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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº1 – ENE-FEB 2022

Claudio Coello y la suntuosidad barroca

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2022; XXVI (1): 60.e1 – 60.e5


Claudio Coello y la suntuosidad barroca

Claudio Coello fue un destacado pintor representante del barroco madrileño. Formado con Francisco Rizi, fue nombrado pintor del rey Carlos II, cargo en el que acometerá su más importante obra para la sacristía del Monasterio de El Escorial. Pintor de grandes telas de altar para las iglesias y conventos de Madrid y sus alrededores, fue también pintor al fresco y de arquitecturas efímeras, siempre con gran sentido escenográfico.

Vida, obra y estilo

Claudio Coello nació en Madrid en 1642 y falleció en esta ciudad en 1693. Hijo de un broncista portugués, originario de Viseu y establecido en Madrid en la década de los treinta, Claudio Coello se educó con Francisco Rizi, manteniéndose muchos años en su taller, donde estudiaba con suma atención los dibujos y obras del maestro.

A la década de los sesenta pertenecen los lienzos de Susana y los viejos (1663) y Triunfo de San Agustín (1664) del Museo del Prado, que le muestran ya enteramente formado y en posesión de todos los recursos de su arte. Se nutre de la tradición veneciana y del conocimiento de la pintura flamenca postrubeniana y de cuanto se hacía en Italia, conocido a través de Herrera el Mozo, presente en Madrid desde 1653. En 1664 conoce a Valdés Leal, que viajó a Madrid y coincidieron en la Academia, donde se reunían los pintores para dibujar figuras.

En 1668 firma uno de los conjuntos más ambiciosos y espectaculares que de él se han conservado: el retablo del convento benedictino de San Plácido de Madrid. El altar mayor tiene un gran lienzo de la Anunciación con los profetas y sibilas, de complejísima composición, inspirada en un grabado de Rubens, y los laterales, dedicados a santos benedictinos, uno a Santa Gertrudis y el otro a San Benito y Santa Escolástica, con una técnica ligera que brilla especialmente en las predelas dedicadas a motivos de la Pasión y alegorías eucarísticas. En 1669 están fechadas la Virgen con el Niño y las Virtudes Teologales, del Museo del Prado y, posteriormente, trabaja en la catedral de Toledo, donde pinta al fresco el techo del vestuario de Canónigos con arquitecturas fingidas y grupos de ángeles niños que sostienen los atributos del episcopado.

En 1674, Coello contrae matrimonio y su esposa muere un año después. En ese mismo año firma el contrato para la pintura del retablo de la parroquial de Torrejón de Ardoz. De los seis lienzos contratados solo se conserva el grande, Martirio de San Juan Evangelista, obra espléndida, con amplio desarrollo escenográfico, cuidadosamente preparada a través de dibujos, algunos conservados, que muestran su vinculación a la tradición veneciana, especialmente veronesiana, y el ímpetu teatral y retórico de Rubens.

En agosto de 1677 contrae segundo matrimonio, que le dio seis hijos, el segundo de los cuales fue apadrinado por Carreño en 1682. En 1679-1680, Coello participa muy activamente en las decoraciones festivas que se erigieron en Madrid para la entrada de la esposa de Carlos II, María Luisa de Orleans. El éxito de estas obras, le valieron el nombramiento de pintor del rey.

Entre 1683 y 1685 reside en Zaragoza para ocuparse de la decoración al fresco de la iglesia barroca del colegio agustino de Santo Tomás de Villanueva, conocido como la Mantería. Las pinturas, de excepcional colorido y fantasía, resultan muy complejas, mostrando frutas, angelotes, guirnaldas, celajes, cortinas y arquitecturas fingidas, además de medallones con las Virtudes y diversos retratos de personajes. La cúpula central muestra la glorificación de la Trinidad. De la extensión original de las pinturas, solo se conservan, las de los techos y cúpulas, habiéndose perdido las de la parte inferior de las paredes, aproximadamente la mitad de la superficie pintada originalmente.

