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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº1 – ENE-FEB 2018

Ignacio Fortún, ironía y pintura naif

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2018; XXII (1): 60.e1 – 60.e5


Ignacio Fortún, ironía y pintura naif

Ignacio Fortún se define como un pintor figurativo realista. Autor de cuadros al óleo, con anécdota, divertidos y narrativos, protagonizados por seres humanos en actitudes cotidianas, a veces sorprendentes. Lo más importante para él son sus cuadernos de apuntes, de dibujos y de bocetos. Dice que pinta, porque su forma de estar en el mundo es comunicar su relación con el propio mundo, sus acomodos y desacomodos. Necesita contar cosas y tiene mucha curiosidad por ver al espectador ante su obra.

Vida y obra

Ignacio Fortún Garcés del Garro nace Zaragoza en 1959. Delineante de profesión y pintor autodidacta; sus inicios están ligados a la figuración, con obras de aparente inocencia y trasfondo con crítica social e ironía.

En 1980, organiza su primera exposición individual e inaugura una primera etapa que dura hasta 1983. Cierta ingenuidad está al servicio de una obra en la que combina elementos cubistas y surrealistas, que se contraponen a un realismo con temas como las terrazas de cafeterías y la infancia, los cuales dan paso a unos asuntos con fuerte carga de crítica, como el religioso, que combina con lo banal en apariencia, o una santa bajando del altar que es sustituida por una anciana desnuda.

Desde 1984 hasta 1986 pinta los temas religiosos con una evidente provocación, así como prostitutas y oficinistas de siniestra condición, sin olvidar cuadros como Un hombre mediocre (1984) en el que una figura masculina de anodina personalidad se muestra evacuando en el retrete. El lienzo El butanero (1986) marca el inicio de una dilatada época. Se basa en dos figuras, una masculina y otra femenina que viven, como es lógico, de repartir bombonas de butano. El solitario y duro paisaje por donde ambos se mueven es el tema que desarrollará, con natural evolución, durante años. En este año realizó su primera exposición en Madrid, en uno de los lugares de referencia de la “movida”, la galería Ovidio.

El periodo de 1987 a 1997 es muy fructífero. El artista lo ha dividido en tres fases. De 1987 a 1991 la denomina Los alrededores de la ciudad; de 1991 a 1994, Ceniza húmeda, y de 1993 a 1997, El desierto. En la primera fase, el paisaje es alterado por elementos industriales o por puentes comenzando a construirse, así como por autopistas. La indiscutible belleza de los cielos o la tierra sin cultivar se contraponen a lo realizado por la mano del hombre. En la segunda fase, el paisaje se destruye por los incendios y el humo invade el entorno formando una falsa niebla. En la tercera fase, el desierto le atrae sobre manera y lo transforma en un espacio de marcado impacto: Fortún viaja por el Nilo, el Sahara y Almería. El paisaje de la comarca aragonesa de Los Monegros, que recorrió muchas veces, ocupa gran parte de su obra pictórica en esta fase. La luz y el espacio adquieren una singular transcendencia y la soledad adquiere dramáticas connotaciones. En 1996, como consecuencia de estos trabajos, la Embajada Española en Indonesia, le concede una beca y durante tres meses pinta los arrozales y bosques de Bali.

En mayo de 2000, presenta en Zaragoza una exposición, utilizando como soporte el zinc, material que usa por primera vez en una obra de 1996. Le proponen que haga un libro de autor al que debía de aportar textos y fotos; el libro llevaba por título “El verano en una esquina”. El tema se basa en el barrio obrero de los años sesenta, Las Fuentes, de Zaragoza, que está entre la ciudad y el campo, el cual se caracteriza, según el artista, por una ausencia total de humanismo. Los puntos de partida son el sobrio y duro colorido, que jamás elimina un singular atractivo, la impresionante sensación de soledad al no mostrar la presencia humana, el paisaje urbano despersonalizado mediante edificios colmena y los muy personales enfoques desde insólitos ángulos.

En 2011, tras unos años de ausencia, regresa a Zaragoza presentando la exposición Rural necesario, con un total de 29 obras sobre aluminio y zinc, con una técnica muy similar al grabado. Una obra cargada de romanticismo y nostalgia donde la huella del hombre sobre la naturaleza está presente como principal protagonista. Las obras expuestas reflejan diferentes paisajes cercanos a Zaragoza. Naves y viviendas; básculas donde hace tiempo que no se detiene un camión; vehículos varados al resguardo de una tapia; iglesias a la sombra de una palmera, como trasplantadas desde el trópico de la santería; corrales a un tiro de piedra de la autopista; fábricas con chimeneas que no alientan; depósitos de agua coronando una colina; huertos bajo el puente de la carretera; cigüeñas acomodadas en medio del río; la última cabina de teléfonos del último pueblo sin cobertura; edificios con ínfulas de los años sesenta.

