Historia de la Medicina y la Pediatría |
V.M. García Nieto*, M. Zafra Anta**
*Coordinador del Comité de Historia de la Pediatría de la AEP. Director de Canarias Pediátrica, **Servicio de Pediatría del Hospital Universitario de Fuenlabrada. Madrid. Miembro del Comité de Historia de la Pediatría de la AEP
Pediatr Integral 2024; XXVIII (7): 473.e1 – 473.e8
Pediatras en la historia (7). Juan Rodríguez Soriano (1933-2010). Un maestro inolvidable
Prólogo
Juan Rodríguez Soriano (1933-2010) fue, junto con Ángel Ballabriga, la figura más grande internacional aceptada de la Pediatría española durante el último tercio del siglo pasado. Respetado y admirado, estaba considerado internacionalmente como uno de los pioneros de la nefrología pediátrica. Su prestigio en esta especialidad fue unánimemente reconocido. Contribuyó sobremanera a la formación de varias generaciones de pediatras y nefrólogos pediátricos en el Hospital de Cruces de Bilbao y ha dejado una impronta indeleble a través de su escuela en la nefrología pediátrica española. Para sus discípulos autores de este trabajo, recordarlo supone una mezcla de orgullo por recordar al maestro y una cierta tristeza por renovar el desconsuelo de su desaparición.
“Es difícil destacar una cualidad entre las muchas que adornaban a Juan Rodríguez Soriano. Su gran talento le permitía abordar con originalidad cualquier problema médico, tanto a la cabecera del enfermo como en el laboratorio experimental. Tenía una tremenda capacidad de trabajo, y su facilidad para comunicar hacía que sus presentaciones, incluso de los temas más complejos, fueran claras y fáciles de seguir por cualquier auditorio… Dotado de una simpatía arrolladora, matizada de una fina ironía, su compañía era un regalo para los que tuvimos la suerte de contarnos entre sus amigos” (Luís Hernando)(1)
Los inicios. Su estancia en París
Juan Rodríguez Soriano nació en Barcelona el 5 de marzo de 1933. Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad de esa ciudad, licenciándose con premio extraordinario. En 1956 era médico. Tras unos años de formación en el Servicio de Pediatría del Hospital Clínico de Barcelona, obtuvo en 1959 una beca del gobierno francés para continuar su formación en el Servicio del prestigioso pediatra Pierre Royer en el Hôpital des Enfants Malades. Según relató, el reclamo inicial que le indujo ir a París fue la lectura del trabajo Troubles héréditaires du tubule rénal chez l´enfant, firmado conjuntamente por Pierre Royer y Henri Lestradet(2). En aquellos años, diversos pediatras de diferentes países habían sentido la necesidad de profundizar en el conocimiento de las enfermedades renales pediátricas, como Karl Schärer en Alemania, Hayim Boichis en Israel, Luis María Callís en España o, por ejemplo, Gustavo Gordillo en México. El profesor Royer tenía a su cargo, en el Hôpital des Enfants Malades, unas pocas camas dedicadas, fundamentalmente, a enfermedades metabólicas y hereditarias. Al mismo tiempo, en el cercano Hôpital Necker, en el Servicio del profesor Jean Hamburger, estaba naciendo la nefrología como especialidad diferenciada de la medicina interna. Los intercambios entre ambos hospitales eran continuos. La biopsia renal percutánea se había empezado a realizar en niños desde la descripción de su metodología a inicios de los años 50. La clasificación patológica de las nefropatías infantiles era aún un capítulo abierto que escribía con renglones bien derechos la Dra. Renée Habib. De la discusión de las biopsias renales de cientos de enfermos, niños y adultos, surgieron nuevos síndromes, actualmente