Vuelve a Madrid en 1685, y en ese año falleció Rizi, que estaba pintando el lienzo de la Sagrada Forma para El Escorial, y Coello recibió el encargo de concluirlo. La tela es, sin duda, su obra maestra. El cuadro, que representa la misma nave de la sacristía en un alarde especular digno de Velázquez, ofrece una vivísima imagen de la realidad de la corte, con una galería de retratos, incluido el rey, de todos los que asistieron a la ceremonia de reconsagración de la basílica. El cuadro es portador, de un triple sentido: como documento histórico, alegoría religiosa y manifiesto político. El lienzo está firmado en 1690, y los abundantes dibujos y bocetos parciales preparatorios dan cuenta de la rigurosa preparación con que se llevó a cabo. En esa fecha se le concede a Coello el puesto de pintor de Cámara.

En los últimos años de su vida trabajó para iglesias y conventos fuera de Madrid. En 1691 se le nombró pintor oficial de la catedral de Toledo y realizó el retablo de la iglesia de la Asunción, en Calzada de Oropesa (Toledo), del que solo se conserva la parte superior firmada con la Coronación de la Virgen y dos Ángeles Músicos. La última obra que pintó fue seguramente el Martirio de San Esteban para el convento dominico dedicado a este santo en Salamanca, firmada en 1693. Coello es sin duda la personalidad más fuerte del último barroco madrileño. Su obra es muy extensa y cultivó todos los temas devocionales habituales en su tiempo.

Los niños en la obra de Claudio Coello

Los niños en la obra de Coello aparecen, casi siempre, en cuadros de motivos religiosos: el niño Jesús, san Juanito y ángeles, de distintas edades. Solo excepcionalmente pinta algún retrato infantil.

Las estampas francesas figuraron entre los repertorios de los pintores madrileños durante todo el siglo XVII. Claudio Coello recurrió en este Jesús niño en la puerta del templo, su primera obra fechada, a una estampa de Antoine Garnier según composición de Jacques Blanchard, que le otorga un severo tono clasicista a la composición. Se trata de un buen ejemplo de conexión con Francia, que explica además el atípico aspecto del cuadro para ser un principiante en el Madrid de la década de 1660.

En la obra aparecen cuatro figuras: el niño Jesús, su madre, la Virgen, un anciano y una anciana. La Virgen parece que solicita algo al Niño con su mano derecha y los ancianos contemplan la escena con cierta resignación. Jesús, de unos cinco o seis años está de pie, sobre un escalón del templo. Con una mano se señala el corazón y con la otra, la derecha, señala con los dedos el cielo. Indudablemente, el signo está cargado de simbolismo.

Las anatomías de los personajes están bien conseguidas, lo cual se percibe perfectamente observando las caras y las manos de las figuras. El niño Jesús tiene una talla normal, aunque se advierte una ligera macrocefalia, siendo sus detalles faciales correctos y agradables. Vestidos nada ostentosos, con amplios pliegues. Colores rojos en varios tonos, negros y amarillos. La luz se irradia de la figura del niño Jesús. Data de 1660. Es un óleo sobre lienzo de 168 por 122 cm y pertenece al Museo del Prado (Fig. 1).

Figura 1. Jesús niño en la puerta del templo.

La obra La Virgen con el Niño adorados por San Luis, rey de Francia se pintó para Luis Faures, miembro de la guardia de Corps de Mariana de Austria. Sobre un fondo de arquitectura y cortinajes, la Sagrada Familia con Santa Isabel y San Juan niño reciben, rodeados de ángeles, a San Luis, rey de Francia. La obra está dispuesta a manera de gran escena teatral en la que a través de San Juanito, junto al cordero, se invita a participar al espectador. Su composición dinámica y compleja y su color brillante y expansivo evocan modelos del barroco flamenco. El tema supone una respuesta espectacular a las “sacras conversaciones” renacentistas.