Su obra está dividida en las siguientes series: Bar El Pozo, Barrios, Ceniza húmeda, Desiertos, El atroz retrato de una clase muerta, Mediterráneo, Jardín del obrero, Paisaje límite, Perfil del agua, Rural necesario, Tránsito, Supra naif y Retratos de ciudad. Ha participado en 24 exposiciones individuales y otras 24 colectivas en nuestro país y en el extranjero.

Los niños representados

La pintura figurativa, que incluye a la infancia, está representada en la fase Supra naif (1980-1983) y El atroz retrato de una clase muerta(1984-1986).

En la obra número uno, de la serie Supra naif, se observa un altar mayor que puede ser de cualquier iglesia rural o de una barriada de ciudad. El altar está incluido en un marco de paredes agrietadas y despintadas que reflejan la dejadez, la impotencia o la pobreza de la iglesia. Aparecen varias imágenes que cubren todos los vanos del altar, entre ellas seis ángeles alados.

La imagen superior central corresponde a una niña vestida de comunión, que ocupa el lugar de la Virgen; la niña lleva unos globos de colores. A la izquierda de la niña se representan dos monaguillos que portan un estandarte y, a la derecha, aparecen dos niñas vestidas de blanco y con velo. En el altar hay otros dos monaguillos: uno de ellos tumbado boca abajo sobre el mantel que aparece colgando, y otro está de pie, al parecer en animada conversación con una de las mujeres que hay junto al altar.

El pintor apela a los colores cálidos y fríos a la vez, entre unas líneas rectas y curvas que enmarcan una anatomía correcta de los personajes que están con ropajes de pliegues bien conseguidos. Obra un tanto surrealista e irreverente. Obra sin título, data de 1981, mide 70 por 50 cm y está realizada con lápiz de color, en papel. Pertenece a una colección particular (Fig. 1).

Figura 1. Obra nº 1. Serie Supra naif.

La obra número dos, también pertenece a la misma serie. Otra vez aparece el altar de una iglesia, repleto de figuras. El fondo está ocupado por el altar, enmarcado entre dos columnas salomónicas agrietadas; de una de ellas brotan dos ramas, como si la columna fuese un árbol. A los lados de las columnas se observan las paredes agrietadas de la iglesia. A ambos lados del altar, el pintor ha colocado un cajetín para limosnas, del cual brota una planta, y una silla. Aparecen cinco ángeles alados, tres sobre el altar y dos en el suelo. Los tres primeros llevan en las manos globos, un candelabro, una guirnalda y el mantel del altar. Uno de los del suelo lleva en la mano el palo de una fregona, que apoya en el cubo, y el otro mira descaradamente al monaguillo que está en el suelo. La anatomía de estos ángeles está muy bien conseguida.

La figura central la ocupa una mujer entrada en años y desnuda, que está sentada sobre el altar y se tapa con una cometa. En el suelo, se encuentra una niña de unos siete años, sentada, con vestido blanco y con velo, con piernas separadas y actitud pensativa. La niña está mirando fijamente hacia un tablero de ajedrez que está en el suelo. Junto al tablero está el monaguillo, de unos diez años de edad, con su ropa característica y sus manos sosteniendo la cabeza. El artista añade a la escena una pelota y unos cómics en el suelo. En este cuadro, se advierte alguna anomalía en las proporciones corporales de las figuras, como por ejemplo en el tamaño de la nariz. De nuevo, se pone en evidencia la irreverencia con algún signo de rebeldía. Luz frontal y colores mezclados con predominio de rojos y gama marrón. Es una obra sin título, de 1981, de 70 por 50 cm, realizada a lápiz de color, en papel. Pertenece a una colección particular (Fig. 2).

Figura 2. Obra nº 2. Serie Supra naif.

