Representación del niño
en la pintura española |
J. Fleta Zaragozano
Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza
Pediatr Integral 2018; XXI I (7): 348.e1 – 348.e5
Víctor Mira: surrealismo, misticismo y rebeldía
La obra de Mira ha sido reconocida por la crítica internacional por su capacidad de síntesis entre los procedimientos informalistas, la dimensión figurativa y la recreación personalísima de algunos de los géneros tradicionales, como por ejemplo, la naturaleza muerta. Además de su labor pictórica, Mira destacó por su producción en el campo de la escultura, la cerámica, la obra gráfica, con sus dibujos, la poesía y la literatura, en general.
Estilo y obra
Víctor Mira nació en Zaragoza en 1949 y murió en Múnich en 2003. Su carrera artística ha estado marcada por un carácter autodidacta, desarrollando el grueso de su trabajo entre la pintura, el dibujo, la escultura y la literatura. Su gusto por el arte propició que desde muy joven encauzara su trayectoria profesional, ya que con tan solo dieciocho años Mira pudo realizar su primera exposición de escultura en su ciudad natal.
En 1970 trabaja en Madrid con un grupo de teatro y con T.V.E. y tras residir un tiempo en Barcelona y Madrid, regresa de nuevo a Zaragoza en 1975. Viaja a Alemania, primero a Heidelberg y luego a Múnich, donde padece un frío de tal magnitud que determina su regreso a España. Ya en Barcelona, desde agosto de 1977, alterna su residencia entre dicha ciudad y Múnich, hasta que fija su residencia en la ciudad alemana. Ha viajado por EE.UU., Suiza, Italia y África, en varias ocasiones.
Como pintor, su primer período, de 1967 a 1979, se encuadra en un surrealismo con variados matices. Entre 1967 y 1971 aparece una etapa de búsqueda con iconos tan cambiantes como máquinas sin uso, fetos arrojados del claustro materno, esqueléticos caballos, ataúdes volando hacia el espacio, cuernos de la abundancia del que salen huesos, cadavéricas siluetas humanas y formas irreconocibles. Posteriormente, enfatiza en el dibujo infantil, luego desaparece la anterior temática y se inclina por figuras que simbolizan el ser humano indefenso y unas formas alargadas tipo panecillos de colores cambiantes y repletos de hermetismo, sobre los cuales, en ocasiones, viven mariposas.
De 1972 a 1975 cabe dividirlo en dos apartados que desarrolla al mismo tiempo. El primero se basa en un regocijante bestiario de palpitante tono poético, en el que todo género de vida animal parece sumergido en un reino felizmente irónico carente de violencia. El segundo consiste en una fauna pintada casi con exactitud, en variadas posturas y en un número de uno a varias docenas de animales.
Desde mediados de 1975 hasta principios de 1979, año en el que culmina su serie Buoesbager, emplea un soporte cuadriculado, colores llamativos, insertando sus figuras, tanto animales como humanas, en un ambiente de notable carácter oriental. La naturaleza vegetal juega en estos años un importante papel, de gran colorido y realiza óleos de dimensiones considerables. A principios de la década de los ochenta, Mira realiza una serie de obras pictóricas en las que arcos, flechas, azagallas y demás elementos propios de una cultura anterior, ocupan la parte principal de sus obras. Los colores empleados son oscuros, negros, azules y marrones, preferentemente.
Su pasión por el arte vino de la mano de un gusto por la literatura; así, en 1971, escribe la novela inédita La vaca de compañía y, posteriormente, El libro de las dos hojas, Estética kebrada aragonesa y Tierra. Ha publicado un libro sobre letrismo, titulado Im Buchstaben Ligt Das Feuer, en 1979; el letrismo es un movimiento poético de vanguardia que solo valora el sonido de las palabras y no su significado. Asimismo, ha publicado varios libros sobre poesía y otros sobre diversos temas, libros únicos o en series muy cortas con predominio total de lo estético, a los cuales concede gran importancia. Fue invitado por Antonio Saura para participar en la exposición conmemorativa del 250 aniversario del nacimiento de Goya, en Zaragoza, en 1996. Concluirá esta década con su primera exposición fotográfica en Nueva York.