universalmente reconocidos, como la microangiopatía trombótica (base anatomopatológica del síndrome hemolítico-urémico), la esclerosis segmentaria y focal, la esclerosis mesangial difusa, la glomerulonefritis membranoproliferativa, la hipoplasia segmentaria o la hipoplasia oligomeganefrónica, por ejemplo. A este respecto, Juan escribió: “Recuerdo que el profesor Hamburger era especialmente escéptico en la aceptación de estos nuevos síndromes nefrológicos infantiles, lo que obligaba a Pierre Royer y a Renée Habib a extremar los argumentos, sesión tras sesión, para conseguir convencerle de su identidad clínica. ¡Qué privilegio haber asistido durante tres años a aquellas discusiones entre maestros de la Medicina! En aquellas grises tardes invernales de París, encerrado en el laboratorio que dirigía Henri Lestradet, aprendí que la nefrología, además de en la anatomía patológica, debía también sustentarse en una segunda columna, la bioquímica”(3). En 1961 remitió a la Revista Española de Pediatría su primera publicación. Como si de un presentimiento se tratase, este trabajo versaba sobre lo que iban a constituir dos de sus pasiones en el ámbito de la nefrología, la acidosis tubular renal y las pruebas funcionales(3). Ni que decir tiene que escribir sobre las pruebas de perfusión de bicarbonato y de sulfato o sobre la sobrecarga ácida con cloruro amónico en la infancia, era una absoluta novedad en España. Ese mismo año de 1961 presentó en las Actualidades Nefrológicas del Hospital Necker, junto al profesor Royer, un trabajo que versaba, asimismo, sobre la exploración funcional en las acidosis tubulares renales(4). En 1962, fue cofirmante de otro trabajo basado en los estudios funcionales realizados a cuatro niños diagnosticados de acidosis tubular distal, a los que se les detectó la presencia de hipocitraturia, un dato bioquímico característico de esa entidad(5). Ese mismo año, el equipo del Hôpital des Enfants Malades publicó un artículo referente a una “extraña” tubulopatía que cursaba con hipercalciuria, talla baja, poliuria y otros datos sugestivos de disfunción tubular(6). Durante muchos años, esta entidad fue conocida como “hipercalciuria tipo Royer”. Y tal como surgió, desapareció. No se han publicado nuevos casos desde hace muchos años. Seguramente, bajo ese término se agrupaban diversos trastornos tubulares que con el paso del tiempo se han individualizado en entidades distintas(7).
“Juan redactó su tesis escrita en idioma francés con una máquina de escribir sobre la prueba de acidificación con cloruro amónico. No se disponían de micrométodos ni de computadoras en esa época en Enfants Malades, siendo necesario extraer varios ml de sangre y se cubría la muestra de orina con parafina o un aceite para evitar la pérdida de CO2. Los becarios que llegaron en el invierno parisino de 1963 conocieron ya a un Juan ausente, había partido a Nueva York. Su ausencia era una presencia «oximorónica» muy fuerte. En los ateneos clínicos y anécdotas de la vida cotidiana del servicio emergía su vital ausencia. Era el tema de conversación, sus ideas, su oratoria y trabajo científico, y las inolvidables tertulias. Royer nos recomendaba «cuando dominen el idioma francés, ustedes tienen que trabajar y publicar como Rodríguéz Sorianó» (los acentos de acuerdo a la fonética del hablante)” (José Grünberg)(8)
Con su tesis doctoral a la que hacía alusión el Dr. Grünberg, titulada “Exploración funcional de las acidosis renales”, obtuvo en 1962 el título de Doctor en Medicina y Cirugía, con premio extraordinario, en la Universidad de Barcelona.
