de unos 4-7 años. De hecho, estimamos que en los casos confirmados, transcurrieron de media 4 años desde la última vacuna hasta la sospecha de TF; y en los descartados, el promedio fue de 3 años (p=0,003).

El objetivo del tratamiento con azitromicina es disminuir la contagiosidad(31,32). Organismos internacionales recomiendan, además, tratar precozmente a convivientes asintomáticos, pues más allá de los 12-14 días de inicio de la clínica o contacto con caso confirmado, disminuye la efectividad(10). Debido a las modificaciones en la definición de caso realizadas por la CSCM (Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha), por las que se disminuyó el número de días de tos para la consideración de caso, el tratamiento se inició antes de estos 12-14 días (media=11,6 días). En este sentido, se actuó en el periodo ventana de efectividad terapéutica.

La mayor tasa de sospecha se produjo en los menores de un año (42,7/103), probablemente por su mayor susceptibilidad y porque continúan siendo los más frecuentemente afectados por TF(1). No obstante, la mayor incidencia confirmada resultó en el grupo de 2 años (9,7/103), pudiendo ser indicativo de la protección de la vacunación en las embarazadas. Por otro lado, la tasa de ataque global (confirmada) fue próxima al 6%, cifra muy inferior a la indicada en otras series, sugiriendo que un elevado porcentaje de población es diagnosticada sin realización de pruebas complementarias. Esto es lo que indicó el protocolo readaptado de la CSCM, por el que desde el 25 de mayo al 30 de septiembre del 2018, no se solicitó escobillado nasofaríngeo a los casos probables.

Respecto a las limitaciones del estudio, consideramos como sospechosos todos los pacientes a los que se solicitó PCR, sin considerar otros posibles motivos de solicitud. Además, debido a las modificaciones del protocolo, desde el 25 de mayo al 30 de septiembre del 2018 no se solicitó escobillado nasofaríngeo a los casos probables, por lo que hay un grupo importante de pacientes que no se incluyeron en el estudio. Así, probablemente se subestimó la tasa de ataque global. De otra parte, la recogida de datos se realizó de la historia clínica informatizada, implicando un carácter subjetivo. Es más, en algunos pacientes, el número de historia clínica hospitalaria y el Código de Identificación Autonómica Sanitaria (CIAS) no coincidían, no siendo posible en estos el acceso a la historia de Atención Primaria (AP).

En 2018, se sospechó TF en 19 de cada 1.000 niños de Guadalajara, una tasa ocho veces superior a la media regional, el mayor repunte desde que la TF es de declaración obligatoria individualizada (1997). La adhesión a los protocolos para solicitar prueba confirmatoria fue escasa, y no predijeron adecuadamente el diagnóstico. A pesar de la definición clásica de TF, no encontramos asociación entre el número de síntomas o la duración de estos con la confirmación diagnóstica. La orientación diagnóstica por parte del pediatra habitual ante un niño con tos y/o el contacto previo con caso confirmado serían los mejores predictores de enfermedad. La probabilidad de confirmación diagnóstica es igualmente mayor si ha recibido ≤3 vacunas y/o han transcurrido ≥ 4 años desde la última dosis. Tener una pauta vacunal correcta y/o completa no implican protección. Para asegurar el control de TF y acometer futuros brotes, se requeriría una revisión multidisciplinar y coordinada de los mismos que tuviera además en cuenta la capacidad predictiva de las variables analizadas.

Agradecimientos

Agradecer la especial contribución de ejecución y elaboración del estudio al departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública del HUG. La colaboración del departamento de microbiología clínica del centro. Y de todo el personal implicado en el control y manejo del brote: auxiliares, enfermería y médicos o pediatras del ámbito de Atención Primaria y Hospitalaria.

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Hipercolesterolemia familiar en la infancia y la adolescencia: cribado, diagnóstico y tratamiento

B. Corredor Andrés*, M. Güemes**, M.T. Muñoz Calvo***
Temas de FC


B. Corredor Andrés*, M. Güemes**, M.T. Muñoz Calvo***

*Sección de Endocrinología, Hospital Virgen de la Salud. Toledo. **Servicio de Endocrinología, Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Madrid. ***Unidad de Endocrinología, Servicio de Pediatría. H. Ruber Internacional. Madrid

Resumen

La hipercolesterolemia familiar (HF) es el trastorno genético más prevalente en la edad pediátrica; sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos, pasa totalmente desapercibida. Se caracteriza por niveles plasmáticos elevados de C-LDL (lipoproteínas de baja densidad) que pueden detectarse ya desde el nacimiento, así como por presentar una alta tasa de morbimortalidad por enfermedad cardiovascular en edades tempranas. Se revisan las recomendaciones actuales de las guías de consenso en el tratamiento de la HF, describiéndose las características de la dieta preventiva y terapéutica, así como la promoción de la actividad física. Se recomienda iniciar tratamiento en la HF heterocigota entre los 8 y 10 años, tras 3-6 meses de dieta y ejercicio físico. Las estatinas deben ser incluidas entre los potenciales fármacos de primera línea, por la experiencia adquirida en los últimos años y por su capacidad de disminuir los niveles de C-LDL. Asimismo, se revisan las nuevas terapias emergentes.

 

Abstract

Although familial hypercholesterolemia (FH) is the most prevalent genetic disorder in the pediatric age, it remains underdiagnosed. It is characterized by high levels of plasma LDL-cholesterol (low density lipoproteins) since birth, and it associates a high morbidity and mortality rate due to cardiovascular disease (CVD) at an early age. The current treatment consensus recommendations are revised, including the characteristics of preventive and therapeutic nutrition as well as the promotion of physical activity. The treatment onset for heterozygous FH is recommended between the ages of 8 and 10 years, following 3-6 months of diet and physical exercise. Statins should be included among the potential first-line agents given the experience attained over the last years and considering their ability to decrease LDL- cholesterol concentrations. In addition, new emerging therapies are reviewed.

 

Palabras clave: Hipercolesterolemia; Colesterol total; LDL-colesterol; Cribado; Estatinas.

Key words: Hypercholesterolemia; Total cholesterol; LDL-cholesterol; Screening; Statins.

 

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 166 – 173

 


Hipercolesterolemia familiar en la infancia y la adolescencia: cribado, diagnóstico y tratamiento

Introducción

La hipercolesterolemia familiar (HF) es una enfermedad genética monogénica, caracterizada por niveles plasmáticos elevados de C-LDL (lipoproteínas de baja densidad) que pueden detectarse ya desde el nacimiento, así como por presentar una alta tasa de morbimortalidad por enfermedad cardiovascular (ECV) en edades tempranas.

Existen dos formas de HF, la forma heterocigota (HFHe) es el trastorno hereditario más frecuente, con una prevalencia de 1/200-250 individuos, y la forma homocigota (HFHo), con una prevalencia de 1/400.000 individuos(1). En menores de 18 años en nuestro país, la prevalencia con fenotipo de HFHe es de 1/217 individuos(2). En países con programas de cribado genético como Holanda, se alcanzan porcentajes de detección superiores al 70%. Los adolescentes con HFHo presentan un elevado riesgo, desarrollando enfermedad coronaria antes de los 20 años si no son tratados intensamente, y generalmente fallecen antes de los 30 años. Por ello, el diagnóstico y el tratamiento precoz son muy importantes para su pronóstico y evolución a largo plazo(3).

Hay evidencias que demuestran que los niveles elevados de C-LDL en el niño, inducen a la formación y al desarrollo de la lesión ateromatosa en edades tempranas. El grosor íntima-media de la carótida de niños con fenotipo de HF es superior si se compara con el de niños normolipémicos, estando relacionado directamente con los niveles de C-LDL. Esta diferencia fue observada en niños a partir de los siete años(4).

La detección de la HF es un gran desafío para el pediatra, ya que la inmensa mayoría no son diagnosticados, lo que conlleva un retraso en el inicio del tratamiento, (cambios en los estilos de vida y farmacológico), y este hecho puede contribuir a elevar el riesgo cardiovascular de esta población en la edad media de vida(1).

Niveles de lipoproteínas en la infancia y la adolescencia

Los niveles plasmáticos de lipoproteínas son diferentes en la infancia y la adolescencia en comparación con la edad adulta.

Los niveles de colesterol total (CT), C-LDL, colesterol unido a proteínas de alta densidad (C-HDL) y triglicéridos (TG) ascienden paulatinamente desde el nacimiento y se estabilizan entre los 2 y 4 años, manteniéndose en un mismo percentil a lo largo del tiempo durante los años prepuberales (fenómeno tracking del colesterol). A partir de los 10-12 años, los niveles plasmáticos de CT y C-LDL disminuyen entre un 5 y un 10% en ambos sexos –siendo más evidente en varones–, debido al descenso acusado del C-HDL, pero en los últimos años de la adolescencia, se produce un nuevo ascenso de los niveles de CT y C-LDL alcanzando niveles medios de adulto a partir de los 20 años. La disminución de los niveles de C-HDL en varones es el patrón más aterogénico que se produce durante la pubertad, y va a permanecer durante la etapa adulta(5).

Para evaluar el riesgo de ECV en función de los niveles de CT, C-LDL, C-HDL y triglicéridos, la Guía del National Heart, Lung, and Blood Institute (NHLBI), National Institutes of Health de EE.UU. ha propuesto unos puntos de corte de los lípidos plasmáticos (Tabla I). Existen diferencias en las concentraciones de colesterol en función de la edad, sexo y desarrollo puberal(5-6).

 

De modo práctico, debe considerarse como hipercolesterolemia, concentraciones de CT y C-LDL superiores al percentil 95: CT ≥ 200 mg/dL y C-LDL ≥ 130 mg/dL. Además, deben considerarse anormales niveles de triglicéridos > 100-130 mg/dL y los niveles de colesterol unido a lipoproteínas de alta densidad (C-HDL) < 40 mg/dL(6–8).

 

Identificación de la población pediátrica de riesgo

 

Existen distintas estrategias para el diagnóstico (Fig. 1):

Figura 1. Cribado de hipercolesterolemia en pediatría. IMC: índice de masa corporal; FC: frecuencia cardiaca; TA: tensión arterial; HF: hipercolesterolemia familiar; DE: desviación estándar; ECV: enfermedad cardiovascular; ACV: accidente cerebro vascular.

