Representación del niño
en la pintura española |
J. Fleta Zaragozano
Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza
Pediatr Integral 2020; XXIV (8): 502.e1 – 502.e4
Berruguete, entre el Gótico y Renacimiento
Berruguete, formado en Italia y conocedor de la escuela flamenca, presenta en su obra una gran riqueza decorativa y dominio de la perspectiva. Combinó con acierto las arquitecturas de aspecto renacentista y modeló las formas con una rigidez característica de la escuela castellana. Con este autor alcanza la perfección el dominio del oro y la plata para los fondos ornamentales. El niño se encuentra representado en su obra, casi siempre, por motivos religiosos.
Vida, obra y estilo
Pedro Berruguete nació en Paredes de Nava (Palencia) en 1450 y murió, probablemente, en 1503; fue un pintor situado en la transición del estilo gótico a la pintura renacentista. Es una de las personalidades más sobresalientes de la pintura española de la segunda mitad del siglo XV y muchos de sus datos biográficos son desconocidos o controvertidos. Sus comienzos artísticos se desarrollaron bajo el influjo de la pintura flamenca, uno de los componentes básicos de su estilo. Se formó en Castilla y después en Flandes y Nápoles. Trabajó en uno de los centros más brillantes de la cultura renacentista del Cuatrocientos: el palacio de Urbino, a donde el duque Federico de Montefeltro había atraído, entre otros artistas, a Piero della Francesca y Bramante.
Berruguete pintó para el duque 28 retratos imaginarios de hombres ilustres de la antigüedad y de la Edad Media, hoy propiedad del palacio de Urbino y del Museo del Louvre. De su época italiana son también: Retrato de Federico de Montefeltro con su hijo, cuatro Alegorías de las artes liberales, dos de ellas en la Galería Nacional de Londres, y algunas otras obras. En este grupo de pinturas, el artista conjuga de manera muy personal la técnica y la municiosidad descriptiva propia del estilo flamenco con una monumentalidad, una construcción plástica y un sentido de la perspectiva, del espacio y de la luz, de carácter estrictamente italiano.
Después de su estancia italiana, el pintor regresó a Castilla, hacia 1483, donde encontró una buena clientela en el estamento eclesiástico, centrando su producción en pinturas para retablos. Ya en Castilla, introduce las novedades del renacimiento del Cuatrocientos. Parte de sus obras realizadas a partir de esta época han desaparecido, pero se conservan otras muchas, especialmente en Ávila, en donde pintó, por lo menos, cuatro retablos, el mayor para la catedral y tres para el Convento de Santo Tomás: el retablo mayor de la iglesia y los dedicados a Santo Domingo y a San Pedro Mártir, ambos actualmente en el Museo del Prado. Este conjunto de retablos acredita el talento del maestro y muestra el gusto por los fondos de oro y la suntuosidad decorativa.
Según Ceán Bermúdez, Berruguete, también aparece documentado en Toledo en 1483, donde decora los muros de la Capilla del sagrario viejo de la Catedral primada. Tras esta estancia toledana, vuelve a su pueblo natal y ejecuta el retablo de Santa Ana y la Virgen. Tras un periodo de silencio documental, al parecer, vuelve a Toledo. Existe la posibilidad de que el pintor trabajase al servicio de Isabel la Católica; uno de los encargos reales sería el San Juan Evangelista en Patmos, que Berruguete entregó en 1499 en el antiguo Alcázar de Madrid y que hoy se conserva en la Capilla Real de Granada.
Hacia 1500, trabajó para el desaparecido Hospital de la Latina de Madrid, a petición de Beatriz Galindo, fundadora de esta institución y preceptora de la reina Isabel. Una de sus obras más logradas, La Virgen con el Niño en un trono, presidió la capilla del citado hospital hasta su demolición en 1906, para después ser trasladada al Museo de Historia de Madrid; en la actualidad, se encuentra depositada en el Museo del Prado.
Mención especial merecen, también, los dos retablos que se conservan en Paredes de Nava, en cuya serie de Evangelistas se manifiesta el vigor prevelazqueño de Berruguete como retratista: La decapitación de San Juan Bautista de Santa María del Campo (Burgos) y La Anunciación de la cartuja de Miraflores, dos de sus pinturas más logradas como estudios espaciales y lumínicos de interior.
En su pintura destaca la influencia del Renacimiento italiano, en el hecho de querer enmarcar las figuras y las acciones en el espacio, mediante la utilización de la luz y la perspectiva, no bien resuelta, a veces. De vuelta a Castilla, habría perdido el interés por el detalle y sus figuras se vuelven más sobrias, quizá como adaptación de su estilo a los gustos más tradicionales.
