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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

PEDIATRÍA INTEGRAL Nº3 – ABRIL 2016

El niño en la obra histórica de Francisco Pradilla

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria
Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2016; XX (3): 204.e1–204.e4


El niño en la obra histórica de Francisco Pradilla

Entre todos los géneros pictóricos que cultivó Pradilla, la pintura de historia fue la que más fama le proporcionó. También pintó retratos de la aristocracia madrileña y conjuntos decorativos. Fue también un gran paisajista, como ya demostró en sus composiciones de historia. Intentaba ambientar las escenas en exteriores y con una depurada técnica, organizaba amplias perspectivas panorámicas con multitud de figuras y de motivos. La faceta más moderna de su obra son los abocetados paisajes que realizó tomados del natural, en los que busca plasmar sensaciones atmosféricas y paisajes, y donde abundan las luces efectistas. El niño nunca fue el objeto principal de su obra.

Vida y obra

Francisco Pradilla y Ortiz nació en Villanueva de Gállego (Zaragoza) en 1848 y murió en Madrid en 1921. Entre 1859 y 1861, cursó estudios de bachillerato en el Instituto de Zaragoza, que abandonará para entrar como aprendiz con el pintor escenógrafo Mariano Pescador, a la vez que iniciaba nuevos estudios en la Escuela de Bellas Artes. Se trasladó en 1865 a Madrid para completarlos en la Escuela Superior de San Fernando, de la que será pensionado en la primera promoción de 1874, en la recién creada Academia Española de Roma. Precisamente, como envío correspondiente a su tercer año de pensionado, Pradilla pintó el cuadro Doña Juana la Loca, que en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 obtendrá la Medalla de Honor, así como sucesivos premios y condecoraciones en exposiciones de París, Viena y Berlín.

Desde octubre de 1881 hasta abril de 1882, fue director de la Academia Española en Roma, y durante ese intervalo realizó por encargo del Senado un segundo cuadro de historia titulado La rendición de Granada, por el que le abonaron 50.000 pesetas. Una vez establecido en Madrid, Pradilla seguirá manteniendo sus contactos con el ambiente artístico de Roma, a donde volverá en diferentes ocasiones, sin embargo sus relaciones con Zaragoza serán mucho más distantes, a pesar de que desde Aragón se le tendrá siempre en muy alta estima y consideración. En febrero de 1896, fue nombrado director del Museo del Prado, hasta julio de 1898 en que dimitió a consecuencia de la desaparición temporal de una obra de arte.

Se le ha considerado unánimemente como el pintor aragonés más cualificado después de Goya, hasta la primera mitad del siglo XX. Su obra, óleos, acuarelas y dibujos fue amplia, pero se halla dispersa en colecciones particulares españolas, sobre todo de familias nobiliarias, y en diferentes países europeos y sudamericanos. Y, precisamente, esta circunstancia sigue obstaculizando un conocimiento adecuado y una imprescindible catalogación que permitiría valorar con mayor precisión la calidad de la obra de Francisco Pradilla.

De los géneros pictóricos que cultivó, incluida la ilustración gráfica para publicaciones literarias, hay que destacar el de la pintura de historia que fue el que más fama le proporcionó. A los dos títulos ya comentados, hay que añadir otros, como: El suspiro del moro (Roma, 1892) o Doña Juana la loca recluida en Tordesillas, así como algunos de carácter mitológico decorativo. Como retratista, su actividad fue más restringida y de resultados desiguales cuando tuvo que abordar efigies de personajes fallecidos, pero ante modelos vivos consiguió retratos de serena expresividad y de factura muy estudiada y entonada. Sin embargo, sus más abundantes y cotizadas creaciones pertenecen a la pintura de género, bien de inspiración popular italiana o de asuntos de costumbres madrileñas o de Galicia, lugar de origen de su esposa y donde solía pasar algunas temporadas.