Su estancia en Nueva York
“En el terreno de la fisiopatología de las enfermedades renales, el liderazgo fue pronto asumido por el grupo de Nueva York. El Prof. Henry Barnett, que ocupaba el puesto de Chairman de Pediatría en el Albert Einstein College of Medicine, había sido discípulo de Homer Smith y había aplicado por primera vez, durante los años 50, las técnicas de aclaramiento de inulina al recién nacido y prematuro. Su alumno Chester Edelmann comenzó a desarrollar la nefrología en dicho Departamento a inicios de los años 60, con un marcado enfoque en la investigación de la función renal neonatal. Conocedor de estos hechos y, gracias al apoyo del Prof. Royer, pude incorporarme a dicho grupo en enero de 1963 como uno de sus primeros becarios”(2). En poco tiempo, Henry Barnett llegó a considerar a Juan como a uno de sus grandes discípulos junto a Edelmann, Boichis y Spitzer. La labor de investigación clínica desarrollada en estos años fue, sin duda, fructífera, como lo demuestra la protocolización de diversas pruebas de estudio de la función renal en la infancia. Debe señalarse que el conocimiento de la fisiología renal del recién nacido y lactante no era aún un hecho extendido en los Servicios de Pediatría. Así, establecieron los valores de normalidad de la prueba de acidificación con cloruro amónico(9) y los de la sobrecarga de bicarbonato destinada a determinar los valores del umbral y del Tm de reabsorción proximal del mismo en distintas etapas de la infancia(10). Igualmente, estudiaron la capacidad de concentración renal con “dieta seca”, en la que se estimula la secreción de la ADH endógena(11). Los estudios de normalidad conducentes a estudiar la capacidad de acidificación renal en circunstancias de normalidad sirvieron para identificar la acidosis tubular proximal como una entidad fisiopatológica independiente, hallazgo que marcó toda su vida profesional. El trabajo fue publicado en 1967 en la revista Pediatric Research(12) (Fig.1).
Figura 1. Novena Reunión de la European Society for Pediatric Nephrology (ESPN) celebrada en Cambridge en 1975. En la fila superior, el quinto por la derecha es el Dr. Rodríguez Soriano, y a su derecha, están su esposa María Jesús Vita, Alfredo Vallo y Cesar Loris.
En una publicación posterior del grupo de New York se supo que los pacientes diagnosticados de acidosis tubular proximal aislada eran portadores de un cuadro transitorio(13). Mucho después, el Dr. Soriano escribió que sospechaba que se trataba de un cuadro consistente en una inmadurez del intercambiador luminal Na+-H+ (NHE-3)(14).
En septiembre de 1967, viajó a Glasgow donde se fundó, presidida por Gavin Arneil, la Sociedad Europea de Nefrología Pediátrica (ESPN). Asimismo, en diciembre de 1968 acudió a México; en Puerto Vallarta se celebró la primera reunión del Grupo Internacional de Estudio de las Enfermedades Renales de los Niños (ISKDC), presidido por Henry Barnett. Fruto de esta colaboración internacional fue la clasificación anatomopatológica del síndrome nefrótico publicada en 1970 por Churg, Habib y White(15). Las reuniones de la ESPN se han ido celebrando de forma ininterrumpida (Fig. 2) hasta la muy reciente, celebrada en Valencia (septiembre de 2024).
“Coincidimos ex becarios parisinos en ambos eventos. IPNA no existía aún. Es un reiterativo error histórico considerar Guadalajara ’68 como el primer Congreso de IPNA. El congreso de Guadalajara fue puesto en práctica por iniciativa de Gustavo Gordillo. De Guadalajara, un grupo partió a Puerto Vallarta al evento antes mencionado, donde se había rodado una película con Elizabeth Taylor y Richard Burton, «La noche de la iguana». Muchísimo glamour y gran concurrencia científica, estadígrafos, nefrólogos, Henry L. Barnett, René Habib, Gordillo, Ira Greifer y otros protagonistas mayores de la historia de la nefrología pediátrica (José Grünberg)”(8)
Figura 2. Portada del artículo en el que describió por primera vez la acidosis tubular proximal(12).