 

Cribado universal: consiste en la determinación de los niveles de CT de forma rutinaria, a los niños en una edad concreta. Se ha demostrado que este método permite detectar el 90% de los niños con HF(9).

Cribado selectivo: consiste en la determinación de los niveles de CT en todos aquellos con historia familiar de ECV o con historia familiar de hipercolesterolemia en alguno de los progenitores. Este tipo de cribado ha sido recomendado por el Programa Nacional de Colesterol de EE.UU., la Asociación Americana del Corazón y la Academia Americana de Pediatría, detectándose solo el 30-60% de niños con HF(9).

Cribado en cascada directa: si conocemos la variante genética patológica causal de la HF del progenitor, se extiende el estudio genético a los familiares de primer grado, incluyendo a los niños. Este tipo de cribado genético tiene el 100% de sensibilidad y especificidad en el estudio de los familiares, recomendándose por ser la mejor técnica por su coste-efectividad(10).

Cribado en cascada inversa: a partir de la detección de hipercolesterolemia en el niño, se inicia el estudio de los progenitores. Si uno de estos presenta una puntuación ≥ 6 en los criterios clínicos del “Dutch Lipid Clinic Network”(12), se solicitará el estudio genético(11).

Cribado oportunista: la determinación de CT en cualquier estudio analítico(11).

 

Diagnóstico

No hay un criterio único respecto a la edad en la que se debe hacer el diagnóstico de hipercolesterolemia. En general, se recomienda entre los 2 y los 10 años. Su importancia radica en que cuanto antes se realice, más fácil será la adherencia a los hábitos de vida saludables.

La sospecha diagnóstica deberá establecerse en función de los niveles elevados de C-LDL y la historia familiar de hipercolesterolemia y/o de ECV(12).

• Si la concentración de CT es ≥ 200 mg/dL o C-LDL ≥130 mg/dL, se debe repetir el análisis tras 3 meses en condiciones estandarizadas (dieta normal, tras 12 horas de ayuno) con determinación de C-HDL, C-LDL, triglicéridos, y descartar las causas secundarias de hipercolesterolemia. Si existen antecedentes familiares de ECV, se recomienda la medición de: apoproteína B (ApoB), apoproteína A (ApoA) y lipoproteína A (Lpa). Niveles superiores a 30-50 mg/dL de Lpa son un buen factor predictor de ECV, y el índice ApoB/ApoA1 > 0,82 se ha considerado buen marcador para la detección de niños con HF(2,12) (V. algoritmo).

• Las causas más frecuentes de hipercolesterolemias secundarias son: hipotiroidismo, consumo de alcohol, ciertos medicamentos (contraceptivos, corticoides, beta bloqueantes, retinoides, antirretrovirales, anabolizantes, etc.). La hipercolesterolemia secundaria a la obesidad se caracteriza por hipertrigliceridemia y niveles disminuidos de C-HDL. Otras enfermedades que cursan con hipercolesterolemia suelen dar sintomatología evidente de la enfermedad primaria: diabetes, hepatopatías, síndrome nefrótico, enfermedades de depósito, etc.(3,13).

• Debemos recomendar un periodo de dieta de tres a seis meses. Si tras este periodo, en una nueva determinación, persisten los niveles de C-LDL ≥130 mg/dL, debemos sospechar una HF(5).

• Si los niveles de C-LDL son ≥190 mg/dL, obtenidos en dos determinaciones consecutivas con un intervalo de 2-3 meses, las probabilidades de hallar una mutación causal de HF son muy elevadas. Si presenta niveles de C-LDL ≥ 160 mg/dL tras un periodo de tratamiento dietético y/o existe una historia de ECV en familiares de primer grado (hombres <55 años, mujeres <60 años), indicaría una alta probabilidad de ser portador de una mutación causal de HF (v. algoritmo).

Es recomendable realizar el estudio genético ante la sospecha de hipercolesterolemia familiar. Se debe efectuar en un laboratorio acreditado y debe incluir la secuenciación completa para identificar mutaciones puntuales y deleciones/inserciones para los genes: RLDL, APOB y PCSK9 (13).

Se debe recordar que la ausencia de detección de una mutación no descarta el diagnóstico; debido a que, un 5-30% de los casos son debidos a causa genética no identificada.

Hipercolesterolemia familiar heterocigota (HFHe)

• El mecanismo de transmisión es autosómico dominante y, aproximadamente, la mitad de la descendencia de una persona afectada presentará la enfermedad. Se produce principalmente por mutaciones en el gen del receptor LDL (RLDL). Actualmente, se han descrito más de 1.700 mutaciones diferentes de este gen, situado en el cromosoma 19 (p13.2). En menor proporción, se han descrito defectos en el gen que codifica la Apo B y en el gen que codifica la proproteína convertasa subtilisina-kesina tipo 9 (PCSK9), representando entre el 5 y 1%, respectivamente(10).

• El diagnóstico clínico se basará en: concentraciones elevadas de C-LDL (entre 190-500 mg/dL), historia familiar de hipercolesterolemia, antecedentes de ECV y presencia de arco corneal y/o xantomas (Fig. 2).

Figura 2. A. Arco corneal juvenil, línea blanco-grisácea situada en los márgenes de la córnea, debido a depósito extracelular de partículas lipídicas, principalmente ésteres de colesterol, dentro del estroma corneal en la región del limbo esclero-corneal.

Figura 2. B.Xantomas: acúmulo de macrófagos espumosos en tejido conectivo dérmico y tendones, donde se producen masas tumorales.

• La prevalencia y el elevado riesgo de desarrollar ECV hacen de la HFHe un problema de salud pública y, aun así, la mayoría de los pacientes están sin diagnosticar ni tratar. El diagnóstico precoz permite adecuar medidas preventivas que reducirían el riesgo de ECV(1,3,10,13).

Hipercolesterolemia familiar homocigota (HFHo)

Es una enfermedad rara y potencialmente mortal que se caracteriza clínicamente por la presencia de: niveles plasmáticos de CT (superior a 500 mg/dL), xantomas antes de los 10 años y ECV prematura (Tabla II).

Es debida a un defecto de la capacidad de unión e internalización de las partículas de LDL, generalmente causado por mutaciones en los dos alelos del RLDL (>95%), y cada uno de sus progenitores presenta una HFHe. Recientemente, se han identificado mutaciones en alelos de otros tres genes secundarios: APOB (2-5%), PCSK9 (<1%) y LDLRAP1 (<1%, que codifica la proteína adaptadora 1 del receptor de LDL). Los pacientes son homocigotos, con la misma mutación en ambos alelos del mismo gen o, más a menudo, heterocigotos compuestos con mutaciones diferentes en cada alelo del mismo gen, o heterocigotos dobles con mutaciones en dos genes diferentes que afectan a la función del receptor de LDL(14). Independientemente del defecto genético, la gravedad del fenotipo de HFHo depende de la actividad residual del receptor de LDL (LDLR). Según los ensayos in vitro realizados con los fibroblastos cultivados, se han clasificado como pacientes con receptor negativo (actividad residual < 2%) o con receptor defectuoso (actividad residual 2-25%). Los pacientes con HFHo que son LDLR negativo tienen niveles más altos de C-LDL y un pronóstico clínico más desfavorable que los pacientes con LDLR defectuoso. Si no reciben tratamiento, la mayoría de estos pacientes desarrollan arteriosclerosis sintomática antes de los 20 años y generalmente fallecen antes de los 30 años(14).

 

Diagnóstico diferencial

Hipercolesterolemia poligénica: es la más frecuente de las hipercolesterolemias primarias y la de riesgo menos elevado. La prevalencia en población general es aproximadamente del 4%. Se caracteriza por niveles de C-LDL discretamente elevados, mayor de 130 mg/dL, con padres y hermanos con concentraciones similares (agregación familiar).

Su etiología es desconocida, se piensa que ocurre por alteraciones en diversos genes reguladores interaccionando con factores ambientales, especialmente la dieta, que darían lugar al aumento del colesterol total. Suele presentarse a partir de la segunda década de la vida(3).

Hipercolesterolemia familiar combinada: es genéticamente heterogénea, solo el 10-20% muestran niveles elevados en la infancia (usualmente, en forma de hipertrigliceridemia). La prevalencia es del 1-2% en la población general. Su diagnóstico requiere niveles de C-LDL y/o triglicéridos en percentil mayor de 95 (aproximadamente mayor de 130-140 mg/dL y mayor de 110 mg/dL, respectivamente). Las lipoproteínas de uno de los progenitores deben tener igual comportamiento (C-LDL y/o triglicéridos superiores a 160 y 200 mg/dL, respectivamente). Suele presentarse a partir de la segunda década de la vida y es frecuente la asociación con obesidad, hipertensión arterial y diabetes tipo 2(5).

Sitosterolemia: tiene un patrón de herencia autosómica recesiva, por lo que los progenitores pueden presentar niveles normales de colesterol. Presentan: concentraciones plasmáticas marcadamente elevadas (>30 veces) de fitoesteroles, niveles elevados de colesterol que responden bien a la dieta y a los secuestradores de ácidos biliares o ezetimiba, y xantomas tendinosos y/o tuberosos que pueden desaparecer después de las dos primeras décadas de vida. El diagnóstico se confirma mediante análisis genético, por mutación del transportador ABCG5/ABCG8 implicado en el transporte del colesterol no esterificado por las células epiteliales intestinales hacia el lumen del intestino(3).

Hipercolesterolemia autosómica recesiva: es debida al déficit del adaptador de la proteína ARH o a la incapacidad del mismo para interactuar con el receptor de LDL, por ello cursa con disminución del aclaramiento de LDL y aumento de C-LDL y CT. Su fenotipo es similar a la hipercolesterolemia familiar homocigota pero, en general, menos severo y con mayor respuesta a los fármacos hipolipemiantes. Cursa con xantomas grandes desde la infancia, niveles de CT mayor de 500 mg/dl, y aparición de ECV en menores de 30 años(3).

Disbetalipoproteinemia: tiene un patrón de herencia autosómico recesivo, y es secundaria a alteraciones en el gen APOE, localizado en el cromosoma 19 (19q 13.2), con predominio de la isoforma Apo E2. Su incidencia en la población general es de un caso por 10.000. Cursan con hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia y, en algunos casos, con xantomas estriados palmares(3,5,12).