Claudio Coello reúne a ángeles y santos alrededor de la Virgen y el Niño en un entorno de gran riqueza cromática y arquitectónica, que evoca escenas de carácter cortesano. Como en todas sus obras, Coello da prueba aquí de su agudo sentido de la composición y de su maestría para combinar abigarramiento descriptivo y claridad de lectura. Así, sabe introducirnos en el tema principal del cuadro mediante San Juanito y San Luis, cuyas actitudes nos conducen hacia la Virgen con el Niño, al igual que el vacío central que deja entre ambos. Data de 1665-1668 y es un óleo sobre lienzo de 229 por 249 cm. Pertenece al Museo del Prado (Fig. 2).

Figura 2. La Virgen con el Niño adorados por San Luis, rey de Francia.

La obra La Virgen con el Niño entre las Virtudes teologales y santos está plena de personajes, en varios planos de una estancia. La imagen central la ocupan la Virgen y su hijo. Alrededor de la Virgen y el Niño se disponen varias figuras de Virtudes y de santos, formando una “sacra conversación” multitudinaria. Se reconocen fácilmente: Santa Isabel de Hungría, San Pablo, San Pedro, San Francisco y San Antonio de Padua, que se cuentan entre los santos más populares de la España barroca. El pintor ha dotado a cada uno de ellos algún signo distintivo que permite identificarlos.

Entre las figuras infantiles, además del niño Jesús, aparecen san Juanito, al lado de la Virgen, acariciando con una de sus manos a un cordero; otro niño se encuentra en un primer plano en la escalera alfombrada, con una mirada que dirige hacia el ángel alado que hay a su lado; a su izquierda, hay otro niño sostenido en los brazos de una mujer. En la parte superior de la obra aparecen nueve ángeles alados, cuatro de ellos de cuerpo entero y el resto está representado solo con la cabeza.

Hay que destacar la perfección que otorga Coello a sus anatomías, tanto de los adultos como de los niños. Empleo de colores vivos, brillantes y variados, destacando los cálidos: amarillo y rojos. Luz frontal y fondos con maleza y alguna construcción con barandilla típicamente renacentista. Fechado en 1669. Es un óleo sobre lienzo de 232 por 273 cm. Pertenece al Museo del Prado (Fig. 3).

Figura 3. La Virgen con el Niño entre las Virtudes teologales y santos.

San Antonio de Padua nos muestra la imagen de este santo junto al niño Jesús. San Antonio nació en Lisboa en 1195, ingresando en la Orden mendicante de los hermanos Menores fundada por san Francisco en 1220. Dedicado a la predicación, falleció en Padua en 1231. Durante un viaje a Francia, estando en su habitación se le apareció la Virgen para entregarle al niño Jesús, momento en el que nos lo muestra Claudio Coello. El santo aparece semiarrodillado sobre un escalón, introduciendo así los elementos arquitectónicos que tanto gustaban al artista, sacando el pie en escorzo hacia el espectador. Vestido con el típico sayal de los franciscanos, sujeto por el rústico cordón con los tres nudos significativos de los votos de pobreza, castidad y obediencia. El ramo de azucenas, símbolo de pureza, tiene como objetivo crear perspectiva, una de las obsesiones del pintor.

Sobre un libro que sostiene en sus manos se posa, desnudo, el Niño Jesús, siguiendo la iconografía infantil empleada por Coello al mostrar niños gorditos con miembros rotundos, abdomen prominente y cabezas grandes. La iluminación impacta en ambas figuras, dejando el resto en penumbra. Los pliegues del hábito del santo están perfectamente trazados, poniendo de manifiesto la calidad del maestro con un estilo minucioso y preciso, siguiendo a Rubens y la escuela veneciana. Data de 1669 y es un óleo sobre lienzo de 159 por 90 cm. Pertenece al Museo del Prado. Deposito del Museo de Bellas Artes de La Coruña (Fig. 4).

Figura 4. San Antonio de Padua.