En esta década será cuando desarrolle su ciclo titulado Antihéroes. Serie que agrupa obras de toda forma y condición, como la pintura, dibujo, cerámica y una obra teatral. Se trata de un tétrico imaginario de visiones, temores, miedos y pesadillas del interior de un ser destrozado y desgarrado, como afirma Tristchler. El protagonista de sus obras es el antihéroe, un personaje abatido y desengañado, que muestra su lado más frío, gélido, como si de un muerto se tratara.
Su indiscutible aportación al mundo del arte y la cultura fue también reconocida cuando el artista murió trágicamente tras arrojarse al tren. El martes 18 de noviembre del 2003, tras haberse registrado un incendio en la cocina de su apartamento, provocado por un cortocircuito, el artista decidió quitarse la vida en la fase, calificada por muchos, como su etapa profesional más dulce. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas; según su galerista en Múnich, se quemó gran parte de su trabajo. La noticia de su fallecimiento conmocionó al mundo del arte y en especial a su tierra natal.
En este año 2003, es designado por la feria ARCO como el mejor artista español vivo, se embarca en el proyecto Disparates de Fuendetodos, donde homenajeaba a Goya, continuando los grabados de la serie de los Disparates. Ha realizado diversas exposiciones individuales en Múnich, Bregenz, Berlín, Madrid, Düsseldorf y Huesca, entre otras ciudades. La última se llevó a cabo en Barcelona en 2011. Las exposiciones colectivas se han celebrado en Hamburgo, Estambul, Múnich, Innsbruck, La Coruña, Berlín, Segovia, Linz, Viena y Barcelona, entre otras ciudades. La última la celebró en La Carbonería-Espacio de Arte, de Huesca, en 2012.
Sus obras se encuentran en museos e instituciones de las siguientes ciudades españolas: Madrid, Valladolid, Santander, Vitoria, Huesca y Barcelona; y de las siguientes ciudades extranjeras: Nueva York, Stuttgart, Múnich, Dresde, Würzburg y Basilea, entre otras. En Zaragoza, sus obras se encuentran en la Diputación Provincial, Gobierno de Aragón y Cortes de Aragón.
Los cuadros de niños
Mira no es un retratista ni un pintor de niños, no obstante los representa dentro del contexto general de su obra, como figuras surrealistas y como modelos que acompañan a otras imágenes que son, en realidad, las que nos trasmiten el mensaje del autor. Entre sus obras queremos destacar las siguientes.
El primer cuadro de Mira, de la Serie Interiores catalanes con tomate, pertenece a una etapa marcada por un expresionismo figurativo que abarca desde fines de los setenta hasta principios de los ochenta. En esta serie refleja en sus figuras humanas una peculiaridad que estriba en el gran tamaño de sus orejas. En estas obras incluye frases, como “la continuidad de los padres”, “incendio en el negocio” o “no se lo digas a nadie”, impregnando cierto carácter crítico sobre las mismas. El cromatismo se caracteriza por tonalidades oscuras, haciendo de sus cuadros obras discretas enmarcadas en la semipenumbra de la noche, la mayoría de ellas.
En la obra, no solo llama la atención el tamaño descomunal y la deformidad de las orejas de todos los personajes, sino otro conjunto de deformidades que ha creado el autor, como son las macrocefalias, el gran tamaño de la nariz, el peculiar peinado de las figuras representadas y el vestuario muy característico. La figura de mayor tamaño es de una mujer desnuda y embarazada que se sostiene el abdomen con ambas manos; el grosor de sus piernas no se corresponde con la delgadez de sus brazos. El tamaño de sus orejas supera con creces el tamaño de la cabeza, que está rapada. A su izquierda aparece otra figura tapada con una bata blanca que solo deja ver la cara. Sus ojos, que están cerrados, nariz y boca son de gran tamaño.