Tratamiento

Debe ser multidisciplinar y comprender: una dieta equilibrada, un ejercicio físico regular y un tratamiento farmacológico(12).

Dietético

El objetivo primordial del tratamiento dietético de la hipercolesterolemia será lograr que los niveles de C-LDL disminuyan, consiguiendo un descenso de un 10 a un 15%, aunque existen grandes variaciones individuales y dependiendo del tipo de mutación.

La ingesta calórica debe ser adecuada para favorecer el crecimiento y desarrollo de los niños y adolescentes, recomendándose:

• Hidratos de carbono: 50-60%; proteínas: 15%; y grasas: 25-30%; de las calorías totales.

• Ácidos grasos saturados <8-10% de las calorías totales.

• Ácidos grasos monoinsaturados + ácidos grasos poliinsaturados ≤ 20% del total de calorías.

• Colesterol máximo diario de 300 mg, aunque quizás sería más aconsejable la recomendación de 100 mg/1.000 calorías.

• Restricción de ácidos grasos con isómeros trans (<1% de calorías).

• Fibra dietética soluble de 5 a 15 g al día. Se ha demostrado que el uso de alimentos ricos en fibra soluble, como el salvado de avena, reducen los niveles de TG y C-LDL. Es recomendable el aumento de consumo de fibra de forma progresiva, para evitar posibles molestias intestinales(12).

• Uso de esteroles y estanoles vegetales 1,5-2 g/día en niños mayores de 6 años con HFHe. Se ha visto que podrían reducir los niveles de C-LDL entre un 8-10%, aunque son necesarios ensayos clínicos que investiguen su efecto en la reducción de eventos cardiovasculares(12).

• Micronutrientes: vigilar especialmente el aporte de vitaminas liposolubles (especialmente vitamina D) y minerales (hierro, zinc y calcio)(13).

Actividad física

Los niños y adolescentes deben dedicar un número establecido de horas al día al ejercicio físico en los colegios, y se debe promover su participación en actividades deportivas. Se debe preguntar sobre sus intereses y los medios disponibles a su alcance, para poder realizar un plan personalizado. De la misma manera, se deben potenciar las actividades deportivas en familia(3).

Farmacológico (Tabla III)

Estatinas

Deben ser incluidas entre los potenciales fármacos de primera línea, por la experiencia adquirida en los últimos años y por su capacidad de disminuir los niveles de C-LDL en torno a 18-45%, y sin afectación del crecimiento ni del desarrollo puberal(15).

Los objetivos del tratamiento recomendados en la HFHe son: en niños ≥10 años, llegar a niveles de C-LDL <130 mg/dl, y en niños entre 8 y 10 años una reducción del 30-50% respecto a los niveles previos de C-LDL.

Edad de inicio

Diferentes guías recomiendan iniciar tratamiento en la HFHe, entre los 8 y 10 años tras 3-6 meses de dieta y ejercicio físico(15).

Se recomienda iniciar tratamiento si los niveles de:

• C-LDL ≥ 190 mg/dl.

• C-LDL ≥ 160 mg/dl con historia de ECV prematura en familiares de primer grado y/o si existen otros factores de riesgo cardiovascular (tabaco, C-HDL bajo, lipoproteína A elevada, hipercolesterolemia familiar) o presencia de enfermedades con elevado riesgo cardiovascular (diabetes, síndrome metabólico, obesidad, hipertensión arterial, enfermedades inflamatorias crónicas, VIH, insuficiencia renal crónica, trasplante de órganos).

En la actualidad, están aprobados, por la FDA y la Agencia Europea del Medicamento (EMA):

• Rosuvastatina y Pitavastina, a partir de los 6 años.

• Pravastatina, a partir de los 8 años.

• Atorvastatina, Lovastatina, Simvastatina y Fluvastatina, en mayores de 10 años.

Dosificación

• Empezar con la dosis más baja una vez al día, generalmente al acostarse. Medir niveles basales de CPK, ALT y AST(12).

• Tras 4 semanas de tratamiento, determinar: perfil de lipoproteínas en ayunas, CPK, ALT y AST. Repetir el control analítico a las 8 semanas y a los 3 meses. Posteriormente, cada 3-6 meses en función de los resultados.

• Si hay anomalías de laboratorio (elevación de transaminasas tres veces superior al límite de la normalidad) o aparecen síntomas, suspender temporalmente el fármaco y repetir analítica en 2 semanas. Cuando los valores retornen a la normalidad, el fármaco puede reiniciarse con monitorización estrecha(12).

• Para evitar elevaciones de CPK secundarias a ejercicio físico intenso, se deberá evitar realizar ejercicio físico intenso tres días antes de la extracción sanguínea.

Seguimiento

• Valorar el ritmo de crecimiento y el desarrollo puberal (peso, talla, índice de masa corporal, estadio de Tanner).

• Monitorizar el perfil de lipoproteínas en ayunas, CPK, ALT y AST cada 3-6 meses.

• Insistir al paciente sobre medidas dietéticas e informar sobre otros factores de riesgo, tales como: sobrepeso, sedentarismo y tabaquismo, entre otros.

Eficacia y seguridad

• Se han publicado revisiones sobre su utilización en la infancia, concluyendo que, a la vez de seguras son muy eficaces. Un estudio de seguimiento en 214 niños con HF tratados con Pravastatina durante 20 años, ha demostrado su seguridad a largo plazo y la reducción del engrosamiento de la íntima-media de la carótida(15,16).

• En cuanto a los efectos adversos, no se han publicado casos de miositis, miopatía o rabdomiólisis. Se han encontrado algunos casos de elevaciones asintomáticas de la CPK y enzimas hepáticas, que han revertido con un descenso de las dosis de la medicación sin necesidad de suspender el tratamiento. Tampoco se han encontrado alteraciones del ritmo de crecimiento, desarrollo puberal ni del metabolismo de las vitaminas.

• Las estatinas están contraindicadas en el embarazo, por lo que debe advertirse a las adolescentes y remitirlas, en caso necesario, a consejo ginecológico.

Si el niño presenta insuficiencia renal, estaría indicada la atorvastatina, ya que su eliminación renal es mínima(12,15,16).

Ezetimiba

Actúa inhibiendo selectivamente la absorción intestinal de colesterol (tanto dietético como de origen biliar) en el borde en cepillo de los enterocitos.

Es un fármaco de segunda línea y se puede administrar de forma combinada con una estatina. Los principales efectos adversos son: gastrointestinales (diarrea y dolor abdominal) y cefalea. Reducen los niveles de C-LDL un 20%.

Su uso está autorizado por la FDA y la EMA, a partir de los 10 años de edad. No existen datos de seguridad a largo plazo en población pediátrica(17).

Resinas de intercambio iónico

Actúan inhibiendo la absorción de ácidos biliares a nivel intestinal. No se absorben y son seguras a largo plazo. Sin embargo, por su baja palatabilidad y por sus efectos adversos a nivel gastrointestinal como flatulencia y estreñimiento, han caído en desuso. Reducen los niveles de C-LDL de un 16% a un 19%(12).

Indicado en niños mayores de 6 años con hipercolesterolemia grave en los que aún no se consideren indicadas las estatinas. La dosis media recomendada es de 0,25-0,35 g/kg/día, con una dosis máxima de 10 g/día para el colestipol y de 8 g para la colestiramina. Se debe iniciar el tratamiento con dosis bajas, e incrementar progresivamente.

En tratamientos prolongados, se puede alterar la absorción de vitaminas liposolubles y de ácido fólico, por lo que puede ser necesaria su monitorización. El Colesevelam es la resina comercializada más recientemente, y ha sido autorizado por la FDA y no por la EMA. Puede administrase en monoterapia o en combinación con estatinas en niños mayores de 10 años(18).

Nuevas moléculas hipolipemiantes

Inhibidores PCSK9

La PCSK9 es una proteína enzimática de la familia de la subtilisina de serinas-proteasas, que se sintetiza primariamente en el hígado, aunque también se encuentra en el intestino y riñón. Son un nuevo grupo de fármacos, con gran eficacia y seguridad.

La inhibición de PCSK9 reduce el número de receptores que van a ser degradados, aumentando así su densidad en la superficie celular, con la subsiguiente reducción del colesterol plasmático. En España, han sido aprobados evolocumab y alirocumab en HFHe en población adulta, en la que con una dosis máxima tolerada de hipolipemiantes no se consigue alcanzar los objetivos terapéuticos.

Niños con HFHo también han sido incluidos en los ensayos clínicos con evolocumab, pero no se ha establecido la seguridad en menores de 12 años. Se han observado reducciones del C-LDL en niños portadores de receptores LDL defectuosos; sin embargo, no se observó ningún efecto en los portadores de receptores nulos. Esto ayudaría a disminuir las sesiones de LDL-aféresis(13,19).

Lomitapida

Esta molécula de administración oral, inhibe la proteína de transferencia microsomal de triglicéridos, una enzima clave en el acoplamiento y la secreción de lipoproteínas que contienen ApoB, tanto en el hígado (VLDL con ApoB 100) como en el intestino (quilomicrones con ApoB 48). Por tanto, la inhibición de esta enzima disminuye la síntesis y secreción de la VLDL y de los quilomicrones, y así es capaz de reducir los niveles plasmáticos de CT, TG, C-LDL y C-VLDL(3).

Ha sido aprobada por la FDA y la EMA para el tratamiento de la HFHo. Se ha demostrado en un estudio, que puede reducir hasta en un 50% adicional la concentración de C-LDL. Los efectos secundarios son muy frecuentes y fundamentalmente son de tipo gastrointestinal. Asimismo, se han descrito elevaciones de las transaminasas y desarrollo de esteatosis hepática; ello exigirá su monitorización a lo largo del tratamiento(13).

Mipomersen

Es un oligonucleótido antisentido que inhibe la transcripción del ARNm de la ApoB. La reducción de la síntesis de la ApoB da lugar a una disminución de las VLDL a nivel intrahepático y, consecuentemente, del C-LDL. Recientemente, se ha publicado un estudio a largo plazo, donde el tratamiento con este fármaco se asocia a una reducción de eventos CV en pacientes con HF(13).

