Editorial |
J. García Pérez
Vocal de SEPEAP. Unidad de Pediatría Social. Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Madrid
«La aparición de nuevas vacunas durante los últimos 50 años ha sido la causa directa de la notable reducción de la morbilidad y la mortalidad de muchas de las enfermedades de la infancia» |
Calendario vacunal. ¿único o común?
El empleo de las vacunas para prevenir algunas enfermedades infecciosas desde la infancia debiera mantenerse hasta que se logre su erradicación global, tal como ha ocurrido con la viruela. La erradicación de la viruela dependió de factores diversos: todas las infecciones eran manifiestas desde el punto de vista clínico, su diseminación era limitada y la vacuna era barata y fácil de administrar. Con estos factores a favor, fue posible aplicar una estrategia mundial de vacunación organizada alrededor de los casos reconocidos, logrando romper la cadena global de transmisión que había existido durante milenios sin inmunización. Estas bases no se dan, desafortunadamente, en las otras enfermedades infecciosas globales del género humano.
Debemos llamar la atención sobre lo que es un desafío importante: el empleo de algunas de las vacunas eficaces disponibles actualmente para lograr una rotura máxima, rápida y sostenida en la cadena de transmisión de los agentes causantes podría culminar, en última instancia, en la erradicación de varias enfermedades.
Los agentes infecciosos del género humano se encuentran perpetuados en la naturaleza por la transmisión sólo entre estos, lo cual es muy importante porque infectan solo a una parte de la población susceptible en cualquier momento. Por lo tanto, si una vacuna que impide la enfermedad y también la multiplicación suficiente del agente infeccioso, no consigue una rotura máxima en la cadena de transmisión –deja a niños susceptibles en cantidad suficiente en los que el agente causal puede seguir multiplicándose o diseminándose–, podemos imaginar cuál será el resultado eliminándose su aplicación.
El campo de las inmunizaciones es básico para la asistencia de los lactantes y la crianza de los niños. La aparición de nuevas vacunas durante los últimos 50 años ha sido la causa directa de la notable reducción de la morbilidad y la mortalidad de muchas de las enfermedades de la infancia. La ciencia y la tecnología han ofrecido los medios para producir otras vacunas más eficaces, como la del Haemophilus influenzae tipo B, meningococo C, neumococo, virus del papiloma humano, rotavirus, varicela, la vacuna atenuada intranasal frente a la gripe, múltiples vacunas pediátricas combinadas basadas en componentes acelulares de Bordetella pertussis, la vacuna frente al herpes zoster… Pero lo más importante es el futuro al que nos enfrentamos: las enfermedades prevenibles mediante la vacunación, la supervivencia cada vez mayor de la población susceptible de ser vacunada y el desarrollo e innovación de técnicas cada vez más sofisticadas para elaborar vacunas permiten prever que las vacunas continuarán ocupando un lugar privilegiado en la sanidad pública.
Sin embargo, de manera irónica, estos progresos en el desarrollo de las vacunas no han dado como resultado la eliminación completa de la mayor parte de las enfermedades infecciosas. Existen barreras complejas a la inmunización eficaz, tales como el coste de las vacunas y la indiferencia y apatía de la población; en resumen, todo un conjunto de aspectos sociales, económicos y legales que han limitado la disponibilidad de las vacunas para todos los miembros de nuestra sociedad.
En la reunión del Consejo Interterritorial de Salud, donde estaban sentados los Consejeros de Sanidad de las diferentes Comunidades Autónomas del Estado español, presidida por la Ministra Ana Mato, se estableció un plan que “unifica” las inmunizaciones y la edad a la que se ponen. Este calendario “común” incluye ocho vacunaciones: frente a la poliomielitis, difteria, tétanos, tos ferina, Haemophilus influenzae, sarampión, rubéola, parotiditis, hepatitis B, meningococo C, varicela y virus del papiloma humano. El objetivo inicial de este plan es acabar con las desigualdades existentes entre las autonomías. Este calendario vacunal ha sido rechazado tanto por la Asociación Española de Pediatría (AEP) como por la Asociación de Vacunología y la Asociación de Medicina Preventiva.
La Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) pretende y desea que se unifique en todas las comunidades autónomas un calendario único y no común. Para unificar, no es necesario retirar las vacunas ya incluidas en los calendarios de algunas autonomías. Esto ha ocurrido con la vacuna del neumococo que, actualmente, sólo se ofrece de manera universal en Galicia y que, en Madrid, se retiró en julio del 2012 –no olvidemos que esta vacuna consigue reducir hasta un 80% de casos de enfermedad neumocócica invasora en los menores de dos años y que el neumococo causa meningitis, neumonía y otitis media, lo que origina fallecimientos y secuelas neurológicas, así como un elevado consumo de antibióticos e ingreso de muchos niños en los hospitales.
La vacuna de la tos ferina se viene poniendo hasta ahora en todas las comunidades autónomas: 5 dosis hasta los seis años. La administración en adolescentes y embarazadas sería deseable dado el incremento de la incidencia de tos ferina en niños menores de 3 meses –prevenible mediante la inducción de respuesta en la madre al final de embarazo- y en los niños de mayor edad. De ahí que, muchos países estén empezando a adoptar la vacunación a las embarazadas en el último trimestre y a los adolescentes. Con el nuevo calendario, el Consejo Interterritorial de Salud sigue sin implementar estas medidas en adolescentes ni embarazadas.
En cuanto a la vacuna de la varicela, sólo en Madrid, Navarra, Ceuta y Melilla se aconseja antes de los 15 meses. Y, según el nuevo calendario del Consejo Interterritorial del Sistema de Salud, se recomienda a partir de los 12 años, cuando a esa edad la mayoría de los niños habrían pasado ya la enfermedad.
El nuevo calendario está basado en criterios fundamentalmente económicos y, lejos de suponer un avance, puede provocar un deterioro o retroceso en algunas autonomías. Es lamentable que en las negociaciones en las que se establecen los factores determinantes de la salud de los ciudadanos se tengan más en cuenta las variables económicas que las de beneficio a la población. Hemos de ser conscientes, plenamente conscientes, que el establecimiento de algunas medidas sanitarias economicistas conlleva, de manera directa o indirecta, un retroceso en el derecho a la salud de los ciudadanos; y que pueden derivar en todo un abanico de situaciones o episodios negativos que a medio y largo plazo se traducirán también en una pérdida económica: una ciudadanía enferma no puede ser productiva. Y la vez que debemos recordar el derecho a que los poderes públicos protejan nuestra salud de manera igual de eficaz, independientemente de la Comunidad donde hayamos nacido, nos viene a la memoria la frase que Sir Winston Churchill pronunció en su momento: “Los ciudadanos sanos son el activo más importante que cualquier país pueda tener.”
En todo este proceso de reuniones y negociaciones, el Consejo no ha escuchado a las sociedades científicas ni a los diferentes asesores de las comunidades. Además, las competencias de sanidad están ahora transferidas y legalmente no se puede imponer un calendario. Por todo ello, la SEPEAP propone, a partir de la situación creada, elaborar un plan para introducir vacunas progresivamente cada tres años. Un plan que, desde la voluntad política, logre un calendario de inmunizaciones único, óptimo, equitativo y financiable; que provenga del acuerdo entre los diferentes órganos de gobierno, sus asesores y las sociedades profesionales, entre las que las pediátricas y la Sociedad de Vacunología debieran tener un papel principal.