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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº6 – JUL-AGO 2012

Vacunas contra el cáncer

Editorial

 
Mª Inés Hidalgo Vicario

Directora Ejecutiva de Pediatría Integral

 


«En la actualidad se dispone de algunas vacunas profilácticas y se están estudiando, en diferentes ensayos clínicos, vacunas terapéuticas para varios tipos de cánceres. Estas últimas son difíciles de desarrollar debido a que algunos tipos de cáncer pueden escapar a la detección del sistema inmunitario o debilitar la respuesta inmune contra las células cancerosas»

 


Vacunas contra el cáncer

 

En este número de Pediatría Integral y en el próximo nº 7, se van a abordar los cánceres más frecuentes en la población infantojuvenil, así como las bases genéticas, su detección precoz y tratamiento. Se ha considerado oportuno realizar este editorial para destacar la importancia de la prevención del cáncer y el papel tan significativo que pueden jugar las vacunas, tanto profilácticas como terapéuticas. En la prevención primaria, es esencial evitar hábitos o agentes que producen cáncer, como el tabaco, el alcohol, la obesidad y diferentes tóxicos ambientales, teniendo gran relevancia las radiaciones solares. Se deben tener en cuenta los aspectos genéticos. Es necesaria una actividad física regular, evitando el sedentarismo, así como una alimentación equilibrada, evitando el exceso de grasas y alimentos ahumados. En la actualidad, se dispone de vacunas profilácticas, como la hepatitis B, que previene el cáncer hepático, y la del virus del papiloma, que previene el cáncer de cuello uterino.

El cáncer es un crecimiento tisular producido por la proliferación continua de células anormales, con capacidad de invasión y destrucción de otros tejidos, amenazando la vida de los pacientes. Puede originarse a partir de cualquier tipo de célula. El cáncer no es una enfermedad única, sino un conjunto de enfermedades que se clasifican en función del tejido y célula de origen. Cuanto más agresivo y maligno es un cáncer, menos recuerda la estructura del tejido del que procede, pero la tasa de crecimiento depende, no solo del tipo celular y grado de diferenciación, sino también de factores dependientes del huésped.

Con el desarrollo de la medicina, así como de la biotecnología e ingeniería genética, se han logrado importantes avances en la detección, control y, muchas veces, curación de la enfermedad, dependiendo del tipo de cáncer y lo precoz del diagnóstico. Sin embargo, esta temible enfermedad continúa asociada a la muerte, al sufrimiento y a elevados costes psicosociales y económicos.

Las vacunas son medicamentos que aumentan la capacidad natural del sistema inmune para proteger el organismo contra “invasores externos”, principalmente agentes infecciosos, que puedan causar enfermedades. El sistema inmunológico es una red compleja de órganos, tejidos y células especializadas que actúan colectivamente para defender al individuo. Cuando un agente infeccioso invade el organismo, el sistema inmune lo reconoce como extraño, lo destruye y queda un “recuerdo” o memoria para prevenir otra posible infección por ese microrganismo en el futuro. Las vacunas tradicionales suelen contener partes inofensivas de microbios, microbios muertos o debilitados –que no causan enfermedad– y son capaces de estimular una respuesta inmune contra ellos. El sistema inmunitario puede proteger también al organismo contra las amenazas de células dañadas, enfermas o anormales, incluyendo las células cancerosas(1,2).

Los leucocitos juegan un papel principal en la respuesta inmune, constituyendo la protección inmunitaria general o inespecífica. Los linfocitos proporcionan una protección específica: las células B producen anticuerpos, que se unen para inactivar y destruir los invasores externos o las células anormales; las células T o citotóxicas destruyen células infectadas o anormales por liberación de sustancias químicas tóxicas o al incitar a las células a autodestruirse. Otras células de apoyo incluyen las células T-helper y células dendríticas, que ayudan a activar las células T para reconocer las amenazas específicas.

Las vacunas para el tratamiento del cáncer están diseñadas para actuar mediante la activación de las células B y células T y dirigirlas a reconocer y actuar frente a tipos específicos de cáncer. Lo hacen mediante la introducción en el organismo de una o más moléculas de antígenos, generalmente por inyección.