Tanto en los cuadros de historia como en estos últimos, Pradilla demuestra una permanente querencia por ambientar las escenas en exteriores, organizando en amplias perspectivas panorámicas multitud de figuras y motivos, interpretados con una depuradísima técnica. Pero lo más sobresaliente es el sentido de la luz y de la atmósfera bajo las que el apretado dibujo de las figuras se suaviza y funde con el paisaje luminoso mediante pequeñas pinceladas de un colorido rico en matices y pasta. Pradilla llegará a Roma cuando Mariano Fortuny acaba de fallecer, y cuyas obras y estilos dejarán una honda huella entre los pintores españoles, que serán los que aprovecharán su éxito internacional. Además de Pradilla, se deben incluir Hermenegildo Estevan, Agustín Salinas y Mariano Barbasán, pintores que en las décadas finales del siglo XIX constituirán la que, con plena justicia, puede calificarse como «Escuela Aragonesa en Roma»; todos ellos, además, alumnos pensionados en la Academia Española de Bellas Artes.

Los niños en su pintura

Náufragos es una de las obras premiadas de Pradilla. La pintó durante su estancia en Roma. Describe a un náufrago que mantiene con su brazo izquierdo un niño de corta edad y desnudo, único superviviente, además de él mismo, de una posible catástrofe en el mar. Las figuras perfectamente definidas y con gran armonía anatómica están sentadas en una roca al borde del mar, y dan la sensación de que acaban de ganar la costa. El hombre da gracias al cielo por salvarse y el niño denota en su cara el dramatismo que está sufriendo. Los fondos dramatizan la situación con colores marrones que muestran un mar embravecido y cielo de tormenta. Data de 1876. Es un óleo sobre lienzo y pertenece al Ayuntamiento de Madrid (Fig. 1).

Figura 1. Náufragos.

La reina doña Juana «la Loca», recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina. Tras este rimbombante título se encuentra una obra excelsa. Cuadro de gabinete pintado en plena madurez por Pradilla. Recoge un episodio bien conocido en la Historia de España. El pintor sintió debilidad por los avatares de la reina doña Juana de Castilla (conocida como Juana «la Loca»). La reina Juana permaneció en Tordesillas, siempre vestida de negro, con la única compañía de su hija Catalina, maltratadas ambas física y psicológicamente por sus servidores. Nunca se le permitió salir del palacio de Tordesillas, salvo para visitar la tumba de su esposo a escasa distancia de palacio durante un tiempo, antes de su traslado definitivo a Granada, ni siquiera cuando se declaró en Tordesillas la peste. Su padre Fernando y, después, su hijo Carlos, siempre temieron que si el pueblo veía a la reina, la legítima soberana, se avivarían las voces que siempre hubo en contra de sus respectivos gobiernos.

La reina aparece en el interior de una estancia de su lugar de encierro. Sentada junto a un ventanal, con la mirada perdida, extasiada en su pensamiento, en su anhelo de permanecer junto al cuerpo de su difunto esposo. A su lado, en su regazo, está una desatendida Infanta Catalina niña. Al fondo, a la derecha, situadas delante de una chimenea permanecen, a modo de guardianes, una dama de corte, ricamente vestida, y una criada con indumentaria más modesta. Detrás de la reina, al fondo de la estancia, a la izquierda, se puede observar una puerta abierta que nos permite contemplar el féretro que contiene los restos mortales de Felipe el Hermoso.

El cuadro rezuma una intensidad romántica y una gran carga melodramática. Hay una gran acumulación de elementos accesorios, decorativos, pintados con gran minuciosidad y lujo de detalles. Están cuidados hasta el más mínimo detalle respetando la historia que, por su formación, debía de conocer el artista sobre los Reyes Católicos. Así lo podemos ver en el rico mobiliario que lo conjuga con otros detalles arquitectónicos, como es el arco conopial de la chimenea. Magnífica pintura de 1906. Óleo sobre lienzo de 85 por 146 cm. Museo del Prado (Fig. 2).

Figura 2. La reina doña Juana «la Loca», recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina.

