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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº7 – OCT-NOV 2020

Miguel Ángel Bedate y su mundo rural

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2020; XXIV (7): 410.e1 – 410.e5


Miguel Ángel Bedate y su mundo rural

Bedate es un pintor, dibujante y escultor extremeño, apasionado por su tierra. Es un artista de un profundo realismo, enamorado de las costumbres del mundo rural y consumado viajante. Domina el retrato y el paisaje. Sus maestros fueron Da Vinci y Velázquez, preferentemente, y sus museos preferidos, El Prado y el Louvre, son su fuente permanente de inspiración.

Vida, obra y estilo

Miguel Ángel Bedate García de Leaniz nació en 1952 en Coria (Cáceres). Su madre, Ovidia, era de Almazán (Soria) y su padre, César, natural de Toro (Zamora), era actor y barítono del Teatro de la Zarzuela. Uno de sus tíos fue copista del Museo del Prado. A los seis años cogió el lápiz por primera vez, mientras viajaba en autobús, junto a su madre. Pide papel y lápiz y dibuja; así nació el artista que mantiene la ilusión como el primer día.

Formado en primer lugar en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Mérida, Bedate es un artista definido por el cordón umbilical que siempre le ha unido a su tierra, hecho que nunca le ha impedido empaparse de otros lugares y otros momentos históricos que han enriquecido su universo personal. Pintor de lo cotidiano, de escenas sencillas que esconden la grandeza del campo, de la siega, la trilla, de labradores laborando y otras costumbres que tienden a desaparecer. Un hombre enamorado también de la caza, de la fotografía y de la lectura. Domina, además, como muy pocos, las escenas de toros, caballos y bodegones.

Es también un hombre de mundo, ha viajado por todos los continentes y ha dejado su huella, y en todos, su curiosidad y sus inquietudes han encontrado algún paisaje que pintar: el mar, la montaña, safaris, museos, palacios, cataratas y bosques. Los avatares de sus viajes por: Portugal, Suiza, Francia, Holanda, Italia, Grecia, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, India y Tailandia, le han permitido visitar sus museos y estudiar a otros artistas, profundizando, como pocos, en la técnica de los grandes maestros. En su pintura encontramos influencias de Velázquez con sus Meninas, pero también de Zurbarán y Sánchez Cotán en sus bodegones, o de Ribera y Zuloaga en sus viejos, de Van Gogh en sus trillas, de Goya en sus temas taurinos, y de Miguel Ángel y Da Vinci en sus sanguinas y dibujos. El Prado y el Louvre, son sus dos museos preferidos.

Como pintor, ha sabido asimilar hasta la última pincelada de estas aportaciones y fundirlas en un estilo propio que se puede definir como intemporal. En sus trazos y color, encontramos la mayor parte de los rasgos que definen la pintura española, desinterés del detallismo en beneficio de la expresividad, el dinamismo que sale de sus esbozos y sanguinas. A través de sus obras, el artista no solo narra historia, sino que reflexiona sobre la realidad y su entorno. De esta manera, sus temas transmiten distintos sentimientos.

De una forma especial, destaca el dominio del desnudo y el retrato, donde demuestra una extraordinaria destreza y una técnica depurada con resultados realmente magníficos. Bedate se encuentra entre los mejores dibujantes de España y, como tantos amantes de la caza y de la naturaleza, es también un gran conservacionista. Con un cuadro suyo de un elefante de la sabana africana como escenario, recordamos a Delibes, como buen cazador que era y un gran naturalista. Dice el artista: lo que nos da la vida y lo grandioso que nos rodea lo hemos de tratar con respeto y conservar lo que tenemos, admirarlo y cuidarlo.

Son ya más de cincuenta años en el mundo del dibujo, del óleo, de la pintura; mundo lleno de otros mundos, de paisajes, de ganado, de aves, de cazadores, de mujeres y hombres, de niños, de desnudos, de retratos, de bodegones, de cultivos, de fuego, de ancianos tendidos al sol o al amor de la lumbre o a la partida de cartas y la estela de los viajes realizados por todo el mundo.

Ha realizado numerosas exposiciones colectivas e individuales en: España, Portugal, Francia y Estados Unidos. Su primera exposición individual la realizó en el Liceo de Mérida en 1967. Ha recibido también numerosos premios y condecoraciones; su obra fue seleccionada y expuesta para el Premio Penagos (Madrid) en diez ocasiones y para el Premio Loreal (Madrid y París) en dos ocasiones. En los últimos años, el autor se expresa también en la escultura en bronce, representando animales y figuras relacionadas con la caza; son deliciosas obras de gran fuerza y realismo a la “cera perdida”. Con sus lienzos viaja él, sus sentimientos y su interior volcado en ellos. Si no fuera así, no sería pintor. Si no hay nada que expresar, si no hay sentimientos y si no hay técnica para modelarlo, no hay nada.