Los microbios son reconocidos por el sistema inmune como una amenaza potencial que debe ser destruida, ya que llevan antígenos extraños. En contraste, las células normales del organismo tienen antígenos que los identifican como propios (autoantígenos) y transmiten al sistema inmune que no son una amenaza y deben ser ignoradas. Las células cancerosas pueden llevar antígenos propios del organismo y antígenos asociados con el cáncer en gran cantidad. Estos antígenos marcan a las células cancerosas como anormales, o extrañas, y pueden originar que las células B y T las ataquen (respuesta inmune contra células cancerosas)(1,2).

Hay dos tipos de vacunas contra el cáncer, y actualmente se están estudiando, en diferentes ensayos clínicos, vacunas preventivas (de cuello de útero, tumores sólidos) y terapéuticas para varios tipos de cánceres: cerebrales, de pulmón, digestivos, próstata, mama, vejiga, cuello de útero, linfomas, melanoma, etc.

1. Vacunas preventivas o profilácticas, que tienen por objeto impedir el desarrollo del cáncer en las personas sanas. Actúan sobre los agentes infecciosos que causan o contribuyen al desarrollo del cáncer. Son similares a las vacunas tradicionales, que previenen enfermedades infecciosas.

Actualmente, están disponibles dos vacunas preventivas que protegen contra la infección por dos tipos de virus del papiloma humano (VPH) el 16 y 18, son Gardasil® y Cervarix®, que causan aproximadamente el 70% de todos los cánceres de cuello de útero a nivel mundial. También, pueden causar cáncer vulvar, vaginal, anal, del pene y orofaríngeo (3). Además, Gardasil® protege contra la infección por los serotipos 6 y 11 de VPH que, aunque no causan cáncer cervical, son responsables de aproximadamente el 90% de los casos de verrugas genitales. Ambas vacunas ofrecen protección cruzada contra otros tipos de VPH que también pueden causar cáncer. Los antígenos de estas vacunas son proteínas obtenidas de la superficie exterior del virus, producidas por ingeniería genética, conocidas como “partículas similares al virus” o VLPs, que se corresponden con los serotipos 16, 18, 6 y 11, siendo capaces de originar anticuerpos contra ellos sin producir la enfermedad.

También, se dispone de una vacuna preventiva contra el cáncer hepático, la vacuna contra la hepatitis B; ya que, la infección crónica por este virus puede producir cáncer hepático.

Muchos científicos piensan que los microorganismos causan o contribuyen al 15-25% de todos los cánceres diagnosticados en el mundo cada año(4). La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado varios microorganismos como carcinógenos que se pueden ver en la tabla I.

 

 

2. Vacunas terapéuticas, destinadas a tratar un cáncer existente mediante el fortalecimiento de las defensas naturales del organismo. Recientemente, el Instituto Nacional del Cáncer(5) ha publicado un artículo explicando cómo está la situación actual de las vacunas contra el cáncer.

El objetivo es detener el crecimiento de células cancerosas y reducir el tumor o eliminar las células cancerosas que no han muerto por otras formas de tratamiento. El sistema inmunitario a menudo no detecta las células cancerosas como peligrosas o extrañas y no reacciona contra ellas. Varios factores pueden influir en ello: que las células cancerosas llevan antígenos normales del individuo además de los antígenos específicos asociados con el cáncer, que a veces las células sufren cambios genéticos que pueden conducir a la pérdida de los antígenos asociados con el cáncer, o que las células cancerosas pueden producir mensajes químicos que inhiben las respuestas inmunes de las células T contra el cáncer. El objetivo de las vacunas terapéuticas es muy difícil de conseguir, ya que deben estimular la respuesta inmunitaria específica y que ésta sea lo suficientemente potente para superar la barrera que las células cancerosas utilizan para protegerse.