Parece que en el cuadro hay dos figuras infantiles: el adolescente de la izquierda y el niño más pequeño situado en primer plano. Este mira fijamente al espectador, tiene una facies y manos simiescas, grandes orejas y piel de color oscuro, como algunos de los otros personajes. No es precisamente un retrato con proporciones corporales armónicas. Los vestidos son anacrónicos. El pintor nos muestra su repulsa por una belleza arquetípica. Predominan los colores oscuros, con algún azul y amarillo y los fondos son azules y negros. La luz es frontal (Fig. 1).
Con este título, Acontecimientos ocurridos en Barcelona, el artista ha querido transmitir el ambiente de represión política vivido en Barcelona en los años setenta. Posiblemente, el artista los vivió en primera persona, ya que vive en Barcelona en el año 1971 y luego se instala allí a partir del año 1977.
Las figuras, bien delimitadas con gruesos trazos, ocupan casi toda la superficie del cuadro y describen dos espacios diferentes. A la izquierda, se encuentran las fuerzas represivas, que pueden ser la policía, representada por figuras monstruosas en número de cuatro. Las representa en forma de perro bípedo con grandes cabezas, grandes ojos y una gran dentadura. Todas ellas acosan a las figuras que se encuentran en la parte derecha del cuadro.
Las figuras humanas son un grupo de personas asustadas que retroceden ante el acoso de las bestias. En este grupo de personas se encuentran tres niños. El pintor las ha representado desnudos mediante trazos mal definidos y grandes deformidades: macrocefalia, grandes ojos saltones y una gran boca. Los colores son una mezcla de cálidos y fríos, como son el rojo, amarillo y verde, de variada gama (Fig. 2).
En El pecado, el pintor ha querido expresar el contraste entre la vida, la condena y la luz. En la obra aparece un árbol de donde pende una cuerda que sirve de columpio a una mujer desnuda. En el tronco del árbol aparece una discontinuidad, como si hubiese sido cortado y desplazada la parte superior del mismo. La mujer mira con recelo a una serpiente que está enroscada al árbol y que parece ofrecerle un fruto prohibido o bien le está tentando y mostrando el camino para su condena. Otra vez aparece la imagen del misticismo y la rebeldía.
En la parte superior izquierda de la obra aparecen dos ángeles alados que llevan una vela encendida cada uno. Se acompañan de otro animal, como es un murciélago. Como en todas sus obras, existe un predomino por las líneas curvas; las siluetas y figuras humanas no responden a una anatomía correcta. La mitad inferior del cuadro está ocupada por unas estrellas doradas sobre un fondo azul. La parte superior del cuadro la ocupan las figuras, sobre un fondo de color rojo (Fig. 3).
El lobo con la llave es un dibujo que pertenece a la serie Caperucita roja. Viaje de una generación, que el pintor realizó en los años noventa y publicados como libro en 2001, por Electa. Lo constituyen 98 dibujos con la misma temática. Se sabe de la afición de Mira por los animales y las bestias. En este caso se observa un lobo gigantesco con una llave en la boca y que mira fijamente a una niña. Las patas del lobo se posan sobre tres ranas que hay en el suelo, también de gran tamaño.
La niña está de espalda, desnuda y de pie. Lleva pelo largo. Parece que mira a una planta con flores de gran tamaño. Los trazos no están bien definidos. El dibujo nos muestra la pequeñez e indefensión de la niña que está a merced del lobo. Apreciamos una estructura triangular, con luz frontal. Los fondos son negros (Fig. 4).
La sorpresa es otro dibujo que pertenece a la misma serie. En este caso, se observa un lobo gigantesco arrodillado y en actitud de súplica ante Caperucita. El lobo está semioculto entre las flores, también de un tamaño gigantesco. Cabe destacar la apariencia humana del lobo, sobre todo, de sus piernas y su gran mano, no así su cabeza. Caperucita se queda asombrada y asustada por la aparición del animal, eleva sus brazos para cubrir parte de su cara y entreabre la boca. El dibujo, tan característico de Mira, se ha realizado en un fondo negro, que confiere una atmósfera de tensión y horror (Fig. 5).