No ha sido aprobado por la EMA, debido a la presencia de numerosos efectos adversos, fundamentalmente reacciones locales en el lugar de la inyección y elevación de las transaminasas(12,13).

Tratamiento de la HFHo

• Se basa en una combinación de cambios del estilo de vida, estatinas con ezetimiba y aféresis de LDL.

• La terapia hipolipemiante con fármacos debe iniciarse a partir de los 2 años.

• La aféresis de LDL se debe realizar en todos los pacientes y debe iniciarse preferentemente a los 5 años y no más tarde de los 8 años.

• Lomitapida debería considerarse como tratamiento complementario, para reducir adicionalmente los niveles plasmáticos de C-LDL en pacientes con HFHo, con o sin aféresis.

• Los métodos hormonales anticonceptivos están contraindicados en la HFHo. Las mujeres que deseen quedarse embarazadas deberán recibir asesoramiento y someterse a una evaluación cardiovascular. Las mujeres embarazadas deberán tratarse con aféresis de LDL.

• El apoyo psicológico debería integrarse dentro de la atención médica habitual.

• Los grupos de apoyo al paciente y a la familia tienen un papel relevante.

• Puede considerarse la cirugía para extirpar xantomas cutáneos y/o tendinosos grandes por motivos funcionales o estéticos(14).

LDL aféresis

Es una estrategia costo-efectiva y segura. Se recomienda iniciarla antes de los 5 años y nunca después de los 8 años. La reducción de C-LDL y lipoproteína A conseguida se encuentra entre un 50 y un 75% de los niveles basales, cuando se utiliza de forma semanal o cada dos semanas.

El tratamiento con estatinas se debe mantener para retrasar el efecto rebote en el aumento de los niveles de C-LDL. Es un procedimiento bien tolerado, con efectos adversos en menos del 5%, que incluyen: hipotensión, dolor abdominal, náuseas, hipocalcemia, anemia ferropénica y aquellos relacionados con el acceso venoso(3,14,20).

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio del autor.

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13.*** Plana N, Rodríguez-Borjabad C, Ibarretxe D, Masana L. Hipercolesterolemia familiar en la infancia y la adolescencia: una realidad oculta. Clin Investig Arterioscler. 2107; 29: 129-40.

14. Ascaso JF, Mata P, Arbona C, Civeira F, Valdivielso P, Masana L. Hipercolesterolemia familiar homocigota: Adaptación a España del documento de posición del grupo de consenso sobre hipercolesterolemia familiar de la Sociedad Europea de Arteriosclerosis. Documento de Consenso de la Sociedad Española de Arteriosclerosis (SEA) y la Fundación Hipercolesterolemia Famil. Clin Investig Arterioscler. 2015; 27: 80-96.

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20. Luirink IK, Determeijer J, Hutten BA, Wiegman A, Bruckert E, Schmitt CP, et al. Efficacy and safety of lipoprotein apheresis in children with homozygous familial hypercholesterolemia: A systematic review. Vol. 13, Journal of Clinical Lipidology. Elsevier Ltd; 2019. p: 31-9.

Bibliografía recomendada

– Mata P, Alonso R, Ruiz A, González-Juanatey JR, Badimón L, Díaz-Díaz JL, et al. Diagnóstico y tratamiento de la hipercolesterolemia familiar en España: documento de consenso. Semergen. 2015; 41: 24-33.

Documento de Consenso de la Sociedad Española de Arterioesclerosis sobre Hipercolesterolemia. Es una excelente guía para conocer de manera global las bases fisiopatológicas de la enfermedad, su detección precoz, así como el diagnóstico y tratamiento.

– Wiegman A, Gidding SS, Watts GF, Chapman MJ, Ginsberg HN, Cuchel M, et al. Familial hypercholesterolæmia in children and adolescents: Gaining decades of life by optimizing detection and treatment. Vol. 36, European Heart Journal. Oxford University Press; 2015. p. 2425-37.

Documento de la Sociedad Europea de Cardiología. Realiza de forma sistemática una revisión resumida de la hipercolesterolemia familiar. A destacar los puntos claves relacionados con el cribado y el tratamiento. Es un artículo muy interesante para que el pediatra pueda tener un conocimiento global de la enfermedad.

– Mach F, Baigent C, Catapano AL, Koskina KC, Casula M, Badimon L, et al. 2019 ESC/EAS guidelines for the management of dyslipidaemias: Lipid modification to reduce cardiovascular risk. Atherosclerosis. 2019; 290: 140-205.

Guía de la Sociedad Europea de Cardiología sobre el enfoque de las dislipemias. Tiene especial interés el apartado de las modificaciones en el estilo de vida y el específico para la edad pediátrica.

– Plana N, Rodríguez-Borjabad C, Ibarretxe D, Masana L. Hipercolesterolemia familiar en la infancia y la adolescencia: una realidad oculta. Clin Investig Arterioscler. 2107; 29: 129-40.

Revisión sobre la hipercolesterolemia familiar en la infancia. Es un artículo muy bien estructurado, que permite al lector adquirir, de manera rápida, los conocimientos actuales sobre el diagnóstico y tratamiento.

– Ascaso JF, Mata P, Arbona C, Civeira F, Valdivielso P, Masana L. Hipercolesterolemia familiar homocigota: Adaptación a España del documento de posición del grupo de consenso sobre hipercolesterolemia familiar de la Sociedad Europea de Arteriosclerosis. Documento de Consenso de la Sociedad Española de Arteriosclerosis (SEA) y la Fundación Hipercolesterolemia Famil. Clin Investig Arterioscler. 2015; 27: 80-96.

Documento Consenso de la Sociedad Española de Arterioesclerosis sobre la hipercolesterolemia familiar homocigota, enfermedad rara y potencialmente mortal. El artículo recomienda el tratamiento con una combinación de cambios del estilo de vida, terapia hipolipemiante con fármacos y aféresis de LDL.

Caso clínico

 

Niña de 12 años que acude a la revisión del niño sano.

Antecedentes personales: sin enfermedades previas y vacunas según calendario.

Antecedentes familiares: madre de 35 años, sana, G1A0V1. Padre de 43 años, hipercolesterolemia en tratamiento con estatinas desde hace 16 años (atorvastatina 40 mg/día). Abuelos maternos sanos. Abuela paterna hipertensión arterial. Abuelo paterno fallecido de infarto agudo de miocardio a los 53 años y antecedente de hipercolesterolemia. Tío paterno con hipercolesterolemia en tratamiento, con estatinas desde hace 20 años.

Examen físico: peso: 47 kg (p79, 0,84 DE). Talla: 150 cm (p59, 0,24 DE). IMC: 20,89% (p67, 0,45 DE). Superficie corporal: 1,4 m2. Tensión arterial: sistólica: 100 mmHg (p28 -0,6 DE); diastólica: 54 mmHg (p21, -0,81 DE). Sin xantomas, resto de exploración normal, Tanner III.

Dados los antecedentes familiares en rama paterna, se realiza analítica donde se objetiva: colesterol total: 296 mg/dL (100-200); C-HDL: 54,3 mg/dL (35-65); C-LDL: 234,3 mg/dL (60-130); C-VLDL: 7,4 mg/dL (6,5-27); triglicéridos: 37 mg/dL (35-135). Hormonas tiroideas: TSH: 4,5 μU/l (0,64-6,2); T4L: 1,5 ng/dl (0,89-1,76).

Es remitida por su pediatra a consulta de Endocrinología donde, evolutivamente se solicita el estudio genético donde se demuestra una variante en un alelo del gen del receptor de LDL, RLDL, (c.1879G>A). Se inicia tratamiento con pravastatina 10 mg al día antes de acostarse, junto con medidas higiénico-dietéticas (dieta y ejercicio físico regular).

 

 

 

COVID-19, una lección de la que hay que aprender

M. Campins Martí*,  F.A. Moraga-Llop**
Editorial


M. Campins Martí*, F.A. Moraga-Llop**

*Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología, Hospital Universitari Vall d’Hebron, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona.**Pediatra, Vicepresidente de la Asociación Española de Vacunología, Barcelona

 

«A pesar de que la amenaza de una pandemia se anunciaba desde hace años y se alertaba a los países de la necesidad de estar preparados, no lo estábamos y son muchos los errores cometidos, de los que debemos aprender todos, y en primer lugar los gobiernos, que deben ser asesorados por científicos expertos e independientes en cuanto al reto que representan los microorganismos emergentes y reemergentes"

 


COVID-19, una lección de la que hay que aprender

El 31 de diciembre de 2019, las autoridades chinas notificaron a la Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Pekín un brote de 27 casos de neumonía grave de causa desconocida, con una exposición común en el mercado mayorista de mariscos de Wuhan, capital de la provincia de Hubei. Un mes después, el 30 de enero de 2020, el Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional lo consideró una emergencia de salud pública de importancia internacional. El 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19)(1). Esta enfermedad ha recibido otros nombres, como neumonía o coronavirus de Wuhan, o chino, que han sido rechazados por la comunidad científica para no estigmatizar ningún lugar ni grupo de personas específico.

En un tiempo récord, el 7 de enero los investigadores chinos lograron identificar el agente causal de la enfermedad, un virus que se ha designado SARS-CoV-2 (síndrome respiratorio agudo grave-coronavirus-2) por su proximidad genética (85-92%) con el coronavirus del SARS de 2002-2003. El SARS-CoV-2 fue secuenciado genéticamente el 12 de enero, lo que permitió el desarrollo de pruebas diagnósticas(2).

El 13 de enero de 2020 se diagnosticó el primer caso fuera de China, en Tailandia. El 21 de enero, la infección saltó a los Estados Unidos con un paciente que había viajado recientemente a China. El 24 de enero se detectó el primer caso en Europa, en Francia, en un ciudadano francés llegado de China, y 3 días más tarde se declaró en Alemania el primer caso autóctono en Europa, que se contagió en su entorno laboral a partir de una persona procedente de China. Italia y España fueron los siguientes países europeos en declarar casos de COVID-19, el 31 de enero, en dos turistas chinos en Roma y un turista alemán en la isla de La Gomera, que era un contacto del primer enfermo confirmado en Alemania. El 14 de febrero, un ciudadano chino de visita en Egipto fue el primer caso en el continente africano.