Regreso a Barcelona
El Dr. Rodríguez Soriano regresó a Barcelona en el año 1967. Allí ocupó la plaza de jefe clínico en el Hospital Infantil Vall d´Hebrón hasta 1970. Estuvo a cargo de la concurrida “Unidad de deshidratación”, una patología muy frecuente en la época. Allí conoció a su futura esposa, María Jesús Vita, radióloga pediátrica, madre de sus tres hijos, María Luisa, Emilio y Juan. Es preciso recordar que el primer caso español de acidosis tubular renal hiperclorémica fue publicado por Ángel Ballabriga, aunque se trataba de una tubulopatía, aparentemente secundaria, asociada a una uropatía. El destino iba a querer que ambos coincidieran en Barcelona cuando Juan concluyó su estancia en Nueva York. La convivencia de dos personalidades científicas tan acusadas en el mismo recinto hospitalario, debió ser “complicada”. La existencia de una plaza de jefe de Departamento en Bilbao resolvió la cuestión y, gracias a ello, muchos de nosotros íbamos a poder adquirir conocimientos en una de las grandes “escuelas” de Pediatría españolas.
La creación de la escuela de Pediatría de Bilbao
En 1970, el Dr. Rodríguez Soriano se hizo cargo del Departamento de Pediatría del Hospital Universitario de Cruces, ubicado en Baracaldo, muy cerca de Bilbao. Permaneció en esta plaza hasta su jubilación en 2003. Desde ese hospital en el que realizó su labor asistencial, docente e investigadora, lideró un grupo de jóvenes pediatras, muchos formados en EE.UU. como él, que impulsaron la asistencia pediátrica especializada y potenciaron la formación de subespecialistas pediátricos en nuestro país. Siempre con una visión amplia e imprescindible de la Pediatría general como base, bajo su dirección se formaron más de 300 pediatras que recibieron, sobre todo, su ejemplo de honestidad y buen quehacer profesional. Sus increíbles dotes docentes, conocimientos pediátricos, capacidad de análisis y de llegar al diagnóstico correcto, han sido reconocidos por todos.
“Haría Pediatría, Servicio en el que todo era más claro y luminoso, y donde reinaba Juan Rodríguez Soriano. Tenía un carácter como para mantenerse a distancia, pero era un clínico y científico de primer nivel y el hombre más inteligente que he conocido en mi vida. Había conseguido atraer a médicos jóvenes que terminaban su especialización en Estados Unidos, o volvían de La Salpêtrière como Pepe Prats… y a otras buenas cabezas para trabajar en su Servicio. Las sesiones clínicas e incluso los partes de guardia matutinos eran de antología” (Carmen Garaizar Axpe. He cumplido como he podido, y ni tan mal)(16)
Junto a otros 18 pediatras españoles, fundó en 1973 la Sección de Nefrología Pediátrica de la Asociación Española de Pediatría, más tarde Asociación Española de Nefrología Pediátrica, de la que fue presidente desde 1976 a 1981(17).
En las tres décadas que se sucedieron a partir de 1970, siguió investigando y publicando junto a los miembros de su equipo sobre los dos grandes temas propios de su actividad científica, las pruebas de función renal y las tubulopatías.
Las pruebas funcionales renales
Entre las pruebas funcionales renales que se desarrollaron en el grupo de Bilbao, siempre en la edad pediátrica, queremos reseñar la sobrecarga hiposalina, diversas pruebas que estudian la capacidad de acidificación renal y el gradiente transtubular de potasio.