La obra número tres, de la misma serie, aparentemente cambia el espacio y las figuras, pero no es así. En el fondo se observa un paisaje rural ocupado por unos arcos semiderruidos con un cartel que pone “Correos y telégrafos”. Bajo los arcos aparece la figura de un cura que observa a un grupo de personas que aparecen en un primer plano. Las personas mayores recatadas, en oscuro y con faldas con amplios pliegues. Aparecen en la imagen 13 niños de ambos sexos. Un monaguillo revestido y una niña de blanco aparecen suspendidos por unos globos. En el suelo, el resto del grupo mira hacia arriba. Indumentaria variada y de época, con colores mezclados y predominio del verde para el suelo de la escena. Da la sensación de que se trata de un juego o actividad realizada tras la misa del domingo. Obra sin título, data de 1981, mide 70 por 50 cm, realizada con lápiz de color, en papel. Pertenece a una colección particular (Fig. 3).

Figura 3. Obra nº 3. Serie Supra naif.

En el cuadro Bar Mari, de la misma serie, aparece el ambiente urbano, pero degenerado y menesteroso. Se aprecia la esquina de una calle, ocupada por un bar. Las casas, sus paredes, puertas, anuncios, etc. denotan el grado de dejadez de una escena cotidiana. No falta la suciedad del suelo de la calle. Aparecen doce figuras, algunas solo parcialmente. Entre ellas hay una niña, sentada en la acera de la derecha. Esta tiene una muñeca sentada junto a ella en el portal de su casa. Colores variados, con predominio de los cálidos y figuras con adecuadas proporciones corporales. La obra data de 1981, mide 70 por 50 cm y está realizada a lápiz de color, sobre papel. Pertenece a una colección particular (Fig. 4).

Figura 4. Bar Mari. Serie Supra naif.

El cuadro Empalagoso día feliz en Casa Nicolás, de la misma serie, está enmarcada en un ambiente cerrado, que corresponde a un comedor en un banquete por primera comunión de una niña. El fondo está ocupado por una cristalera en donde pone “Casa Nicolás”. Ya no se aprecia el ambiente pobre y deprimido de su obra anterior: al contrario, parece clase privilegiada, aunque el pintor ha querido plasmar también algún defecto en sus figuras. Aparecen cinco personas mayores, que pueden ser los padres, dos abuelos y una monja. Todos ellos, a pesar de la fiesta, serios y circunspectos. Parece que posan para el pintor, por su posición estática. Aparecen cinco niños en la composición: dos niñas y tres niños. La niña de comunión con sus regalos, entre ellos una muñeca y un globo terráqueo. Los otros cuatro niños están comiendo tarta, uno de ellos debajo de la mesa. De nuevo, los vestidos con pliegues, que se evidencian muy bien en el mantel de la mesa; y también algunos objetos en el suelo de la sala.

Llama la atención en la composición la macrocefalia de todos los personajes, el gran tamaño de la nariz de todas las figuras, así como los pliegues faciales y el rictus en la cara de todos los comensales, más acentuados en las personas mayores. Luz frontal. Predominio del color azul, con todas sus gamas, textura brillante, estructura triangular de la composición y pincelada más acabada que en otras obras de parecida factura. La obra data de 1982, mide 114 por 146 cm y es un óleo sobre lienzo. Pertenece al Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros (Zaragoza) (Fig. 5).

Figura 5. Empalagoso día feliz en casa Nicolás. Serie Supra naif.

Este cuadro, La niña del parche, de la serie El atroz retrato de una clase muerta, es de un realismo onírico de difícil interpretación. El fondo es un tabique de ladrillos de una obra inacabada. En la acera todavía queda material. Aparecen cuatro personajes, uno de ellos, una niña de unos cuatro años. Parece que se trata de unos padres y la abuela que esperan al autobús para desplazarse a una ceremonia, fiesta o banquete, como muestra la indumentaria de todos ellos. Ropajes ricos y casi sin pliegues. El padre está oyendo la radio, aplicada al oído, la madre lleva una bolsa con una tarta y la abuela lleva un bolso y tres bolsas.

Cada personaje adopta una actitud cotidiana y algo que resalta y sorprende; la abuela lleva unas alas de color blanco, el padre escuchando la radio, la madre con las medias torcidas y la niña acaba de orinar; aún se observa el reguero de orina que desborda el bordillo hacia la calzada. Da la sensación de la poca empatía del pintor hacia la pequeña: está agachada aún, con las bragas bajadas y los genitales a la vista. Las gafas y la actitud de la niña llaman poderosamente la atención del espectador del cuadro. Parece que tiene un defecto en el ojo izquierdo y lleva un parche.

Otra vez la desproporción corporal intencionada. Cabeza grande y gran nariz, así mismo las manos y los dedos no están bien dibujados. Predominio de colores vivos, estructura triangular, luz frontal y líneas precisas. Pintado entre 1984-1986, mide 146 por 160 cm y es un óleo sobre lienzo. Pertenece a una colección particular (Fig. 6).