A fecha 25 de abril de 2020 se han notificado en todo el mundo más de 2,7 millones de casos con más de 187.000 muertes, en 213 países de los cinco continentes(3). En España se han confirmado 205.905 casos, con 22.902 muertes(4). Durante los días posteriores a la aparición del primer enfermo, todos los casos diagnosticados tenían como antecedente epidemiológico haber viajado a una zona epidémica, pero en la primera semana de marzo se empezó a atender en los hospitales a pacientes con neumonía sin este antecedente: ya se había iniciado la transmisión autóctona del virus, que obligó al cambio de la definición de caso sospechoso. Un estudio epidemiológico realizado en Cataluña sugiere que probablemente el virus empezó a circular a partir del 4 de febrero, ya que el exceso de casos de gripe observado a partir de esa fecha, respecto a anteriores temporadas gripales similares, podría haber correspondido a la COVID-19 (el primer caso diagnosticado en Cataluña fue el 25 de febrero)(5).

 

El SARS-CoV-2 pertenece a la familia Coronaviridae, una gran familia de virus que pueden infectar tanto a animales como a humanos (a estos últimos, dos de sus cuatro géneros, Alfacoronavirus y Betacoronavirus) y que fueron identificados por primera vez a mediados de la década de 1960. Esta familia incluye siete virus que infectan al hombre. De ellos, cuatro son endémicos (HCoV-229E, HCoV-OC43, HCoV-NL63 y HCoV- HKU1), causan infecciones estacionales y son la segunda causa de resfriado común y de infecciones de vías respiratorias altas, después de los rinovirus, con una mayor expresividad en los niños menores de 5 años. Los tres restantes son virus epidémicos zoonóticos que, cuando pasan de los animales a los humanos, causan enfermedades graves, como el SARS-CoV-1, el MERS-CoV (síndrome respiratorio de Oriente Medio-coronavirus) y el SARS-CoV-2(6). Estos tres virus demuestran la importancia de los Coronaviridae como patógenos emergentes.

El reservorio del SARS-CoV-2 es el murciélago (Rhinolophus affinis) y se apunta que llegó al hombre a través de mutaciones o recombinaciones sufridas en un hospedador intermediario animal, el pangolín malayo del sur de China (Manis pentadactyla), un mamífero con escamas en peligro de extinción muy apreciado por la gastronomía y la medicina chinas. Una reciente publicación demuestra claramente que, tras varios análisis, el nuevo virus no es un diseño de laboratorio ni un virus fabricado a propósito, como algunos habían sugerido(7).

El mecanismo de transmisión es por contacto directo, de persona a persona, a través de las gotas de Flügge (>5 µm) de las secreciones respiratorias, que al toser, estornudar o hablar se depositan rápidamente, lo que solo permite la transmisión a una distancia menor de 1-2 metros, y por contacto directo de las manos con secreciones nasales y faríngeas. También se puede transmitir por contacto indirecto a través de fómites contaminados por secreciones nasofaríngeas. Algunos estudios experimentales muestran la permanencia del SARS-CoV-2 en superficies de cobre, cartón, acero inoxidable y plástico durante 4, 24, 48 y 72 horas, respectivamente, así como en el aire hasta 3 horas, en determinadas condiciones(8). Estudios recientes indican la posible transmisión por vía aérea, a través de gotas pequeñas (<5 µm) que se producen durante la realización de procedimientos que generan aerosoles de secreciones respiratorias(9). La transmisión vertical es posible, aunque los datos disponibles son muy escasos y se requieren estudios más sólidos para confirmarlo, al igual que el riesgo que representa para el feto(10-14). La evidencia indica la ausencia del virus en la leche materna, por lo que se recomienda la lactancia materna con medidas de aislamiento de contacto y gotas(15).

Hay que destacar la gran transmisibilidad del virus, incluso de personas asintomáticas o paucisintomáticas. El número básico de reproducción estimado (R0) es de 2-3, es decir, un caso infecta como promedio a otras dos o tres personas(16,17). La carga viral es elevada en muestras nasales y orofaríngeas en las 48 horas anteriores al inicio de los síntomas y durante los 5-6 días posteriores, y prácticamente desaparece al día 10, excepto en los casos graves, en los que la excreción viral puede ser más duradera, con una mediana de 20 días(18).

La enfermedad cursa con síntomas leves en un 80% de los casos, en el 15% puede causar neumonía grave y en el 5% puede requerir ingreso en la unidad de cuidados intensivos. Los grupos con mayor riesgo de desarrollar enfermedad grave son las personas mayores de 60 años (con una mayor letalidad en los mayores de 70 años) y los pacientes con diabetes, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedades cardiovasculares e hipertensión arterial, cáncer o inmunodepresión(19,20). Aunque inicialmente el embarazo se incluyó como criterio de grupo de riesgo, las evidencias actuales sugieren que la mayoría de las embarazadas infectadas tienen formas leves o asintomáticas; la neumonía en la embarazada no parece ser más grave que en el resto de la población(20,21).

La mayor parte de los niños infectados son asintomáticos o tienen manifestaciones leves, como febrícula y síntomas catarrales, que pueden pasar desapercibidos. La elevada proporción de niños asintomáticos, que se supone por similitud con otros virus respiratorios, puede ser un factor importante en la transmisión de la enfermedad, lo que dificulta la vigilancia epidemiológica y enfatiza la importancia de establecer políticas de salud pública y social para proteger a las poblaciones vulnerables, como son las personas mayores(22).

La eliminación del virus en las secreciones respiratorias y en las heces es más prolongada en los niños que en los adultos, y es posible la transmisión del virus a partir de niños asintomáticos o con síntomas leves, con una tasa de infección entre sus contactos de un 7,4% para los niños menores de 10 años, similar a la media de la población adulta (7,9%)(23).

En la primera serie publicada en China de más de 70.000 casos, solo el 0,9% eran menores de 10 años y el 1,2% tenían de 10 a 19 años(24). En España, según datos del Ministerio de Sanidad con fecha del 15 de abril, las cifras en estas franjas de edad eran del 0,3% y el 0,6%, respectivamente, y la hospitalización del 0,2% para cada grupo de edad, con un 0,4% y un 0,1% en la unidad de cuidados intensivos(25). En otra revisión realizada en China que incluyó 2.143 niños, solo 112 (5,2%) tenían enfermedad grave (definida como hipoxia) y 13 (0,6%) desarrollaron insuficiencia respiratoria, fallo multiorgánico o síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA). El 94,1% del total de los pacientes eran casos asintomáticos, leves o moderados, incluidos los casos confirmados y los sospechosos(26,27).

En el primer trabajo realizado en niños en España, en 30 hospitales de Madrid, durante 2 semanas epidémicas del mes de marzo de 2020, se estudiaron 365 pacientes menores de 15 años con síntomas compatibles con COVID-19 y resultaron positivos 41 (11,2%), lo que representa el 0,9% de los 4.695 casos confirmados de todas las edades. De los 41 casos confirmados, fueron hospitalizados 25 (61%), y de ellos, 4 (9,7%) en la unidad de cuidados intensivos(28). También se ha publicado el primer caso neonatal de transmisión horizontal, en el Hospital Universitario 12 de Octubre, de Madrid, que cursó con neumonía bilateral grave en la madre y, posteriormente, el desarrollo de neumonía con buena evolución clínica en el recién nacido(29).

Se han formulado diversas hipótesis para explicar la levedad de la infección en los niños: la existencia de protección cruzada por el padecimiento previo de infecciones respiratorias de vías altas causadas por los coronavirus endémicos, como también se ha demostrado con el SARS-CoV-1(30); la presencia de un menor número de receptores ACE2 (enzima convertidora de la angiotensina 2) en los neumocitos tipo II; factores protectores de la microbiota nasofaríngea, muy rica y diversa en especies bacterianas en los niños, que se va perdiendo con la edad; una reacción inmunitaria más rápida y eficiente en el niño; o la inmunidad adquirida por el programa de vacunaciones sistemáticas(31,32). El Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, ha puesto en marcha la plataforma Kids Corona con el objetivo de impulsar estudios de investigación para determinar por qué la población infantil está más protegida frente a este virus que los adultos(33).

Las manifestaciones clínicas se basan en la tríada de fiebre, tos seca y dificultad para respirar. En una serie de 2.572 pacientes menores de 18 años en los Estados Unidos(34) se dispuso de datos clínicos de 291 y el 73% presentaron uno o más síntomas de la tríada clínica, frente al 93% del grupo de adultos de 18 a 64 años; la fiebre, la tos y la dificultad respiratoria se presentaron solo en el 56%, el 54% y el 13%, respectivamente (71%, 80% y 43% en los adultos). Otras manifestaciones son mialgias, odinofagia, cefaleas, rinorrea, náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal, anosmia, ageusia y manifestaciones cutáneas variadas (urticariformes, exantemáticas, isquémicas o vasculíticas)(35,36). Estas manifestaciones clínicas son características de la primera fase de la enfermedad, que es la más frecuente en los niños y que no requiere hospitalización. En pocos casos, la enfermedad evoluciona a una neumonía bilateral intersticial, y excepcionalmente, en una tercera fase, pueden aparecer SDRA, coagulopatía, fallo multiorgánico y shock séptico.

La enfermedad grave evoluciona en tres fases de acuerdo con la fisiopatología de la infección(20):

1. Fase inicial o de respuesta viral: respuesta inmunitaria a la replicación del virus en la nasofaringe y, en especial, en la mucosa nasal. Cursa con una sintomatología parecida a la de la gripe (síndrome gripal), que en los niños pueden ser síntomas muy leves o que pasen desapercibidos, con una duración de alrededor de 1 semana.

2. Fase inflamatoria o pulmonar: hiperreacción inmunitaria a la elevada replicación viral en las vías respiratorias bajas que causa daño pulmonar en forma de neumonía intersticial, en general bilateral y multilobar, con imágenes en «vidrio deslustrado». Entre los días octavo y décimo, el enfermo puede experimentar un empeoramiento clínico con aumento de la dificultad respiratoria y descenso de la saturación de oxígeno.

