Editorial |
Josep de la Flor i Brú
Pediatra de Atención Primaria. CAP Vila Vella. ABS Sant Vicenç dels Horts-1. SAP Baix Llobregat Litoral. Institut Català de la Salut. Subdirector ejecutivo de Pediatría integral
El hábito de escucha sistemático de música culta desde la primera infancia tiene efectos muy beneficiosos en el neurodesarrollo global |
El Pediatra y la educación para el conocimiento de la música culta
Entendemos por música culta, vulgarmente conocida como música “clásica”, la producción musical académica de los últimos 500 años, en un periodo que a grandes rasgos empieza en el Renacimiento (música antigua, siglo XVI), sigue en el barroco (siglo XVII: Bach, Haendel, Monteverdi…), periodo clásico propiamente dicho (siglo XVIII: Mozart, Haydn…), Romanticismo (siglo XIX: Beethoven, Brahms, Schubert, Schumann, Chopin, Liszt…) y concluye en el siglo XX en la llamada música contemporánea (Stravisnky, Shostakovitch, Boulez…).
El adjetivo “culta”, tiene unas implicaciones elitistas parcialmente erróneas, dado que contrapone estas músicas a la llamada música “popular”, también conocida como “ligera”, que engloba multitud de estilos que surgen de ambientes no académicos y que cristalizan especialmente en el siglo XX y en Estados Unidos, en múltiples tendencias: gospel, blues, jazz, rhythm and blues, country, western, canción melódica y finalmente rock. La realidad es que el jazz y el rock definen la música del siglo XX mucho más que la música culta de este periodo, y pese a que quedan fuera de los márgenes llamados académicos, nadie puede discutir en la actualidad que Miles Davis, Bob Dylan o The Beatles forman parte de la historia de la gran cultura, pese a que sus músicas no entren en la clasificación de música “culta”.
Las estructuras rítmicas y melódicas de las músicas populares, son, con algunas excepciones (el jazz más experimental es mucho más difícil de asimilar que pongamos por ejemplo la “novena”), más asequibles al intelecto que las propias de las músicas académicas, lo que explica el carácter comercial, mediático y espectacular de las primeras, y el mundo minoritario, elitista y orientado a “iniciados” en el que suelen transitar las segundas.
La ciencia reciente ha demostrado sobradamente el tremendo potencial de estimulación cognitiva que tiene la música en general, y muy especialmente la música culta, que es la más abstracta de las artes. Si bien se ha marquetizado de manera muy exagerada este fenómeno (no se ha demostrado que “baby Mozart” y similares hagan más “inteligentes” a los bebés que los utilizan), si está muy claro que el hábito de escucha sistemático de música culta desde la primera infancia tiene efectos muy beneficiosos en el neurodesarrollo global.
Afortunadamente, la enseñanza de la música desde la infancia se incorporó ya hace décadas a los programas escolares. Se superaron estigmas de menosprecio a la cultura musical propios de regímenes autoritarios (ya se sabe que el conocimiento es temido por el poder político en general y por las dictaduras en particular, porque hace más libres a las personas), y en la actualidad cualquier escolar convive con la música desde el jardín de infancia.
Sin embargo, y pese a que la educación musical en la actualidad es incomparablemente más alta que hace años, sigue habiendo una prevención, dificultad o incluso marcado rechazo en la mayor parte de niños, adolescentes, y ya no digamos adultos, hacia el consumo habitual de música culta, que como ya hemos apuntado, requiere de un esfuerzo cognitivo muy superior al de la música ligera u otras artes.
El pediatra de Atención primaria debe tener un papel complementario pero relevante en la promoción del conocimiento y consumo de música culta en nuestros pequeños clientes, como parte importante de su educación cultural y de su maduración cognitiva, y siempre desde la perspectiva de un eclecticismo cultural, por el que nuestros jóvenes usuarios, generalmente maximalistas y dados al exclusivismo, aprendan que la afición por el heavy metal más extremo, de ritmos más duros y letras más incendiarias propio, pongamos por caso, de Avenge Sevenfold, no tiene porque ser incompatible con el disfrute de la Pequeña serenata nocturna o de la sinfonía Leningrado, como se puede admirar a Balzac y Paul Auster, disfrutar de Chaplin y Lars Von Trier, o ir a exposiciones de Velázquez y Kandinski.