En abril de 2010, la FDA aprobó la primera vacuna de tratamiento contra el cáncer. La vacuna, sipuleucel-T (Provenge®, fabricado por Dendreon), para su uso en algunos hombres con cáncer de próstata metastásico. Está diseñada para estimular una respuesta inmunitaria a la fosfatasa ácida prostática, un antígeno presente en la mayoría de los cánceres de próstata(6).

Las vacunas para el tratamiento del cáncer se realizan con antígenos de células cancerosas o versiones modificadas de los mismos. Son proteínas, carbohidratos, glicoproteínas o glicopéptidos y gangliósidos. Igualmente, se realizan con células cancerosas debilitadas o muertas y pueden provenir del mismo paciente (vacuna autóloga, como sipuleucel-T) o de otro paciente (vacuna alogénica). También, con moléculas de ADN o ARN que contienen instrucciones genéticas para los antígenos asociados al cáncer. Estos antígenos a menudo no inducen una respuesta inmune efectiva y por ello se añaden adyuvantes (bacterias como Bacillus Calmette-Guérin, sustancias producidas por bacterias, como la Detox B, productos biológicos y no biológicos). Igualmente, se han utilizado citoquinas naturales o sintéticas, como la interleucina 2, el interferón alfa o el factor estimulador de colonias de granulocitos y macrófagos (GM-CSF), también conocido como sargramostim(5).

El perfil de seguridad es comparable al de las vacunas tradicionales. Sin embargo, los efectos secundarios pueden variar entre las diferentes composiciones y de una persona a otra. El más frecuente es una inflamación en el lugar de la inyección o síntomas gripales. Otros problemas más graves en pequeño porcentaje son: asma, apendicitis, enfermedad inflamatoria pélvica, hipersensibilidad y enfermedades autoinmunes, como artritis y lupus.

Las vacunas terapéuticas pueden combinarse con otros tipos de tratamientos contra el cáncer, como la cirugía, quimioterapia, radioterapia y otros tratamientos para potenciar la respuesta inmunitaria. La evidencia sugiere que la extirpación quirúrgica de grandes masas tumorales puede mejorar la eficacia de estas vacunas.

En la actualidad, hay muchas investigaciones en marcha dirigidas a la identificación de nuevos antígenos del cáncer y métodos más eficaces para la estimulación de la respuesta inmune. Se está investigando la forma de combinar múltiples antígenos en una misma vacuna y una mejor comprensión de la biología en la interacción entre las células del sistema inmune y las células cancerosas mediante tecnología de imágenes(7), así como los mecanismos por los cuales las células cancerosas evaden o suprimen la respuesta inmune contra el cáncer. Esto podría conducir al desarrollo de nuevos fármacos que bloqueen esos procesos y mejorar la eficacia de las vacunas terapéuticas. Es de esperar que las actuales investigaciones produzcan significativos avances en la prevención y tratamiento del cáncer.

Bibliografía

1. Waldmann TA. Effective cancer therapy through immunomodulation. Annu Rev Med. 2006; 57: 65-81.

2. Frazer IH, Lowy DR, Schiller JT. Prevention of cancer through immunization: Prospects and challenges for the 21st century. Eur J Immunol. 2007; 37(Suppl 1): S148-55.

3. Bayas Rodríguez JM. Vacunas frente al virus del papiloma humano y adolescencia. Pediatr Integral. 2011; XV(10): 938-44.

4. Parkin DM. The global health burden of infection-associated cancers in the year 2002. Int J Cancer. 2006; 118(12): 3030-44.

5. National Cancer Institute. US Department of health and Human Services. National Institute of Health. Reviewed: 11/15/2011. Disponible en URL: http://www.cancer.gov/cancertopics/factsheet/Therapy/Fs7_56.pdf

6. Kantoff PW, Higano CS, Shore ND, et al. Sipuleucel-T immunotherapy for castration-resistant prostate cancer. N Engl J Med. 2010; 363(5): 411-22.

7. Ng LG, Mrass P, Kinjyo I, Reiner SL, Weninger W. Two-photon imaging of effector T-cell behavior: Lessons from a tumor model. Immunol Rev. 2008; 221: 147-62.

 

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