Entre sus múltiples obras y murales, destacan los pertenecientes a colecciones privadas de Domingo Cadenas, Pedro Ceballos (Vizconde de la Montesina), Marqués del Rincón de San Idelfonso, Manuel García Hurtado, Antonio Casas, Antonio Camacho, Rui D’Andrade y Antonio Espírito Santo Salgado. El ex presidente Jimmy Carter y Gorbachov son también propietarios de algunos de sus cuadros.

Algunas obras le provocan especial emoción, como Carmín, o son particularmente entrañables, como Los gorriones o, incluso, alguna otra con una significación extraordinaria y excepcionalmente bella, al modo de Triángulo de la vendimia. Obras en las que ha mostrado siempre, el realismo puro aderezado con el romanticismo, algo personal repleto de sentimiento y afectividad.

Los niños y adolescentes representados en su obra

El autor ha representado al niño en multitud de ocasiones: copiando originales de los grandes maestros, en retratos, en grupos familiares, en ambientes rurales y escenas de costumbres de su querida Extremadura.

En la composición El lince Jr. aparece algo muy común en las obras de nuestro pintor: paisaje rural, costumbre campesina, una persona y perros. En efecto, aparece un niño de unos diez años de edad aproximadamente, de pie y haciendo una llamada con una caracola. Parece que se trata de un pastorcillo que hace un alto en el camino. No se le ve la parte inferior del cuerpo y los detalles anatómicos son normales. Va cubierto por una amplia cazadora y bufanda; de su hombro izquierdo pende un morral. Le acompañan cuatro perros que esperan órdenes de su amo para controlar a sus animales, posiblemente ovejas, ganado muy abundante por los campos extremeños. La escena se sitúa en medio de la naturaleza, en donde se pueden ver las aguas de un río o de un pantano y varias montañas. Los árboles y la vestimenta del niño nos sitúan en pleno invierno. Celajes blancos con nubes y colores verdes, blancos y marrones. Es un óleo sobre lienzo de 116 por 89 cm fechado en 1990. Pertenece a la Colección Monfortur de Portugal (Fig. 1).

Figura 1. El lince Jr.

La Virgen del clavel es una copia de la obra de Leonardo con el mismo título. La pintura original es una variante libre de la Madonna Benois de la Ermita, siendo más compleja en su composición y disposición espacial, aunque quizás un poco pretenciosa y menos espontánea. También nos recuerda a la Virgen de las rocas y la Anunciación de los Uffizi. Se trata de una fiel reproducción del original, a la cual el autor ha añadido algún signo personal. Es un dibujo en el que aparece la Virgen María, que ocupa gran parte del cuadro, caracterizado por una estructura triangular. La Virgen muestra una actitud sosegada y complaciente, con una mirada hacia abajo y ojos semicerrados. Su cabeza está ligeramente girada hacia su derecha y, al igual que la de Leonardo, los ojos y la boca son pequeños. Tiene una gran frente y no se visualizan los pabellones auriculares. En una de sus manos lleva un clavel que le ofrece a su hijo y con la otra, sostiene al pequeño por su espalda; el dibujo de los dedos es perfecto. Lleva un peinado de época recogido, parcialmente, por una cinta. Porta un vestido amplio con grandes pliegues y un medallón o joya de fijación al pecho.

El niño representa una edad de seis a ocho meses, está desnudo, sentado en el regazo de su madre y apoyado sobre un cojín. Pueden verse los genitales del pequeño. Al igual que el original, la boca es pequeña en relación con el resto de detalles de la cara. Dirige su mirada hacia su madre y con sus brazos intenta coger el clavel que se le ofrece. El niño muestra signos de una clara obesidad: brazos con pliegues muy acentuados, abdomen prominente, muslos y piernas grandes, y muy engrosadas. La mano izquierda del niño no está bien dibujada ni tampoco sus pies.

A la derecha, aparece un jarrón con flores. El fondo del cuadro está ocupado por unos arcos de un palacio que dejan ver, a su través, el paisaje rocoso en la lejanía. Luz frontal. Naturalmente no se aprecian los colores rojo, azul, rosa y amarillo que Leonardo mostró en su óleo original. A la izquierda y en la parte inferior, está la firma de Bedate, y a la derecha, pone: “Pinacoteca de Múnich. Madonna del clavel. 62 por 47,5 cm. Leonardo de Vinci” (Fig. 2).