La sobrecarga hiposalina valora el manejo de los iones sodio, potasio y cloruro en los distintos segmentos del túbulo renal en ausencia de la influencia hormonal de la aldosterona y la vasopresina. La inhibición de dichas hormonas se logra mediante una sobrecarga con fluido hipoosmolar que provoca una expansión aguda del volumen extracelular. En estas condiciones, la formación de agua libre debe ser máxima y la reabsorción tubular de electrólitos puede estimarse cuantitativamente mediante el cálculo de varios aclaramientos fraccionales. El aclaramiento de agua libre (CH2O) es indicativo de la reabsorción del cloruro sódico en la rama ascendente del asa de Henle. Se cuantifican, además, el término CH2O + CNa, indicativo del sodio que llega a la nefrona distal (oferta distal de sodio) y el término CH2O/CH2O + CNa, que expresa el porcentaje de reabsorción distal de sodio. La aplicación clínica más importante de esta prueba reside en el estudio de las tubulopatías hipopotasémicas que cursan con pérdida salina, ya que la existencia de una fuga de cloruro sódico a nivel del asa ascendente de Henle y el túbulo distal es característica de los síndromes de Bartter y de Gitelman, respectivamente. Esta prueba, relativamente compleja y muy poco utilizada en otros medios, fue uno de los “estandartes” identificativos del grupo de Bilbao por su capacidad para obtener conclusiones claras y correctas con su uso. En 1981 publicaron en la revista Kidney International su experiencia en el manejo renal del agua y sodio, realizado mediante la sobrecarga salina hipotónica, de 22 lactantes y 17 niños sanos. Usando las técnicas de aclaramiento, observaron las diferencias en el manejo tubular del filtrado según la edad. Sus hallazgos mostraron que la reabsorción fraccional proximal de agua y sodio se incrementa progresivamente durante el primer año de la vida, mientras que permanece constante en niños por encima de los dos años. A la inversa, observaron que la reabsorción fraccional distal de sodio se incrementa significativamente en los primeros años de la vida para reducirse pari passu con la reducción de la oferta distal de sodio(18). Dos años después, en el Pediatric Research mostraron los resultados obtenidos con la misma prueba en 28 neonatos prematuros y nacidos a término(19). La sobrecarga, esta vez, se hizo por vía oral. Las pruebas fueron útiles para demostrar que la pérdida urinaria de sodio observada en los recién nacidos de peso muy bajo al nacer depende de la incapacidad de las porciones distales de la nefrona para manejar el exceso de aporte de sodio que procede de las regiones proximales. Como consecuencia obligatoria, se apreció un discreto defecto de dilución asociado(19).
La prueba, en la que se estimula la secreción de hidrogeniones en orina alcalina para determinar la pCO2 urinaria, es muy útil para estudiar la capacidad de acidificación tubular renal distal. Mediante una sobrecarga, el bicarbonato sódico se filtra a nivel glomerular y aumenta su concentración en el túbulo colector. Al crearse un gradiente negativo, se estimula la secreción de hidrogeniones, formándose ácido carbónico (CO3H2). Puesto que a nivel distal no existe anhidrasa carbónica luminal (al contrario que en el túbulo proximal), la disociación del CO3H2 en CO2 y H2O es muy lenta. Si la secreción de hidrogeniones es adecuada, la pCO2 urinaria debe ser superior a 70 mmHg. En la V Reunión Nacional de Nefrología Pediátrica (Madrid, 1977), el Grupo presentó los resultados obtenidos con esta prueba realizada, tanto en niños normales como con problemas renales(20).
El gradiente transtubular de potasio (GTTK) estudia, de forma simple, la bioactividad de la aldosterona en los túbulos distal y colector. Para su cálculo, se necesitan los valores de potasio y de osmolalidad en sangre y en orina. En pacientes con hiperpotasemia, valores inferiores a lo esperado indican una tasa inapropiadamente baja de secreción de potasio en aquellos segmentos tubulares, como ocurre, por ejemplo, en el hipoaldosteronismo. En 1991, el Grupo publicó los valores de normalidad de GTTK en la infancia(21).
“Siempre consideré a Don Juan como un portento de la naturaleza: inteligencia superlativa, cerebro espectacular, investigador de primer orden, capacidad oratoria fuera de lo común, líder indiscutible… Aparentemente, en ocasiones, podía parecer distante. Sin embargo, pienso que se debía a cierta timidez, que formaba parte de su personalidad… Su maestría en los debates de las sesiones clínicas del Departamento era pura delicia intelectual para todos los presentes” (Miguel Labay Matías)(22)
Tubulopatías
Pasando ahora a las tubulopatías, las que recibieron mayor atención por parte del Dr. Rodríguez Soriano fueron la acidosis tubular renal(23-29), el síndrome de Bartter(30), las hipomagnesemias de origen tubular(31,32) y el síndrome de Gordon(33). Sobre casi todos estos trastornos sería coautor de artículos a partir de mediados los años 90, gracias a que llegaron a conocerse sus causas de origen genético.