Bautizo del Príncipe Juan. Nace en Sevilla el único hijo varón de los Reyes Católicos, el Príncipe Juan, cuya temprana muerte frustró su acceso al trono. Fue bautizado en la catedral sevillana el día 9 de julio, siendo apadrinado por el nuncio de Su Santidad Sixto IV, el Embajador de Venecia, el Condestable de Castilla y el Conde de Benavente. En el cuadro se observa todo el cortejo del bautizo del Príncipe en 1478, entrando en la catedral. Hay multitud de figuras, hombres, mujeres y, sobre todo, niños, llegando a contar hasta diecisiete de ellos. Algunos de los niños portan regalos y distintivos para el recién nacido, dignos de su cuna, y otros, los colocados a la izquierda del cuadro, se limitan a recoger las golosinas que hay en el suelo. Se describe un paisaje abigarrado y multicolor a base, sustancialmente, de amarillos y rojos; hay un palco que ocupan las autoridades, una calle engalanada y llena de flores. Se pintó en 1910. Se trata de un óleo sobre lienzo y pertenece al Museo del Prado (Fig. 3).

Figura 3. Bautizo del Príncipe Juan.

En Retrato de una de las hijas del pintor, se muestra la precisión del artista en el dibujo, que, aun realizado con pincelada suelta, describe a la perfección el rostro de la niña. Sus facciones son agradables, bien proporcionadas con pelo abundante y largo que le cubre los hombros. Lleva un atuendo poco preciso en tonos marrones y amarillos en un fondo monocolor, sin detalles ni otra clase de ornamentación. Da la sensación de obra no terminada, especialmente por la parte inferior del cuadro. A pesar de todo es uno de los pocos retratos de niños de Pradilla. Es un óleo sobre lienzo (Fig. 4).

Figura 4. Retrato de una de las hijas del pintor.

A esta época pertenece Nieblas de primavera en Italia. Se trata de un paisaje idílico con varias figuras en una barca: tres adultos y un niño en primer término. La barca discurre por un río en calma muy próximo a la orilla, en el que se refleja la luz a la perfección. En tierra firme, se encuentra un paisaje verde. El cielo está nublado y da la sensación de que puede ponerse a llover en cualquier momento. Hace frío y está empezando la primavera. Tranquilidad y sosiego en este cuadro que contrasta con la parafernalia y el boato que crea el pintor en sus cuadros de contenido histórico, incluso con el cuadro antes descrito, en el que se atisba cierto grado de violencia e inquietud (Fig. 5).

Figura 5. Nieblas de primavera en Italia.

En la Procesión de Santiago apóstol aparece una multitud de personajes, como en alguno de los cuadros descritos anteriormente. Ambiente luminoso y festivo; gran cantidad de niños y niñas. El desfile lo inician los pequeños, le siguen los gigantes y los cabezudos y, finalmente, llega la procesión. No se olvida el pintor de la muchedumbre que espera a la procesión con su imagen y sus estandartes, a los lados de la calle. Predomina el color blanco de los adoquines de la calle y los vestidos de algunas personas; el rojo predomina en las ropas de los gigantes y en los monaguillos. Se trata de otro óleo sobre lienzo (Fig. 6).

Figura 6. Procesión de Santiago apóstol.

Otra figura sobresale en la obra de Pradilla: Retrato de niña. Quizá el pintor ha querido representa a una niña gitana. Es una niña triste, está de pie y apoyada en una pared. Está sola y mira al espectador. Lleva atuendo llamativo, blusa blanca, cinturón, falda roja y un delantal que recoge con sus manos mientras sostiene unas flores. Es la típica figura de época. En el suelo, al lado de la niña hay una cesta con flores. Al fondo se adivinan unos edificios y árboles, que completan la gama de colores de la composición. Como en otros retratos, los colores que predominan son los cálidos: rojos, amarillos y algún verde. Es un óleo sobre lienzo (Fig. 7).

Figura 7. Retrato de niña.

Bibliografía

– Ossorio y Bernard M. Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. Madrid, 1883.

– Gascón de Gotor A. Tres pintores aragoneses (Pradilla, Unceta y Gascón de Gotor). Real Academia de B. A. de San Luis de Zaragoza. Boletín del Museo Provincial de Bellas Artes, n.° 9. 1923.

– Pardo Canalís E. Francisco Pradilla. Institución Fernando el Católico. Diputación Provincial. Zaragoza, 1952.

– Rincón García W. Francisco Pradilla Ortiz (1848-1921). Dibujos. Consorcio Cultural Goya-Fuendetodos. Diputación Provincial de Zaragoza. Fuendetodos, Sala Ignacio Zuloaga. 1998.

– Rincón García W. Francisco Pradilla. Vida y obra. Aneto Publicaciones. Zaragoza, 1999.

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