El niño en sus cuadros
En la obra Federico de Montefeltro con su hijo Guidobaldo, aparece el duque de Urbino, Federico de Montefeltro, que está representado con armadura, leyendo, sentado sobre un trono adornado, el casco a sus pies, cerca de su espada y al lado del mango de una maza de combate; su cara convencionalmente vista del perfil izquierdo, ya que fue desfigurado en un torneo. Lleva una casulla roja adornada de oro, un cuello de armiño y el collar del Toison de oro al cuello; su pierna izquierda alargada lleva el prestigioso atributo de la Orden de la Jarretera. Sobre un estante de madera tallada está depositada, arriba a la izquierda, una mitra adornada de perlas.
A su lado, apoyado sobre su rodilla derecha, su hijo Guidobaldo, futuro duque de Urbino, de unos seis o siete años de edad, está de pie, engalanado de joyas, manteniendo un cetro sobre el cual está inscrito “Pontifex” justo en la base de la mitra. En la cara y manos de Federico parece que existen unos nódulos que pueden corresponder a una neurofibromatosis; la anatomía del niño es normal. El cuadro, de formato vertical, con una perspectiva al punto de fuga ubicado a la izquierda de la escena, sugiere que se trata del panel derecho de un díptico.
El retrato forma parte de una serie de 28 retratos de “uomini famosi” (hombres célebres) hecha para el “studiolo” y la biblioteca del duque de Urbino. Está dedicado a los dirigentes del ducado de Urbino, cuya soberanía estaba reconocida por el resto de poderes europeos. Federico lleva la orden de l’Hermine instituida por el rey de Nápoles, y la orden de la Jarretera, conferida por el rey de Inglaterra, por sus méritos militares, intelectuales y diplomáticos, y por su apellido, encarnado en su hijo Guidobaldo, sucesión acreditada por la distinción papal (Pontifex). Pintado hacia 1480. La obra se encuentra en la Galería Nacional de las Marcas en Urbino, Italia (Fig. 1).
En la Investidura del hábito al Santo Niño, se mezcla un realismo prodigioso con formas que recuerdan claramente sus pinturas de Urbino. Los fieles presentes en la obra son seguramente retratos, y el prior debe representar al que lo era en tiempos de Berruguete. En el primero de los planos del cuadro y centrado en la obra, se observa un niño de unos 10 años de edad, de correcta anatomía, arrodillado y en actitud de sumisión; su ropaje es de colores cálidos y muy ornamentados. Luz frontal y anatomía de las figuras bien conseguidas. Es un óleo sobre tabla, realizado a finales del siglo XV y se encuentra en el Convento de Santo Tomás de Ávila (Fig. 2).
De esta misma época es su San Mateo, uno de los cuatro retratos de santos que se muestran en la predela del retablo mayor de la Iglesia de Santo Tomás. Representa la depuración del retrato de Berruguete, iniciado en la serie de retratos de hombres ilustres que decoraban el “studiolo” del palacio de Urbino, o de los seis magníficos retratos de los reyes hebreos, del retablo de Santa Eulalia en Paredes de Nava.
En este cuadro, enmarcado, al igual que los otros, con unos pilares de adornos renacentistas, las figuras de los santos son, según Camón, “humanos”, adoctrinados, de bellos rasgos y actividades de simbólica significación, con el mismo virtuosismo en la reproducción de las telas. El ángel, con figura humana, de unos 10 años de edad, parece advertir al santo, el contenido del libro. Los colores del ropaje son fríos, los pliegues están muy conseguidos, pero la mano izquierda del ángel, en escorzo, no refleja unas características anatómicas normales. Se trata de un óleo sobre tabla, actualmente en el Convento de Santo Tomás de Ávila (Fig. 3).
El cuadro Santo Domingo resucita a un joven también recibe el nombre de Milagro del Niño y Pasaje de la vida de Santo Domingo. El contenido relata la resurrección de un sobrino del cardenal Esteban. Por la puerta de la casa del cardenal, que sale al campo, se ve en lontananza la causa de la muerte del joven, describiéndose la caída del muchacho derribado de su caballo a la orilla de un barranco. La imagen del niño es semejante a las descritas, sin embargo, en esta se advierte una anatomía del cuerpo no proporcionada. Los ropajes, como es habitual en la obra del pintor, son ricos en adornos y de pincelada acabada. Los personajes que acompañan a la escena del milagro y que representan a los familiares del niño muestran también un fuerte carácter típico del arte de retratar de este pintor. Es un óleo sobre tabla de 122 por 83 cm y se encuentra en el Museo del Prado (Fig. 4).