Figura 2. La Virgen del clavel.

Bedate, en la obra La Virgen de las rocas, muestra solo una figura. Es una copia de un detalle del cuadro La Virgen de las rocas de Leonardo, uno de sus grandes inspiradores. En el original, la Virgen está en el centro, con la mano derecha sostiene a Juan el Bautista, a quien la Virgen está mirando. A su izquierda, hay un ángel sentado más abajo que la Virgen. En un plano más inferior, está el niño Jesús sentado, y él también mira a Juan Bautista y lo bendice. La Virgen predomina en la imagen. Pertenece a la Galería Nacional de Londres, pero hay otra versión en el Museo del Louvre de París.

En la obra de Bedate solo aparece el niño Jesús, sentado y apoyado en el suelo con su mano izquierda y parte del brazo de un ángel que lo sujeta. El niño, coronado, bendice con su mano derecha a San Juan Bautista, con dos dedos extendidos. Las proporciones corporales parecen normales, aunque los muslos del pequeño son muy gruesos, al igual que el original. Los detalles de las manos son normales, no así los detalles de la cara que más bien parecen los de un niño mayor. El pabellón auricular es de baja implantación y el labio superior es ligeramente prominente, al igual que en la obra de Leonardo. El fondo es gris, sin que se pueda apreciar detalle alguno, como las flores que aparecen en la obra del genio de Vinci. Color naranja, rojo, gris y negro. En el ángulo inferior derecho, aparece la firma del autor de este dibujo, y en la parte izquierda, aparece la leyenda: “Leonardo de Vinci. La Virgen de las Rocas. Niño Jesús. Galería Nacional de Londres” (Fig. 3).

Figura 3. La Virgen de las rocas. Detalle.

La obra El sueño de mi hijo Moisés, ha sido portada del cartel anunciador de su exposición en el Museo de Bellas Artes de Badajoz en 2019. Se trata de una composición dinámica, compleja y onírica a la vez. Aparece en el lienzo, el dibujo de la parte superior de su hijo Moisés, de cuerpo entero, en una supuesta feria infantil en pleno campo. La parte inferior de su hijo es una pintura de color azul y rojo. El niño aparenta ocho o nueve años de edad, está mirando hacia el pintor, con cara sonriente y sujeto con una mano a la barra del tiovivo. Las características anatómicas del pequeño son normales. Al lado de la cebra que monta el niño aparecen tres caballos, dos de ellos pintados y el otro dibujado. Este collage está montado en un fondo boscoso y nevado, ambientado en una zona de Palencia. Líneas muy precisas, luz frontal con colores blancos, verdes, marrones y grises, sobre todo. Se trata de carbón sobre papel y óleo sobre lienzo de 233 por 190 cm. El cuadro está fechado en 2009 (Fig. 4).

Figura 4. El sueño de mi hijo Moisés.

En Adolescente con niño aparecen dos personas: una joven adolescente y un niño de sexo indeterminado de varios meses de edad. Este estupendo retrato muestra el dominio del pintor en la representación de la figura humana de cualquier edad. La chica representa una joven de unos 16 o 17 años, está de pie y mira directamente al pintor. Posa para él con una leve sonrisa y va vestida con ropa humilde, con una blusa y falda. No se le ven las piernas ni los pies. Lleva melena larga y parte del pelo, moreno, se extiende por la frente. Los ojos, la nariz y la boca son casi fotográficas, incluso se pueden ver a la perfección los dientes de la arcada superior. Su mano derecha está muy bien dibujada.

En sus brazos sostiene a un niño desnudo, cuyas proporciones corporales son normales, así como las extremidades, los pies y los dedos. Incluso el abdomen y el ombligo están perfectamente representados, lo cual no es frecuente en este tipo de retratos. No se le ven los genitales y la cabeza del pequeño, en escorzo y muy difícil de dibujar, aparece muy bien pintada. El niño se lleva la mano derecha a la boca, que tiene entreabierta. El fondo lo ocupa un paisaje rural. Predominio de colores cálidos. Es un óleo sobre lienzo (Fig. 5).

Figura 5. Adolescente con niño.