El Retrato de muchacha, nos muestra algo poco característico de Claudio Coello, cual es la representación de una joven en un retrato de medio cuerpo, sin relación alguna con composiciones religiosas. En efecto, se trata de la imagen de una joven desconocida que puede tener unos diez o doce años de edad, mirando al frente con una mirada sosegada, pero complaciente. La joven tiene rasgos típicos de la pintura barroca: ojos grandes, nariz proporcionada y boca y mentón pequeños. El cuello y la parte superior del torso, bien visibles, no llevan adorno alguno, lo que contrasta también con los trajes sobrecargados de la realeza de los siglos XVI y XVII en España. Lo que sí se advierte es la presencia de pendientes. Lleva larga cabellera de pelo moreno, con cuatro lazos a cada lado. Su vestido es de una rica tela con grandes dibujos dorados en el escote y en las mangas. Fondos negros y grises, estructura triangular. No se conoce la fecha de su realización. Es un óleo sobre lienzo de 75 por 60 cm. Pertenece al Museo Goya de Castres. Francia (Fig. 5).

Figura 5. Retrato de muchacha.

En La Sagrada Familia aparecen, de pie, San José, la Virgen María y el Niño. San José coge al Niño del brazo mientras lo observa amorosamente y lleva un palo sobre el cual aparecen varias flores; la Virgen lo coge también con su mano izquierda. Ambos personajes están a los lados del Niño y permanecen con una de sus piernas ligeramente flexionadas. El niño, de varios años de edad, mira hacia el cielo, está descalzo y no lleva adorno alguno; solo porta un simple hábito, atado a su cintura. Es rubio y de pelo corto. Las características de todas las figuras son normales, lo que se observa muy bien en los detalles de las caras y de las manos.

La luz se irradia desde el Espíritu Santo que aparece en el centro de la obra; se trata de una paloma rodeada de ángeles. En la parte superior aparece la bola del mundo sostenida, a su vez, por otros tres ángeles y, sobre la bola del mundo, aparece la imagen de Dios Padre, en medio de nubes y vaporosidades. Colores marrones, amarillos, azules, grises y rosas. Se trata de un óleo sobre lienzo de 248 por 169 cm. Pertenece al Museo de Bellas Artes de Budapest, Hungría (Fig. 6).

Figura 6. La Sagrada Familia.

En Niño desnudo con los brazos en alto se representa a un niño lactante, de varios meses de edad, sentado sobre lo que podría ser el esbozo de un escalón, y por su escorzo o punto de vista forzado, parece estar destinado a decorar un techo. En el ángulo inferior derecho se distinguen varios motivos decorativos apenas apuntados. Aunque el modelo de la cabeza es semejante al de los dibujos anteriores de tema análogo, su técnica lo relaciona con los dibujos del Martirio de San Andrés de la Parroquia de Santa María de Casarrubios del Monte (Toledo). A pesar del forzado escorzo del dibujo, se aprecia el dominio del lápiz de Claudio Coello, que ha conseguido una gran perfección armónica del pequeño. La obra presenta algunos desperfectos, lo que no minusvalora la importancia del esquema compositivo. Fechado hacia 1690. Lápiz negro sobre papel verjurado de 27,1 por 23,4 cm. Pertenece al Museo del Prado (Fig. 7).

Figura 7. Niño desnudo con los brazos en alto.

Bibliografía

– Coello C. Real Academia de la Historia. Consultado el 28 de agosto de 2021. Disponible en: http://dbe.rah.es/biografias/4599/claudio-coello.

– Foro Xerbar. Coello C. Consulado el 28 de agosto de 2021. Disponible en: http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?f=52&t=10111.

– Museo Nacional del Prado. Coello C. Consultado el 28 de agosto de 2021. Disponible en: https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/coello-claudio/a99a59e8-8e56-4ae3-bef1-005004e5a8d3.

– Pérez Sánchez AE. Pintura barroca en España. 1600-1700. Cátedra. Madrid. 1996.

– Sullivan EJ, Coello C y la pintura barroca madrileña. Nerea. Madrid. 1989.

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