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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº1 – ENE-FEB 2014

Más allá del fonendo, el otoscopio y el depresor lingual

Editorial

 
J. de la Flor i Brú

Pediatra de Atención Primaria. CAP Vila Vella. ABS-1 Sant Vicenç dels Horts. ICS. Barcelona. Subdirector ejecutivo de Pediatría Integral. Vocal regional por Catalunya de la SEPEAP. Coordinador del TECDIAP (Grupo de trabajo de la SEPEAP dedicado a tecnologías diagnósticas en Atención Primaria)

 


«Una consulta más resolutiva, en la que el pediatra sea autosuficiente en una gran mayoría de situaciones en las que en la actualidad depende de otros niveles asistenciales, mejora de manera significativa su satisfacción profesional y aumenta la eficiencia de su ejercicio»

 


Más allá del fonendo, el otoscopio y el depresor lingual

La práctica de la Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria (AP) en el sector público de nuestro país, que generalmente se practica en consultas masificadas, escasamente dotadas de medios diagnósticos, con creciente déficit de recursos humanos especializados, frecuente aislamiento del pediatra en equipos de AP con escasa empatía por nuestra especialidad, cuando no manifiestamente hostiles, y con una administración sanitaria generalmente poco sensible a las demandas de los profesionales, comporta grandes dosis de rutina, frustración y desmotivación del profesional
(burnout), que constata una gran diferencia entre sus aspiraciones científicas y profesionales y una realidad de su ejercicio que limita su capacidad resolutiva(1). Es frecuente observar cómo algunos pediatras, después de unos años de lucha y resistencia, acaben claudicando y convirtiendo su consulta en un despacho de tono funcionarial en el que, manteniendo unos mínimos de corrección profesional, reducen su implicación científica, se limitan al desempeño de tareas asistenciales rutinarias, descuidan progresivamente (por no decir “dimiten de”) los aspectos de prevención y promoción de la Salud, actualmente casi siempre a cargo de enfermería pediátrica, especialmente en el apartado de vacunaciones preventivas, practican una medicina complaciente y/o defensiva y utilizan de manera poco eficiente los recursos sanitarios, con exceso de prescripción de fármacos, petición de analíticas y radiología, y derivación a especialistas y servicios de urgencia hospitalarios. Podríamos concluir esta reflexión diciendo que, cuando se incorpora a su plaza el pediatra quiere, pero no puede, y cuando se ha consumado el proceso de burnout, ni quiere ni puede.

Revertir este sombrío proceso es de una extraordinaria complejidad multifactorial, pero pasa imprescindiblemente por aumentar de forma significativa la capacidad de resolución. Una consulta más resolutiva, en la que el pediatra sea autosuficiente en una gran mayoría de situaciones en las que, en la actualidad, depende de otros niveles asistenciales, mejora de manera significativa su satisfacción profesional y aumenta la eficiencia de su ejercicio(2).

Es una evidencia que el pediatra extrahospitalario/de AP de nuestro país no dispone en su consulta del utillaje necesario o de las pruebas complementarias suficientes para alcanzar el nivel de resolución que su formación y especialización (y voluntad) le permitirían. En la mayor parte de las consultas de Pediatría Extrahospitalaria-AP de nuestro medio, el equipamiento estándar se compone de un fonendoscopio, un depresor lingual, un otoscopio convencional (en algunas ocasiones en un estado funcional deplorable) y grandes dosis de compromiso, implicación, dedicación y afición. En algunas consultas de determinadas zonas, se ha podido incorporar el test de diagnóstico rápido de estreptococo betahemolítico del grupo A y en algunas otras se dispone de pulsioximetría, pero estos medios no son en absoluto universales y, en estas condiciones, la práctica del pediatra se basa fundamentalmente en la clínica y el empirismo.