La bacteria del miedo es otro de los dibujos de Mira en el que aparece una situación onírica y surrealista. Se observa la cabeza y la parte superior del torso de una figura cadavérica que coge e intenta morder en el cuello a una niña que tiene a su merced. La figura mantiene una mirada fija y obsesiva que añade más terror a la escena. La niña de corta edad está debajo de este fantasmal ser, con los ojos cerrados y, posiblemente, muerta. La pequeña tiene una larga cabellera.
Los colores ayudan a mantener el ambiente terrorífico que el artista ha querido transmitir al espectador. Predomina el color rojo y naranja que ocupa gran parte del cuadro. El color amarillo es del cadáver y el color negro es el del fondo. La luz se recibe de frente (Fig. 6).
Europa (primera versión) es una de las creaciones de Mira que están siempre marcadas por una aureola de dramatismo y dolor y abarca varias épocas y temas, varias gamas cromáticas y técnicas, pero en todas hay elementos comunes: el hombre, el destino, el tiempo, la vida, la muerte y el drama del artista. Así, de esta fase en adelante, los motivos religiosos, como cruces y calaveras, serán una constante. Además se acompañan, en este caso, de figuras de toros y águilas. Se ha dicho de sus trabajos que van acompañados de una aureola de misticismo y rebeldía. Comprendiendo el grueso de la obra de Víctor Mira, como una cadena en la que los eslabones son los diferentes ciclos en los que se agrupan sus trabajos, cabe mencionar, que las obras realizadas a principios de los años noventa se reúnen bajo el nombre de ciclo Estilitas, de fuerte componente religioso.
Como señalan algunos expertos, Víctor Mira convierte los temas religiosos, en particular la crucifixión, en algo propio. Los colores elegidos oscilan entre las gamas de negros, rojos, grises, marrones y azules, siendo este último la tonalidad que indique el lugar o trocito de lienzo en el que existe la salvación, como si de un haz de luz se tratara. En este contexto Mira, artista polifacético por excelencia, realiza una serie de esculturas y dibujos en los que la religión se presenta como el tema central, una vez más.
En este tríptico, se observan tres ángeles alados en la pieza central, todos ellos con las mismas características en cuanto a edad, situación y color, aunque al ángel de la derecha el autor no ha querido ponerle pelo en su cabeza. Obra de 1986, es un óleo sobre lienzo de 250 por 600 cm (Fig. 7).
Europa (segunda versión) es una obra del mismo tamaño. Aparecen en el cuadro diversas imágenes que son características de las obras de este autor en esta época: iconos y motivos relacionados con la religión y la muerte. La muerte toma forma de calavera en cuyo interior aparece una cruz, acompañada de otros elementos como cabezas de águilas que transmiten al espectador un sentimiento de frialdad, de desesperación y de agonía.
En definitiva, una de las constantes a partir del año 1987, para todas las obras de Mira, será la muerte, de la que habla sin ningún tipo de reticencia, sino todo lo contrario. Como él mismo afirma: la muerte no me obsesiona, es una compañera con la que vivo. Como artista yo mismo puedo ser la muerte y no significa nada para mí. Aborda esta temática de forma natural y constante, sobre todo, a partir de finales de los ochenta hasta inicios del siglo XXI.
Las características de la obra son semejantes a las descritas en el cuadro anterior, aunque los colores son más cálidos, las líneas más delimitadas y los fondos son de gamas marrones y grises. Los ángeles se parecen a los representados en la obra anterior, aunque en este caso adoptan posturas más bizarras. Obra de 1987 (Fig. 8).
Bibliografía
– Voz: Víctor Mira. Gran Enciclopedia Aragonesa. Acceso el 25 de mayo de 2018. Disponible en: http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=8843.
– Catálogo Artium. Víctor Mira. Acceso el 25 de mayo de 2018. Disponible en: http://catalogo.artium.org/book/export/html/345.
– Catálogo de la Exposición. Víctor Mira. 16 März bis 28. April, 1990. Zellermayer Galerie. Berlín, 1990.
– Catàleg de l’exposició. Víctor Mira: desembre-gener-febrer, 1989-90. Galería Carles Taché. Barcelona, 1989.
– Exposición. Víctor Mira. Apología del éxtasis. Museo Pablo Serrano. Zaragoza, 2002.