En el conocimiento de los hábitos, actividades extraescolares y aficiones de nuestros niños, que exploramos generalmente en las revisiones periódicas de salud/programa del Niño Sano, debemos tener también presente la presencia de la música en la vida del niño y lanzar mensajes de motivación a su consumo y disfrute.
Un niño normal a partir de 6 años es perfectamente capaz de tener un comportamiento adecuado en una sala de conciertos, y si los padres tienen posibilidad y disposición para ello, esta iniciación precoz como espectador puede ser la semilla para que florezca un futuro melómano. En las temporadas de muchas orquestas sinfónicas españolas o de algunos teatros de ópera hay apartados específicos dedicados a los niños y en la red se encuentra abundante información de estas actividades.
Por otra parte, el pediatra debe tener conocimiento de algunas obras especialmente recomendadas para los niños por su temática o carácter educativo, y así como hay pediatras que ofrecen listados de libros recomendados para padres o para niños, es una buena idea tener listados parecidos en relación con la música. Algunas obras que no deberían faltar en estos listados son las siguientes:
• Pedro y el Lobo, de Sergei Prokofiev, en el que a partir de la narración de un cuento infantil, el niño se va familiarizando con las sonoridades de los distintos instrumentos musicales.
• Die Zauberflöte (la flauta mágica), de Wolfgang Amadeus Mozart, que en versiones reducidas y adaptadas a niños, es una maravillosa iniciación al mundo de la ópera.
• El carnaval de los animales, de Camille Saïnt-Saens, en el que el niño aprende a identificar el sonido de los instrumentos orquestales en relación a cada animal en concreto.
• L’enfant et les sortilèges, de Maurice Ravel, ópera corta con moraleja educativa en la que se enseña a los niños las consecuencias de no hacer los deberes escolares (y de no cumplir con las obligaciones de la vida, en general).
Por otra parte, hay películas muy orientadas a niños en las que la banda sonora utiliza obras maestras de la música culta, cuya visualización puede constituir una magnífica iniciación:
• Fantasía y fantasía 2000, obras maestras de la factoría Disney, constituídas en múltiples episodios puramente visuales, cuyo ritmo narrativo se articula en función de la partitura: el pájaro de fuego, de Stravinsky, la Quinta de Beethoven, el aprendiz de brujo de Paul Dukas…
• La Bella durmiente, de la factoría Disney, con el ballet homónimo de Txaikovsky.
En niños mayores, escolares y adolescentes, el cine de terror, acción o de ciencia ficción, al que son tan aficionados, constituye un magnífico enganche para la iniciación en la música escrita para gran orquesta sinfónica, ya sea como partituras de música culta que se utilizan como bandas sonoras de películas universales (son imborrables de la memoria asociaciones como La cabalgata de las Valquirias, de Richard Wagner con Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, o El bello Danubio Azul, de Johann Strauss, con 2001: una odisea del espacio, de Stanley Kubrick) o como bandas sonoras escritas especialmente para el cine. Son ejemplos relevantes:
• John Williams (E.T., Star Wars, Superman, Jurassic Parc…).
• Howard Shore (El señor de los anillos…).
• John Barry (James Bond, 007…).
• Alan Silvestri (Regreso al futuro…).
• Bernard Hermann (Psicosis, Taxi driver…).
• James Horner (Titanic…).
• Jerry Goldsmith (Desafío total, Alien, Star Trek…).
Para concluir este rápido repaso de elementos básicos que pueden ayudar a que nuestros niños y adolescentes se “enganchen” a la música clásica, presentamos algunas experiencias de colaboración entre el mundo del rock y el de la orquesta sinfónica:
• Concierto para grupo y orquesta, de Deep Purple. El mítico grupo de rock duro de los años 70 dió un concierto con la Royal Philarmonic de Londres, en un intento de acercar 2 universos musicales no tan alejados como parece.
• Metallica, la formación más famosa del trash metal interpretó sus canciones más famosas acompañados de gran orquesta sinfónica, con un gran recibimiento por parte de sus fans más radicales.
• Emerson, Lake and Palmer, formación de rock “sinfónico” de los años 70, publicó un disco (“Works”) de composiciones enteramente sinfónicas, incluyendo un concierto para piano y orquesta.
• Paul McCartney, bajista de la banda de rock más importante de la historia, ha publicado hasta 4 discos de material enteramente clásico.