Otra escena rural se representa en El vendimiador. Se trata del retrato de un niño de unos cinco o seis años de edad, que ocupa gran parte de la composición. El pintor se limita a reproducir la cabeza, los hombros, parte del pecho y de los brazos del pequeño. El niño está cabizbajo y mira hacia la izquierda, con una mirada triste y resignada; parece que está cansado. Sin duda, ha estado recogiendo uva en la viña, a donde ha acudido con sus padres, sus manchas en la cara y en la camisa atestiguan su trabajo en el campo. Lleva un pañuelo negro a la cabeza que la tapa la frente y parte de la cara, y le sirve para recoger su pelo en la parte posterior de la cabeza; la prenda tiene dibujos de flores y detalles muy logrados, y de gran realismo. Viste camisa blanca de manga corta y lleva entre sus brazos un racimo de una blanca. Ojos, nariz y boca casi fotográficos, pese a la dificultad que supone pintar en escorzo. En segundo plano, se ve el suelo de la finca, con sus colores marrones y ocres característicos, que contrastan con los colores de la camisa del niño. La luz se recibe desde la derecha. Es un óleo sobre lienzo (Fig. 6).

Figura 6. El vendimiador.

La dehesa ha sido para Bedate un excelente medio para recrear múltiples escenas rurales de Extremadura. En este caso, Pastorcillo en la dehesa, se representa a un niño de unos siete u ocho años, de cuerpo entero, que está posando para el pintor. Está de pie, apoyado en una puerta de madera, que puede ser la entrada a una casa de campo. El niño es rubio, con características faciales muy agraciadas, aunque la sombra no nos deja ver la mitad de su cara. Va ataviado con ropa adecuada para desarrollar sus labores de pastoreo: boina negra, camisa, jersey y chaleco de piel de cordero; también lleva pantalón largo, botas acordonadas y un morral. Las manos están correctamente dibujadas. En un segundo plano aparecen varias gallinas en pleno campo y, más al fondo, varios árboles, posiblemente alcornoques. Excelente composición con un tratamiento perfecto de la luz y las sombras; incluso se aprecia el reflejo de la luz del sol sobre la puerta de madera y el suelo. Perspectiva muy lograda y colores verdes, grises y marrones, así como blancos del chaleco del niño y del celaje. Se trata de un óleo sobre lienzo (Fig. 7).

Figura 7. Pastorcillo en la dehesa.

En el cuadro El mastín y los niños, aparecen: una chica adolescente, tres niños y varios animales, estampa muy del gusto de Bedate; otra vez el ambiente campesino que el pintor vuelve a reflejar en esta obra. El niño que está a la izquierda del cuadro puede tener unos diez años, está de pie, en camiseta de tirantes y pantalón corto. Sus facciones son normales, es moreno, tiene el pelo corto y lleva entre sus brazos un cabrito. El niño que hay en el centro de la composición es más pequeño, de unos siete u ocho años, también está de pie y se está comiendo una tajada de sandía. Como su hermano, lleva camiseta de tirantes y pelo corto y moreno; mira hacia el suelo.

El niño de la derecha parece algo mayor y puede tener unos 12 años. Como los otros, también está de pie, es moreno y solo lleva un pantalón corto. Mira hacia su hermano pequeño y con su mano sostiene un buen trozo de sandía. Los detalles anatómicos son correctos. Entre los niños sobresale la adolescente, de pie, que sostiene en sus brazos un pavo. Lleva un vestido rojo, sin mangas, pelo moreno y moño.

Delante de las figuras, hay una mesa de madera extensible que tiene un cordero, una jarra, pan, dos cabezas de ajo y alguna otra fruta. Bajo la mesa, hay un botijo y dos cuencos. En un primer plano, llama la atención un mastín echado en el suelo, con la cabeza girada hacia la izquierda y con correa al cuello.

Este cuadro tiene gran semejanza con el titulado Los gorriones, óleo en el cual aparece un niño en un ambiente muy parecido, incluso aparece la misma mesa con los mismos accesorios y detalles. La escena se sitúa en el portal de una casa situada en un campo de cereal con algunos árboles intercalados y dos de los niños que aparecen en la composición son hijos del pintor. Colores marrones, verdes, blancos y grises. Es un óleo sobre lienzo de 200 por 200 cm fechado en 2009 (Fig. 8).

Figura 8. El mastín y los niños.

Bibliografía

– Rui D’Andrade. Miguel Angel Bedate. Consultado el 20 de octubre de 2019. Disponible en: http://artebedate.blogspot.com/p/biografia-y-exposiciones-biography-and.html.

– Tostado B. Miguel Angel Bedate, pintor. Consultado el 20 de octubre de 2019. Disponible en: https://www.vivirextremadura.es/miguel-angel-bedate-pintor/.

– Miguel Angel Bedate, retratos. Consultado el 20 de octubre de 2019. Disponible en: http://miguelangelbedate.com/galeria/retratos/.

– Miguel Ángel Bedate. Biografía. Consultado el 20 de octubre de 2019. Disponible en: http://miguelangelbedate.com/about/.

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