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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº5 – JUNIO 2016

Álvarez de Sotomayor, el maestro de la pintura academicista

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño
en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria
Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2016; XX (5): 348.e1–348.e4


Álvarez de Sotomayor, el maestro de la pintura academicista

La obra del pintor gallego Álvarez de Sotomayor ofrece dos facetas muy distintas; por un lado, retratista muy cotizado en la alta sociedad y, por otro, enamorado de su tierra gallega, cuya vida rural refleja de forma insuperable. También, cultivó las escenas históricas, costumbristas y mitológicas. Plenamente academicista, nunca quiso adscribirse a las tendencias innovadoras que surgen desde comienzos del siglo XX: el denominado arte moderno. Álvarez de Sotomayor, está representado en los principales museos de España, Europa y América.

Vida, obra y estilo

Fernando Álvarez de Sotomayor y Zaragoza nació en El Ferrol en 1875 y murió en La Coruña en 1960. De noble alcurnia gallega, su padre, marino de profesión, murió siendo Fernando un niño. La familia trasladó su residencia a Toledo, y en esta ciudad desarrolló su vocación al lado del profesor de dibujo José Gutiérrez y del paisajista José Vera. Estudió el bachillerato en el Real Colegio Agustino de El Escorial. Intentó seguir varias carreras, dedicándose finalmente por completo a la pintura. En 1893 conoció al pintor Manuel Domínguez, del que sería su discípulo. Este fue el que le orientó definitivamente hacia la pintura.

Tras su aprendizaje en el taller de Manuel Domínguez, en 1899 ganó una pensión de la Escuela de San Fernando para la Academia de Bellas Artes de Roma. Allí estudia a fondo la pintura renacentista y barroca de florentinos, romanos y venecianos. Desde la ciudad italiana, viajó a París, Holanda y Bélgica. Ello le permitió conocer a los impresionistas franceses y la pintura flamenca y holandesa, que tuvieron una gran influencia en su obra. En 1905 regresó a Galicia, donde fue seducido por el ambiente sencillo de la vida aldeana y preparó su serie de temas galaicos. En esta etapa, figuran cuadros, como: El segador, Saliendo de misa en el pazo de Mende y Comida de boda en Bergantiños.

En 1904, obtiene la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y la primera medalla dos años más tarde. Es condecorado en 1912, y en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 tiene el honor de destinársele sala independiente. También, obtiene distinciones en el extranjero, como medalla de bronce en Lieja y de oro en Múnich, en 1909. Sigue acumulando galardones en muestras internacionales, de Barcelona en 1907 y Buenos Aires en 1910.

Es designado profesor y después director de la Escuela de Bellas Artes de Chile en 1911. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1922, es nombrado director de la misma en 1953. Fue subdirector del Museo del Prado desde 1919 y director en 1922, cargo que desempeña hasta el advenimiento de la Segunda República Española en 1931. Tras la Guerra Civil Española, en 1939 recobra el cargo, desempeñándolo hasta su muerte. Ganó el premio Juan March de pintura en 1956. Con motivo del centenario de su nacimiento, se celebró en el Palacio de Velázquez del Retiro una monumental exposición retrospectiva con más de un centenar de sus obras.

Sus principales influencias son la tradición del Renacimiento y sobre todo del Barroco, y en concreto Velázquez, cuyos ambientes paisajísticos, en el retrato, evoca muchas veces. También es considerable, la influencia que ejerce en su obra la pintura flamenca, desde Rembrandt a Frans Hals. Con la caída de la monarquía, se estableció en Inglaterra y no regresó a España hasta finalizada la Guerra Civil. Las exposiciones de pintura española realizadas en Ginebra y Buenos Aires aumentaron el carácter tradicional de su pintura, como lo demuestran los retratos de la Duquesa de Alba y del Duque de Híjar. En los últimos doce años de su vida produjo obras de amplia factura, como: Ceres, San Agustín, San Vicente Ferrer y El infortunio.

Los niños representados

Las escenas que pinta en las que hay niños son abundantes, desde retratos hasta paisajes y escenas de la vida cotidiana. Destacaremos las siguientes.