Como hemos indicado, la acidosis tubular renal fue un objeto de estudio prioritario del Grupo de Bilbao, tanto en lo que hace referencia a la variedad distal (tipo I)(23-25), como a la proximal (tipo II)(26-27) o a la hiperpotasémica (tipo IV)(28,29). Es de destacar que a los pocos años de establecerse en Bilbao, Juan, Alfredo Vallo y Miguel García Fuentes demostraron, mediante la sobrecarga hiposalina, que en lactantes con acidosis tubular renal distal podía existir una pérdida urinaria proximal asociada de sodio y bicarbonato, motivada por un incremento en el aporte distal de ambos iones(23).
A finales de los 80, cuando aún no se disponían de las técnicas de biología molecular, no existía una ordenación sobre la clasificación de las hipomagnesemias de origen genético. En una revisión publicada en la revista Pediatric Nephrology, deslindó, por primera vez, tres entidades, la “Hipomagnesemia familiar aislada”, la “Hipomagnesemia-hipopotasemia familiar” (por entonces, esta entidad o enfermedad de Gitelman se confundía, con frecuencia, con el síndrome de Bartter) y la “Hipomagnesemia-hipercalciuria familiar” (más tarde, conocida como Hipomagnesemia familiar con hipercalciuria y nefrocalcinosis)(31). Unos años después, estudió las causas del defecto de acidificación propio de esta última entidad que fue atribuido, tanto a un defecto en la transferencia de amonio a la nefrona como a una disminución en la secreción de iones hidrógeno a nivel del ducto colector medular, probablemente, secundarios a una nefropatía intersticial medular(32).
Llegados a este punto, es de justicia recordar a su gran colaborador, el Dr. Alfredo Vallo Boado. Los que tuvimos la suerte de compartir unos años con ambos y el resto del equipo (Gonzalo Castillo, Roberto Oliveros, María Jesús Quintela) recordamos aquellas reuniones de los miércoles en las que se comentaban los casos clínicos de los pacientes ingresados. Era sorprendente escuchar las explicaciones fisiopatológicas que daba el Dr. Soriano para interpretar los resultados de las pruebas funcionales que tan profesionalmente realizaba Alfredo Vallo. Juan nos asombraba con su interpretación de las complejidades de la función tubular, con la paradoja de que los que empezábamos no entendíamos ese nivel de embrollo, aunque nos asombraba la pasión y la ilusión que ponía en lo que decía. Siempre tenía una respuesta para todo.
“Repasando este tiempo de formación, siempre me he sentido enormemente afortunada por muchas razones… Estar en un hospital joven e ilusionante, con jefes altamente experimentados y volcados en construir un Servicio avanzado que daba a los residentes una formación global en Pediatría, era envidiable. Sesiones clínicas docentes y sin tensiones…, salvo por el humo del tabaco (¡cómo se fumaba en los hospitales!). Los primeros protocolos y guías de tratamientos. Residentes mayores…, y ¡que residentes! Maestros de la vida y de los diagnósticos diferenciales, de la fisiología…, amigos remando en la misma dirección, apoyo total en las guardias y en muchas tardes de revisiones voluntarias de pacientes”(Maite Labayru Echevarría. Un anecdotario muy personal)(16)
A partir de mediados los años 90, vivió con entusiasmo las aportaciones de la genética molecular, de tal modo que colaboró con varios grupos pioneros en el conocimiento de la causa íntima de muchas tubulopatías de las que hasta entonces había estudiado su fisiopatología, como es el caso del síndrome de Bartter(34,35), la acidosis tubular renal(14,36,37), la hipomagnesemia familiar con hipercalciuria y nefrocalcinosis(38,39) y el pseudohipoaldosteronismo(40,41). Incluso, en la Unidad de Investigación de su propio hospital propició la creación de un Laboratorio de Biología Molecular junto al Dr. Luis Castaño. Fruto de esta colaboración fueron algunas publicaciones sobre tubulopatías(42,43) y otros trastornos genéticos con afectación renal(44). Son dignas de destacar las revisiones que firmó para la revista Pediatric Nephrology de algunas tubulopatías, como la acidosis tubular renal y el síndrome de Bartter, en las que aunaba, de forma magistral, la clínica, las pruebas funcionales y los nuevos hallazgos obtenidos con las técnicas de biología molecular(14,45).