3. Fase hiperinflamatoria o sistémica: respuesta inadecuada hiper­inmunitaria en forma de «tormenta» o liberación de citocinas proinflamatorias y activación de macrófagos (síndrome hemofagocítico), que origina la mayor parte de las complicaciones graves e incluso letales, como el SDRA del adulto y el síndrome de disfunción multiorgánica con coagulopatía y tendencia a la trombosis secundaria.

Los anticuerpos frente al virus aparecen entre 7 y 12 días después del inicio del cuadro clínico con títulos altos de anticuerpos neutralizantes, pero se desconoce el grado de protección y cuánto tiempo persisten, aunque se espera que sea algo más de 6-12 meses por semejanza con el SARS-CoV-1(37-39). En un estudio realizado en personas convalecientes se observa que el 70% de los infectados generan una respuesta potente de anticuerpos neutralizantes, pero en el 25% la respuesta es baja y en alrededor del 5% no se detectan anticuerpos(39).

Las medidas básicas para controlar la diseminación del virus son la vigilancia activa de casos, el aislamiento de los casos confirmados o sospechosos, y la localización, la cuarentena y el seguimiento activo de los contactos. No obstante, hay que considerar que el impacto global de estas medidas puede estar influenciado por la frecuencia de casos asintomáticos. El uso de mascarillas quirúrgicas en personas sintomáticas, así como en la población general en aquellos lugares donde no se pueda realizar un adecuado distanciamiento social, son medidas adicionales que contribuyen a disminuir la tasa de contagios. La educación de los ciudadanos es fundamental para conseguir la concienciación necesaria que garantice el cumplimiento estricto de estas recomendaciones.

La restricción de movimientos y el distanciamiento social que forman parte del confinamiento instaurado en España con motivo de la declaración del estado de alarma son medidas de protección que se estima que pueden haber servido para salvar, hasta el 31 de marzo, 16.000 vidas (intervalo de confianza del 95%: 5.400-35.000), según un informe realizado por el departamento de epidemiología de enfermedades infecciosas del Imperial College de Londres(40).

Como reflexión final, a pesar de que la amenaza de una pandemia se anunciaba desde hace años y se alertaba a los países de la necesidad de estar preparados, no lo estábamos y son muchos los errores cometidos, de los que debemos aprender todos, y en primer lugar los gobiernos, que deben ser asesorados por científicos expertos e independientes en cuanto al reto que representan los microorganismos emergentes y reemergentes.

Hay que reconocer que no hicimos lo que ya señalaban los Centers for Disease Control and Prevention hace 2 años, con motivo de la celebración del centenario de la llamada gripe española de 1918: “Hace falta que no nos olvidemos y que nos preparemos”.

Bibliografía

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Fallo de medro: aproximación diagnóstica y enfoque terapéutico

M. Rodríguez Salas
Temas de FC


M. Rodríguez Salas

Unidad de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica. UGC Pediatría, Críticos y Urgencias. Hospital Universitario Reina Sofía

Resumen

El fallo de medro (FM) es una situación a la que se enfrentan los pediatras de Atención Primaria, son los primeros profesionales en su detección y pueden distinguir aquellos casos en los que subyace una enfermedad orgánica para su orientación y tratamiento, así como implementar un asesoramiento nutricional inicial desde el diagnóstico de dicha situación. No existe, en la actualidad, una definición consensuada de FM, pero en la práctica clínica, se determina por una serie de criterios antropométricos evaluados en un intervalo de tiempo, para describir la tendencia del crecimiento de ese individuo. Una vez reconocida la situación, se debe investigar sobre su etiología que, en muchas ocasiones, es suficiente con la realización de una buena historia clínica y exploración física. Los pilares del tratamiento se basan en un asesoramiento nutricional, psicosocial y corrección de errores en la dinámica de alimentación en el núcleo familiar.

 

Abstract

Primary care pediatricians are faced with cases of failure to thrive (FTT), often being the first professionals to detect it. They can establish the diagnosis and treatment, as well as implement the initial nutritional advice for cases caused by an underlying organic disease. Although there is still no consensus definition of FTT, in the clinical practice it is determined by a series of anthropometric criteria evaluated over a period of time in order to describe the growth trend of an individual. Upon recognition of FTT, the etiology must be investigated, where a thorough medical history and physical examination are often sufficient. The pillars of treatment are based on nutritional, psychosocial advice and correction of errors in the feeding dynamics within the family nucleus.

 

Palabras clave: Fallo de medro; Curvas de crecimiento; Nutrición; Nutrición enteral.

Key words: Failure to thrive; Growth curves; Nutrition; Enteral nutrition.

 

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 132 – 138

Fallo de medro: aproximación diagnóstica y enfoque terapéutico

Introducción

El fallo de medro (FM) es una entidad frecuente en el ámbito pediátrico que acontece entre 1-5% de los menores de 3 años, en la que influyen: factores orgánicos, conductuales y psicosociales. Es fundamental su conocimiento para su prevención y tratamiento precoz.

En el contexto pediátrico, encontramos sinónimos como: retraso ponderoestatural, retraso de crecimiento o, de una forma más globalizada, fallo de medro (FM), para referirnos a un problema relativamente frecuente, tanto en Atención Primaria como en el ámbito hospitalario.

Los datos epidemiológicos de que disponemos son muy variables por diferentes motivos, como: disparidad en la definición de FM, diferencias étnicas y socioculturales de las poblaciones sometidas a estudio, así como los objetivos examinados en las diferentes investigaciones. A pesar de ello, de una manera global, aproximadamente presentan FM entorno al 2%, ascendiendo dicho porcentaje en pacientes hospitalizados con afecciones quirúrgicas o médicas(1).

Definición

La definición de FM no está consensuada. Habitualmente, se emplean criterios antropométricos que deben ser repetidos en el tiempo, para ver la tendencia de la curva de crecimiento del individuo, permitiendo la identificación de un cuadro de FM.

Es de primordial importancia para el enfoque diagnóstico y terapéutico, clasificar a los individuos que presenten FM con una definición clara y consensuada, que en la actualidad no existe(2,3).

De forma práctica, se define el FM como una de las siguientes situaciones acontecidas en niños menores de 2 años que se repiten a lo largo de un intervalo de tiempo estimado de 2-3 meses (no existe acuerdo en la duración), ya que un único registro es insuficiente para identificar dicha situación:

• Peso por debajo del percentil 3 en varias mediciones en gráfica de curva de crecimiento ajustada, según edad y sexo.

• Peso inferior al 80% del peso ideal para la edad.

• Desaceleración en la ganancia ponderal que cae 2 o más líneas de percentiles.

• Una tasa de ganancia de peso diario inferior a lo esperado para la edad.

Para matizar de una manera óptima las situaciones descritas anteriormente que incluye el término FM, debemos realizar varias puntualizaciones útiles a la hora de la detección temprana o, por el contrario, para evitar poner etiquetas erróneas a nuestros pacientes(4,5):

La valoración antropométrica debe realizarse por personal con experiencia, ya que en numerosas ocasiones, un resultado inesperado se debe a medición incorrecta o traslado erróneo a la curva de crecimiento. De esta forma, la obtención del peso debe realizarse con el paciente desnudo en báscula pesabebés y la longitud en decúbito sin calzado. No debemos olvidar el perímetro cefálico con una cinta no extensible hasta los 3 años de edad.

¿Todos los niños que cumplen estos criterios antropométricos presentan un FM? En algunos casos indagando en la aproximación diagnóstica se encuentran casos con una clara etiología que se desmarcan del FM como por ejemplo prematuridad o retraso del crecimiento intrauterino así como el catch down en niños que nacen con pesos superiores a su potencial genético y normalizan su curvan antes de los 2 años de edad.

¿El crecimiento en esta etapa es lineal? Dicha afirmación es equívoca, ya que en los niños el crecimiento es escalonado, detectando períodos de falta de crecimiento en niños sanos. Por lo tanto, debemos de apartar de nuestros conceptos que los niños siguen un canal de crecimiento determinado biológicamente y cualquier alteración supone un problema subyacente a priori.

Conviene destacar que en muchas ocasiones de una forma errónea se emplea el término FM como un diagnóstico en nuestra práctica clínica y hemos de puntualizar que lo que destaca es un signo de desnutrición que engloba muchos procesos médicos, psicosociales y ambientales que conducen a un crecimiento insuficiente y en muchos de los casos conviven varios factores etiopatogénicos.

Así, el FM puede tener consecuencias importantes para el menor en cuanto a alteraciones en el desarrollo psicomotor, secuelas sociales, así como talla baja permanente e inmunodeficiencias secundarias(3,4). Por todo ello, es fundamental reconocer esta situación en el paciente pediátrico de forma precoz, para abordarla e investigar su etiología y plantear el tratamiento multidisciplinar que requiera.

Factores etiopatogénicos y fisiopatología

El FM es un síndrome, un problema clínico, etc., cuya etiología puede tener un origen diverso, aunque lo más común es que convivan diversos factores etiológicos que den como resultado dicha situación.

Clásicamente, el FM como de origen orgánico o no orgánico. Dicha clasificación tan estanca puede haberse quedado algo obsoleta ya que en la mayoría de las causas de FM conviven ambas etiologías y, por lo tanto, no son excluyentes. Tan sólo el 5% del global de los FM descritos en la literatura pertenecen a procesos orgánicos y de ahí es lo verdaderamente importante reconocer dichos procesos orgánicos, que comprenden a parte del FM en sí mismo; otros síntomas o signos característicos de la enfermedad latente se encuentran resumidos en la tabla I(3).

En cuanto a la etiología no orgánica, se especifican numerosos factores psicosociales de riesgo como: síndrome de deprivación materna, psicopatología en el entorno familiar, creencias culturales o religiosas, limitación al acceso de alimentos en casos de exclusión social y pobreza, técnicas erróneas de alimentación o bien trastornos de la conducta alimentaria(6,7). Todos estos datos se especifican junto a las variantes de la normalidad que se denominan falso FM en la tabla II.