La familia del anarquista el día de la ejecución. Este tema fue propuesto a los pintores por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para optar a la beca de estudios en Roma en el año 1899. Este año, el concurso de la beca estuvo especialmente reñido porque se presentaron a ella muy buenos pintores, todos con el mismo título del cuadro, el del tema propuesto, salvo precisamente Romero de Torres, que al llamar a su obra Con la conciencia tranquila es el único que demuestra poner sus simpatías del lado del obrero.

El cuadro de Álvarez de Sotomayor fue el ganador de la beca. La obra fue comentada en La Revista (publicación artística de la época) con la siguiente reseña: pone también en la capilla la escena; pero el anarquista, rodeado de su familia atribulada, ocupase en inculcar sus fanáticos ideales a su hijo, en cuyo rostro se revelan las mismas energías que al padre llevaron a tan funesto trance. Un comentario tendencioso y falso, pues es más interpretable el hecho de que el padre esté despidiéndose de su hijo o intentando explicarle por qué sus ideas le llevan a ser ajusticiado. Sí es notable que la escena se desarrolle en una capilla, tratándose de un anarquista, con un cura lector a la derecha del cuadro y sin la presencia de ningún miembro de cuerpos policiales presente, sino dos funcionarios que desde el fondo murmuran como queriendo meterse en la escena con sus propios comentarios. La obra data de 1900 y es un óleo sobre lienzo (Fig. 1).

Figura 1. La familia del anarquista el día de la ejecución.

En el Retrato de María Luisa Müller Rodríguez-Acosta, se nota la impronta del realismo académico del pintor. Se trata de una niña de unos cinco años, sentada en tres cuartos, mirando al frente y con las manos en su regazo. Como gusta el pintor, se hace acompañar de un ambiente rural y costumbrista, con las uvas al lado de la niña y las frutas que cuelgan de un árbol que se encuentra sobre la figura. El vestido de la chiquilla es blanco, de manga corta con puntillas. Los celajes nos recuerdan a Velázquez y el árbol a Goya. Es un óleo sobre lienzo de 98 por 81 cm (Fig. 2).

Figura 2. Retrato de María Luisa Müller Rodríguez-Acosta.

En la huerta. Este cuadro fue realizado en Almería, en donde el pintor acudió el verano de 1902 para recuperarse de fiebre tifoidea contraída en Roma, estableciéndose entonces en el cortijo que su abuelo paterno poseía en el pueblo almeriense de Vera; este cuadro constituye uno de los pocos ejemplos que muestran la influencia de Sorolla sobre Sotomayor en sus primeros años de producción. Aparece una niña en primer plano vestida de rojo y delante de una mujer mayor, en blanco, entre árboles. Se trata de un óleo sobre lienzo de 84 por 121 cm (Fig. 3).

Figura 3. En la huerta.

La composición Dos niños incluye a dos pequeños, cabeza y busto. Están pintados con pincelada suelta a grandes trazos y en colores cálidos. Posiblemente, forman parte de una obra de mayor tamaño e inacabada. Es un óleo sobre lienzo (Fig. 4).

Figura 4. Dos niños.

Niño con sombrero. Esta obra es de factura parecida a En la huerta, con reminiscencias de Sorolla. Aquí hay una única figura, la de un niño de medio cuerpo, mirando al espectador. El niño está pensativo y apoya la cabeza en una de sus manos. Lleva la boca abierta y las facciones de su cara son muy acertadas. La principal característica del cuadro es el gran sombrero que porta el muchacho que debe tener alrededor de doce años. Los colores son cálidos, amarillos en variadas tonalidades, marrones y azules para el fondo. Es un óleo sobre lienzo (Fig. 5).

Figura 5. Niño con sombrero.

En Alegoría del pintor Velázquez, se observan varias niñas ya adolescentes que se bañan en el rio, en tres cuartos y medio cuerpo. El desarrollo mamario les atribuye una edad de unos once o doce años. Van completamente desnudas, hecho muy corriente cuando se representan mitos y alegorías, en este caso relativa al maestro Velázquez. También, nos recuerda la producción pictórica de Sorolla cuando admiramos sus niños en la playa. Se trata de una acuarela en gouache/papel de 48 por 39 cm (Fig. 6).