Sin embargo, la creciente complejidad de un ejercicio profesional que, en la actualidad, debe responder a nuevos retos planteados por una población infantil de características sociológicas y culturales rápidamente cambiantes, por una sociedad en constante evolución y creciente (y necesaria) exigencia a sus profesionales sanitarios, y por una progresiva escasez de pediatras y de soporte humano auxiliar (enfermería especializada en pediatría), hace aconsejable que el pediatra práctico se dote de material complementario que le permita un diagnóstico basado en pruebas, lo que, a su vez, supone la modificación de conductas epidemiológicas, diagnósticas y terapéuticas, y la racionalización de los recursos disponibles en Salud Pública, aumentando la eficiencia de su ejercicio.

No se trata de convertir nuestras consultas en una colección de aparatos, porque la lista de útiles o de test a utilizar sería interminable, muchos de los mismos tienen una utilidad marginal o dudosa, y constantemente aparecen nuevos productos, pero sí es obligado conocer la existencia de instrumentos y pruebas que nos pueden ayudar mucho en nuestra práctica diaria.

Sin embargo, hay grandes dificultades para incorporar este material a nuestras consultas. Algunos de estos instrumentos o pruebas tienen un coste elevado, y es muy difícil (pero sí posible, como hemos demostrado(2) algunos profesionales) en el sector público convencer a nuestros gestores y administradores sanitarios de su necesidad o interés, aun evidenciando que en algunos casos pueden ser muy rentables a corto o medio plazo. Por otro lado, en las consultas privadas actuales, basadas fundamentalmente en pacientes que pertenecen a entidades de seguro privado, con escasa remuneración unitaria de la actividad asistencial, puede ser difícil que se hagan las costosas inversiones económicas que permitirían dotarlas con instrumentos complementarios. Pero otros, en cambio, son muy asequibles y, si no son utilizados, es por desconocimiento de su existencia.

Sin embargo, debemos conocer que normalmente estos métodos o test no son la panacea universal o la solución definitiva prácticamente de ningún problema habitual de la práctica diaria, sino un complemento, a veces muy valioso, para mejorar la valoración de estos problemas. Lo deseable es que el pediatra conozca lo que existe en el mercado, valore cuáles son sus necesidades, variables según el ámbito y características de su consulta, y en función de las mismas y también de sus aficiones o afinidades, decida lo que le interesa incorporar a su despacho profesional.

A tal efecto, parece muy atractivo el modelo americano de organización asistencial pediátrica, en el que el pediatra de AP suele trabajar asociado a un grupo de pediatras generalistas en el que cada uno tiene diferentes áreas de interés y dedicación, a modo de subespecialidad, lo que permite que individualmente cada pediatra se dote de aquellos medios que más utiliza y que, al mismo tiempo, todos puedan tener acceso a un completo catálogo de instrumentos complementarios.

El nuevo grupo de trabajo de la SEPEAP, dedicado a las tecnologías diagnósticas en AP (TECDIAP), nace con el objetivo de informar a los socios de la SEPEAP y lectores de Pediatría integral de la existencia de tecnologías diagnósticas potencialmente utilizables en la consulta de Pediatría extrahospitalaria/AP, promover un creciente uso de las mismas, analizar la evidencia disponible sobre su utilidad, fomentar la investigación en este terreno, crear doctrina suficiente para argumentar frente a la administración la necesidad de incorporar rutinariamente algunas de estas técnicas a las consultas de Pediatría del sector público, y ofrecer formación regularizada y periódica en forma de talleres y cursos a los pediatras que estén interesados en este tema.

Desde la tribuna de Pediatría integral hacemos un llamamiento a todos los socios y lectores interesados para que contacten con el Grupo, se integren en el mismo, y hagan sus aportaciones o sugerencias para llenar de contenidos útiles y prácticos su actividad.

Bibliografía

1.Flórez JA. Síndrome del burnout del pediatra: prevención y control. Bol Pediatr. 2006; 46: 235-43.

2.De la Flor J. El pediatra extrahospitalario bien equipado. Pediatr Integral 2010; XIV(4): 323-45.

 

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