Existen 3 mecanismos fisiopatológicos descritos para este proceso, que los podemos resumir en los siguientes puntos(4):

1. Ingesta calórica insuficiente: que sería uno de los principales motivos de FM en el 80% de los pacientes afectos. Puede deberse, bien a unos aportes reducidos, siendo ejemplo de ello, las enfermedades que cursan con anorexia, limitación en el acceso de la alimentación, como se han reseñado en los casos de maltrato infantil, o bien en la dificultad en la ingesta, en la que se incluyen enfermedades neurológicas o individuos con disfagia orofaríngea o esofágica, por diversas causas.

2. Malabsorción de los nutrientes: generalmente, se observan en enfermedades crónicas de tipo digestivo, como: fibrosis quística, enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal y metabolopatías.

3. Requerimientos nutricionales aumentados: situación muy común en enfermedades de tipo oncológico y cardiorrespiratorias.

Aproximación diagnóstica ante un niño con fallo de medro

Una vez reconocido el FM, se debe realizar una evaluación inicial con una historia clínica en la que se recojan encuesta dietética y observación de la ingesta, entre otros datos, para dilucidar si es necesario realizar pruebas complementarias más exhaustivas.

En una evaluación inicial, el objetivo es identificar factores causales específicos, para plantear pruebas complementarias de segundo nivel, si son necesarias, o simplemente reconocer una variante de la normalidad del crecimiento.

Comenzaremos con la realización de una historia clínica en la que se revisen los siguientes puntos:

Antecedentes perinatales: edad gestacional, peso al nacimiento y patología perinatal.

Antecedentes personales: enfermedades crónicas o frecuencia de los procesos infecciosos.

Antecedentes familiares: enfermedades destacables, datos antropométricos de peso y talla en progenitores y hermanos, así como alteraciones en la pubertad o retraso del desarrollo.

Encuesta dietética: introducción de la alimentación complementaria, técnica alimentaria, preferencias o aversiones a ciertos alimentos, y valoración cuantitativa mediante un recuerdo de la ingesta de 24 horas o 3 días.

Posibles síntomas investigados por sistemas: síntomas digestivos, tales como: vómitos, reflujo gastroesofágico y características de las deposiciones entre otros, como sintomatología respiratoria o infecciosa.

Aspectos psicosociales y dinámica familiar en el momento de la comida. En la actualidad, para ver distintos aspectos en esta área, se puede solicitar vídeo de una de las tomas de la alimentación para evaluar muchos de estos matices(8).

En cuanto a la exploración física, se debe realizar una general, buscando signos de desnutrición u otros característicos de enfermedades crónicas. En este caso, nos centraremos con mayor detalle en la valoración antropométrica, ya que es la que nos va a proporcionar los datos objetivos para clasificar a nuestro paciente dentro de un fallo de medro(1,3,5). Dicha evaluación queda especificada en la tabla III.

En el caso de precisar una evaluación avanzada con pruebas complementarias(9), que es apropiado tan solo en un porcentaje pequeño de pacientes, estas se detallan en la tabla IV y en el algoritmo diagnóstico-terapéutico que se puede visualizar al final del artículo.

Los signos de alarma que pueden encaminar a hacer un estudio más exhaustivo son los clásicos de malnutrición como pérdida de turgencia piel, escaso panículo adiposo, lanugo, queilitis, alopecia así como xerolftalmia, gingivitis, craneotabes, rosario costal, caries, bocio o palidez conjuntival. También se puede objetivar como signo de alarma rasgos dismórficos sugestivo de trastorno genético o incluso signos de malos tratos.

Abordaje terapéutico del fallo de medro infantil

El tratamiento del FM debe ser multidisciplinario y su abordaje va a depender de la causa que lo ocasione, pero siempre es necesario un asesoramiento nutricional y psicosocial, como pilar básico para poder revertirlo.

Objetivos y consideraciones generales

El objetivo principal del tratamiento de FM es la mejora del estado nutricional del paciente y, por lo tanto, debe iniciarse ya en la primera consulta (incluso sin haberse establecido el diagnóstico), organizando un abordaje multidisciplinar que, en la mayoría de los casos, es necesario y en los que se implican diversos profesionales como: pediatra, enfermería, nutricionista, psiquiatra o psicólogo y trabajador social(10).

Como ya hemos descrito en el apartado de etiología del FM, en aquellos casos en los que se identifique una causa orgánica, de forma paralela, el tratamiento irá dirigido al tratamiento del trastorno subyacente. Sin embargo, a pesar de la corrección del agente causal, es fundamental el tratamiento nutricional. Así, los pilares básicos del tratamiento son los siguientes: asesoramiento nutricional, modificación del comportamiento y asistencia psicosocial(4,9,10).

Asesoramiento nutricional

Como se ha descrito anteriormente, este asesoramiento debe iniciarse desde la primera consulta, por lo que puede ser manejado desde Atención Primaria de forma ambulatoria. A continuación, describiremos los puntos importantes a tener en cuenta para iniciar el tratamiento nutricional en estos pacientes(11):

Seguimiento cercano del estado nutricional y velocidad de crecimiento: la frecuencia en la obtención de los datos antropométricos va a variar según la edad del individuo; por ejemplo, en el caso de un lactante hasta los 6 meses, a corto plazo, podemos pesarlo cada 2 semanas y medir su longitud cada 4 semanas para ver el progreso y, a largo plazo, cada 2 meses. Si la evolución lo recomienda, a medida que la edad del niño es mayor y debemos asesorar en este punto a las familias, para evitar generar ansiedad con mediciones muy cercanas(4,5,9,10).

Valoración de la funcionalidad del aparato digestivo: este punto es clave para decidir la vía de administración de los nutrientes. En aquellos procesos en los que sea funcionante, siempre se optará por la vía enteral, ya sea por vía oral o con dispositivos de administración de nutrición enteral (sonda nasogástrica, sonda transpilórica o gastrostomía). En caso en el que el aparato digestivo no sea funcionante, se empleará la nutrición parenteral(11).

Cálculo de las necesidades nutricionales: en esta fase, debemos realizar un cálculo de los requerimientos nutricionales, incluyendo las necesidades calóricas y proteicas para conseguir la recuperación. Lógicamente, esta estimación siempre va a ser superior a las que necesite un individuo sano de la misma edad.

De forma práctica, una fórmula sencilla que se emplea para calcular la energía de recuperación es la siguiente:

Kcal/ kg = 120 x Peso ideal para
la talla (kg) / peso real (kg)

Ejemplo práctico: varón de 12 meses con peso de 7 kg (p<1 DE -3,01) y longitud 76 cm (p50). El peso ideal para la talla serían 10 kg. Su cálculo sería el siguiente: Kcal/kg = 120 x 10/7 = 171,4 kcal/kg/día.

Ante estos cálculos de la cantidad de calorías para conseguir la energía de recuperación del paciente con FM, el volumen de alimento a ofrecer en general es muy grande, problema difícil de resolver; ya que, en la mayoría de los casos, supone un rechazo o incapacidad para la ingesta en este tipo de pacientes(12). De esta forma, una vez realizado el cálculo, el paso siguiente a matizar es la forma de administrar dichas calorías a nuestro paciente que se detalla a continuación.

Pautas de alimentación tras cálculo de requerimientos nutricionales:

Medidas de primer nivel: enriquecimiento de las comidas con ingredientes naturales: uso de salsas tipo mahonesas, bechamel, yogur o bien a los alimentos en forma de puré, añadir: maicena, huevo, leche en polvo o bien adicción de pan tostado, frutos secos en dichos platos, que aumentan las calorías, mejora la palatabilidad y la textura. Aumentar la frecuencia de rebozados en el caso de carne y/o pescado; en el caso de los postres, emplear: nata, chocolate o leche condensada o el uso de mantequilla en bocadillos o aceite. Todas estas preparaciones deben ofrecerse con recetas atractivas para que resulten apetecibles y vehiculizar alimentos que pueden ser de menor preferencia. Otra de las medidas de primer nivel básicas, sería ofrecer poca cantidad del alimento en muchas ocasiones al día, para que la ingesta llegase más al nivel deseado.

Medidas de segundo nivel: en el caso de los lactantes, la práctica de concentrar la fórmula habitual ha caído en desuso por las consecuencias conocidas: aumento de la carga osmolar y errores en la preparación. Es muy habitual en estos pacientes, adición de módulos nutricionales en forma de hidratos de carbono como las maltodextrinas, conociendo que en dosis de 5 g/100 ml aportamos 20 Kcal/100 ml extras y es lo que generalmente se suplementa en menores de 6 meses. Existen módulos lipídicos en forma de triglicéridos de cadena media (aceite MCT), que en lactantes pequeños no debería sobrepasarse 2 g/100 ml, lo que supone 17-18 Kcal/100 ml extras; lactantes mayores podrían tolerar mayores cantidades hasta 5-6 g/100 ml como máximo.

Medidas de tercer nivel: en la actualidad, son las que se usan de forma más frecuente para evitar errores con los módulos nutricionales, estas son las denominadas fórmulas de nutrición enteral pediátricas que, en la práctica real, se emplean en FM asociado a enfermedades orgánicas patentes, ya que bajo estas indicaciones son susceptibles de financiación por parte del sistema nacional de salud. Estas fórmulas generalmente son dietas completas que aportan los 3 macronutrientes y micronutrientes para cubrir las necesidades del paciente con un volumen determinado. La elección de la fórmula debe individualizarse con lo comentado anteriormente (requerimientos y funcionalidad del aparato digestivo) y la edad del paciente que es lo más determinante. En la actualidad, existen en el mercado: fórmulas para lactantes (prematuros o a término), fórmulas de nutrición enteral pediátrica para niños entre 1 y 10 años, fórmulas para niños mayores de 10 años y adultos. Se ha de reseñar también, que existen fórmulas específicas de enfermedad, siendo ejemplos comunes las fórmulas para: insuficiencia renal crónica, hepatopatía crónica, enfermedades metabólicas o para diabetes(13,14).

Tratamiento farmacológico: hay que prestar atención a las deficiencias de vitaminas y oligoelementos, en especial: ferropenia, vitamina D, A y C, que deben ser tratadas. Los estimulantes del apetito, no disponen de estudios que avalen su eficacia y presentan efectos adversos no desdeñables(4).