En Virgen con el Niño, aparecen la Virgen y el niño Jesús. La Virgen tiene un libro abierto en la mano izquierda y con la derecha acaricia la cabeza de su hijo. De facciones agradables y una anatomía correcta, aparece con cabello largo, sobre sus hombros, cubierta con un manto de color negro; lleva un vestido rojo, acordonado sobre su pecho y mira hacia su hijo cariñosamente. También porta una corona dorada que contrasta con el color rojo de la tela que hay en el fondo de la obra.
El Niño está desnudo y sentado sobre un cojín. Llama la atención el gran tamaño de la oreja visible del pequeño, así como la existencia de una hipertrofia mamaria bilateral, manos de gran tamaño, un abdomen muy prominente y pies edematosos. Mira hacia el pintor, con facies algo entristecida. El ambiente se completa con la existencia de un collar sobre la mesa y una ventana a la izquierda de la composición, que permite ver un paisaje con un río. Se ha puesto en duda la autoría de la obra por parte de algunos autores. Se encuentra en el Museo del Prado. Es una técnica mixta sobre tabla de 58 por 43 cm. Fechado hacia 1480-1500 (Fig. 5).
La tabla Virgen con el Niño en un trono o Virgen de la Leche, fue encontrada en 1950 en los almacenes de la Casa de la Villa de Madrid. Camón escribió de ella en 1970: puede ser de la época abulense. Es obra primorosa y hay en ella una feliz síntesis del arte de los Reyes Católicos y aún de su proyección social. En su arquitectura se ven, sin mezclarse, elementos puramente góticos, otros moriscos, en el plafón, y renacientes en el fondo, en una perspectiva lineal muy conseguida. Esta Virgen en el trono es muy expresiva de un arte integral de un momento histórico. Las imágenes, centradas y de colores cálidos, no son proporcionadas, en especial: la cara, el pecho, ni la mano izquierda de la Virgen, como tampoco lo es el cuerpo del Infante, que parece mirar al espectador. Es un óleo sobre tabla de 61 por 44 cm, pintado hacia 1500 y depositado en el Museo del Prado (Fig. 6).
Flagelación, es la última obra maestra de Pedro Berruguete y está cargada de resonancias italianas. El autor ha dado al escenario mayor amplitud de lo habitual. La columna de capitel urbinense y los diminutos personajes de la tribuna del fondo son elementos esenciales en el efecto de profundidad perseguido por el pintor, que, con acierto indudable, ha empujado hacia nosotros los esbirros que azotan al Salvador, situado en el primer término. Su rostro es de dolor incontenido, desbordante. En el rostro del verdugo de la izquierda se advierte cierto placer en su labor. En sus compañeros no existe la más leve huella de ensañamiento y complacencia en el castigo. Berruguete, artista siempre de buen gusto, no es pintor de verdugos.
En la tribuna vuelve el viejo pintor a recordar su época italiana. El niño del clavel parece descubrirnos la nostalgia de los lejanos días de Urbino. Está situado a la derecha del cuadro y en un cuarto plano; muestra cierto grado de tristeza y, como en otros niños de su galería, lleva unas ropas ricas, de textura brillante y un cabello rubio, en este caso, cubierto con un gorro. El tema de la flagelación ha sido representado por diversos pintores, entre ellos: Holbein (1500), Alejo Fernández (1505), Rubens (1600) y Caravaggio (1607). La obra de Berruguete es un óleo sobre tabla, perteneciente a la Catedral de Ávila. Fechado en 1504 (Fig. 7).
Bibliografía
– Nieto V, Pérez de Ayala J. Berruguete. Los Genios de la Pintura Española. Sarpe. Madrid. 1990.
– Camón J. La Pintura Española del siglo XVI. Summa Artis. Historia General del Arte. Vol. XXIV. Espasa-Calpe. Madrid. 1996.
– Bracons J, Triadó JR. La Pintura Española. Románico, Gótico y Renacimiento. Carroggio. Barcelona. 1999.
– Pedro Berruguete. Wikipedia. Consultado el 15 de julio de 2020.
Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Berruguete.
– Berruguete, Pedro. Consultado el 15 de julio de 2020.
Disponible en: https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/berruguete-pedro/5b7ce92c-4d34-450b-b564-f7dbf4ea05cc.