El resto de su obra
Su curiosidad inacabable fue el motor de su labor investigadora. Tenía interés por todo y estaba al tanto de todos los progresos, no solo de la nefrología, sino también de la Pediatría. Así, fue autor de numerosos artículos de tema exclusivamente pediátrico, junto a muchos de sus colaboradores(46,47), especialmente con el gastroenterólogo Juan Carlos Vitoria(48,49) y con Pablo Sanjurjo, experto en metabolopatías y nutrición(50,51) (Tabla I).
Un hecho extraño aconteció a principios de los años 80. Ingresó en el hospital un lactante con alcalosis metabólica hipoclorémica severa. El niño estaba siendo alimentado con una fórmula láctea que contenía, únicamente, 0,5 mEq/100 kcal de ion cloro. Este hecho condujo a la identificación de 30 lactantes más alimentados con la misma fórmula comercial, que estaban afectos de un déficit dietético de cloro subclínico(52). A partir de su descubrimiento, la fórmula fue retirada del mercado español(53).
Su obra científica fue ingente. En la tabla I figuran los datos de un estudio bibliométrico somero que hemos realizado sobre sus artículos que aparecen en PubMed con su autoría. De estos, la mayoría fueron publicados en inglés y, unos pocos, en francés o español. Además de las publicaciones, fue autor de muchos capítulos de libros, monografías, conferencias, etc. También, fueron numerosos los premios y reconocimientos que recibió a nivel nacional e internacional. Fue nombrado miembro de honor de múltiples sociedades científicas: Sociedad Argentina de Pediatría La Plata, Sociedad Francesa de Pediatría, Asociación Latinoamericana de Nefrología Pediátrica, Asociación Española de Pediatría, Sociedad Española de Nefrología, Asociación Española de Nefrología Pediátrica y varias sociedades regionales españolas. Recibió la medalla de honor de la Sociedad Española de Diálisis y Trasplante (2008), que se entregó en su domicilio debido a su delicada salud. Desde su fallecimiento, una de las reuniones anuales de la Sociedad Vasco-Navarra de Pediatría recibe el nombre “Memorial Profesor Juan Rodríguez Soriano”. Estaba en posesión de la Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad (Real Decreto 1582/1990; BOE de 8 de diciembre de 1990).
Junto al Dr. Ballabriga, el Dr. Rodríguez Soriano ha sido el pediatra español más reconocido internacionalmente en el último tercio del siglo pasado y aceptado como uno de los más grandes nefrólogos pediátricos de la historia. En una ocasión el Dr. Luis Hernando, patriarca de la nefrología española, mencionó al primer autor de este artículo que Juan era “una de las personas con más talento y con más capacidad de comunicación que había conocido y el más citado internacionalmente de los nefrólogos españoles”. Para darnos cuenta de su importancia científica, en octubre de 2001, la Fundación de Ciencias de la Salud celebró la segunda edición del Homenaje a la Investigación Biomédica Española. La Fundación galardonó a diez investigadores afincados en España, que fueron elegidos “mediante un riguroso proceso de bibliometría realizado sobre aquellos trabajos que habían aparecido en las 100 publicaciones científicas más prestigiosas en biomedicina”. En aquel acto, estuvo presente Juan Rodríguez Soriano, compartiendo su reconocimiento con otras personalidades españolas de talla internacional.