Figura 6. La niña del parche. Serie El atroz retrato de la clase muerta.

Este cuadro, Quieres peras o melocotón, de la misma serie, El atroz retrato de una clase muerta, representa a una familia con un hijo. Se observa una cocina de un piso de gente humilde. Hay una mesa sobre la cual se observa un porrón, dos platos y un trozo de pan. En la pared, un armario, un plato de adorno y un calendario. La madre, de espaldas al pintor, abre la puerta del frigorífico mientras mira a su marido, que permanece sentado apoyado en una mesa. La madre está cubierta con una bata transparente y va en zapatillas. El padre va en camiseta y calzoncillos y lleva calcetines cortos; con una mano se lleva algo a la boca y con la otra sostiene un periódico; tiene una servilleta en el muslo. Mira a la madre.

En este caso, las figuras de los padres son proporcionadas, pero sobresale sobremanera el tamaño de la nariz, grande y recta, que parece ser una constante en la pintura figurativa de Fortún. Así mismo, llama la atención el tamaño y la forma de las orejas, finas y alargadas. La figura del niño es estremecedora, lo feo hecho niño, pero el pintor quiere que sea la figura principal de la imagen. Está debajo de la mesa, sentado; una mano la apoya en la silla y con la otra sostiene el palo de una escoba, que introduce debajo de la alfombra. Su edad puede corresponder con un pequeño de 4 o 5 años, aunque su cara pudiese ser de un niño mayor o incluso de un niño deforme. Lleva un pañuelo en la cabeza a modo de cinta, ropa interior y mira directamente al espectador.

En la figura del niño, destaca el tamaño de la cabeza, desproporcionadamente grande para la edad que representa el pequeño, con nariz grande y boca muy pequeña. Podría corresponder a un niño con un síndrome o con retraso psicomotor. La fuente de la luz es la que brota del frigorífico y la que entra por la puerta. La composición tiene colores marrones, azules y verdes. Realizado entre 1984-1986, mide 146 por 160 cm y es un óleo sobre lienzo. Propiedad del autor (Fig. 7).

Figura 7. Quieres peras o melocotón. Serie El atroz retrato de la clase muerta.

Esta obra, Familia, de la serie El atroz retrato de una clase muerta, muestra una escena habitual y cotidiana, costumbrista, con intención provocativa por parte de alguna de las figuras. Se enmarca en el salón de un piso, en donde se encuentran los padres, una niña de unos cinco años de edad y otro niño lactando. El fondo está formado por la pared de la habitación que tiene colgado un cuadro que representa a una pareja desnuda y en penumbra, con el sol a punto de ponerse en el horizonte. Completan la estancia una jaula colgante con un pájaro y una lámpara, una mesita de salón de cristal con varios adornos y figuritas y, finalmente, una bolsa en el suelo.

El padre está en ropa interior, con el periódico en la mano y la madre dando de mamar al pequeño, que lleva en sus brazos. La niña, entre ambos padres y en camisón, está sentada en el sofá, comiéndose un plátano. Como es muy común en el artista, la cara de la niña no es nada favorecedora y muestra signos de miedo.

La anatomía está bien conseguida, es proporcional en las figuras, aunque el padre remarca ligeramente la prominencia de los genitales y la madre muestra cierta obesidad generalizada. Como es muy común, la gran nariz de los personajes es un signo casi permanente en el pintor. La obra es del periodo 1984-1986, mide 146 por 140 cm y es un óleo sobre lienzo. Propiedad del autor (Fig. 8).

Figura 8. Familia. Serie El atroz retrato de la clase muerta.

Bibliografía

– Fortún Garcés del Garro I. Gran Enciclopedia Aragonesa. Zaragoza, 2011.

– Sancet Bueno MP. Entrevista con el pintor Ignacio Fortún. Asociación Aragonesa de Críticos de Arte. Revista número 14. Zaragoza, 2011.

– Voz: Pintura. Gran Enciclopedia Aragonesa. 2011. Consultado en septiembre de 2017. Disponible en: http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=13609.

– Anónimo. Ignacio Fortún. Biografía. Consultado en agosto de 2017. Disponible en: http://www.ignaciofortun.com/biografia/.

– Castro A. Ignacio Fortún en A del Arte. 2011. Disponible en http://antoncastro.blogia.com/2011/031901-ignacio-fortun-en-a-del-arte.php.

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