Modificación del comportamiento y asesoramiento psicosocial

En este apartado, como profesionales, es importante proporcionar a las familias información veraz sobre las etapas de crecimiento infantil y desmitificar algunos errores heredados de la alimentación infantil dando consejos prácticos y útiles sobre alimentación sana en estas primeras etapas de la vida, siendo un pilar básico en el abordaje de los niños con FM, se recogen estos conceptos en la
tabla V
(6-8).

En general, deberíamos suministrar información para alertar a los padres de las posibles dificultades de la alimentación de cada etapa, siendo las recomendaciones encaminadas a: no forzar al niño en las comidas, no premiar ni castigar con comida, intentar no crear un ambiente de hostilidad a la hora de la comida dando refuerzos positivos o una actitud de indiferencia ante el síntoma de rechazo o no acostumbrar a trucos, juegos o estímulos externos a la hora de la alimentación. Con todo ello, nos anticipamos a los posibles problemas y recomendamos unas pautas si el cuadro ya está establecido.

Función del pediatra de Atención Primaria

Es importante lograr una detección temprana de los cuadros de FM desde la Atención Primaria, orientar aquellos pacientes subsidiarios de pruebas complementarias exhaustivas y realizar una prevención primaria y secundaria, promocionando actitudes saludables en el comportamiento alimenticio.

El papel del pediatra de Atención Primaria es clave a la hora de reconocer de forma precoz aquellos cuadros que cursen con FM, así como su seguimiento cercano y realizar un trabajo de prevención a la hora de la corrección de alteraciones del comportamiento, tanto del menor como de los padres en la alimentación, proporcionando una información veraz sobre los cambios fisiológicos normales del crecimiento del niño y de su apetito, transmitiendo conductas óptimas(4).

Por otro lado, son los pediatras de Atención Primaria en este seguimiento, los que van a discernir aquellos individuos que presentan signos de alarma de un trastorno orgánico subyacente, para poner en marcha la realización de pruebas complementarias dirigidas y remitir a la atención especializada si precisa(14). En estos pacientes que van a ser derivados a la atención hospitalaria, el feedback con su pediatra de Atención Primaria debe ser cercano, implicando a ambos en el seguimiento de dicho paciente.

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Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio del autor.

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Caso clínico

 

Anamnesis

Paciente de 5 meses procedente de África subsahariana, derivado a la atención hospitalaria para valoración de tratamiento quirúrgico de cardiopatía congénita compleja con: insuficiencia cardíaca congestiva, cianosis y escasa ganancia ponderal. Desde su nacimiento no ha recibido tratamiento médico ni quirúrgico para dicha afección.

Exploración física y pruebas complementarias

Los datos más relevantes de su valoración inicial son los siguientes: aceptable estado general con aspecto de desnutrición moderada, cianosis peribucal, taquipneico y sudoración profusa. Saturación: 82-83% con oxígeno suplementario a 1 lpm. Pulsos saltones. Auscultación cardiorrespiratoria: soplo pansistólico en borde esternal izquierdo. Abdomen: hepatomegalia 2-3 cm bajo reborde costal. Masas musculares disminuidas con escaso panículo adiposo. Datos antropométricos: peso: 3.590 g (p <1 DE -2,81); talla: 52 (p<1 DE -2,77); PC: 38 cm (p1 -2,26). Índice de Shukla: 69,57, compatible con malnutrición grave, comparando con los datos obtenidos de informe de hospital de origen se encontraba en datos similares previamente.

Pruebas complementarias: a parte de las propias realizadas por Servicio de Cardiología (angioTac), los datos analíticos reflejan: anemia ferropénica, hipovitaminosis D, albúmina y proteínas totales disminuidas.

Diagnóstico

La valoración diagnóstica concluye una cardiopatía congénita compleja con hipertensión pulmonar: truncus arterioso tipo II y fallo de medro severo.

Abordaje terapéutico inicial

Se programa cirugía correctora con circulación extracorpórea y estancia en cuidados intensivos pediátricos, pasando a planta de hospitalización al décimo día tras la intervención, con el soporte nutricional adyuvante como tratamiento de su fallo de medro.

 

 

 

 

Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico.
Contacto con tuberculosis bacilífera, no siempre es fácil

C. Arroyo Masa*, A. Campos Segura**, T.M. de Miguel Serrano**, D. de Freitas**
El Rincón del Residente


Coordinadores:

R. Vila de Frutos*, L. García Espinosa**, M. García Boyano**, S. Criado Camargo**
*Residente de Pediatría del Hospital Universitario Infantil Niño Jesús. Madrid. **Residentes de Pediatría del Hospital Universitario Infantil La Paz. Madrid.

Autores:

C. Arroyo Masa*, A. Campos Segura**, T.M. de Miguel Serrano**, D. de Freitas*
*Médico residente de MFyC. **Médico adjunto de Pediatría. Centro de Salud San Fermín. Madrid


El Rincón del Residente es una apuesta arriesgada de Pediatría Integral. No hemos querido hacer una sección por residentes para residentes. Yendo más allá, hemos querido hacer una sección por residentes para todo aquel que pueda estar interesado. Tiene la intención de ser un espacio para publicaciones hechas por residentes sobre casos clínicos, imágenes y revisión bibliográfica.
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aquí

Lactante de 2 años y medio derivado a su pediatra habitual para estudio de contacto con familiar conviviente (abuela) diagnosticado de tuberculosis (TBC) pulmonar bacilífera.

 

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 175.e1 – 175.e8


Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico.
Contacto con tuberculosis bacilífera, no siempre es fácil

Caso clínico

Niño de 2 años y 7 meses que acude derivado a consulta de su médico habitual (pediatra de Atención Primaria) por contacto con paciente diagnosticado de tuberculosis pulmonar bacilífera (abuela). Conviven en la misma casa y pasan habitualmente las tardes juntos. Actualmente, el niño se encuentra asintomático.

Antecedentes personales

Convulsión febril simple a los 15 meses de edad. Calendario vacunal adecuado para su edad. Resto de antecedentes sin interés.

Antecedentes familiares

Padres sanos originarios de Marruecos.

Exploración física

Exploración física normal, salvo adenopatías submandibulares bilaterales de 1 cm, de consistencia blanda y móvil.

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Hipopotasemia grave como hallazgo casual

C.L. Parera Pinilla*, R. Hernández Pérez*, J.L. Almodóvar**, M. Güemes Hidalgo***
El Rincón del Residente


Coordinadores:

R. Vila de Frutos*, L. García Espinosa**, M. García Boyano**, S. Criado Camargo**
*Residente de Pediatría del Hospital Universitario Infantil Niño Jesús. Madrid. **Residentes de Pediatría del Hospital Universitario Infantil La Paz. Madrid.

Autores:

C.L. Parera Pinilla*, R. Hernández Pérez*, J.L. Almodóvar**, M. Güemes Hidalgo***
*Médico residente. Hospital Infantil Niño Jesús. **Médico adjunto de Cuidados Intensivos. Hospital Infantil Niño Jesús. ***Médico adjunto de Endocrinología. Hospital Infantil Niño Jesús. Madrid


El Rincón del Residente es una apuesta arriesgada de Pediatría Integral. No hemos querido hacer una sección por residentes para residentes. Yendo más allá, hemos querido hacer una sección por residentes para todo aquel que pueda estar interesado. Tiene la intención de ser un espacio para publicaciones hechas por residentes sobre casos clínicos, imágenes y revisión bibliográfica.
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Paciente de 12 años diagnosticada de síndrome poliglandular autoinmune tipo II, cuatro años antes (insuficiencia suprarrenal primaria, hipotiroidismo primario y anticuerpos positivos para diabetes mellitus tipo 1), que acude a urgencias derivada desde la consulta de Endocrinología ante hipopotasemia grave (1,7 mEq/L) detectada en un control rutinario. La paciente refiere astenia, sensación de calambres musculares en miembros inferiores, poliuria y ganancia de 3 kg de peso en las últimas semanas. Aparente adecuado cumplimiento terapéutico de hidro y fludrocortisona.

 

Pediatr Integral 2020; XXIV (3): 175.e1 – 175.e8


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Hipopotasemia grave como hallazgo casual

Caso clínico

Paciente de 12 años y 6 meses diagnosticada de síndrome poliglandular autoinmune tipo II (SPAII), cuatro años antes, remitida al servicio de urgencias desde la consulta de Endocrinología tras hallazgo de hipopotasemia grave (1,7 mEq/L) en una prueba rutinaria. Al historiar a la paciente y sus familiares refieren: astenia de un mes de evolución, poliuria desde hace 15 días (sin clínica miccional, polidipsia, pérdida ponderal o hiperglucemia en los controles de glucemia capilar domiciliaria), calambres musculares en los miembros inferiores desde hace una semana y ganancia ponderal de 3 kg en el último mes. Refiere cuadro catarral de dos semanas de evolución, sin fiebre. Tanto la paciente como sus progenitores aseguran adecuado cumplimiento del tratamiento prescrito (hidrocortisona 12,9 mg/m2/día, fludrocortisona 50 mcg/12 h y levotiroxina 37,5 mcg/24 h) cuyas dosis no se han modificado en el último año.

Exploración física a su llegada a Urgencias

Constantes vitales: peso: 52,4 kg (p75); Tª: 37,3ºC; TA: 132/60 mmHg (p90/p5); FC: 65 lpm; FR: 20 rpm; SaO2: 98%.

Buen estado general. Bien nutrida, hidratada y perfundida. Hiperpigmentación de piel, no de mucosas. Hirsutismo en labio superior y abdomen. Edema facial y de miembros inferiores. Auscultación cardiaca: rítmica y sin soplos. Buena ventilación bilateral sin ruidos patológicos. Abdomen blando y depresible, sin masas, ni visceromegalias. Sin clínica neurológica asociada.

Resultado de analítica de sangre repetida en Urgencias

Gasometría:pH: 7,61; PCO2: 46 mmHg; HCO3: 46,2 mmol/L; BEecf: 24,8 mmol/L; ácido láctico: 18 mg/dL; calcio iónico: 1,2 mmol/L; glucosa: 164 mg/dL; sodio: 135 mEq/L; potasio: 1,5 mEq/L; cloro: 97 mEq/L; diferencia aniónica: 7 mEq/L.

Bioquímica: glucosa: 83 mg/dL; urea: 26,2 mg/dl; creatinina: 0,53 mg/dl.

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