Figura 6. Alegoría del pintor Velázquez.

Este cuadro, Retrato de la señora Wolf, muestra una imagen tradicional y academicista de la pintura. Las figuras son casi hiperrealistas y muestran una imagen de la vida de cada día, en este caso, de una maestra de escuela. La señora Wolf, ya de cierta edad, está sentada y mira al espectador. Da la impresión de que hace un alto en su lectura para posar para el artista. Viste de negro riguroso, lo cual no es raro dada la época y la edad de la modelo. A su alrededor, hay cinco niñas de unos seis años de edad, algunas de ellas sentadas. Hay un niño vestido de marinero, de pie. Excepto una, todos los niños están mirando al libro de la profesora. Se trata de una escuela y se lee a la luz de una ventana que se observa en un tercer plano. Su luz ilumina la estancia. Se trata de un óleo sobre lienzo de 130 por 110 cm y pertenece a la Fundación Pedro Barrié de la Maza, de La Coruña (Fig. 7).

Figura 7. Retrato de la señora Wolf.

Después de la caza, es una obra tardía, realizada en torno al año 1940. En el discurrir de la trayectoria artística de Álvarez de Sotomayor, se produce la convivencia de dos modos expresivos, definidos formalmente según se acerquen más o menos a la oficialidad. De este tipo de pintura, que podríamos denominar como alimenticia, comenta Valeriano Bozal: academicismo huero de gran éxito en los medios oficiales de la cultura española. Su trabajo se centra, principalmente, en el retrato, de gran éxito entre las clases pudientes de la época. El crecimiento que experimenta la burguesía a partir de la Revolución industrial, lleva a los miembros de esta nueva clase a la asimilación de comportamientos aristocráticos que son símbolo de prestigio. Uno de ellos era el coleccionar obras de arte, consideradas un artículo de lujo.

El cuadro muestra a una familia (padre, madre e hijo) representada de medio cuerpo y sentada ante un paisaje tras una jornada de caza. El retrato de caza es un tema clásico del arte español. Velázquez lo cultivó en la corte de Felipe IV y Goya lo hizo un siglo más tarde, con los personajes de la corte borbónica de Carlos III y otros nobles de la época. La influencia del primero se trasluce en la paleta empleada, que se enriquece en este cuadro junto a motivos propios de la pintura inglesa de mediados del XVIII. Esta obra de composición equilibrada, centrada a partir de la figura femenina, adolece de un cierto neorromanticismo patente en el modo de representación que, según López Vázquez, se basa en un idealismo clasicista que ennoblece al modelo. A pesar de la fidelidad a la realidad, que le lleva a detenerse en la representación del más mínimo detalle, reviste a sus modelos de un halo de dignidad y grandeza, signo de su condición social. El detallismo de las figuras y del primer término se contrapone a un fondo, concebido como telón, en el que representa un paisaje difuminado, donde da rienda suelta a sus influencias sorollescas en la pincelada ligera y el uso de la gama cromática. Frente a la calidez del color en los modelos, el paisaje se tiñe de azules y morados, reflejo fiel del ambiente norteño. La obra mide 133 por 158 cm y es un óleo sobre lienzo (Fig. 8).

Figura 8. Después de la caza.

Bibliografía

– Bozal, V. Arte del siglo XX en España. Espasa Calpe. Madrid, 1991.

– López Vázquez, JM. Enciclopedia Galicia Arte. Arte Contemporáneo. Hércules de Ediciones. A Coruña, 1993.

– VV. AA. Pintura Española en Chile. Museo Nacional de Bellas Artes. Santiago, 2001.

– Romera, A. Historia de la Pintura Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago, 1976.

– Zamorano, PE. El Pintor F. Álvarez de Sotomayor y su huella en América. Universidad de la Coruña, Servicio de Publicaciones. A Coruña: 1994.

– Barros, G. Obras de Arte: Colección del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. Lafuente Editores. Santiago, 1999.

– VV. AA. Fernando A. de Sotomayor. Fundación Pedro Barrié de la Maza. La Coruña, 2004.

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