Fue catedrático de Pediatría de la Universidad del País Vasco. Desempeñó durante varios años la dirección de Anales de Pediatría. Fue miembro destacado de la IPNA y de la ESPN a cuyos congresos acudía con frecuencia. Fue miembro de la Junta Directiva de la IPNA desde 1990 a 1995 y del Consejo Editorial del Pediatric Nephrology en dos amplios periodos (1987-1992 y 1995-2002). Fue presidente del Comité Organizador de la 36 Reunión Anual de la ESPN que se celebró en Bilbao en 2002. Especial fue su relación con la Sociedad Latinoamericana de Nefrología Pediátrica (ALANEPE). En numerosas ocasiones viajó a muchos rincones de Latinoamérica, donde mostró sus dotes de maestro extraordinario (Fig. 3) y donde su muerte causó un gran impacto.
Figura 3. Primer Congreso Latinoamericano de Nefrología Pediátrica (ALANEPE) celebrado en Viña del Mar (Chile) en octubre de 1984. De izquierda a derecha, puede verse a Jorge de la Cruz (Colombia), José Grünberg (Uruguay), Renée Habib (Francia), Gustavo Gordillo (México) y Juan Rodríguez Soriano.
Se le rindió un merecido homenaje, designando con su nombre el V Congreso de ALANEPE celebrado en Valencia (Venezuela) en 1999. En esa oportunidad fue nombrado Miembro de Honor de esa Sociedad y recibió la Orden Académica “Alejo Zuloaga”, máxima condecoración de la Universidad de Carabobo (Fig. 4).
Figura 4. V Congreso de ALANEPE celebrado en Valencia, Venezuela, en 1999. De izquierda a derecha, aparecen el primer autor de este artículo, Jorge de la Cruz, Juan Rodríguez Soriano portando la Orden Académica “Alejo Zuloaga” de la Universidad de Carabobo y Michael Freundlich (Miami, Florida).
“Juan «desembarca» en Latino América invitado por Gustavo Gordillo, quien ya tenía en funcionamiento, el primer servicio de nefrología pediátrica del mundo. Los cursos monográficos, con gran convocatoria, «eran una fiesta». Ciencia, comunicación, docentes excelentes invitados, tres semanas de cursos, que desbordaban la nefrología, el túbulo y el glomérulo y se divagaba sobre la vida, la equidad, el trasplante renal. Con Gordillo, Juan diseminó la especialidad por Latino América. Lo académico y lo social eran indisociables, en el aula y en la tertulia disputábamos y aprendíamos, se establecían relaciones humanas que persisten hasta hoy. El modelo expositivo de Juan, en un excelente idioma español, apasionado, de entusiasmo contagioso y vibrante, atraía a todos. Comentaban: ¡fascinante! En el evento de Córdoba, organizado por Rodolfo Martíni, abordé a varios pediatras no nefrólogos. En la conversación, en una amable tertulia con pediatras generales, indagué cuáles eran los motivos de su concurrencia, como se explicaba el lleno completo del aula y la concurrencia a todas las exposiciones tan sofisticadas de Juan. Algunos fueron más francos que otros. Probablemente, nunca tendrían pacientes con esas patologías complejas y, en confianza, «Doctor, es difícil, se entiende poco, pero nos es muy útil y estimulante compartir su entusiasmo, escuchar la disertación y su oratoria». Aunque el tema científico quedara impreciso en sus conocimientos e improbable en su utilidad en la práctica, lo disfrutaban mucho, «nos hace bien compartir a este nivel con los grandes de la historia»”(José Grünberg)(8)
Epílogo
Tras su jubilación en 2003, siguió activo intelectualmente, y disfrutó del privilegio de ver crecer junto a él a sus dos nietos. Falleció en Neguri (Guecho, Vizcaya) el 13 de octubre de 2010. Juan fue un médico irrepetible; sin lugar a dudas, uno de los de mayor prestigio internacional. Sus discípulos le recordamos con emoción y creemos que su labor y su ejemplo le sobrevivirán (Fig. 5). Nunca le olvidaremos.
Figura 5. Portada del folleto editado con motivo de la Jornada científica in memoriam dedicada a honrar la figura del doctor Juan Rodríguez Soriano.
Agradecimientos
Nuestra gratitud a los Dres. María Teresa Labayru y Miguel Labay Matías, exmiembros del Servicio de Pediatría de Cruces por la lectura crítica del texto.
Bibliografía
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